Sobre la economía de mercado socialista de China y la "nueva economía de proyección" (I)
Viernes 18 de noviembre de 2022 por CEPRID
Elias Jabbour, Alexis Dantas, Carlos José Espíndola
World Journal of Political Economy
Este artículo pretende mostrar que el proceso de desarrollo de China en las últimas cuatro décadas no es un hecho explícito. Es un proceso que ha puesto de manifiesto el límite último de las capacidades interpretativas reales que representan los enfoques ortodoxos y heterodoxos. Esta limitación se debe a: 1) la transformación de la “economía socialista de mercado” en una nueva formación socioeconómica, proceso que se ha acelerado desde la crisis financiera de 2008 – el surgimiento de esta nueva formación socioeconómica es consecuencia de una serie de innovaciones institucionales diseñadas para atreverse a una miríada de modos de producción, todos bajo la dirección del sector público (socialista); y 2) continuo progreso técnico de las empresas estatales. Tras la implementación exitosa de políticas industriales proactivas, los desarrollos antes mencionados han llevado al surgimiento en China de formas nuevas y superiores de planificación económica. Este proceso puede comprenderse como el resurgimiento de la ’economía de proyecto’ de Ignacio Rangel, ahora conocida como la ’nueva economía de proyección’. Desde nuestro punto de vista, percibir y comprender este cambio en el modo de producción en China, y los recursos teóricos que conlleva, representa el mayor desafío para las ciencias sociales en la actualidad.
Introducción
Es innegable que en las últimas cuatro décadas el mundo ha experimentado profundas transformaciones. La desregulación financiera, la globalización y el surgimiento de un nuevo modelo dominante de acumulación financiera han llevado al mundo una espiral de inestabilidad con resultados impredecibles. Estos cambios plantean desafío constantes a la gobernanza económica internacional y también plantan interrogantes sobre la capacidad misma de las democracias liberales para seguir siendo viables casi 30 años después de la caída de la Union Soviética y el antiguo sistema socialista de alianzas. Algunos economistas reconocen la posibilidad de que el sistema capitalista estuviera experimentando lo que al final de la década de 1930 de Alvin Hansen llamó estancamiento secular. (1)
Un efecto secundario de la llamada globalización es un fenómeno que desafía a los analistas de todas las escuelas de pensamiento: el auge económico de China puede considerarse el fenómeno más impactante de los últimos tiempos. Es el proceso de crecimiento y desarrollo y más largo de la historia, habiendo superado los “milagros” ocurridos en Corea del Sur, Japón, Brasil y la Unión Soviética en distintas épocas. El crecimiento económico de China entre 1980 y 2018 ha sido excepcional: el crecimiento medio anual del PIB real durante este periodo fue del 9,2%. Durante casi cuatro décadas, sin interrupción, la economía del país ha crecido muy por encima del promedio internacional. (2)
Desde 2013, China ha tenido la mayor parte del comercio exterior de todos los países, un empeño que ha tenido un efecto dominó en prácticamente todas las demás economías. China también se ha convertido en un importante exportador de capital; su aporte a la inversión extranjera directa (IED) mundial aumentó de 800 millones de dólares en 1990 a 101.900 millones en 2017. Las entradas de FDI en China aumentaron de 1.400 millones de dólares en 1984 a 168.200 millones en 2017. (3) Desde 1991, la inversión extranjera en China se dirigió exclusivamente a los sectores de exportación, una gran proporción de los que se ubicaron en Guangdong, a partir de este año una parte importante de la IED tomó la formación de empresas en conjunto destinadas a fortalecer la capacidad de producción nacional para atender el mercado interno.
El cambio estructural de la economía china se refleja en el proceso de urbanización que se aceleró a partir de 1980, cuando sólo el 19’3% de la población vivía en ciudades. En 2018, la población urbana había alcanzado el 59’1%. (4) Si bien esta proporción se reduce considerablemente por el nivel del promedio de los países capitalistas desorganizados, el ritmo de urbanización sugiere los desafíos específicos de planificación y gestión de las contradicciones inherentes a un país donde existe una fuerte tendencia cíclica hacia la crisis del sobrepoblación agraria.
Una historia relevante que no ha pasado desapercibida en la última lista de la revisión de Forbes de las 500 corporaciones más grandes del mundo, y que indica una transición constante del poder sistémico, es que por primera vez desde que la lista viene fue publicada en 1990, Estados Unidos ya no alberga el mayor número de empresas en este ranking. Estados Unidos ahora es superado por China, que tiene 129 empresas en la lista (incluidas seis de la provincia de Taiwán), mientras que Estados Unidos tiene 121 (Colvin 2019). Lo más llamativo es el hecho de que, de las empresas chinas de la lista, 89 son empresas estatales. En 2003, solo seis empresas estatales chinas aparecieron en el ranking de Forbes 500.
¿Cómo debemos ver el fenómeno de la China moderna que, por su tamaño, población y poder político creciente, está transformando la forma y los horizontes de la economía y la sociedad global? ¿Es el sistema social chino una especie de “Capitalismo de Estado” u otra variante de la “Restauración Capitalista”, como sucedió en la mayoría de los países del antiguo bloque socialista? ¿Es el proceso de desarrollo de China del tipo observado por Arrighi (2007) y Nolan (2001), cuyo análisis, basado en premisas smithnianas, consideró que las carreras comerciales del país producen un virtuoso desarrollo mercantil? ¿Podría el avance de China representar el triunfo de un sistema construido históricamente que en realidad los líderes chinos reclaman como "socialismo con características chinas"?
Las respuestas no son sencillas, y como punto de partida es necesario reconocer el monumental progreso de China como parte de la historia de la civilización humana. No es un milagro, ni un producto del azar, sino una creación humana original e históricamente construida. En China, podemos presentar en tiempo real el surgimiento de una “nueva economía” con rasgos característicos que recuerdan, dentro de una nueva formación socioeconómica (NFSE), los nuevos desarrollos encontrados en su modo de producción dominante. (5)
Se puede hacer un paralelo con mediados del siglo XX, cuando surge una nueva economía, que Ignacio Rangel denominó “economía de proyectos”, basada en las formas y lógicas funcionales del capitalismo. (6) Esta economía será consecuencia de nuevos paradigmas emergentes, que han sabido corresponder a dificultades muy históricas: 1) la Revolución Rusa, que hace posible la planificación económica; 2) el desarrollo de la economía monetarista; y 3) el keynesianismo y el consenso que lo rodea.
Cuando cambió la faz del sistema, también transformó la lógica que encarnaba. Este fue el caso del mundo en su conjunto, cuando los tres desarrollos mencionados anteriormente combinaron una influencia recíproca. Este es ahora el caso de China, y en este contexto es posible observar un cierto límite en la forma en que las teorías existentes buscan explicar cómo lógicamente se ha transformado a raíz de un cambio evidente en el cariz del sistema.
Históricamente, nos atrevemos a decir que el conjunto de problemas económicos en el capitalismo se desplaza drásticamente cuando el sistema entra en declive luego de completar su curva ascendente (Rangel [1957] 2005, 290). El paradigma que subyace a los tres desarrollos mencionados anteriormente está relacionado con la incapacidad de los conceptos derivados de la ley de Say explicar satisfactoriamente la realidad, incapacidad que también aquejaba a los modelos neoclásicos de equilibrio general. La planificación económica, en sí misma, se ha convertido en el nuevo paradigma económico y forma parte del corazón mismo de la teoría económica. Así, Keynes y el Gosplan se convirtieron en dos caras de la misma moneda. Según Rangel, “el hombre, en ambos casos interviniendo conscientemente en la historia, busca obtener planificación como hasta ahora ha hecho el sistema, pues si una sociedad no garantiza estas condiciones, entra en crisis y perece” (291).
Nuestro argumento original se ve reforzado por esta sugerente cita. Si bien los autores no describen los nuevos enfoques que esto implica, la cita demuestra que una de las consecuencias generadas por el proceso de desentrañamiento chino es el surgimiento de nuevas teorías en el campo de la economía política. Segun Enfu Cheng y Xiaoqin Ding, el rápido desarrollo económico de China en los últimos años se describió a menudo como "milagroso" [...] modelo chino". Entonces, la pregunta clave es qué tipo de teoría y estrategia económica subyace a este "milagro". El modelo chino ha sido descrito de diversas formas como una forma de neoliberalismo o como un nuevo tipo de keynesianismo. En contraste con estas posiciones, argumentamos que los principales registros del progreso reciente en el país son sus registros de los avances teóricos en economía política y se originaron en la propia China. . .] ( Cheng y Ding, 2017 , p. 16)
Además del paralelo histórico discutido anteriormente, al que se suma la difícil búsqueda de una salida a la actual sistémica crisis del capitalismo, existe evidencia consistente de que las teorías ortodoxas y heterodoxas son ahora insuficientes para percibir e interpretar el surgimiento de un nuevo modo de producción que llamamos la nueva economía de proyecto. Este nuevo modo apareció en China y se construyó alrededor de un núcleo formado por 97 empresas estatales. Este artículo pretende demostrar que esta nueva economía de proyecto ha surgido en el medio y en el sentido de una NFSE cuyas características se han hecho más evidentes a medida que se desarrollaba el papel que jugaron las empresas estatales en la lucha contra las consecuencias de la crisis financiera de 2008. La nueva economía de proyecto equivale a una nueva economía, concebida en medio de un proceso histórico particular como consecuencia de nuevos paradigmas productivos y tecnológicos, e involucrando nuevas y superiores formas de planificación mayoritariamente concebidas y ejecutadas en China. (7)
Debido a que estamos tratando con un fenómeno reciente, no existe una teoría ya existente para explicarlo. Lo que en realidad está ocurriendo es la formulación de una apuesta basada en una teoría, basada en la transformación cualitativa interna del modo de producción dominante en China. Si examinamos la historia que hay detrás, la nueva economía del proyecto puede observarse como una nueva construcción teórica. Debido a que la propiedad económica cambia y varía con el modo de producción, que ha estado en constante transformación, seguir el proceso por cual esta práctica real se transmuta en teoría es una tarea que los economistas deben afrontar.
Además de esta introducción, el artículo se divide en otras secciones. La siguiente sección presenta las características básicas de la NFSE que actualmente se está desarrollando en China. También presenta la evolución y reorganización completa de la economía del sector público que se inició en 1990 con el surgimiento de las empresas estatales, que funcionaron como núcleo del modo de producción dominante en la NFSE. La siguiente sección presenta la perspectiva de Ignacio Rangel sobre la economía de proyectos y su reciente reaparición en China. Finalmente, presentamos algunas conclusiones.
Sobre la nueva formación socioeconómica que surge en China (8)
Investigaciones recientes han señalado correctamente el control estatal sobre los flujos de riqueza e ingresos en China. Piketty, Yang y Zucman (2017), Naughton (2017) y Nogueira, Guimarães y Braga (2019) llegan a conclusiones similares, mostrando que el gobierno chino controla actualmente alrededor del 30% de toda la riqueza producida en el país, porcentaje que ha disminuido significativamente desde que China inició sus reformas económicas; en ese momento -década de 1970-, el estado controlaba aproximadamente el 70% de la riqueza nacional (Piketty, Yang y Zucman 2017). Además, no existía un sector privado eficiente ni una auténtica economía de mercado, ya fuera un nivel de organización regional o nacional.
A pesar de esto, el gobierno chino ahora tiene una capacidad significativamente mayor que a fines de la década de 1970 para dirigir y planificar el proceso de desarrollo. Las reformas e innovaciones institucionales en curso han condicionado al país a la incorporación de las herramientas necesarias para lo que Keynes definitivamente llamó la “socialización de la inversión” (Jabbour y Paula 2018), para transformar al gobierno chino en un típico “empresario en jefe” (Burlamaqui 2015), y también poner en práctica las recetas de Minsky (1986), asumiendo el doble papel de “gran gobierno” y “grandes bancos”. En China ha surgido una verdadera antítesis de la financiarización, totalmente orientada al sector productivo y con un alto grado de represión financiera.
Hay, por supuesto, contradicciones latentes. El surgimiento de una nueva dinámica de acumulación, muy diferente a la dinámica financiarizada, no significa que esta “nueva economía” esté exenta de profundas y complejas contradicciones. Estas incluyen presiones internas por la liberalización de la cuenta de capital, niveles explosivos de endeudamiento en las provincias y en el sector privado, e incluyendo un sistema bancario en la sombra, orientado a otorgar crédito al sector privado y descuidar al sector público, que disfruta acceso preferencial a los canales financieros oficiales.
La existencia de sectores productivos y financieros dirigidos por el Estado permite que el gobierno chino juegue el papel que se puede observar en la sucesión de paquetes tributarios implementados desde el inicio de la crisis financiera de 2008. El primero de ellos, por un valor de 586.000 millones de dólares en 2008, correspondía entonces al 12’6% del PIB anual (Jabbour 2020). (10) Se puede decidir que se cuenta con un plan de acción real y planificada sobre la economía. En tan solo unos años, el país estará atravesado por miles de kilómetros de nuevos ferrocarriles de alta velocidad, además de autopistas y líneas de metro. (11) Debido a la guerra comercial de Estados Unidos contra China, el gasto público se incrementa en 8’8% entre último y último de 2019 en comparación con el mismo período del año anterior (Rapoza 2019). En septiembre de 2019, anunció otro paquete de estímulo, que ahora asciende a 126.000 millones de dólares. (12)
Estos acontecimientos recientes destacan el papel clave que empeña en la economía china el enorme sector público del país, que constituye el corazón de la NFSE y la nueva economía del proyecto. Ahora abordaremos estos fenómenos desde el ángulo de la construcción histórica.
La “construcción del mercado” y el surgimiento de “empresas no capitalistas orientadas al mercado”
El punto de inflexión histórico hacia las transformaciones políticas, económicas y sociales de la China moderna a partir de la Revolución Nacional Popular de 1949 surgió de Rangel, variante que se había visto tanto en el contexto soviético como en los países del “centro” capitalista. Las bases materiales presentadas entre 1949 y 1978 para el salto cualitativo dado por China mostraron resultados muy evidentes. Esto es enfatizado por Jabbour y Dantas: "Es importante señalar que entre 1953 y 1978, el incremento promedio anual del PIB de China fue del 6’6% […] el país nuclear (1964), los lanzamientos de satélites artificiales (1971) y la construcción del metro de Pekín (1975) con equipo exclusivamente chino". ( Jabbour y Dantas 2017 , 790)
El surgimiento de la NFSE en China es un proceso histórico que se inició en 1978, momento en el que se introdujeron reformas económicas con el objeto de provocar un cambio sustancial en las estructuras económicas, industriales e inmobiliarias del país. El efecto fue el nacimiento de nuevos modos de producción que coexistieron, desde entonces, con el sector público que había estado presente antes. En esencia, lo que sucedió fue la "creación de mercado" del socialismo ( Jabbour y Belluzo 2019, 40), lo que no obstante señala el camino a Arrighi (2007, 24 ), para quien: "El resurgimiento económico de China, en tanto se conoce como resultado social final, tiene una diferencia histórica global fundamental entre los procesos de formación del mercado y los procesos de desarrollo capitalista. Una parte integral de esta nueva conciencia fue el descubrimiento (o redescubrimiento) de que a lo largo del siglo XVIII el comercio y los mercados estaban más dañados en el este de Asia en general, y en China en particular, que en Europa. (Jabbour y Belluzo 2019, 40)
Arrighi se refiere a Adam Smith y las diferencias que señaló, en varias partes del mundo, entre los procesos de desarrollo de las economías de mercado (14) que no se derivaron necesariamente de las revoluciones industriales como se vio en Inglaterra. Sin embargo, experiencias como la Restauración Meiji y el rápido crecimiento de Japón después de la Segunda Guerra Mundial, así como los casos de industrialización tardía en Corea del Sur y la provincia china de Taiwán, nos llevan a creer que en estas economías como en la China posterior a 1978, el restablecimiento de antiguas instituciones allanó el camino para nuevas formaciones socioeconómicas dinámicas y altamente industrializadas de naturaleza capitalista y socialista. En nuestra opinión, la China posterior a 1978 representa la primera de una nueva clase de formaciones socioeconómicas que pueden denominarse “economías de mercado socialistas”. La República Socialista de Vietnam puede presentarse como la segunda.
Según Jabbour y Dantas, las reformas económicas chinas, la “creación de mercado” y su gradualismo pueden sintetizarse como una combinación impulsada por el estado de los siguientes factores: 1) dominio del mercado por parte del estado; 2) que, a su vez, liberaliza el comercio a su favor, creando posibilidades para extender formas superiores de la división social del trabajo, según lo previsto; 3) avanza vigorosamente hacia la formación de un mercado de consumo interno; 4) inicia la industrialización basada en el emprendimiento campesino; 5) induce a la competencia generalizada entre las pequeñas, medianas y grandes empresas y fomenta la educación para mitigar los efectos del mercado en el cuerpo social; y 6) planes para abordar primero la industria misma y luego el comercio exterior, no de la manera tradicional, sino como bienes públicos a ser planificados y administrados por el Estado. ( Jabbour y Dantas 2017 , 794)
Cualesquiera que sean las otras definiciones que cada autor o investigador pueda encontrar aceptables para la experiencia china actual, proponemos que el socialismo chino, mientras "hacía" una economía de mercado, terminó creando las condiciones para la renovación no solo de la base material china, sino también del socialismo como proyecto de desarrollo, planteado como una alternativa al actual orden financiero del capitalismo. Este es un aspecto fundamental de nuestra hipótesis.
“Hacer el mercado” comienza con reformas rurales que establecen contratos de rendición de cuentas entre las familias campesinas y el Estado, buscando asegurar el abastecimiento urbano de alimentos mientras se desmantela a las antiguas comunas maoístas, y con ello se legaliza la producción orientada hacia el mercado. Es así como surge la producción mercantil a pequeña escala, como primer modo de producción intrínseco a una NFSE recién nacida. Esta forma de producción de mercancías a pequeña escala era fundamentalmente diferente de sistemas análogos en todo el mundo en que la tierra seguía siendo propiedad del estado; por ello, su unidad básica puede entenderse como una variedad de lo que llamamos una empresa no capitalista orientada al mercado (ENCOM).CNBS 1978-1994).
El crecimiento anual de la producción agrícola china promedió el 2% entre 1952 y 1978 y, después de la introducción de los contratos de responsabilidad, aumentó a un promedio anual del 4’5 % entre 1978 y 2018 (Huang y Rozelle 2018 , 487). La razón de este crecimiento acelerado radica en el surgimiento de la producción de commodities a pequeña escala como una especie de ENCOM, un claro ejemplo de "crecimiento fuera del plan" (Naughton 1995 ). Aquí, el desarrollo económico figuraba tanto como causa como consecuencia de la expansión del mercado. Esta expansión reflejó no sólo los efectos del fin de las rudimentarias y estáticas formas de planificación que habían caracterizado los complejos agroindustriales en las comunas establecidas durante las tres primeras décadas de la nueva China, sino también la presión ejercida por esta nueva economía de mercado de la economía rural de semisubsistencia. Los efectos de esta presión se extendieron a la economía de mercado. El carácter que asumió esta expansión de la producción agrícola está bien sintetizado en el siguiente pasaje de Huang y Rozelle: Durante las últimas cuatro décadas, el valor de la producción agrícola en términos reales ha aumentado a una tasa promedio de 5’4% anual, mientras que el crecimiento anual de la producción de cereales ha sido de 2’1%. La economía agrícola de China ha pasado de centrarse en los cereales a la producción de cultivos comerciales y productos hortícolas de mayor valor. La tasa de crecimiento anual promedio para el algodón ha alcanzado el 3’8%, el 5’3% para la caña de azúcar, el 6’4% para los aceites comestibles y el 11’5%para las frutas en los últimos 40 años. Los productos de la ganadería y la acuicultura crecieron aún más rápido. La producción anual de carne aumentó una media del 5’9 % y la producción de pescado un 7’3 % anual. Los productos lácteos crecieron más rápido, a 9% por año. (Huang y Rozelle, 2018 , pág. 489)
Otra forma de ENCOM que ha surgido como resultado directo de las reformas rurales son las empresas de municipios y aldeas (EMA), que en sí mismas constituyen otro modo de producción intrínseco a la NFSE. Como grandes propiedades colectivas/municipales, las EMA son una consecuencia de la desintegración de las comunas maoístas, pero no reflejan su estructura productiva interna. En 1978, el número total de trabajadores empleados en EMA era de aproximadamente 28.265.000, cifra que se triplicó a 93.667.000 durante los primeros diez años de reformas económicas y llegó a 138.661.000 en 2004 ( CNBS 2005). Entre 1978 y 2004, el empleo agrícola en la economía china cayó un 41%, mientras que el empleo rural no agrícola aumentó un 471% en la fabricación, un 582% en la construcción y más del 3.000 % en el sector de servicios ( Kang 2006, 291 ). Los cambios profesionales tuvieron un efecto directo sobre la estructura de los ingresos de los campesinos. En 1978, el 7’92% de los ingresos de los campesinos procedían de actividades no agrícolas, que descendieron al 30’61% en 1996, lo que provocó que los ingresos de las actividades agrícolas cayesen del 90’08% en 1978 al 69’39% en 1996 (CNBS 1999).
La reorganización de la división social del trabajo y la creciente unificación resultante del mercado nacional chino dependieron en gran medida de las EMA (Jabbour y Dantas 2017 , 794). La magnitud de estos cambios estuvo en línea con la estrategia estatal de que las EMA sirvieran como puente para la inserción de China en el mercado internacional, especialmente a partir de la década de 1990. Las EMA eran responsables del 40% de toda la producción industrial (Masiero 2006, 432) y alrededor 40% de las exportaciones del país (Kang 2006, 137). En 1989, las exportaciones de textiles y calzado de las EMA representaron el 47’7% de las exportaciones totales de estos productos, cifra que descendió al 29’1% en 2002 y al 23% en 2007, mientras que su participación en las exportaciones de bienes de consumo duradero aumentó del 14’4% en 1989 a 29’1% en 2002 y 30’3% en 2007 (CNBS 2008).
Entre los muchos ejemplos que se pueden citar para demostrar la expansión global de las EMA chinas están los de Haier, que llegó a abastecer el 50% del mercado estadounidense de pequeñas unidades frigoríficas; Galanz, con una participación del 33% en el mercado mundial de hornos de microondas; Leyenda con el 20% del mercado mundial de componentes informáticos; y China International Marine Containers, que posee el 40% del mercado mundial de contenedores refrigerados (Masiero 2006 , 441). Las EMA han sufrido un fuerte descenso desde finales de la década de 1990, debido a la caída de los ingresos provinciales tras la reforma fiscal de 1994, así como a la creciente dificultad para acceder al crédito en el sector financiero chino recientemente reorganizado y controlado por el Estado.
Innovaciones institucionales, reorganización estatal y empresas estatales
Una suposición fundamental con respecto a lo que vemos como el surgimiento de un NFSE en China se relaciona con el hecho de que desde 1978 el país ha albergado un sector privado en rápido crecimiento (15) mientras que el estado asumió un papel más sofisticado en la dirección y el control de los grandes fabricantes y las finanzas a gran escala. Además, ha habido aumentos notables en el nivel de coordinación y socialización de la inversión en China a través de la determinación activa de las políticas fiscal, monetaria y económica, el comercio exterior y, sobre todo, nuevas y superiores formas de planificación económica.
Es una descripción estática del proceso, cuya dinámica se caracteriza por oleadas de sucesivas innovaciones institucionales que conducen a un movimiento interno que afecta no solo a los sectores capitalistas y socialistas de la economía, sino también a otras estructuras de propiedad como las ENCOM. Debido a que implica la coexistencia de diferentes modos de producción, una verdadera unidad de opuestos dentro de la misma formación socioeconómica, esta coexistencia requiere una reorganización continua dentro y entre los sectores económicos público y privado (Jabbour, Dantas y Espindola 2021). Esta reorganización permanente está mediada por el surgimiento cíclico de instituciones cuya función es redefinir los límites de la actividad de los sectores público y privado dentro de la economía, y llama la atención que el crecimiento del sector privado no haya ido acompañado de una reducción del papel del Estado. En la práctica, ha habido un reposicionamiento estratégico del Estado.
En resumen, los continuos cambios institucionales que han tenido lugar desde 1978 han permitido que el proceso de desarrollo chino continúe de manera continua (Medeiros 2013, 435). Pero más que eso, permitieron que el sector privado chino experimentara un importante crecimiento cuantitativo al mismo tiempo que el Estado fortalecía su papel en términos cualitativos a través del control político (característica fundamental de la NFSE frente a las formaciones sociales capitalistas) ejercido por los Partido Comunista Chino (PCCh). El partido extendió su influencia en la manufactura, las finanzas, las políticas de tasas de interés, los tipos de cambio, los flujos de capital extranjero y otros mecanismos para coordinar y socializar la inversión. Este crecimiento cualitativo del sector público ha relegado al sector privado a un rol auxiliar donde se ha convertido en beneficiario de los efectos en cadena que han creado las empresas estatales.
Se puede obtener una imagen real de las empresas estatales de China a mediados de la década de 1990 a partir de la situación en 1995, cuando empleaban al 70% de los trabajadores manufactureros del país y representaban el 60% de la producción manufacturera, pero eran responsables de solo un tercio de la producción y renta industrial frente a otras formas de propiedad (CNBS 1978-1994). La productividad laboral en las empresas estatales era un tercio de la de las EMA y una décima parte de la de las empresas privadas individuales y las empresas extranjeras. La principal contradicción presente en la gestión de las empresas públicas planteaba un gran desafío: su rentabilidad estaba en constante declive en un entorno de total protección estatal, conservando al mismo tiempo su eficacia como núcleo de un sistema empresarial capaz de servir de base para una nueva clase de formaciones socioeconómicas. En la práctica, esto debe haber sido un rompecabezas difícil con altos costos sociales.
Las reformas en las empresas estatales se aceleraron ante las restricciones macroeconómicas impuestas por el entonces primer ministro Zhu Rongji, luego de un ciclo de innovaciones institucionales iniciado en 1994. El entorno caracterizado por restricciones presupuestarias blandas estaba llegando a su fin. La historia del proceso de desarrollo de China muestra que estaba surgiendo una economía de mercado de tipo keynesiano, y requeriría un acuerdo con grandes empresas estatales listas para satisfacer la creciente demanda de grandes obras de infraestructura necesarias para la urbanización y la conectividad nacional, mientras se implementan políticas industriales audaces.
Una ronda de innovaciones institucionales lanzada en 1994 reforzó el control monetario sobre las empresas estatales a través de varios mecanismos, entre ellos:
1) una reforma tributaria rigurosa que revirtió la tendencia anterior de descentralización, reduciendo los poderes de decisión financiera de las provincias. (16) Los efectos de este fallo incluirían el refuerzo de las interpretaciones de que el proceso de “apropiarse de las grandes” reformas de las SOE comenzó a nivel provincial;
2) una reforma del sistema de subvenciones fiscales aplicables a las empresas públicas. En la práctica, esto significó el fin de las relaciones entre los jefes de las empresas públicas y sus superiores;
3) la reducción del espacio crediticio a través de la creación de un sector financiero más profesionalizado que comprende tanto bancos comerciales como de desarrollo, con estos últimos ganando mayor autonomía, y
4) el otorgamiento de permiso a las empresas públicas para concentrarse exclusivamente en su actividad principal, lo que en la práctica significó el fin del sistema Danwei y la obligación de las empresas de asumir toda la gama de responsabilidades en materia de protección social. El costo social de esta medida específica ha sido enorme.
El punto principal de este ciclo de innovaciones institucionales, sin embargo, no se encuentra en las medidas aquí enumeradas. Por el contrario, estas innovaciones marcaron el inicio de un proceso que vería respuestas decisivas a las cuestiones debatidas en los círculos políticos e intelectuales tanto en China como en el extranjero. Cuando el Noveno Plan Quinquenal (1996-2000) estaba llegando a su fin, los discursos de líderes poderosos como Wu Bangguo y el propio presidente Jiang Zemin indicaron la necesidad de un nuevo rumbo, que implicaba un nuevo sistema en el que solo las grandes empresas públicas serían administradas por el estado. Un documento redactado por el Banco Mundial en 1996 proponía que el gobierno ejerciera control directo sobre solo 1.000 empresas estatales de élite,(Banco Mundial 2019 ).
Esta estrategia de "mantenerlo en grande" se confirmó en 1996, cuando el "Informe sobre el 9º Plan Quinquenal de Desarrollo Económico y Social" decía lo siguiente: La reforma institucional debe ir de la mano con la optimización de la estructura de inversión para apoyar selectivamente a aquellos que son competitivos y fuertes y permitir que los más aptos sobrevivan y prosperen. Los débiles deben eliminarse mediante fusiones, adquisiciones y quiebras para mejorar la eficiencia y reducir el tamaño [. . .] Una serie de industrias y grupos comerciales clave deben administrarse adecuadamente para utilizar su capital para impulsar la reforma y el crecimiento en otras empresas para estimular la economía en general. ( Gabrielle 2020 , 55)
Este enorme ciclo de innovaciones institucionales incorpora una idea que ha llegado a ser parte permanente de las reformas económicas. Fue la transformación de un gran número de empresas estatales a través de un proceso de "corporatización", iniciado con la ayuda de leyes y medidas adoptadas entre 1993 y 1994. El concepto central fue la desaparición (lenta) de las empresas estatales para hacer camino para las empresas estatales (citado en Naughton 2007, 314), cuyo estatus podía variar hasta el punto en que las acciones de estas sociedades pasaran a cotizar públicamente en bolsas de valores (es decir, cuando se convirtieran en sociedades anónimas). Esto sería posible a través de la Ley de Sociedades Anónimas, que recoge el objetivo de separar la gestión de la propiedad, siendo ejercida la dirección por ejecutivos profesionalmente capacitados y con probada capacidad técnica.
Naughton (2007) muestra cómo funcionaba en la práctica esta ley de sociedades diez años después de su implementación: A pesar de la importancia fundamental de la privatización, la implementación efectiva de la ley de sociedades ha sido lenta. Las empresas estatales tradicionales aún están lejos de desaparecer. De hecho, a fines de 2003, todavía había 23.000 empresas estatales industriales tradicionales, que producían un tercio de la producción del sector público, mientras que 11.000 empresas controladas por el estado producían las dos terceras partes de la producción del sector público. Las empresas corporativas eran cuatro veces más grandes, en promedio. ( Naughton 2007, 317 )
Es obvio que una reforma de este tipo no podría lograr todos sus resultados en poco tiempo, ya que pretendía transformar un sistema de propiedad que se había desarrollado durante décadas para servir a una economía que no estaba orientada al mercado, donde las posiciones corporativas vitalicias estaban legalmente garantizadas y existía un estricto control por parte de una burocracia compleja. Para hacer frente al desafío, se creó una agencia (SASAC) 17 en 2003 y ha hecho una contribución importante para cumplir con los requisitos del derecho de sociedades. Cai tiene lo siguiente que decir sobre la creación de esta orientación de mercado, de hecho, este entorno de mercado, para desarrollar empresas estatales: A medida que las empresas estatales obtuvieron el control autónomo sobre diversos productos de autocomercialización e insumos autocomprados, y las empresas no estatales participaron en la competencia, se abrió una brecha en el modo en que los medios de producción se habían distribuido uniformemente y los productos vendidos, sobre la base de la planificación estatal. En el mercado se realizaba una cierta cantidad de compras y ventas, fuera de las estructuras de distribución previstas. Por tanto, junto con la determinación de precios por planificación, han surgido mecanismos para la formación de precios según la oferta y la demanda del mercado, fuera del sistema de planificación. A medida que la participación de la producción planificada disminuyó constantemente y la participación de la economía no pública aumentó, la proporción de precios determinados por el mercado también aumentó y el sistema de doble vía se unificó gradualmente en torno a la trayectoria de los precios determinados por el mercado. (Cai 2015 , 48)
En este tipo de análisis, sin embargo, deben tenerse en cuenta las implicaciones políticas y sociales. Muchos estudios académicos sobre estos temas adolecen de una falta de exhaustividad, lo que resulta en un enfoque parcial en aspectos puramente económicos o corporativos. La reforma en China no ha sido de una variedad típica. Por el contrario, ha demostrado su capacidad no sólo para reconducir las estrategias corporativas y fijar objetivos de gobierno a corto, mediano y largo plazo, sino sobre todo para definir el marco esencial de un NFSE emergente. Las grandes corporaciones se han convertido en los buques insignia de la ejecución de grandes proyectos por parte del estado chino, tanto en el país como en el extranjero. Constituyen el elemento central de los cimientos materiales del FSNA y de la nueva economía de proyección.
Elias Jabbour es profesor asociado de teoría y política de planificación económica en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Alexis Dantas es Profesor Titular de Economía en la Facultad de Economía de la Universidad del Estado de Río de Janeiro.
Carlos José Espíndola es Profesor Titular de Geografía en el Departamento de Geociencias de la Universidad Federal de Santa Catarina.
CEPRID
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