Ningún destierro es igual a otro. El de la autora de este texto fue fronteras adentro, cuando en la Argentina no se podía “respirar hondo”. Con su compañero secuestrado delante suyo y de sus hijos en una transitada esquina porteña, la periodista de Las 12 recuerda aquí el significado del miedo y de la soledad, pero sobre todo la temible sensación de que la calle puede ser una emboscada.
«Nos quedamos solos. Nuestros compañeros pasan a la clandestinidad, se exilian, desaparecen, son asesinados.
Decidimos quedarnos, aunque decisión no es la palabra exacta. Las circunstancias se van complicando, los padres enfermos, la falta de pasaportes y dinero, mi embarazo a fines del ’76.Ya no hay ni con quién militar. Es una vida chiquita. Desconocida. Hagamos lo que hagamos, seguimos corriendo peligro, la sensación de catástrofe está presente, aunque simulemos que no pasa nada. La calle es una emboscada.
Quedaron unos pocos amigos no militantes y parte de la familia, algunos se apartaron por miedo. Yo trabajo obsesivamente en el diario, eso me hace bien; Eduardo en una empresa de computación; y diseña también obsesivamente la maqueta de la casa que imagina para reformar la nuestra, vieja y con ocho años más de crédito a pagar.>
Fuente: Revista Haroldo
http://www.revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=211