10 de Octubre – Sindicatos y poder. Por Teodoro Boot.

«Alguien tiró la banana que ella pisó sin querer / y justito, cuando vi que se venía, ya decúbito dorsal/ ¡me la agarré!»
Fangal, Enrique Santos Discépolo
                               Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña.
Parece inevitable que al producirse alteraciones tan profundas del normal discurrir de la vida, como la que tuvo (y sigue teniendo) lugar tras la derrota de Daniel Scioli en el plebiscito de 2015, no sean sólo las formaciones políticas las que deban adaptarse a la nueva situación. Se hace hincapié en ellas, en sus dificultades para “dar cuenta” de nuevos hechos, en los discursos petrificados, cada vez más vueltos hacia adentro, en las trabas e impedimentos para el surgimiento de nuevas figuras. Como si fuera sencillo, como si no hubieran pasado tan sólo dos años, apenas un suspiro.
La urgencia y la histeria hacen el resto por medio de su invalorable aporte a la confusión general. De ahí que hoy se señalen dirigentes, cuadros y agrupaciones, ya como culpables de culpabilidad absoluta, ya como promesas y efímeros auspicios de una utópica salvación automática. Pero pasarán las elecciones y la política volverá a su relativa normalidad.>Los espacios políticos no son los únicos que chapotean en la confusión, el desconcierto y la inanidad. Ni su caso es el más grave, en tanto su incidencia en la vida cotidiana, por esporádica, resulta menor. Con las (mal) llamadas organizaciones sociales pasa otro tanto y la ausencia de redes de contención y articulación comunitaria no se debe única (ni principalmente) a las deficiencias estratégicas y conceptuales de las organizaciones políticas.

Pero donde más duramente golpea esta ausencia de “diagnóstico” y “prescripción” es en el movimiento obrero, si es que tal cosa existe. Una suma de sindicatos, por más fuertes que sean (y no es este el caso) no constituye un movimiento obrero: hace falta un proyecto, un programa unitario de reformas sociales, una propuesta no sólo frente al gobierno o las entidades empresarias, sino ante el conjunto de la sociedad.

Fuente: Pajaro Rojo