25 de Abril – Zonas Ciegas. Por María Pía López

Ilustración Roberto Jacoby y Syd Krochmalny
Si en algún momento de nuestra historia reciente la justicia fue instrumento de reparación, ¿qué queda cuando esa justicia se convierte en catalizador de un  “legítimo despliegue de la crueldad”, tal cual parece serlo en estos días? En ese marco, María Pía López se pregunta “cómo pensar estrategias para la vida en común donde la crueldad no sea la moneda que contabiliza los daños y sus presuntas reparaciones”.
Hay modos de construir política que se sustentan sobre la agitación del odio, sobre la movilización de pasiones hostiles y sobre la idea de un legítimo despliegue de la crueldad. Esas políticas son, muchas veces, de raigambre antipopular, como es evidente en hechos de inolvidable criminalidad como el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. Si ese hecho permaneció escasamente narrado y analizado, fue porque su relevancia se diluía en la consideración de que una razón superior, la del conflicto con el peronismo y la necesidad de erradicarlo, justificaba daños colaterales.
Pero también se movilizaba otra imagen, más indecible: quienes morían allí eran cuerpos maculados por su pertenencia de clase, destinados al sacrificio por su identidad política. Porque si niñas y niños del ómnibus escolar eran víctimas ocasionales que había que olvidar prudentemente; las personas que se habían movilizado en defensa del gobierno eran vistas como merecedoras del ataque. Esos aviones que surcaban el cielo arrojando sus bombas materializaban el odio antiplebeyo: si no se puede ganar elecciones, hay que aniquilar al enemigo. Unos años antes, Ezequiel Martínez Estrada, furibundo antiperonista, había escrito que Argentina silenciaba un crimen original: el aniquilamiento de los pueblos originarios y la apropiación de las tierras.>
Fuente: Revista Haroldo
https://www.revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=824