LA POESÍA EN LAS HUELLAS DEL EXILIO
Un diálogo con la poetisa Laura Giordani
Laura Giordani nació en 1964 en Córdoba (Argentina). A causa de la dictadura militar argentina, a finales de la década de los setenta se exilia con su familia en España, país en el que ha residido prácticamente la mitad de su vida. Cursó estudios de Psicología en la Universidad de Valencia, Bellas Artes en la Escuela Superior de Bellas Artes José Figueroa Alcorta y se gradúa como profesora de lengua inglesa en el Instituto Juan Zorrilla de San Martín, Córdoba (Argentina). Se interesa temprano por la literatura, especialmente por la poesía y el relato. Desde el año 2002 reside en Alzira, provincia de Valencia (España). Sus poemas han sido publicados en diversas antologías y volúmenes colectivos, así como en distintas revistas y periódicos. Participa como poeta panelista en varios encuentros de escritores y da recitales poéticos en Argentina y España. En los próximos meses la editorial Baile del Sol publicará su libro Materia Oscura.
Enrique Falcón mantiene un diálogo con Laura Giordani a partir de este poema suyo:
KARUNA
Ser al fin sin cauce
sólo desmemoriada agua
de la piedra
que la engendró en la cumbre
compasión de la arena
en la que la piedra disuelve
su recuerdo de la altura
sólo contigo
fondo solo.
(Karuna: palabra en sánscrito que significa compasión)
--Laura Giordani
Ellas dicen (9): 3 poemas de Ana Pérez Cañamares
LA TRINCHERA
Lo malo de la trinchera
no es su húmeda estrechez.
El barro y la sangre abrigan
somos muchos aquí
y las fotos que nos mandaron desde casa
nunca se desgastan.
Siempre hay tiempo para una partida de cartas.
Para el momento íntimo y juguetón
de despiojarnos.
Alguien que baila al ritmo
de los tableteos lejanos
de las ametralladoras
o un buen imitador de generales
que nos hace reír.
Lo malo de la trinchera
es que no sabemos cuando
tendremos que abandonarla.
****
A SALVO EN LA DERIVA
Me quito el reloj:
me suelto las esposas.
El día deja de ser
un mar señalizado por balizas.
Como bancos de peces
bajo mi cuerpo
pasan las horas.
****
CON PULSO de artificiero
escojo las palabras.
Manejo con tacto
la nitroglicerina de cada sílaba.
Por culpa de palabras mal usadas
a mi corazón lo cruza
un alfabeto de cicatrices.
MI PADRE enfermo de sueños
en el asfalto incandescente de cien mil mediodías caminados
bajo el sol en vertical
perdió sus pies
y apoyado en sus rodillas sigue buscando
el camino de vuelta a casa.
Mi padre sueña,
rendido por el cansancio,
que vuelve a su tierra y planta sus piernas y le crecen pies jóvenes
y la savia de su tierra negra le alivia el dolor de las arrugas
y resucita sus cabellos muertos.
Luego despierta en un piso alquilado a la ciudad de los huracanes de la miseria
y blasfema y maldice y no tiene amigos.
Escondido en la noche
papá llora por las certezas que lo defraudaron.
Del otro lado de su piel
mamá llora por mamá
mamá llora por su casa que ya no habita
y por paz y reposo y risa.
Papá y mamá lloran
cada uno a espaldas del otro en la cama
en el más crudo estruendoso hermoso silencio
que modula en frecuencias infrahumanas
sonidos que se articulan como palabras:
«si aquí no están mis sueños
cómo puedo dormir aquí».
Y que sólo yo escucho
con la cabeza enterrada en la almohada.
Concebida de la nostalgia
nací con lágrimas en el sexo con tierra en los ojos con sangre en la cabeza.
No soy lo que soñaron
como tampoco lo son sus vidas.
(Del libro Espejo Negro)
****
NO SOY dueña de nada
mucho menos podría serlo de alguien.
No deberías temer
cuando estrangulo tu sexo,
no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.
Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio:
ese desierto negro que tanto te asusta.
(Del libro Bella Durmiente)
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¿Vas a enseñarme a vivir?
Te dejaré tocar mi colección de cáscaras
compartiré contigo las uñas que guardo en los bolsillos.
Las semillas que nos dieron
son pastillas para dormir
y del ombligo dormidos
nos crecen frutales.
Te daré de comer.
Ven.
La tierra prometida es cosa de otros.
Para nosotros la arena:
un paisaje que cambia con el viento.
(Del libro Desalojos)
Ellas dicen (7): 15 minimás de Carmen Camacho
MINIMÁS*
Todo Sistema aprieta. Decide cómo usar tu destornillador.
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Viajar en el AVE: el estrés del paisaje.
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A penurias de prisa, alegría lenta.
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¿En qué inviertes tus latidos?
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Una es multitud.
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No se puede expresar mejor: nichos de mercado.
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Se venden
bálsamos de miedo contra el miedo.
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Sin regateos
El problema no sólo está en que te vendas. Lo peor comienza el día en que eres tú el que intenta comprarnos.
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Publicistas: mercenarios de la palabra.
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ARENGA AL SAHARAUI
(fragmento)
¡Ciudadanos extrañoles!
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Se le olvidó la realidad de tanto ver telediarios.
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Escucho un ruido de monedas cada vez que agitas la cabeza.
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Desconfío de la puerta a la que le brillan los candados.
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Arandelas, arras, aranceles.
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Arcos del triunfo, muros de la vergüenza.
Algunas minimás de Carmen Camacho, extraídas de Minimás. Baile del Sol, 2008.
Más aquí.
* En palabras de su autora, “las minimás son aforismos poéticos que no tienen cuerpo de máximas, pero tampoco son mínimas, así que son, eso, minimás: nanopoemas, verso solo, afanes míos de jíbara literaria, poesía en píldoras”.
Ellas dicen (6): 3 poemas de Beatriz Ros
TRAS el "gracias" y el "sí",
aprendí el no a los caramelos de las salidas de los colegios,
a las manos extrañas y a los hombres con gabardina.
Y después hubo otros no aprendidos, y los "sí, por favor" de cortesía.
No hubo vacilación.
Para un: “¿Quieres bailar?”
No, gracias.
Otra copa desechada
Por encima del "no sé" mi cuerpo
se agita de lado a lado, de arriba a abajo;
en señal inequívoca, básica, primaria, significativa.
No es "por aquí" o "por aquí", salirse del cuento
y escribir una historia con un boli de los que se pueden borrar.
Sin la duda, el sí y el no
son los extremos atados de una misma cuerda.
De estar vivo o muerto, de "esto" o "aquello",
por lo único que cojo tu mano,
es por la virtud y el beneficio
de la duda.
(del libro De cómo descubrí que seguía viva)
****
VOY a decirte algo muy importante:
El corazón está situado
justo en el centro del pecho.
Se piensa que está más a la izquierda
porque el lado izquierdo late más fuerte.
Lo he leído en una enciclopedia
(del libro De cómo descubrí que seguía viva)
****
ESTO ha sido un accidente.
Las ambulancias llegarán pronto.
Expertos nos catalogarán por la gravedad de nuestras heridas.
El viento que mueve el pelo sólo puede mover el pelo,
la muerte se agita como si alguien respirara cerca.
Sólo puede mover el pelo. Y lo enreda.
Os miro.
La tristeza ha sido pintada en la mayoría de las frentes.
Tenemos la ventaja de la mala letra médica que merece esa palabra.
El amor acaricia los rostros,
retira el pelo que se pega protector a la piel y la tristeza respira.
Lo peor es destaparla.
No encuentro en mí la posibilidad de ser reversible.
Tengo la incapacidad de sonreír con la elevación correcta.
Me miran.
Soy una torcedura esperando un diagnóstico permanente.
El flequillo roza mis cejas,
me cubre como si no hubiese otro sitio para él en el mundo.
Tú piensas que mi frente está resuelta.
Hay cosas que siempre entenderás al revés.
Pienso en tus ojos como en los espejos.
Los espejos no saben nada de mí.
Tu incomprensión me salva.
(inédito)
3 poemas de Beatriz Ros
Ellas dicen (5): 3 poemas de Lola Crespo
Aterida de frío
se plantó la mañana
entre brumas.
Aún era visible
el paraíso.
Las metáforas estaban por nacer,
entre columpios vacíos
y ramas quietas.
Amanecía el mundo a la posibilidad.
Y cantó el mirlo.
****
Cuando te pienso
se diluyen las calles,
las plazas, las ciudades;
caen los mapas y sus coordenadas
y emerges tú
entre el desarraigo.
Prescindo de parentescos
de la formalidad de los años,
de los colores, del gesto,
y emerges tú
en la palabra que sigue a la siguiente,
en las ganas de perpetuar
un himno a capella.
****
Me he dedicado a borrar las páginas del cuaderno.
No.
No está vacío.
Está listo.
3 poemas de Lola Crespo
Ellas dicen (4): 3 poemas de Dolores Herrera Uribe
PASADIZOS DEL TIEMPO
Navegar a través de los siglos
con las velas encendidas de la imaginación.
Cruzar mares y estrechos nunca vistos.
Molinos de viento,
un ejército chino de terracota,
Flandes en el siglo XVI…
Visiones ancestrales que nos recuerdan
el continuo peregrinar del Hombre
- sin otro báculo que el de sus frágiles pies-,
por un interminable latifundio de esperanzas.
****
SIN CAMBIOS
Amontono objetos en desuso,
fotografías inservibles,
vida gastada.
Se suceden las estaciones
y no hay rupturas definitivas
ni bienvenidas permanentes
que destrencen el tedio de las horas.
No hay alarmas que me pongan sobre aviso.
Una monotonía de historias conocidas,
la repetición de un recurso puesto en práctica,
la sensación de ya vivido.
Un nuevo amanecer como una fuga,
como un latido que cae en saco roto.
****
DIAS DE VINO Y ROSAS
No sabíamos de los días de vino y rosas,
aturdidos como estábamos de que el deseo
se empeñara en ajarse en la costumbre
y en rebelarse contra el orden establecido.
Pronto comenzamos a pagar el alto precio
que supone saberse diferentes,
y aprendimos a rendirles vasallaje al ansia
y a su estigma.
Tuvimos que pagar un alto precio
y aún hoy lo pagamos,
pero vamos conociendo
el sabor del vino y el olor de la rosa.
3 poemas de Dolores Herrera Uribe
Epigramas de la servidumbre (X)
Las cosas tienen un lado que no ves:
el reverso del anverso del la moneda,
el dorso de la palma de la mano,
la espalda del torso del orador,
la oscuridad opalina del fondo de los charcos,
la retina,
el plusvalor.
Pero del otro lado de lo vivo
no se oculta lo muerto
y del otro lado del mal
no siempre luce el bien.
Las cosas tienen un lado que no ves
y otros lados
que vaya uno a saber.
Ellas dicen (3): 4 poemas de Susana González
Camino como quien camina
por la periferia de un sueño
de plastilina:
con las brújulas rotas.
****
Nos inflaron con mentiras
aquel globito rojo
que llevábamos atado
a la muñeca.
Nos acolcharon la vida.
En el suelo de rodillas
intentamos rescatar
los trozos de nuestra fe
que se anega.
****
Porque encuentro la senda
y hago como que no la veo.
Porque me pongo la venda
que lleva un caleidoscopio dentro.
Porque la casilla de meta
siempre está tras la siguiente puerta,
y porque desayuno espirales de papel cada mañana.
Por todo eso,
yo también soy como tú.
****
Mis días pesan
porque son de oro.
4 poemas de Susana González
Ellas dicen (2): 3 poemas de Beatriz Viol
¿Quién me reconocerá cuando
me deshaga de
los lazos, el jabón, el pelo,
el carmín, el flúor, los dientes,
las gafas, el rimel, las pestañas,
la ropa, el perfume, la piel?
Y cuando me muestre entonces en carne viva
frente a los maniquíes de los escaparates
en las calles, ¿Quién me reconocerá?
¿Resistiréis la tentación de llevarme
a un lugar seguro?
****
Pregúntale al bosque
de dónde provienen sus miedos.
Por qué entreteje cada noche su cuerpo vegetal
conformando nuevos escondites.
Por qué se forman huecos
en la madera de los árboles.
Por qué cuando todo esta tan oscuro, el viento
susurra más alto en un idioma extraño.
La luna esta inquieta en el agua de un charco.
Varios lobos se han acercado a beber.
****
El silencio de tu cuerpo.
Ese rincón en el que acurrucarse
donde no se inventaron las palabras.
3 poemas de Beatriz Viol
Ellas dicen (1): 3 poemas de Natalia Ruiz de Almodóvar
Quizás haya un día en donde hallarnos.
Tartamudos son los confines
de las rutas que hablamos.
Retrasamos lentamente
la llegada a los puertos
que no acaban de desperezarse,
se vuelven ecos,
quizás haya un lugar en donde hallarnos.
¿dónde está esa maldita brújula que nos despista?
****
Hace un día precioso
con esas nubes
procedentes de Atlántida
relincha de nuevo el aire.
****
TRAS INTERROGATORIO
Palabras mudas marchitas de esencia,
esquivan la respuesta. Porque no la hay.
La bruma era apariencia taciturna.
3 poemas de Natalia Ruiz de Almodóvar
Epigramas de la servidumbre (IX)
Cuando la economía no responde
habla la política.
Cuando la política no responde
habla la guerra.
Cuando habla la guerra
los muertos son residuos
de silencio.
El silencio de los muertos
es la continuidad de la economía
por los mismos medios de siempre.
Epigramas de la servidumbre (VIII)
Alguien, del otro lado de tu frío matinal,
irresponsablemente, pregunta cómo andás.
Alguien, del otro lado de tu cena,
interroga tu mirada para saber si estás entero
al cabo de este día.
Alguien, del otro lado de tus sueños,
besa la oscuridad como si fuera tu mejilla.
La noche te pregunta cómo andás.
La noche ausculta tus ojos cansados.
La noche besa tu mejilla
como si despidiera al cadáver de un hijo disoluto.
Alguien, del otro lado de la noche,
aún cree que estás vivo.
«Las políticas de la cita», Arturo Borra
La interrogación de las «minucias»
Las citas han sido objeto de estudio por parte de algunas líneas teóricas de la semiótica, aunque con frecuencia esta atención ha aparecido como una anotación de segundo orden. Si tomamos como ejemplo el Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (1) (publicado originalmente en 1972), de O. Ducrot y T. Todorov, podremos comprobar que la cita no es considerada de facto un «objeto» fundamental: la única alusión que se hace al respecto en todo el libro remite a los tipos de estilo estudiados por el lingüista ruso V. Voloshinov (2). Si bien estos mismos autores han redimensionado la importancia relativa de las citas, cabe como sospecha señalar que la separación analítica saussureana (3) entre «lengua» (identificada con lo social) y «habla» (recluida a lo individual) dificultó el estudio de las citas en la ciencia lingüística dominante al menos hasta la primera mitad de la década de los setenta. Al subordinar los hechos sintagmáticos del lenguaje a los hechos paradigmáticos, esto es, al remitir el habla a la lengua como su fundamento o principio suficiente y necesario, canceló la posibilidad de pensar las relaciones pragmáticas entre «hablas» mutuamente “contaminadas” o, para ser más precisos, constitutivamente interrelacionadas. La cita no forma parte de las unidades de análisis de Saussure y no puede formar parte, estructuralmente, porque no constituye, desde esa perspectiva, una problemática lingüística pertinente.
A pesar de ese cierto relegamiento, es indudable que estudiosos tan diversos como M. Bajtin o Ch. Peirce, E. Benveniste o R. Barthes -por mencionar algunos pioneros- cuestionaron ese estatuto de la cita, para reinterrogarla como indicio de una productividad intertextual, “red de conexiones múltiples y jerarquías variables” (4). En todo caso, el privilegio del texto verbal (que erróneamente la crítica inmanentista ha contribuido a deificar considerándolo un «artefacto autosuficiente») tuvo (y sigue teniendo) como contracara la marginación de otros gestos significantes. Si la categoría de «intertextualidad» recupera la mutua remisión de los textos en tanto condiciones productivas (5), las citas han sido estudiadas menos en situaciones relativas a una pragmática de la comunicación que a una tipología de la cita que distingue, grosso modo, entre «citas expresas» (sea mediante la apelación al discurso directo, al discurso indirecto a incluso al estilo indirecto libre) y «citas no expresas» (donde las citas se realizan de forma implícita, a menudo para refutar o ironizar lo citado). En ambos casos, la cita remite a una recuperación discursiva de otros enunciadores con los que mantengo relaciones de variable identificación y distancia (6).
La indagación acerca de los usos citacionales efectivos, especialmente en lo referente a la distribución textual de tipos de citas heterogéneas, es una materia en cierta medida pendiente, aun con el reconocimiento explícito de la condición central de las citas como parte del intercambio de sentido que configura cualquier texto. Puesto que todo texto es préstamo de otros textos, elaborar algunas distinciones para interrogar las formas en que se efectúa dicho préstamo resulta central. No obstante, el sentido mismo de las “deudas” intelectuales varía. Las citas pueden ser usadas con diferentes finalidades estratégicas: pretender mantenerse en el plano de una absoluta «objetividad», utilizar la palabra del otro como autoridad, como recurso para calificar al enunciador citado (y, por transferencia, al sujeto citante), como ocasión para parodiarlo, etc. (7). A través de la cita el enunciador plantea, de forma manifiesta o tácita, un vínculo específico con lo citado, sea para manifestar su solidaridad o adhesión intelectual o su extrañamiento con respecto a lo que el otro dice.
La economía es siempre
economía del Tiempo:
no hay más que perder
ni que ganar. Tiempo:
admirable materia prima.
Y cuando ya no hay
nada que hacer, igual,
hay que hacer algo:
extender el instante;
dilatar el momento;
ganarle al tiempo
el tiempo de sus bríos:
la arrojada paciencia
de las cronologías.
Epigramas de la servidumbre (VI)
Una cuestión de tránsito: el espacio y el tiempo de los flujos.
La guerra fue nuestra mejor escuela de logística.
Cuando terminamos de transportar tropas y vituallas nos dedicamos a transportar mercancías.
Así contribuimos a recuperar el mundo al final de la contienda.
De algo nos sirvieron los sesenta millones de cadáveres.
Aprendimos a ser eficientes a la hora de atender los requerimientos de los consumidores:
la cantidad exacta, en el lugar indicado, justo a tiempo.
Una cuestión de tránsito: del arte de la guerra al arte del servicio.
Epigramas de la servidumbre (V)
Tiempo atrás, fuimos las aves y los truenos.
Donde hubo alas, hoy pesan las cadenas.
Al vuelo esbelto lo sucedió el herrumbre indecoroso.
El ruido noble que provocaba un reverencial estremecimiento
fue suplantado por este humillante murmurar de sílabas inhábiles.
Éramos la dicha y el pesar de los augures,
hoy somos el augurio de la banalidad.
Servíamos al César, y así seguimos.
Epigramas de la servidumbre (IV)
A los que creen saber qué es la muerte
haz la prueba de enseñarles a amar:
quizás entonces puedan morir tranquilos.
Pero no hagas la prueba de enseñarles a morir:
corres el riesgo de que se enamoren de ti
o que te maten.
Epigramas de la servidumbre (III)
A un filósofo lo puedes hacer responsable por sus conceptos.
A un poeta lo puedes hacer responsable por sus versos.
A un político lo puedes hacer responsable por sus acciones.
A un esclavo... ¿qué responsabilidad puede caberle a un esclavo?
«De poesía y poetas: la otra lengua» -Arturo Borra
-I-
En una conferencia en Buenos Aires, en 1947, el escritor polaco Witold Gombrowicz comenzaba su conferencia con una afirmación polémica: “A veces me gustaría mandar a todos los escritores del mundo al extranjero, fuera de su propio idioma y fuera de todo ornamento y filigranas verbales, para comprobar qué quedará de ellos entonces”[i]. Como condición de partida, este intelectual cáustico no dudó en tensar la cuerda: si una poética sobrevive a la diáspora, puede que entonces algo de ella permanezca. Dejaré de lado por ahora la alusión a “todo ornamento y filigranas verbales”, lo que nos llevaría a la problemática de la estilizaciones retóricas del discurso poético. Lo que en cambio quisiera plantear, en primer lugar, es el debate referido a la compleja relación entre «poesía» y «comunidad lingüística» como parte de un vínculo más amplio entre «literatura» y «sociedad». En su afirmación, Gombrowicz hurga en esa complicidadpresupuesta entre poeta y público, propia de participar en una misma comunidad de hablantes. Sin embargo, el autor reclama extranjería al poeta, salirse del propio idioma. Unos párrafos más adelante, no duda de forma provocativa en arremeter contra la «poesía pura», sosteniendo “(...) que los versos no gustan a casi nadie y que el mundo de la poesía versificada es un mundo ficticio y falsificado (...)”[ii]. Gombrowicz admite incluso un cierto aburrimiento (aunque sea un aburrimiento solemne) ante los ejercicios poéticos de “pobreza dentro de la nobleza”. Contraponer a ese aburrimiento una poética del divertimento sería, sin embargo, errado. Lo que reclama este escritor es de otra índole: quebrar el “convenio de la mutua discreción”, para dar lugar a una escritura poética interesante. Una poesía del divertimento distrae y más pronto que tarde, termina resultando irrelevante. Ante los excesos de poeticidad –referidos a la sustracción de todo elemento apoético del discurso poético- Gombrowicz lanza otra provocación: el afán de estilización culmina en servidumbre a una forma rígida, tan “sagrada y consagrada” que se diluye como medio de expresión. La máquina poética se ha convertido, como tantas otras, en un fin en sí mismo. El decir poético ha devenido jerga, esto es, lenguaje profesionalizado: “Los poetas escriben para los poetas. Los poetas son los que rinden homenaje a su propio trabajo y todo este mundo se parece mucho a cualquier otro de los tantos y tantos mundos especializados y herméticos que dividen la sociedad contemporánea”[iii].
La consecuencia de este aislamiento social de los poetas es doble: (i) hasta los creadores más mediocres adquieren “dimensiones apocalípticas”, transformando lo insignificante en cuestiones trascendentes y, (ii) los poetas, ante sus enemigos, no saben defenderse. Autoafirmación, indignación, lamento, son respuestas típicas ante los ataques de otros grupos y personas. Y sin embargo -argumenta el autor- tanto más valioso es el enemigo para nuestra formación: “(...) sólo él nos procura la clave de nuestros puntos débiles y nos pone el sello de la universalidad”[iv]. Como remate, Gombrowicz no ahorra ironía: los poetas, con sus actitudes aristocráticas y orgullosas, se arrogan una cierta superioridad que, por lo demás, el otro no está dispuesto a aceptar. En un juego de espejos endogámico, el poeta no sólo no asume que puede que haya un exceso de versificación, sino que además termina considerando a los miembros de la comunidad poética una “muchedumbre de seres excepcionales” (sic).
Ante esta situación, alega el autor, podríamos optar por hablar desde abajo. Y aunque no todos los poetas extranjeros hablan desde esa posición, ni todos los locales desde una posición altiva, lo cierto es que es imposible hablar desde la paridad –o incluso desde la humilde petición de ser escuchado y acaso reconocido- si no hay un desplazamiento básico, que es también disconformidad con lo hallado: el que nos sustrae de la familiaridad de la recepción. Podríamos entonces desprendernos de la ilusoria autoridad que nos arrogamos y asumir nuestra radical insuficiencia, sacudiendo las formas rígidas que nos abruman.
Querer es siempre querer lo imposible.
No hay otro modo:
el deseo abre juego desde la negación.
Juega a no jugar, y juega en serio.
Epigramas del emperador (XXX y último)
No he sido lo suficientemente claro en esta oscuridad de hoy, donde serpientes y manzanas recrean mutuamente la fábula del poder.
Lo reconozco.
Y me recuerdo paladeando el halago, ahora que olvidé cómo halagar al paladar.
Ya mi lengua ha perdido la capacidad de degustar: sólo me queda una baba insulsa y un hilito de silencio.
Nada más.
Comunicación y literatura (I): decir lo indecible - Arturo Borra
-I-
“Hay que escribir aquello que no se puede hablar”. A. Comte-Sponville[i]
Que hay un vínculo entre «comunicación» y «literatura» es sencillo de explicitar. Lo literario es, ante todo, un hecho de lenguaje, y allí donde el lenguaje se actualiza en una práctica social específica como es la práctica literaria, hay «comunicación», si por ello entendemos producción de sentido de unos sujetos (individuales y colectivos) determinados. Podría señalarse así una concurrencia válida entre dos campos que se desbordan mutuamente[ii].
La afirmación, sin embargo, no resulta ni arriesgada –por carecer de novedad- ni demasiado interesante –por tener pocos detractores en la actualidad, salvo para quienes pretenden que la escritura literaria es un fenómeno que no está dirigido más que a uno mismo-. Es cierto que no faltan discursos de corte individualista (habitualmente prologados por el enunciado denegatorio “no escribo más que para mí”) incluso en el espacio literario, pero el hecho mismo de apelar al campo del lenguaje los muestra ya implicados en una relación social, en la que un sujeto, en el mismo momento de afirmar su independencia absoluta del Otro, la niega pragmáticamente, al dirigirse a alguien, al llamar a otros a la escena, sea para ahondar en sus motivos y finalidades (colindantes al acto de escribir), sea para constituirlo como lector (de sus creaciones verbales). Extraña comunicación ésta que niega al Otro y a los otros, e incluso que, bajo pretexto de no interesarse por éstos, los apabulla con su retórica auto-referencial. La coherencia que hay que reclamar a esta posición ideológica no es la petición de un silencio a secas o el llamado a una retórica muda, puesto que al fin y al cabo dicho sujeto bien puede escribir con fines no-literarios, puramente catárticos o terapéuticos[iii]. Pero desde el momento mismo en que la escritura desarrolla pretensiones literarias, desborda la experiencia privada de los sujetos. De ahí que el gesto más coherente de este tipo de escritura que no reclama ningún destinatario es, en última instancia, el mutismo público[iv]. De la misma manera, contraponer una «poesía del conocimiento» a una «poesía de la comunicación» es erróneo, puesto que no hay conocimiento posible sin unas específicas relaciones sociales de producción de sentido, esto es, sin una práctica de intercambio comunicativo. Dicho en otros términos: todo conocimiento tiene como condición de posibilidad la comunicación intersubjetiva, de la que resultan productos discursivos determinados que, en determinados contextos histórico-culturales, identificamos como literarios. Toda poética (sea experiencial o metafísica, sentimental o conciencial, horizontal o vertical, realista u onírica, oficial o resistencial, ensimismada o comunitaria, por usar algunas dicotomías vigentes en el campo poético español contemporáneo[v]) presupone unas concretas relaciones de sentido que exceden cualquier intencionalidad comunicativa. Dicho en otros términos: el autor forma parte de un proceso semiótico del cual no sólo no es su punto privilegiado (como «origen» o «fuente») sino que además ni siquiera controla plenamente en términos de lo que produce. Los efectos de sentido que una producción textual genera en destinatarios específicos (no necesariamente previstos por el texto en cuestión) desbordan claramente las anticipaciones subjetivas, cuestionando así la idea de un «sujeto soberano» que gobernaría la lógica de la relación comunicativa. En esta dirección, cabe sostener que “(...) la necesidad crucial de la teoría literaria, en la actualidad, es desarrollar instrumentos conceptuales capaces de hacer justicia a la experiencia postindividualista del sujeto en la vida contemporánea misma, así como en los textos”[vi].
Hay sonrisas que espantan.
La frivolidad es un acto de maldad.
Epigramas del emperador (XXVIII)
Cuando dejes la tierra, la tierra te dejará.
Cuando abandones tu sitio, tu sitio te abandonará.
Cuando olvides tu nombre, te nombrará el olvido.
El olvido es un sitio polvoriento, abandonado y mudo.
Epigramas del emperador (XXVII)
¿Qué se necesita para que un hombre, o una mujer, se dejen caer de rodillas y supliquen con fervor?
Un buen discurso, retórica. Una espada afilada, infantería. Imágenes sugestivas, erótica. Ese sentimiento de cansancio, abatimiento, que algunos llaman culpa. Algo de dolor. Algo de miedo. Y el tiempo, la historia, los linajes, las supercherías.
Epigramas del emperador (XXVI)
Maldecir no es igual que decir mal. Los poetas malditos sostienen que la poesía puede cambiar el mundo. Es posible, pero yo sólo he visto que el mundo ha cambiado a la poesía. Para mal. Para decir mal. No para maldecir. Benditos los poetas que dicen bien, cuando maldicen.
Epigramas del emperador (XXV)
En la cripta que habitas no caben palabras limpias. Escribes garabatos que son sombras dormidas. La oscuridad es tu oquedad. La oquedad es el todo de tu torpe vacío.
No necesitas guardianes en la puerta de la cripta. Ninguna palabra escapará. Ninguna palabra te ha de salvar la vida. A nadie habrás de librar.
Al borde de esa cripta, lo percibo, sólo el silencio es peligro.
2a. Adenda para el vigésimo cuarto epigrama del emperador
Vigila, están disimulando.
Epigramas del emperador (XXIV)
Epigrama escrito a propósito de una moraleja de Kurt Vonnegut que reza: "Somos lo que simulamos ser, así que debemos tener cuidado con lo que simulamos ser".
¿Ser sin simulacros? ¿Hacer sin disimular? ¿Ser lo que se hace? ¿Hacer lo que sea?
Lo que hacemos no alcanza para disimular lo que simulamos ser.
Descubrir que no importa
el nombre, la ascendencia;
no importa si es política
de izquierda, de derecha;
no importa la bandera:
la roja, azul o negra;
no importan los lugares:
la celda, el campo abierto;
no importa si es el sexo
del macho o de la hembra;
si es dios o es el demonio,
si es noche o si amanece;
no importan las maneras,
ni el rango, ni los grados;
no importa quien lo ejerza:
el poder es lo mismo,
el poder es lo otro,
igual y diferente.
Epigramas del emperador (XXII)
El pillaje en la historia es rutina,
y es la rutina un pillaje
día a día.
Epigramas del emperador (XXI)
Si aún conservas intacta tu fe en el progreso, no olvides que a los humanos les ha sido dado el don del desengaño. También esto significó un avance respecto de épocas en que las mejores ilusiones alentaron las peores vilezas, y la sangre malgastada fue un escarnio a los beatos.
Epigramas del emperador (XX)
Hay quienes desean pero no actúan, y hay quienes actúan sin desear. Unos y otros son igualmente responsables por lo que sucede. Por todas partes brota la miseria. Por todas partes se cosecha mezquindad.
Epigramas del emperador (XIX)
Tenemos certezas para afirmar que el presente será mañana pasado. Pero no la tenemos para afirmar que pasado mañana habrá algún presente.
Apuntes críticos sobre la belleza artística (Arturo Borra)
En el presente artículo se cuestiona el sentido clásico de lo bello -recluido en un mundo espiritual idealizado-, para repensarlo en el contexto de elaboración de un proyecto artístico crítico. Antes que un mero rechazo de toda forma de belleza, se discute la posibilidad de reincluir esa cualidad dentro de una constelación estética que no se desentiende de la crítica del presente y de la enunciación de otras formas de institución social.
En suma, se apunta a la resemantización de lo bello en el arte, cuestionando el típico idealismo artístico que, en su afán de belleza, tiende a encubrir el sufrimiento humano y a ponderar las virtudes del alma en un mundo social marcado por la desdicha. El arte tiene una responsabilidad política: contribuir en la producción de otro mundo posible, en el que la belleza no sea un simple consuelo a la penuria corporal.
Un filósofo diagnosticó la enfermedad del siglo veinte: la normalidad. Cabía entonces un modo de salud: la anormalidad.
En nuestro siglo, la anormalidad es de lo más normal. Ya no hay salud posible.
Poesía, crítica y acción instituyente -Arturo Borra
En el presente artículo se indaga acerca de la relación entre poesía, crítica y política, a partir de la problematización efectuada por T. Adorno en diversas ocasiones.
En la primera escena vimos como Don Rodrigo Rato volando sobre su Bultaco llevaba la funesta noticia de la invasión a la moncloa donde Aznarez se hallaba jugando al Paddle. Pasemos ahora a la Segunda escena del cantar al otro lado del estrecho, en la que se desvelan las reales causas de la conquista del Perejil.
Sale el sol por Antequera y en Palma va a declinar,
la luna corre de espaldas por el cielo a iluminar
sobre olmos que están secos, sobre campos sin sembrar,
sobre valles embalsados y otros por urbanizar,
sobre ríos y cigüeñas, al otro lado del mar,
las sombras de lo que ocurre unos días más atrás.
Se asoma a los alminares y las plazas de Rabat,
entre grillos y rumores, entre albercas y azahar,
la noche en la que celebra el rey moro su esponsal.
Tras las ventanas reales a dos voces se oye hablar,
lo que se dicen los reyes agora vais a escuchar:
La verdad del carcelero:
cuanto más grande la jaula,
más pequeño el prisionero.
Perejilaida. La gesta del perejil
Pedid y se os concederá: Efectivamente esta vicesatrapía de papeles traspapelados halla en su poder copia mecanografiada de la gloriosa Peregilaida que antaño cantara la Hesperpéntica Hépica Hispánica bajo el despótico reinado de Aznarez I, y que nadie difundió aunque sus señorías parlamentarias y gentes de los medios pudieran leerla, y aún recitarla algún que otro despistado como el que esto escribe, tras hacerse con el texto por ‘patafísicas casualidades. Por cierto que la viva voz da a esta composición satírico épica toda su fuerza, y no puede esta insignificancia si no recordar con nostalgia y alegría aquellas veladas en que algunas congregadas desplegaron todo su buen hacer declamatorio y dramático para hacer vivir tan sonada gesta. El texto viene firmado "Jose", y en torno a su composición y autoría hay diversas especulaciones, basadas en las diferentes copias mecanografiadas de Gormaz, Arbeteta y Villaalbilla. Oscilan entre la hipótesis del único rápsoda poseido por ingente ingesta de noticiosos y la creación colectiva por acumulación de Juglares zurdos y gamberros. El anonimato, pues, que todo cantar de gesta requiere como presentación está servido. Como “la gesta del Perejil” cuenta con sus buenos ochocientos versos, inauguramos la serie de su difusión por entregas semanales, respetando las escenas que ofrece el propio texto, para recreo de las generaciones presentes y ejemplo de las venideras.
Primera Entrega. A este lado del Estrecho.
Folgando está Don Rodrigo Rato en la horilla de tajo
con el cava en la encimera, los pies en el cartapacio,
escuchando los rumores armoniosos del estadio,
los ojos en las pelotas que de bando van cambiando
según juegan y retozan sus deditos con el mando.
La pantalla saca pechos henchidos de noticiario
y de esta manera le habla tan propia de prensa y radio:
"
Se considera ahora oportuno, ya que fue mencionado en parte por Termidor, dejar aquí escrito lo que sigue, tal y como pudo escucharse en boca de Rosa y Chicho, juglares y enormísimos cronopios ( Quien tenga oidos lo oiga, quien tenga boca lo cante) :
La lengua suelta,
la lengua suelta,
de la niñez me queda
la lengua suelta
y me explico al momento
cuando me dejan:
y cuando no,
me lo aprendo y lo canto
de viva voz.
Dicen que son mis coplas
del diecinueve
porque digo que es blanca
la blanca nieve
Yo no me enfado
que mi siglo parece
que no ha empezado.
Propongo a sus insignificancias, sátrapas congregados, dos nuevas piezas para continuar este nuestro viaje. Como comprobarán, se trata de abrir trampillas a distintas dimensiones viajeras y viajantes. Más abajo figura un enlace a la entrega anterior, como otras cuestiones de índole puramente técnico. Como siempre, se espera su siempre benevolente colaboración.
6.
“Más peligroso que un chileno trazando fronteras” – un taxista en Ushuaia. La réplica chilena, que imagino inversa pero casi idéntica. Estos pueblos y ciudades en la vastedad del territorio nacional: pueblos y cárceles fronterizos de ocupación. Las calles bonaerenses a tiralíneas: ese orden sobre el plano que se desvanece apenas levantas la cabeza. La autovía que separa San Telmo de Boca. Las arrugas de las sábanas como una nueva categoría de límite. En fin, este viaje saturado de fronteras (tan prácticas y estúpidas, las pobres). Y de pronto, la clara conciencia de que la frontera, la costura y la cicatriz es lo que une los cuerpos que intenta separar.
¿A qué? ¿A qué quedaré, pues,
unido?
7
En una de las terrazas del café Hafa, mirando al estrecho, frente a la costa española, rodeado de marroquíes que toman té, rezan y juegan al parchís, observo bien alrededor y luego a ese supuesto punto y juraría que el mar es siempre el mar y la gente es la gente y por más que miro no encuentro la diferencia y no soy capaz de encontrar la maldita, la puta raya.
Pues ahí van, entonces, otros dos polos por peteneras de Manuel Balmaseda.
Éste de una vez que estuvo preso:
Grande castigo a mi cuerpo,
Todos los días le dan,
Para que diga cositas
Que mi boca no dirá.
Y este otro tras su salida de la cárcel:
Yo me senté en una piedra,
Por no tené aonde sentarme;
¡La piedra al verme tan probe,
Se partió por no aguantarme!
Y este último, bonus-track, para cortar purita la respiración por amor:
Se acabaron mis pulmones,
No los pueo reponé,
Estoy ético y me muero,
Por causa de una mugé.
Sobre claridades enunciativas (2)
Para los archivos de la Vicesatrapía anti-hermética de esclarecimientos y desocultaciones para la conservación de la voz popular, y también para el público dominio, va aquí esto de Manuel Balmaseda:
Los jerais por las esquinas
Con velones y farol,
En alta voz se desían:
¡Marerarlo, que es caló!
(Nota: los jerais son los payos castellanos; marerar es matar; y caló es gitano).
Visto que algunas han mostrado interés en la cuestión sobre la claridad enunciativa de una siempre posible poesía política popular, rescato aquí algunos es-propios de Isabel Escudero para ejemplificarla. Huelga decir que la congregación invita a continuar la lista de estos versos que se colectivizan ellos solos.
Es-propios
Es propio de la Realidad
ser poca y no ser verdad.
Es propio de las Santas
que les broten rosas
del tajo de la garganta.
Es propio de la libertad
ser dada y provisional.
Es propio de las Culturas
firmar en las sepulturas.
Es propio de las ideologías
servirse de policías.
Es propio del esclavo
irse pareciendo al amo. (y al contrario)
Es propio del alma mía
ser Valor y mercancía.
Vicesatrapía anti-hermética de esclarecimientos y desocultaciones para la conservación de la voz popular.
Todos los turistas son feos (I)
A imitación de los, siempre interesantes, Epigramas del Emperador, se inicia aquí otra serie de textos. El resultado de la serie completa, con las correciones, trasposiciones, ampliaciones y disgresiones que a sus insignificancias les parezcan convenientes, conformarán un libro colectivo y anónimo cuya publicación, en primera edición, se realizará (contando con el permiso de la administración de este sitio) electrónicamente en la Biblioteca del MLRS.
Dado que corre por cuenta de esta vicesatrapía iniciar el juego, nos permitimos, además, establecer una única regla. Las ampliaciones, correciones, disgresiones, contusiones e infracciones que sus insignificancias generen a partir de cada entrega, deben sujetarse temáticamente al contenido del texto en prosa que abajo se reproduce y que vendrá a constituir el prólogo o epílogo del antedicho libro colectivo y anónimo. No es necesario aclarar que también esta prosa es, a su vez, modificable.
Esperando, como siempre, su entusiasta participación, iniciamos aquí este "Breve elogio del viaje".
1. Todos los turistas son feos.
Cuando estamos vivos,
cuando estamos vivos,
sólo cuando estamos vivos
con el plomo de la belleza
derramado en los ojos,
sabemos aún que la vida
bulle
con su magnífica confusión.
Viajamos entre golpes,
esquivamos a los viajeros golpeados,
recogemos despertando
las migas de pan ahogadas en sangre,
y sin embargo
rogamos que el camino sea largo
para que a cada paso un paisaje o una emoción o una contrariedad
nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña.
Porque no nos importa el estar ya
sino el ir yendo.
Porque no olvidamos de qué está hecho el camino,
no olvidamos.
2. Elogio del viaje.
El tiempo abre la boca
y (no sé bien)
perfila un bostezo
un mordisco
una sonrisa.
Don Pedro Calderón de la Barca pensaba que la vida es ilusión. Hace ya años, algunos acotaron ese pensamiento; escribieron: salvo el poder, todo es ilusión. Luego, otros, ampliaron la acotación: imaginaron que todo es poder, incluso la ilusión. En estos asuntos, es fácil entusiasmarse.
Adenda para el séptimo Epigrama del Emperador:
Si fuera cierto que sólo las tautologías son verdaderas, por una razón de gusto, aboliría los pleonasmos.
Epigramas del emperador (VI)
Hagas lo que hagas, no existe más que el dinero. Si hablas, si oras, si recitas, si escribes: que sea por dinero. Si comes, si bebes, si lloras, si amas: cultiva tu estilo dinerario. Y si no hay paga, nada hagas. La moneda bruñida será el espejo de tu alma, la fiduciaria imagen de tu imagen.
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