24 de Agosto – La Patria Grande es un sueño eterno. Por María Seoane.

Directora de Contenidos Editoriales. Si hubo una pasión en San Martín fue el sueño de la independencia y la unidad de Sudamérica. Volvió de España en 1812 para resguardar la revolución y la independencia iniciadas el 25 de mayo de 1810. Volvió para hacer posible el sueño revolucionario de Moreno, Belgrano, Monteagudo. No volvió para proteger los negocios de los hacendados del puerto de Buenos Aires: para eso estuvieron Carlos María de Alvear, con su idea de ofrecer el protectorado de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Inglaterra, y Rivadavia, ya entregado a la Corona inglesa y su banca Baring Brothers, justamente un año después del comienzo del exilio de San Martín en 1824. El general del Ejército de los Andes sabía que la independencia sólo podía logarse con una derrota militar del ejército colonial español y la unidad sostenida por los patriotas de toda Sudamérica. Por eso, en 1814 –luego de formar el Regimiento de Granaderos y haber derrotado a los españoles en la Batalla de San Lorenzo– se hizo cargo del Ejército del Norte reemplazando a Belgrano y nombrando a Güemes al frente de las montoneras que defendieron la frontera norte del país. Con la espalda cubierta, San Martín preparó su plan continental: liberar Chile y de allí embarcarse a Perú, sede del poder realista. En 1817, cruzó los Andes e inició el decurso guerrero y político: todo lugar liberado era una nueva nación que daba prioridad al fin de la esclavitud y el comienzo de derechos civiles en las protorrepúblicas de Sudamérica. En 1818, proclamó la independencia de Chile. >
Fuente: Caras y Caretas
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