Ayer fue un día raro, reí tanto. Reí porque me alegró el Nobel a Bob Dylan. Ustedes dirán, ¿y ésta mica cómo es que sabe de Dylan si ni hablar inglés puede? Pues es que curiosamente escuché sus canciones prácticamente todos los días en mis años de recién emigrada, en casa de una mujer anglosajona cuando trabajaba de empleada doméstica. Y tuve el privilegio de escucharlas en el silencio y la soledad de aquella mansión, acompañada de la aspiradora, el trapeador y el cepillo de lavar baños. ¡Qué panzazo! ¿Verdad? Ya ven pues, suerte tienen los que no se bañan. Pero este texto no es para contar historias de mis días de mil oficios en este país en donde soy inquilina, es para reflexionar sobre el efecto que ha causado en la jauría de letrados que el Nobel de Literatura se le entregara a un cantante de composiciones populares.>
Fuente Cronicas de una inquilina
https://cronicasdeunainquilina.com/2016/10/14/el-efecto-bob-dylan/