21 de Setiembre – La calle donde nunca pasa nada. Exilio 3. Por Alberto Szpunberg.

Fue ahí, en dirección a la esquina, la del quiosquito, apenas un chistido en medio de la noche, casi un silbido sigiloso, muy sutil, como si alguien, en algún punto de la más cerrada oscuridad, se hubiese puesto el índice sobre los labios y preguntado en voz muy baja, un tenue secreteo, algo así como por favor, muchachos, ¿qué les pasa? ¿es que no se dan cuenta? Como la misma palabra lo indica, los muchachos son muchos y mucho más cuando se amuchan. Sólo la vejez del alma los ralea y dispersa, para solaz de los monstruos que pueblan la sombra. No es para menos: la derrota ha sido, es, será siempre muy dolorosa, muy cruenta, desgarradora. Y escépticos de por sí o acaso simplemente aterrados congénitos, cuando oyeron ese silbido sigiloso, ese secreteo tan sutil en la noche, muchos de los muchachos, ya entrados en años, pensaron por rutina que lo único que pasaba era, a lo sumo, que no pasaba nada. Al menos, por ejemplo, nada más terrible que largarse a llover. Entonces, se dieron vuelta en la cama y se abrazaron a la almohada, porque esa noche, como casi en todas, sólo llovió en sus sueños, aunque al día siguiente se despertaran, como siempre, con la boca reseca hasta la amargura. Estos muchachos, reciclados en personas prudentes, se acercaron a la ventana y, por supuesto, miraron la calle y no vieron nada, ni un miserable charquito. por la calle, libres por fin de esa opacidad que recorre el mundo tras una derrota, sobre todo cuando ésta se ensaña tan cruel y es treinta mil veces negada.>
Fuente: Agencia APU

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