Parecía difícil echar a perder o por lo menos deslucir la movilización de ayer. Todo se conjugaba a favor. Primero y principal, la muchedumbre de laburantes que se expresó de modo pacífico y claro. Segundo, el clima porteño que ofreció una jornada soleada pero no agobiante, filo primaveral.
A los oradores, los triunviros de la CGT, solo les cabía cumplir con su palabra y cumplir el reclamo de las bases: anunciar por enésima vez el paro general y, tarde pero seguro, fijarle día.
Cometieron dos errores o torpezas o defecciones, cada quién y el tiempo dirán. Adelantaron la hora de sus discursos, privando a muchas personas de llegar y participar. Y, lo que es más grave, divagaron sobre la huelga, no determinaron su fecha y hasta la supeditaron a un imposible cambio de la política económica del macrismo, en el plazo de un mes. No fue un ultimátum ni una oferta viable sino una concesión, incomprensible a esta altura.>
Fuente: Pagina 12
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