24 de Junio – Flotaba en el aire un clima de nocaut. Episodio #39 de las “Memorias de un niño peronista”, de Teodoro Boot.

Desde que el tío Polo andaba escondido, las comidas en lo de mi tía se habían vuelto muy aburridas, como si todos estuviesen más apagados, tristes o idos, como mi tía. Por más que el tío Rodolfo repitiese, a su manera, lo que había creído entender de las fundamentadas exposiciones del doctor Rofo, nadie parecía prestarle la menor atención. Mi viejo comía en lo de mi tía únicamente los domingos, a las apuradas, antes de ir a la cancha, y mi vieja lo hacía también algunos pocos mediodías. Después de tomar mate y secretear en el patio, volvía a casa a preparar la cena. Sólo quedaba mi tía para contradecir al tío Rodolfo, pero la mayor parte del tiempo mi tía parecía estar en otro planeta o haber quedado fijada en el momento del tiempo en que el grupo de infantes de Marina y comandos civiles se habían aparecido en el patio a preguntarle por una bomba.
>>>En cuanto terminé con la cuarta milanesa –así como la ven, ida y todo, mi tía seguía haciendo las mejores milanesas del mundo– corrí al bar, donde mi tío y sus amigos se habían reunido alrededor de la inmensa Zenith a válvulas. Al igual que el teléfono, la Zenith había pasado a ser responsabilidad exclusiva de Pablito Serún, quien se abocaba durante horas a manipular el ojo mágico para sintonizar una novela o, los domingos, escuchar a Fioravanti.>>>
Fuente: Revista ZOOM
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