Una colección de más de cuatro mil sifones testigos de la vida cotidiana aún antes del 1900, el fanatismo de un casi abogado devenido historiador de la soda y la vuelta de una tradición argentina que nunca se fue (del todo), vasito y chorro mediante.
Tres mil sifones vacíos ocupan mucho espacio. ¿Cuánto? Alrededor de medio galpón y su correspondiente entrepiso, más algunas vitrinas y muchos estantes. Estos tres mil sifones en particular, después de extensas vidas útiles al servicio de vermuts, almuerzos, cenas, asados y picadas de todo el país (y también de otros lugares del mundo), llegaron a sus repisas desde todas las décadas posibles, empezando por las de fines del siglo XIX. >
Fuente: Pagina 12
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