Nota sobre “MATEN AL RUGBIER” de Claudio Gómez. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, Julio de 2015.
Claudio Gómez acaba de publicar un libro conmovedor sobre asesinatos y desaparecidos por los grupos paramilitares denominados “grupos de tareas” como la CNU y la Triple A en la ciudad de La Plata, entre 1971 y 1980. La singularidad de este trabajo periodístico, minucioso y paciente, induce a reflexionar en los factores vinculantes de estas 31 desapariciones. En este sentido me permito agregar que al factor de la educación pública, correctamente investigado y destacado por el autor a través de entrevistas con los familiares y compañeros de las víctimas, el otro factor determinante, que curiosamente participa del título, debe ser revalorado para hacer de la confluencia de ambos factores la razón de una singularidad militante. ¿ Porqué jugadores de Rugby? Las víctimas pertenecían a distintos equipos y distintas divisiones del rugby, y esos militantes tampoco coincidían en las organizaciones políticas que se reclamaban revolucionarias: ERP, Montoneros, Partido Marxista Marxista Lenilista (PCML), las que diferían no tanto en su metodología, (salvo en el caso del PCML que posponía la lucha armada a diferencia de las otras organizaciones), como de su ideología. Hay que recordar aquí que Montoneros incorporó finalmente dos organizaciones armadas previas: FAR y FAP. La Plata fué proporcionalmente la ciudad argentina más golpeada por el terrorismo de estado ya que ninguna otra ciudad del país alcanza la cifra de una víctima cada 613 habitantes. La Plata ha sido y sigue siendo una ciudad caracterizada por una implantación de educación pública ejemplar. Provista de facultades de una diversidad de carreras superlativa y de una población universitaria generosa, presenta en 1959 más de 1500 inscripciones a la facultad de medicina, lo que conduce al Concejo Académico de la facultad a instaurar un año de preselección denominado “Premédico”. De distintos lugares muy alejados de esta ciudad la elección de la misma como meta de estudios universitarios se imponía. Había centros de estudiantes bolivianos, peruanos, salteños, santiagueños, neuquinos, etc. La Plata era una ciudad universitaria pero también de empleados públicos ya que La Plata es la capital de la Provincia de Buenos Aires. La clase media predominaba como extracción social. La población universitaria de diversa extracción social facilitaba un contacto policlasista e interamericano.
Históricamente el rugby se instala en la ciudad de La Plata “oficialmente” en 1934 con la fundación de La Plata Rugby Club. Luego le siguió el Club de Rugby Los Tilos, el Club Universitario y finalmente el Club San Luis A partir de 1960 el rugby se había extendido como deporte, adquiriendo un cierto carácter popular, al que contribuye el espíritu de la educación pública platense. El rugby, Inicialmente un deporte de elite en Buenos Aires, en La Plata se vuelve policlasista, pero no dejaba de tener el mismo carácter deportivo enérgico y agresivo. Sin embargo había algo incompatible con su práctica que lo volvía desdeñable para quienes carecieran de valentía para enfrentar el empuje y el rudo contacto físico con el rival y una solidaridad espontánea para con el compañero. Rasgos que la militancia revolucionaria destaca y promueve. Habría que recordar aquí como lo hace Claudio Gómez que el Che Guevara fue jugador de rugby en su época universitaria. Sin embargo ese reclamo de rasgos de personalidad no bastan para fundamentar los 31 rugbiers desaparecidos en La Plata, ( 20 de La Plata Rugby Club, 8 del Club Universitario, 2 del Club Los tilos y 1 del club San Luis), porque después de todo se puede encontrar practicantes del rugby en integrantes del ejercito o la marina, y por ello la singularidad platense, como el texto de Claudio Gómez permite elucidar, radica en la mezcla explosiva de una enseñanza pública democrática y una voluntad de liberación de los objetivos neoliberales para América Latina. Los rugbiers no fueron los únicos combatientes desde luego, tan solo 31 de 613 desaparecidos, pero su lugar en la historia de esta ciudad universitaria singulariza su evolución en una época de grandes apuestas de emancipación social. No es casual entonces que esos dos movimientos que persiguen la recuperación de los restos o los descendientes vivos de los desparecidos, inicien en La Plata su andadura porque de allí proceden las fundadoras de las Madres y Abuelas de Plaza de mayo, Hebe Bonafini y Estela de Carloto. Eduardo Foulkes