
La crisis desatada hace seis semanas entre Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, por un lado, y Catar, por el otro, se agrava día a día, generando una cadena de reacciones y desestabilizando a sus iniciadores. Acabando con el santuario catarí, la realeza saudí esperaba consolidar su hegemonía regional y asegurar que la sucesión venidera transcurra en paz, pero no dimensionó el alcance que tendría la crisis. Ésta es parte del tortuoso final de la guerra en Siria y de la subsecuente formación de nuevos alineamientos en Levante que Rusia y Estados Unidos intentan controlar. En el nudo entre las corrientes encontradas se encuentra hoy el pequeño emirato del Golfo.>
Fuente: Revista ZOOM