Para algunos el destino está marcado desde la cuna. «Serás artista o no serás», pareciera ser la frase que mejor resume la vida y obra de Walter Huertas.
Pintor, músico, docente de arte. Hijo de Feliza Gonzáles quien a los siete años lo ayudaba a llevar el caballete, que era más grande que él, para que asistiera todos los sábados a un curso de acuarela al aire libre; y que se quedaba religiosamente a esperarlo. Y de Primo Huertas, quien le consiguió ese mismo taller porque en aquel entonces trabajaba en la Facultad de Arquitectura de San Juan. Walter lleva la misma sangre del hombre -artista plástico de vocación y profesión- que por problemas económicos un día tuvo que trasladar la familia a un conventillo de Mendoza para empezar de cero, y quien desde una piecita donde pintaba para ganarse el pan, le enseñó todos los misterios del oficio.>
Fuente: Sitio Andino