No le conté a nadie que al tío Polo le habían pegado un tiro arriba de un camión de la policía. ¿Cómo había hecho para enterarme? sería la pregunta que me sabía incapaz de contestar.
¿Creen que podía decir, lo más campante, que se lo había escuchado contar a De Santis en el patio de la casa de Emilio, sin que mi vieja se sacara la chancleta y me corriera alrededor de la mesa de la cocina, como cada vez que me mandaba alguna macana?
Y al fin de cuentas, ¿quién era De Santis para saber qué había pasado con Polo? ¿Quién podía creerle a un chofer de ómnibus que alquilaba una pieza en la casa de doña Carmen y no servía para otra cosa en la vida que para gastarse el sueldo en las milongas del centro? ¿Qué sabía De Santis de algo que no fuera manejar un Mack de 41 asientos si ni siquiera había podido contestar una simple pregunta al jefe de policía de la provincia de Buenos Aires?>
¿De qué tango querría saber ese tipo?, seguiría preguntándose De Santis durante ese triste domingo de junio.>
Fuente: Revista ZOOM