Litoral de Jaizkibel Sector central, secreto y desconocido

Egilea: JB  |  Atala: Hemeroteka

Con el fin de satisfacer las numerosas demandas de los aficionados, que nos solicitan puntualizaciones sobre el desarrollo del inimaginable recorrido del litoral de Jaizkibel por su insuperable belleza, Mendia completa sus «Ibiliz Ibili» sobre este escenario (1-IV-2001 y 31-I-2007) con esta nueva entrega. Una excursión en bucle por el sector central, el más desconocido y secreto de toda esta mágica costa, y además, amenazada con su desaparición a pesar de su protección.

Mirador de Erentzin y Labetxu

Este itinerario descubre al visitante los más espectaculares accidentes orográficos que se puedan imaginar, fabricados por la naturaleza a través de un trabajo de erosión y modelación de millones de años. Los diferentes tonos y colores que toman las curiosas y extrañas formaciones hacen que, con un día luminoso y brillante, la excursión sea, más que completar una ruta de montaña, un espectáculo difícil de olvidar.

Nace esta excursión en el aparcamiento del antiguo parador de la Diputación de Gipuzkoa, situado a 1,5 Km de la cima del puerto de Jaizkibel, en la dirección Donibane-Hondarribia. Remontando unos 300 metros hacia Donibane nace a la derecha una pista en descenso, hacia el mar, junto a una borda que hay que abandonar en la curva donde se divisa la borda de Lekueta. Hacia allí hay que dirigirse por un camino ancho hasta las cercanías del litoral. Una vez topado el excursionista con la senda litoral, derivará a la derecha por indefinidos senderos, para asomarse al más impresionante acantilado, el de Erentzin, y disfrutar de una inolvidable vista. Ahora, la recomendación es seguir descendiendo hacia las playas siguiendo los caminos de los pescadores hasta observar los verticales farallones de Turroia. Cuando el mendizale lo estime oportuno, derivará hacia el Este, izquierda, en busca de uno de los cuadros más exquisitos del litoral. «Las habitaciones» y «La concha», con su veta de oro, es un conjunto incomparable en un día soleado y brillante. Es la puerta a otro de los espacios más sorprendentes del litoral donde se sitúan los acantilados de Morkotx, los más verticales. El montañero se encuentra en el espacio conocido popularmente como «El laberinto» o «La capadocia», donde hay numerosas sendas que serpentean entre los bloques que están erosionados hacia el sur con modelaciones curiosas; verdaderas labores de encaje de bolillos que semejan altares, cuevas o tiendas de campaña que surgen de la tierra como aerolitos, en un relieve caótico. Todas las rocas están erosionadas hacia el Sur, con modelaciones curiosas y formas que el excursionista bautiza. Estas formaciones asombrarán al mendizale más exigente. Sin embargo, si se siguen unas marcas verdes, el caminante llegará sin problemas hasta la alhaja de la costa. Es el espacio más secreto y el tesoro mejor conservado, el Valle de Labetxu, un espectacular cañón de colores con accidentes insospechados en ambas vertientes, que en un día brillante tiene unos colores variados con tonos rosáceos, amarillos y ocres, en lienzos de orfebrería de alto valor natural. El montañero tendrá la posibilidad de fotografiar este valle colgado con sus obras de artesanía antes de emprender el último tramo.

Por el acantilado que limita con Labetxu, el excursionista debe tomar un camino en balcón bajo el muro para elevarse hacia la carretera, al Suroeste, donde encontrará otras fenomenales obras maestras de la naturaleza. Una vez que el acantilado pierde altura, al montañero sólo le queda el lomo del espolón para, en contínuo ascenso por caminos, enfilar sin temor hacia el monumento de Mendiburu situado en el pitón Atzein, al lado de la carretera. Por ella hay que descender para, en pocos minutos, llegar al aparcamiento del antiguo parador de la DFG.

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