No debe ser casual que nuestra narrativa haya nacido con un hermoso texto lleno de puteadas, El matadero, en el que proliferan las tetas, los cojones y los huevos… Tampoco debe ser casual que esas “malas palabras”, puestas en boca de personajes bárbaros, fueran a la vez exabruptos sordos y casi secretos, permisos que se concedió un escritor –el a veces inasible Esteban Echeverría– al expresarse espontáneo y sin pudores, como si no fuera a ser leído en lo inmediato, ni siquiera por encima del hombro.>
Fuente: Pagina 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-83463-2007-04-16.html