
¿Qué me hubiera dicho mi viejo?
Que eran todas habladurías, que lo del tractor sólo se lo podían creer marmotas como mi tío Rodolfo o sus clientes del bar, que los crímenes de Perón eran mucho más serios que cualquiera de las cosas de las que lo acusaba en radio Colonia, en el bar o en el patio de la casa de mi tía. La traición a la Patria, la suma del poder público -“¡Igual que Rosas!”, bramaba mi viejo-, la Constitución del 49 y, ni qué hablar, el contrato con la California, eran de por sí suficientemente graves como para andar todos los días inventándole a Perón una nueva trapisonda.>
Fuente: Revista Zoom
http://revistazoom.com.ar/una-cienaga-de-corrupcion-y-desorden/