17 de Diciembre – ¿Dónde hay un tampón? Por María Seoane. Parte 2

Ocurrió en 1951 pero también podía ocurrir en el 2000. Que la falta del té de Ceilán en los años 50 podía ser tan grave, para algunos, como la falta de los vasos de café en Starbucks o de tampones en enero de 2015, cuando comenzó la campaña de la oposición macrista para sacar del gobierno a Cristina Fernández de Kirchner, aunque los niveles de pobreza y desempleo hubieran bajado como nunca en la historia nacional, tanto en 1951 como en 2015. Enrique Santos Discépolo ya era el autor de tangos memorables, como “Cambalache”, con el que pintó la crisis de los años 30 del capitalismo, y su zarpazo en dictaduras, violencias y miserias, en la Argentina. Cuando definió un siglo XX “problemático y febril”, donde “el que no llora no mama y el que no afana es un gil”, ya había contado la melancolía de abandonar el barrio, los amigos, el fin de una juventud de casas bajas, potreros y sueños en aquel “Cafetín de Buenos Aires”, en ese azul de frío y la ñata contra el vidrio antes de decir adiós. Discepolín ya era un poeta y dramaturgo que había dibujado en “Yira… yira” “la indiferencia del mundo que es sordo y es mudo” ante la pobreza y la desocupación de los años 30. Ya compartía el Olimpo con el gran Homero Manzi, en los bodegones del sur de la ciudad y las luces del centro. Tenía el amor de miles. La fama entrañable de los poetas populares; la lealtad incondicional de su amor, Tania. La vida le había dado el talento para una revancha, el antídoto contra ese hombre que está solo y espera que contó su amigo Raúl Scalabrini Ortiz. Pero como él, los vio venir. Imagen: María Seoane.
Vio esa multitud que era el “subsuelo de la Patria sublevado” llegar al centro en 1945 a gritar por su líder, Juan Perón. Entonces, los tangos de Discepolín buscaron redención. Era posible dejar atrás el cambalache; era posible sentir que una mujer –Eva Duarte– fuera su amiga desde el día que se topó con ella a las puertas de Radio Belgrano y le creyó su pasión por servir al pueblo. Era posible que creyera de nuevo en la condición humana. Por eso abrazó el peronismo y sintió que debía defenderlo de los profetas del odio que temblaban ante la amenaza de los “cabecitas negras”, los argentinos pobres que venían a la ciudad en busca de trabajo, los descamisados de Evita y la pesadilla de patrones sin ley. >
Fuente: Caras y Caretas
https://carasycaretas.org.ar/2021/12/10/donde-hay-un-tampon/