Todo esto ocurrió una noche, hace tiempo, pero aún hoy, entrados ya en el tercer milenio, es como si fuese ahora, si no peor. «¡Señor, ya hace como mil años que cambiamos la llave!», me protestó el portero, al tiempo que, de mal talante, una vez más venía desde adentro a abrirme la puerta de calle. Y tenía razón. Debía de ser el estrés, el insomnio, el cigarrillo, pero lo cierto es que hacía noches que, al volver del trabajo, yo no acertaba ni una: encaraba la cerradura de la puerta e insistía inútilmente con la llave vieja. Como no podía ser de otra manera, la puerta seguía cerrada. Mi forcejeo era inútil y la protesta del portero, espectador de mi fracaso, no dejaba de ser justa. Lo que me pareció de más fue que, en una de esas noches, parapetado en la recepción, refunfuñó para sus adentros: «¡Y pensar que ya estamos a las puertas del tercer milenio..!». No me di por enterado, no de que «ya estamos a las puertas del tercer milenio», sino del oculto sentido de su frase. ¿Acaso se creía que yo andaba de espaldas a la historia? ¿Quizás insinuaba que me había quedado en el pasado? Así que subí a casa y lo primero que hice fue tirar la llave vieja por la ventana. «Ojalá le dé en la cabeza», confieso que pensé, y me eché tranquilo en el sillón, con la conciencia en paz y la llave nueva en la mano. >
Fuente: Agencia APU
http://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/20540-exilios-2-la-llave-maestra