15 de Junio – Memoria de la nieve. PorMaría Seoane

Mientras huía al exilio, recordó que no siempre se llamó Laura Avellaneda. En el Buenos Aires de 1952, la vida aún no tenía los destellos violentos del ‘77.
Es posible imaginar acaso otra biografía. Por ejemplo: en una pieza pequeña del barrio de Boedo, una nena, a la que llamaron María, juega con una muñeca negrita que ama: será la única muñeca que tendrá en su vida porque, en verdad, odia las muñecas. ¿Les teme a las muñecas? ¿Los objetos inanimados le dan terror? O no. O tal vez sólo porque para su madre, ella fue una muñeca. La casa de Boedo es de las llamadas “chorizo”, de habitaciones enlazadas por una galería descubierta, un patio amplio, con macetas repletas de malvones. Al fondo del patio, hay una cocina y un baño con ducha a alcohol compartido por los inquilinos. Los padres de María, Fermín y Olga, son todavía muy jóvenes y definitivamente peronistas más por obreros que por militantes. Contada en sobremesas largas y tediosas, María escuchó que el origen inmigrante de la familia se remontaba a las rías gallegas, las minas asturianas, o la tierra fértil de Cosenza. Salvatore Cuartieri, bisabuelo materno, había desembarcado en Buenos Aires allá por mil ochocientos sesenta y cinco.>
Fuente: Pagina12
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