6 de Mayo – En casa de Emilio. Capítulo #32 de las “Memorias de un niño peronista”. Por Teodoro Boot.

Mayo había empezado con clases y con frío. Hacía tanto tiempo que no íbamos a la escuela que me parece que, sino todos los niños, el menos yo concurrí el primer día con la emoción y la expectativa de un chico de primero inferior.
Desde luego, el entusiasmo no podía durar mucho y el miércoles nomás ya no veía la hora de que llegara el viernes, cuando con mi vieja iríamos a almorzar a casa de mi tía. Y lo más importante: me quedaría hasta el domingo, ayudando en el bar o jugando a la  pelota en la vereda cuando me cansaba de vigilar desde la terraza los movimientos del barrio.
>>>El verdadero berretín de mi tío era ofrecer huevos fritos en su aceite “especial”, en el que maceraba varios ejemplares del ají puta parió que crecía en un par de macetas de la terraza, tan temible que hasta era respetado por los conejos.
El resultado de la fritura debía ser mortífero, pero no era eso lo que fastidiaba a mi tía. Por el contrario: se habría sentido feliz si de buenas a primeras el aceite hubiera exterminado, en un instante, a todos los habitués del bar, empezando por su hermano  y siguiendo por Pablito Serún. El serio problema era la radical incapacidad de mi tío Rodolfo para comprender que, antes de colgar la espumadera del ganchito de la pared, era conveniente lavarla, secarla o, cuando menos, dejar que escurriera el aceite dentro  del sartén.>>>
Fuente: Revista ZOOM

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