8 de Febrero – Renunciamiento y proscripciones. Por Diego Zstulwark

El 22 de agosto de 1951 Eva Perón renuncia a la candidatura vicepresidencial que ella misma había soñado y que una enorme movilización obrera respaldaba ocupando un radio de cinco kilómetros en el centro de la capital. Las razones a las que ha aludido la historia para explicar aquella escena ya mítica en la que la frágil mujer dialoga con unas multitudes desbordantes en la avenida 9 de Julio son múltiples. Su enfermedad es una. La impugnación de la que fue objeto por parte del ejército fue otra. Ostensiblemente, no resultan incompatibles entre sí. La oposición del cuerpo de médicos y de militares se impuso como límite infranqueable. La número dos del peronismo chocaba contra una prohibición: la de traducir su prestigio social en poder institucional. La compleja estructura de la frase pronunciada en aquel Cabildo Abierto por la renunciante –“no me hagan hacer lo que no quiero hacer”— registra el nudo adverso de la correlación de fuerzas de aquella coyuntura. De un lado, los hombres de uniforme (la bata blanca o el verde olivo), del otro, los sindicatos peronistas. Las expresiones de Eva, escribe Aurora Venturini, excedían su cuerpo y se clavaban en el cerebro de la gente. En su libro Eva, Alfa y Omega la autora le atribuye a su personaje las siguientes palabras: “Me están poniendo un corset para quedar derechita al lado de Perón, cuando asuma la segunda presidencia”.>
Fuente: El cohete a La Luna
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