26 de Agosto – El paso feroz y arrasador de los desaparecedores por una sociedad acotada y centinela obliga –cuando todos saben a fondo quién es quién, cuál es la historia de cada baldosa y de cada rostro– a una extraña reconstrucción. Cómo se rearman los lazos sociales cuando un huracán deposita sobre la mesa del almuerzo, con la fiereza más profunda, una historia inesperada con nombres tan conocidos, tan poderosos, tan respetables, tan intocados. La aparición de Ignacio Guido provoca en Olavarría una conmoción diferente. Por el simple hecho de que se trataba de un bebé arrancado a la vida entre la tortura y la oscuridad. Olavarría, como tantas ciudades de sus dimensiones, tiene que hacer las cuentas con su propio espejo.
Con aquel que era simplemente el dueño de una pequeña pinturería y pugnaba por vender información sobre el destino de desaparecidos a sus padres. Con aquel que era periodista y parecía conocer con demasiada precisión detalles de un martirio.>
Fuente: Miradas al Sur
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