Boletín Nº 285 de la CEAM. Para verlo sigue el enlace más abajo.
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Editorial del Nº 285: “Política o anti política, tal es el dilema. Por Rafael Fraguas
Parte 1
Votar por la Política o por la anti política. Esa es la cuestión a dirimir en las urnas el próximo 23 de julio. En la primera opción se situarán quienes quieren preservar el edificio, la democracia, que entre todos y todas construimos hace 45 años. En la segunda irán a dar los que promueven su demolición.
El problema principal de las demoliciones son los escombros. Lo que suele suceder con ellos es que se amontonan indefinidamente afeando todo vestigio de vida y de belleza a su alrededor. Nadie suele gestionar los escombros, que dejan a su paso un rastro de desolación, como el que seguramente dejarán si triunfan en las urnas quienes quieren derribar lo construido. Por el contrario, el que dispone de una casa como la que entre todos levantamos mediante la Política, el esfuerzo y el consenso, puede, por ejemplo, dar una mano de pintura a su fachada si está deteriorada por el tiempo; puede adecentarla por dentro y también por fuera; puede, incluso, recimentar la casa si se observara algún problema estructural. Por ello, mantener en pie el edificio democrático es hoy la tarea sustancial de la Política, escrita y vivida con mayúsculas, mientras que derribarlo es cosa de la anti política.
Vayamos al interior del edificio. En el piso principal y en el segundo, se instalaron cómodamente y de manera alternativa, dos familias, A y B, de inquilinos. En el tercero y el cuarto, se aposentaron a su vez otras familias procedentes de la periferia. A veces, los de los pisos altos colaboraban con los de los inquilinos de las dos plantas principales y la casa continuó, mal que bien, albergándolos a todos. Así permanecieron, en la alternancia, durante varias décadas. Mas el propio desarrollo de la vida hizo surgir nuevos inquilinos, que pugnaban por ocupar el piso principal y el segundo. El relevo no tuvo lugar, pero planteó distintos reacomodos. Del interior de la familia A surgió un grupo familiar que disputaba la titularidad a la acomodada familia, mientras se quedó a vivir al ático.
Cuando la familia B ha ocupado el principal, dejó varias habitaciones a uno de los nuevos inquilinos, que se caracterizaba por mostrar una prisa acelerada por ocupar el piso entero. Ahora, la familia A, instalada en el segundo, quiere volver a ocupar el primer piso para lo cual cree necesitar instalar consigo a sus parientes díscolos, partidarios no de ocupar la planta principal entera sino más bien de derribar la casa y convertirla en un descampado, sin pensar en qué va a hacer con los escombros, ventanas, columnas, molduras, puertas, con las que el edificio contaba. Esos nuevos inquilinos no tienen un plan de actuación definido. Solo parece moverles un deseo irrefrenable por desahuciar a los moradores de todas las plantas y abatir los muros del edificio que tanto esfuerzo costó a todos levantar.
Por su parte, los nuevos inquilinos alojados temporalmente en el piso principal por la familia B, que llegaron con propósitos de darle un buen meneo a la casa entera, se han concentrado en dar una mano de pintura a la fachada e, incluso, se plantearon recimentar el edificio al completo; pero eran muy poco duchos en las lides de la construcción y acabaron por arriesgar la viabilidad entera de la casa. Hoy se acaban de reagrupar para hacer Política, después de haber conseguido con ella mejoras importantes intramuros del concurrido edificio.
Tal es el panorama. ¿Qué va a pasar con la casa, quien vencerá en la pugna entre la Política y la anti política? Hay quien dice que se exagera al plantear un dilema tan drástico pero, ¿sabe alguien qué planes alternativos tienen, qué hay detrás de quienes se proponen desmantelar casi todos los componentes, instituciones, valores compartidos, prácticas, consensos e iniciativas labradas durante cuatro largas décadas de actividad política democrática?: solo resuena el eco vacío del silencio.
Fuente: El Obrero
https://elobrero.es/opinion/113668-politica-o-antipolitica-tal-es-el-dilema.html
Parte 2
En medio de ese vacío signado por la anti política, los viejos fantasmas que flagelaron España durante siglos, la intolerancia, el fanatismo, la impostura, la arrogancia y, señaladamente, la desigualdad y todas las formas posibles de la violencia, parecen bailar una danza macabra con la que amagan instalarla de nuevo en el inmediato porvenir.
La Política es un arte, un orden conceptual cuyos mimbres enraízan en la sociabilidad, el respeto por la vida de la comunidad que se asienta en el entusiasmo de construir un nosotros capaz de erigir edificios duraderos como el de la democracia. Está hecha, la Política, de ética y de ambición, no cabe dudarlo. Pero una refrena a la otra. Mediante la armoniosa combinación de ambas, las sociedades pueden acercarse al summum bonum, el mayor grado de felicidad para el mayor número de personas. Para conseguirlo, se precisa de gentes de buena fe, dialogantes, empáticas, con espíritu de sacrificio y capacidad para ponerse en la piel de los demás; resilientes, dotadas de aguante ante la adversidad, que es mucha para el político honesto pues son decenas de variables las que entran en juego a la hora de hacer Política con mayúsculas. Y se precisa, además, satisfacer intereses muy diversos, principalmente los mayoritarios, sin descuidar nunca el respeto a las minorías y la protección de los más débiles.
Por el contrario, para desplegar la anti política tan solo se necesitan individuos frívolos, irresponsables, sin otro compromiso que el de demoler lo que tantos otros afanosamente construyen. Diestros en las bajas prácticas del insulto, la difamación y el linchamiento, obsesos con la apropiación particularizada de lo que a todos pertenece, los expertos en la anti política pululan por doquier.
Por cierto, nada que ver la anti política con las revoluciones, que como la Historia nos muestra, siempre se propusieron ambiciosos planes alternativos a los totalitarismos, dictaduras y espadones que en el mundo han sido. Mas hoy, en España, no es el caso.
Por todo ello, es muy importante acudir a votar. La casa democrática en la que hemos cohabitado todo este tiempo puede y debe mantenerse en pie, eso sí, con todos los cambios en sus pisos que la voluntad general determine a través del voto hacia sus distintos inquilinos. En principio, caben todos, así es la democracia, pero es necesario pedir a los que quieren tirarlo abajo que salgan de su interior. Y si se niegan a hacerlo, retirarles el voto que les concedió acceder al edificio. Es la hora de la sensatez.<
Fuente: El Obrero
https://elobrero.es/opinion/113668-politica-o-antipolitica-tal-es-el-dilema.html
CEA-Madrid 30 de Junio 2023