El tío Polo andaba con putas y escondía un revólver. Y lo buscaba la policía. Y era peronista. ¿Pueden imaginar algo más?
A mis ojos de niño intoxicado por la doctrina del Tirano Prófugo y ya convertido en agente secreto peronista, el tío Polo pasó a ser casi un héroe de historieta.
Como todos los chicos del barrio y la familia, siempre había idolatrado a Polo, el más jovial de mis tíos, el más divertido de cuantos adultos había conocido, el que nos llevaba a pescar, nos inventaba disfraces para carnaval y hacía canciones para la estrambótica murga infantil que había organizado el año anterior, “Los Pascualitos de Paternal”. En homenaje a Pascual Pérez, claro.
>>>Los ojos de Carlitos y Alberto Culacciati estaban abiertos de asombro.
–¿Ahora no se puede decir Per…?
–¡Silencio! –inmediatamente, el doctor suavizó el tono– Podría ser remitido a la seccional por la fuerza pública y condenado a entre treinta días o hasta seis años de prisión por el sólo hecho de pronunciar ese nombre…
–¿Por decir Pe….?
–…y ser pasible de una multa de 500 a un millón de pesos moneda nacional, además de inhabilitación absoluta por el doble del tiempo del de la condena…
“Inhabilitación”, escribí.>
Fuente: Revista ZOOM