10 de Agosto – Queridos chicos hijos. Por Lucía Dorin

RECOMENDADO Fotos Archivo personal Lucía Dorin
Queridos Clara, Pedro y Theo:
No solemos escribirnos cartas entre nosotros, es cierto, tampoco mails. Sin embargo, las cartas son, para mí, imprescindibles. Fueron una de las formas posibles de comunicarme con mis padres durante mucho tiempo. Cuando mi mamá y yo salimos de Argentina, hubo cartas a papá, a los abuelos, a Graciela y María. Cuando volvimos a Argentina, las cartas fueron entre papá y yo, casi la única forma de comunicarnos. Y cuando volvía a París, mamá y yo nos carteábamos. Por eso, quería enviarles una carta a ustedes, para contarles algunas de las cosas que pasaron a partir de esos tiempos de exilio.
Como ya saben, leer siempre fue mi pasión. Cuando descubrí la lectura, la individual, ya vivíamos en París. Y aprendí a leer con libritos en francés. Astérix, Le petit prince El principito y muchos otros cuentos, que me traía el Bambo, el compañero francés de mi mamá. Los libros siempre estuvieron en casa, porque el abuelo tenía la librería y siempre me contaban cuentos. En Barcelona, hubo menos libros. Si no había libros, mi mamá inventaba historias, o las escribía. Ustedes la conocen bien.
Entonces, descubrí la lectura en francés. Antes, en el jardín, los chicos me habían enseñado un montón de palabras. Hacían un dibujo en el pizarrón y me hacían repetir como sonaba en su idioma. Era divertido, y me encantaba aprender jugando. Me acuerdo bien de todo eso. Como en un film una película, o una pintura. A veces me pregunto por qué escribo y no pinto. En cambio, de cómo hablé catalán, no me acuerdo nada. Las causas pueden ser muchas, pero cuando con mamá nos subimos al barco con destino a Barcelona, yo era chiquita y todavía estaba asimilando el español.
Todo fue rápido en Barcelona, aprender, convivir con mucha gente, recibir visitas de Argentina, crear lazos de familia. Por supuesto, ya estaba la tía Marcia, pero también Paula, Claudita, Abel, y muchos amigos que se amuchaban, como en una cofradía frente al desamparo, que no se terminaba de disimular.>
Fuente: Revista Haroldo
https://www.revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=714