Mitxitxola en la ladera norte del Jaizkibel

Egilea: JB  |  Atala: Hemeroteka

El monte Jaizkibel es un escenario, especialmente en su cara norte, en el que se pueden completar bellas rutas de montaña, además de la incomparable «senda litoral». Tiene esta alargada formación una cima olvidada que, sin embargo, merece pisarla por las vistas que ofrece, además de que forma parte de un itinerario con varios alicientes, dentro de los conocidos como Arrokaundieta. Esta propuesta circular, que puede completarse en cualquier época del año, es cómoda, amable y de disfrute; una excursión que se puede realizar con niños, para iniciarles en el contacto con la naturaleza. Es una ruta que les encantará, seguro.

Monte Mitxitxola

Verde, redondo y herboso, destaca en el sector occidental de la vertiente norte y se le considera como un vigilante de la costa. Es poco ascendido y su cumbre es utilizada como puesto privilegiado de cazadores.

El recorrido que proponemos nace en la plaza de Pasai Donibane, pueblo peatonal, por lo que los coches deben aparcarse en la «chimenea» exterior, en un espacio disuasorio apropiado para ello. También puede llegarse con medios de transporte público.

Desde la plaza, se continúa por la estrecha calle principal y el paseo marítimo -exquisitamente remozado y con bellas vistas sobre la bahía y los acantilados de Ulia-, camino de la bocana del puerto hasta la ensenada de Alabortza, también recientemente recuperada para el ocio y donde nace el valle de este nombre. Aquí se inicia una pista cementada, la de la izquierda, hacia el monte, que trepa resueltamente hasta el semáforo «Talaia», situado estratégicamente sobre los acantilados más altos, que alcanzan hasta 240 m de altura. Actualmente, esta ruta está totalmente balizada -senda litoral- con marcas verdiblancas.

Tras disfrutar de un pequeño descanso, contemplando los verticales muros y el océano, debe el montañero avanzar por una aérea y estrecha senda, con progresión divertida y en balcón, justo debajo de la cresta del gallo «Bancha del Este» o «Arando Haundia», por cuyas diversas ventanas puede y debe asomarse el excursionista para iniciarse en los primeros farallones. Destacan los primeros «alvéolos» en el muro cimero, las oberturas conocidas popularmente como «quesos de gruyere». Un lugar que merece la pena; para fotografiar.

La atractiva senda finaliza en los prados pastizales del monte Mitxitxola, el primer objetivo de esta propuesta. Está el mendizale en una encrucijada de caminos: a la izquierda, el que se dirige hacia el litoral; y el de enfrente, el que llega hasta la herbosa y amable cima, la cota cimera menos pisada por los montañeros, que raramente llegan a este punto, dado que se la considera «menor». A la elevación se llega en pocos minutos, a través de una senda que culmina en un puesto cimero de caza. Desde allí, la vista es excelente hacia el escenario-cortina del sistema costero y, especialmente, sobre la gran extensión del monte Jaizkibel.

Por la ruta de los viejos caseríos

Ahora, el montañero descenderá hacia el Este, en busca de la ruta balizada de los viejos caseríos (ver Mendia, 29.3.06). Situados en el valle a pie de monte, todavía hoy se mantienen los Iñalurreta, Kabite, Londres o Bonazaitza (Buenos Aires), algunos en ruinas, evidentemente, pero todos ellos con su mojón histórico con versos en euskera.

Recomendamos al caminante llegar hasta Londres, en ida y vuelta, y tomar la senda hacia el Bonazaitza, que le permitirá rodear totalmente (seguirá las marcas amarillo-blancas), por el Norte, el Mitxitxola, hasta que se tope con la carretera del Jaizkibel. A continuación derivará a la derecha por la pista que llega hasta el caserío y espacio de ocio Arrokaundieta, donde se conservan las ruinas del famoso fuerte de Lord John Hay, de obligatoria visita, que data del año 1838 (primera guerra carlista).

Y el excursionista completará este recorrido con el descenso a Pasaia. Seguirá las balizas rojiblancas de la vuelta a Gipuzkoa, y por una inclinada ladera perderá altura hasta el paseo marítimo a la altura de la fuente. Los últimos metros hasta la plaza de Donibane son un paseo incomparable.

Jesús Mª Alquézar

www.gara.net

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