Mientras en el bar -y para desesperación del doctor Rofo, que pretendía seguir con su conferencia sobre Román Alfredo Subiza- Carlitos y Alberto Culacciati todavía acaparaban la atención con el relato minucioso del ataque de peronismo sufrido por doña Amalia, yo ya estaba instalado en la cocina de la casa de mi tía. Había pedido permiso para quedarme a dormir, atraído por la perspectiva de comer milanesas con puré.
Hasta esa noche, las milanesas con puré de mi tía habían sido las mejores del mundo. Después, ya no. Y no porque alguien las hubiera hecho mejor sino porque a partir del momento en que mi tío Polo se volvió lobizón, las cosas en la cabeza de mi tía ya no volvieron a funcionar con normalidad.>
Fuente: Revista ZOOM
Hasta esa noche, las milanesas con puré de mi tía habían sido las mejores del mundo. Después, ya no. Y no porque alguien las hubiera hecho mejor sino porque a partir del momento en que mi tío Polo se volvió lobizón, las cosas en la cabeza de mi tía ya no volvieron a funcionar con normalidad.>
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