20 de Diciembre – La suerte del campeón. Por Mario Wainfeld

Después de un partido tremendo, mucho más parejo en el resultado que en el  desarrollo del juego, Argentina ganó merecida y sufridamente el Mundial. Nuestro mereciómetro marcaba que lo justo era que el partido saliera dos a cero o tricota en una de esas. Esa máquina, añosa, es menos precisa que el VAR pero la superioridad no la discutía ni el presidente francés Emanuel Macron. Sucede que este equipo adoptó la costumbre de “encajar” dos goles contrarios en pocos minutos: con Arabia Saudita, con Holanda, con los galos. Aunque Lionel Scaloni es un capo disiento con ese hábito. Tiene sus virtudes, claro que sí. Engendra partidos inolvidables que van como en tubo para programar series en Netflix: Holanda y Francia. Conduce a los adversarios a la emboscada de la definición por penales en las que el Dibu Martínez es amo y señor. Un poco más en serio: revela el temperamento, la convicción, la concentración del equipo para recibir golpes de K.O sobre la hora, recobrarse y volver a imponerse a su rival. No se dan por vencidos ni aún vencidos, poetizaría Almafuerte. O con más rigor estadístico: no se dan por vencidos aún ante esos empates que te ponen los dos ventrículos de moñito. >
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«Es la primera vez que el pueblo originario ve un Mundial de esa magnitud». El relato de Hugo González nace desde Misión La Paz, a pasos del puente internacional que une a ese paraje de Santa Victoria Este, en el norteño departamento Rivadavia, con la localidad de Pozo Hondo, en Paraguay.>
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