1. ¿Qué es Kimua?
Kimua es un grupo político que se creó en Euskal Herria durante el 2021, y que se dio a conocer de la mano de un libro del mismo nombre, que publicamos en otoño de ese 2021. El libro en cuestión llevaba por subtítulo Hacia un nuevo paradigma revolucionario, y he ahí el principal reto que nos traemos entre manos: aportar, en la medida de nuestras posibilidades, nuestro granito a la construcción de un nuevo paradigma revolucionario. Desde entonces hemos tenido la oportunidad de celebrar distintos encuentros y una gira de presentación que nos han servido para dar a conocer nuestra propuesta y comenzar a tejer red por Euskal Herria. A día de hoy, nos definimos como línea ideológica, ya que considerarnos una «organización» sería demasiado pretencioso. Entre otras cosas, porque el nivel de arraigo y extensión que tenemos a lo largo de Euskal Herria es limitado, y además, nuestra propuesta se encuentra aún sin culminar: cuenta con más preguntas que respuestas.
Aclarado esto, ¿a qué nos referimos cuando decimos que estamos construyendo un nuevo paradigma revolucionario? En primer lugar, puede que a muchas el concepto de «paradigma» no les resulte accesible, que sea algo confuso. A nosotras nos sirve para referirnos al carácter integral de la propuesta: esto es, que no se trata solo de abordar el plano teórico, sino que aspira a formular una respuesta integral que incorpore el conjunto de la vida. Una forma de estar en el mundo, de pensar y de luchar; una forma de vida al fin y al cabo. El concepto de paradigma nos remite a una cosmovisión, a una perspectiva: una propuesta de inequívoco carácter político que cuenta con su vertiente teórica, pero también una forma de actuar y de organizarse, un modo de vida. Un “paradigma”, por tanto, es una forma concreta de sentir, de pensar y de actuar.
Una vez dicho eso, también conviene ofrecer algunas aclaraciones sobre cómo entendemos la cuestión revolucionaria. Y es que cuando hablamos de revolución, no hablamos (solo) de un estallido social que sucede en un momento concreto de la historia. Entendemos la revolución como un proceso histórico-político complejo y no lineal, en el cual cada vez más capas de la sociedad pueden identificar las relaciones de dominación que se reproducen en la realidad social, toman consciencia de su posición en relación a ellas y en consecuencia van acumulando las capacidades para superar dichas relaciones en su totalidad. Así hasta que esa sociedad, superadas las expresiones de la dominación, sea capaz de organizarse a sí misma de forma libre, sin ningún tipo de clase ni opresión. En ese sentido, no creemos que sea posible el desarrollo de fórmulas o respuestas preestablecidas que pretendan mostrarnos «cómo ha de hacerse» la revolución. Menos aún partiendo únicamente de aportaciones procedentes del plano teórico. Al contrario, ha de ser un proceso de desarrollo vivo y dialéctico, sincronizado con las contradicciones y luchas realmente existentes: solo a través de la interacción permanente con la realidad y el conjunto de las oprimidas será posible la construcción de un proceso de transformación realmente revolucionario.
Del mismo modo, si vinculamos el hecho revolucionario a la comprensión de la dominación y a la capacidad para superarla, queda claro que, en primer término, no cabe más que poner en duda el propio carácter revolucionario de Kimua. Kimua no es un agente revolucionario: no estamos en posesión del nuevo paradigma revolucionario. Es un espacio político que trata de avanzar en la dirección revolucionaria y de hacer una aportación a la construcción del proceso revolucionario. En ese sentido, la vocación revolucionaria, en tanto que dirección y perspectiva revolucionarias, sí entendemos que son una condición que podemos establecer desde este mismo momento. Así, la perseverancia en esa perspectiva y dirección revolucionarias nos permite prestar atención a determinaciones de gran relevancia. Por ejemplo, tener siempre presente la necesidad de profundizar en las raíces de la dominación, más allá de sus expresiones más superficiales; o tratar siempre de identificar los peligros que se derivan de las lógicas reformistas y de asimilación existentes en los procesos de transformación social, y apostar por superarlas.
Una vez llegados a este punto, cabe preguntarnos por qué creemos que Euskal Herria necesita un «nuevo» paradigma revolucionario. Lo cual nos conduce a abordar el actual contexto sociopolítico en el que nos encontramos. Con la desaparición de ETA en el año 2011 y el posterior desmantelamiento del MLNV, se dio por cerrado ese largo ciclo que dio forma a cinco décadas de gran intensidad política en Euskal Herria. Se abría de esta manera un nuevo tiempo en el que, entre otras muchas cosas, se establecieron las condiciones para una reconfiguración del espacio de izquierdas/revolucionario. Circunstancia que no hizo más que intensificarse en la medida en que el espacio político comandado por Sortu profundizaba en la apuesta por la socialdemocracia institucional y reformista. Es esa apertura de un nuevo ciclo político la que caracteriza el tiempo político que vivimos en la actualidad.
Como consecuencia de todo ello, en los últimos años se han ido presentando diferentes propuestas político-organizativas: el Movimiento Socialista, Jarki, Iraultza Txikien Akanpada, HerriBiltza… y la propia Kimua. «Demasiados chiringuitos», pensará más de una, y en cierta medida no le falta razón. Sin embargo, es innegable que la diversificación ideológica es una característica intrínseca a todo cambio de ciclo y periodo de inflexión, lo cual no tiene por qué ser negativo. De hecho, en este tipo de contextos históricos se establecen las condiciones para una gran profusión ideológica: ante la ausencia de una fuerza que ostente la hegemonía, aumentan las posibilidades para pensar y abrir nuevos caminos. Un aumento de la diversidad ideológica, que si es aprovechado adecuadamente, puede ser fuente de inspiración para dar con las claves que ayuden a resolver los numerosos retos que afrontamos en la actualidad. Y es que, como hemos subrayado más arriba, en ningún caso creemos que la salida a las problemáticas actuales se vaya a dar por medio de una fórmula mágica, menos aún por parte de un único espacio organizativo. Al contrario, solo a través de las aportaciones de todas, de forma dialéctica, es como creemos que existen más posibilidades de que este pueblo vaya avanzando hacia la emancipación.
Y ahí es donde situamos a Kimua, con el objetivo de realizar nuestra aportación a este contexto histórico. En tanto que observamos carencias lo suficientemente relevantes en las propuestas existentes hasta ahora, creemos necesaria la puesta en marcha de una propia. ¿Y cuáles son esas carencias? ¿Cuáles los ejes de análisis principales en la construcción de lo que entendemos como nuevo paradigma revolucionario? Para este texto de presentación nos gustaría subrayar los siguientes:
– La dominación en su totalidad. Comprender la dominación en su totalidad y como proceso histórico complejo es condición fundamental para poder superarla de raíz y evitar que por el camino terminemos reproduciendo algunas de sus manifestaciones. Por tanto, ¿cómo lograr comprender de manera integral, no de forma separada y escindida, las diversas expresiones de violencia que componen el Sistema de la Dominación? A día de hoy, siendo centrales las categorías del capital, no podemos obviar que la dominación, junto con la división de clase que la acompaña, no se inaugura con el capital. Yendo al origen de la propiedad privada, daremos con el patriarcado, así como con el Estado y el colonialismo. Esas expresiones de la dominación que precedieron al surgimiento de la modernidad capitalista, siguen siendo parte indivisible del Sistema de la Dominación, fundamentales para entender el funcionamiento de la dominación como totalidad. A todo ello, hemos de sumarle el hecho de que toda expresión humana sucede dentro de los límites del proceso general de la vida y los ciclos de la materia y la energía, y que por tanto no se puede entender su existencia de forma escindida o emancipada de los mismos. Cualquier proceso transformador de la sociedad ha de incluir necesariamente eso que tradicionalmente se ha conocido como «Naturaleza» como parte inseparable de nuestra existencia.
– Ética revolucionaria. El planteamiento de la ética revolucionaria parte de la siguiente premisa: ese enemigo que normalmente situamos hacia «afuera» (burguesía, patriarcado, Estado, policía…), también existe hacia nuestro interior. Al fin y al cabo, crecemos y nos criamos dentro del Sistema de la Dominación, con lo que es inevitable llevar en mayor o menor medida parte de su reflejo en nuestro interior. A ese reflejo nosotras lo denominamos como mentalidad dominante, que a día de hoy tiene un carácter burgués-liberal, patriarcal y colonial. La cuestión de la ética revolucionaria propone una metodología para abordar todo ello, otorgando un espacio para el trabajo de cuestiones como la emocionalidad o la subjetividad, que históricamente han quedado relegadas en muchos movimientos revolucionarios. Para ello, proponemos el desarrollo de herramientas de crítica-autocrítica, que dentro de una lógica colectiva y organizativa, traen al centro el trabajo de la personalidad.
– Modelo organizativo. El desarrollo de herramientas organizativas que nos permitan afrontar los retos que plantea la construcción del proceso revolucionario es una tarea ineludible. En relación al punto anterior de la ética revolucionaria, por ejemplo, conocer la metodología de la crítica-autocrítica y ponerla en práctica. O implementar espacios autónomos no mixtos en los que mujeres y disidentes de género podamos multiplicar nuestras capacidades políticas y organizativas. También espacios y metodologías que permitan avanzar en el proceso de despatriarcalización de los hombres. En términos generales, establecer las bases para que el proceso de formación de las militantes tenga un carácter integral (que además de la teoría racional, posibilite el trabajo de la personalidad y la emocionalidad), aumentando así el nivel de compromiso e implicación de las militantes en relación al proceso de lucha. Y unido a ello: ¿cómo entender y llevar a la práctica el proceso de militancia de manera integral, superando la tan habitual escisión entre vida y militancia? A medida que profundizamos en las contradicciones ligadas al modelo organizativo, se nos presentan las numerosas preguntas que emergen al afrontar procesos organizativos complejos (aquellos que se dan a escala social): en aquellos procesos organizativos que integran a cientos o miles de personas, ¿es necesario establecer alguna forma de centralidad/delegación? ¿Qué tipo de herramientas/mecanismos hemos de desarrollar para que dichos procesos organizativos sean realmente democráticos? ¿Cómo lograr un equilibrio entre la horizontalidad y la verticalidad? En esos procesos que se dan a escala social, ¿es posible profundizar en modelos de liderazgo y de vanguardia sin caer en los errores históricos del leninismo (burocracia, autoritarismo, corporativismo…)? Esto es, ¿cuál ha de ser la vinculación entre el pueblo y la organización político-revolucionaria? Todas estas preguntas desembocan en la dicotomía masa-partido, que con tanto empeño se ha prodigado en la tradición marxista-leninista, y que reproduce a su interior las contradicciones fundamentales de la cuestión organizativa, entre la que subrayamos la siguiente. Por un lado, para poder avanzar en el proceso revolucionario, para poder multiplicar y expandir el proceso de lucha, son necesarias una serie de capacidades organizativas de carácter cualitativo, principalmente:
- La existencia de marcos para la toma de decisiones de carácter estratégico-revolucionario.
- La capacidad para llevar a cabo un proceso de formación integral en relación a los objetivos y perspectiva estratégica establecidos en esos marcos.
- La existencia de una masa crítica de militantes que esté en disposición de afrontar el proceso organizativo y de lucha con un nivel de compromiso elevado.
Por otro lado, sin embargo, estas capacidades no emergen de manera espontánea al interior del pueblo, de las «masas». Y es por ello, que históricamente a menudo se ha reivindicado la necesidad del «Partido», como vanguardia revolucionaria que opera desde fuera de esas masas, pero que a su vez tiene por objetivo guiarlas. Es en esa escisión entre el que guía y el que es guiado donde hallaremos una de las principales contradicciones que atraviesan todo proceso revolucionario, y cómo no, una de las razones para el fracaso de dichos procesos. Nuestra propuesta, como detallaremos más adelante, trata de impugnar esa lógica masa-partido. Y no lo hace renunciando a las capacidades que se le otorgan al «Partido» (que entendemos son necesarias), sino apostando porque dichas capacidades se construyan al interior de las masas populares, de forma auto-organizada. Esto es, sin la existencia de un grupo que quede orgánicamente separado de las masas. ¿Es posible tal cosa? No parece sencillo, pero al renunciar a esa posibilidad estamos condenando a las masas populares: o bien a que actúen sin una capacidad estratégico-revolucionaria propia (dentro de los límites del reformismo y el asistencialismo), o bien a funcionar en relación a lo que otros agentes establecen fuera de sus límites orgánicos (y por tanto, fuera de su capacidad de decisión). Pues ese es el objetivo principal de Kimua en lo que respecta al modelo organizativo: que las capacidades revolucionarias que le son asignadas al «Partido» puedan construirse a nivel popular y auto-organizado, sin la existencia de Partido alguno.
– Propuesta política. Por último, Kimua cuenta con una propuesta política general. En el avance hacia una sociedad sin ningún tipo de dominación, clase social ni opresión, nuestro horizonte estratégico contempla la construcción del Sistema de Comunas de Euskal Herria. Un Sistema de Comunas entendido como forma de organización popular que, más allá del Estado, y a través de la confederación de comunas arraigadas a nivel local en barrios y pueblos, impulsaría el empoderamiento progresivo de las clases desposeídas y la construcción de la Vida Libre. Que se iría tejiendo por medio de todo tipo de expresiones políticas, productivas y sociales a modo de una red que comenzaría a expresarse cada vez más fuera de los límites que establece la forma de poder burgués, patriarcal y colonial. Un Poder Popular que a través de espacios de socialización y producción basados en la colectivización y los cuidados iría creciendo y expandiéndose más allá de la propiedad privada, la forma valor y el trabajo asalariado. No está mal como borrador de lo que nos gustaría que sucediera, ¿verdad? ¿Quién no desea una sociedad sin ningún tipo de clase ni explotación? Con este tipo de propuestas, aunque en apariencia parece que decimos mucho, lo cierto es que no decimos gran cosa. Y es que el papel lo aguanta todo, sobre todo cuando proyectamos nuestra propuesta en el largo plazo. Sin embargo, ¿cuáles son las claves para comenzar a construir todo esto desde las condiciones actuales?
2. Avanzando en la hipótesis de las Estructuras Populares. Propuesta para un proceso de debate y confluencia estratégica
Con lo dispuesto hasta ahora, podemos definir las dos líneas de trabajo principales que conforman la actividad de Kimua. Por un lado, ir profundizando en los ejes de análisis que hemos descrito arriba, tratando de dar una respuesta tanto teórica como práctica a las distintas contradicciones que se nos presentan en los mismos. A eso lo denominamos la profundización en el paradigma revolucionario. Por otro lado, apostamos por el impulso de una propuesta política concreta para el actual contexto sociopolítico, la apuesta por el avance en la hipótesis de las Estructuras Populares. La presentamos como hipótesis, y no como propuesta cerrada, en tanto que no creemos que nos corresponda solo a nosotras avanzar en esa dirección: se trata de un camino complejo que solo es posible desbrozar conjuntamente con otros agentes y expresiones organizativas populares. En ese sentido, nuestra propuesta parte del concepto de Movimiento Popular: de la lectura histórica de lo que conocemos como Movimiento Popular, del diagnóstico sobre el estado en el que se encuentra actualmente y de la posibilidad de comenzar a trabajar en la construcción de lo que definimos como Estructuras Populares.
Debido a la falta de espacio, aquí no profundizaremos en los dos primeros puntos (lectura histórica y diagnóstico). Para el que tenga interés, están recogidos con mayor detalle en el artículo de título El Movimiento Popular en Euskal Herria. Pasado, presente y futuro que está disponible en nuestra web. De forma resumida, eso que conocemos como Movimiento Popular, por diversas razones, a día de hoy no existe en Euskal Herria. No al menos como “movimiento”, en la medida que las diversas expresiones organizativas que lo componen no están articuladas por medio de una hoja de ruta común. Por otro lado, ese conjunto de expresiones organizativas populares opera en general a una escala local y en ámbitos de trabajo sectoriales (vivienda, ecología, alimentación, feminismo, cultural, ámbito juvenil…), y salvo algunas excepciones, su composición social es claramente parcial: euskaldunes blancos de clase media. Todo ello, las condena al reformismo y al asistencialismo. Lo cual no significa que esas luchas y expresiones organizativas renuncien conscientemente a transformar el sistema de forma integral. Significa que tal y como están configuradas en la actualidad es imposible que desplieguen a su interior las capacidad políticas y organizativas necesarias para tal fin.
Con todo esto no estamos impugnando la existencia de ese espacio político, asegurando que esas expresiones populares no sirvan para nada. No tiremos al niño con el agua sucia. Gran parte de lo que se lleva a cabo en esos espacios organizativos populares es la condición necesaria para aspirar a algo aún mayor, pero he ahí la cuestión, que hay que aspirar a ello. Como integrantes activas de esos espacios, solo tratamos de señalar sus contradicciones y limitaciones; el hecho de que con la configuración actual no es posible ir más allá. Que no cuentan con una capacidad de transformación revolucionaria propia.
Llegadas a este punto la pregunta fundamental sería la siguiente: ¿es posible que ese espacio político, a día de hoy desarticulado y sin agencia política, llegue a erigirse en sujeto estratégico revolucionario? ¿Y es posible que eso suceda como consecuencia de un desarrollo endógeno de las capacidades políticas, esto es, sin la existencia de un espacio orgánicamente separado de las masas? Como hemos ahondado arriba, la cuestión aquí no se trataría tanto de prescindir de las herramientas y capacidades con las que se dota al Partido o a la «organización estratégica», sino de que dichas funciones y capacidades surjan y permanezcan al interior de las masas populares. No como una exterioridad a ellas sino fundidas en las mismas.
Dicho esto, y precisamente por la dificultad que conlleva un planteamiento de este tipo, creemos que no va a ser un proceso que vaya a suceder de forma espontánea. Hablamos de un proceso de confluencia entre diferentes colectivos y organizaciones que puede que ni siquiera compartamos un mismo diagnóstico, que además de ese punto de partida compartido, tienen que ser capaces de ir hilando un método y una hoja de ruta común que les permita ir avanzando. En eso consiste la complejidad del proceso y su principal contradicción. Dada su complejidad, consideramos necesaria la existencia de un impulso consciente y de una fuerza militante que sirva de catalizadora; pero a su vez, esa fuerza catalizadora no debiera de transformarse en una fuerza que controle y dirija el proceso. Esa contradicción es la que trata de abordar la presente propuesta de Kimua. Y es que nuestro objetivo no es que ese proceso se desarrolle según lo que establecemos aquí, sino que comience a avanzar cada vez con mayor intensidad. Esto es, que el diagnóstico que hemos desarrollado más arriba y las claves en relación al método y la hoja de ruta que presentamos a continuación hay que entenderlas como factores de discusión y debate. Y por tanto, con la pretensión de que sean superados lo más rápido posible, lo cual indicaría que el proceso está en marcha.
2.1. Ejes de debate
De este modo, en primer lugar vemos necesario impulsar un proceso de debate que nos permita ir construyendo una perspectiva común: resolver los miedos e inquietudes y tejer complicidades; aclarar y debatir posturas y en el caso de que sean contradictorias, tratar de superarlas mediante nuevas síntesis. En definitiva, generar las condiciones de posibilidad para que en un momento dado sea posible abordar una confluencia estratégica de base. Como punto de partida, proponemos cuatro ejes de tensión o contradicción en torno a los cuales poder ir avanzando el proceso de debate:
Local/nacional. En qué medida las expresiones de organización popular han de ir proyectándose más allá de los espacios que ocupan hoy en día en barrios y pueblos y empezar a adquirir una escala mayor: ya sea comarcal, provincial y hasta la escala nacional (Euskal Herria) o incluso más allá. Mientras sólo se expresen a escala local difícilmente podrán aspirar a enfrentarse al conjunto del sistema. Sin embargo, si solo se expresan a escala nacional y carecen del arraigo y presencia local en pueblos y barrios, dejarán de ser la representación genuina de las masas populares.
Sectorial/integral. De forma similar al eje anterior, abordar un único aspecto de la reproducción de la vida o de lucha frente al sistema, implica renunciar a transformar su conjunto. E igualmente, tratar de abordar muchos ámbitos de trabajo al mismo tiempo puede llevar a perder la especificidad y la capacidad de profundización en cada uno de ellos. De ahí la tensión entre la aproximación sectorial e integral.
Agregación/integración de las estructuras organizativas. A medida que el proceso de confluencia vaya escalando, ya sea en el plano territorial y cuantitativo, como en relación a los ámbitos de trabajo que recoja en su interior, se manifiesta la necesidad de ir conformando órganos de decisión colectivos. ¿Qué carácter tendrán esos órganos? La tensión se establece aquí entre 1) la mera agregación de individuos y organizaciones que se reúnen a modo de coordinación/plataforma en un marco sin o con muy poca capacidad estratégica propia; y 2) un marco organizativo al interior del cual el conjunto de expresiones organizativas se funden, dando lugar a un espacio cualitativamente nuevo con capacidad de establecer una línea estratégica que es vinculante para todo el conjunto. Esta contradicción nos remite al grado de subordinación/vinculación que debiera existir de las partes respecto al todo; a la tensión entre la tendencia a centralizar ciertos marcos de decisión y los mecanismos democrático-revolucionarios que aseguren el sentido ascendente (desde abajo hacia arriba) de toda construcción organizativa.
Reforma/Revolución. Asumiendo que partimos de un supuesto en el que todas tratamos de lograr una sociedad igualitaria, libre de clases sociales y cualquier tipo opresión y explotación, éste de la reforma y la revolución es el eje de debate que establece la dirección estratégica de base. Nos remite a cómo han de vincularse 1) la lucha por la mejora de las condiciones de vida dentro de los límites actuales que establece el Sistema (reforma), y 2) la construcción de lo nuevo (revolución): entendiendo lo nuevo como la realidad material y simbólica que va más allá de esos mismo límites (más allá de la propiedad privada, del valor-mercancía, la lógica patriarcal y la colonial) y que se articula a través de la lógica del apoyo mutuo, los cuidados y la reconstrucción de los lazos comunitarios. De este modo, la pugna por lo existente (reforma), debiera de ir combinada con la construcción de lo nuevo (revolución), de tal forma que los avances que se realicen en el plano de la reforma sirvan para emprender de forma directa e inmediata la construcción de lo nuevo. Es decir que la reforma quede siempre subordinada a las necesidades que establezca el avance revolucionario. Asegurando a cada avance, claro está, las capacidades de auto-defensa que permitan hacer frente a cualquier ataque.
2.2. Método y hoja de ruta
Cabe destacar aquí que no contemplamos que el abordaje de todas estas problemáticas deba darse inmediatamente a modo de proceso formal y preestablecido. Se trataría más bien de unas líneas de debates que inicialmente irían avanzando con flexibilidad, tanto en el plano formal como informal, adaptándose a la realidad específica de cada espacio o grupo organizativo. Sin olvidar, eso sí, que tendencialmente deberían de ir tomando una expresión cada vez más formal. A medida que la discusión en torno a cada uno de esos ejes de tensión fuera avanzando y resolviéndose, el proceso iría madurando de tal manera que haría posible enlazar saltos cualitativos.
Esos saltos irían tomando cada vez más impulso por medio de encuentros de carácter constituyentes, una especie de congresos populares que irían formalizando las bases del proceso de confluencia. Primeramente sectoriales, pero que cada vez irían integrando más expresiones de lucha y más esferas de la reproducción de la vida. Dentro de esa hoja de ruta, lo que hoy en día son un conjunto de expresiones organizativas populares devendrían en Estructuras Populares. Entendemos aquí las Estructuras Populares como un momento de la auto-organización de las masas populares en el que esas expresiones organizativas, aún esencialmente en el plano local y comarcal, van aglutinando sobre sí cada vez más ramas de lucha y de trabajo, a la vez que se dotan ya de un marco ideológico común. Un corpus compartido de categorías políticas y para el análisis de la realidad, que permitirían conectar, tanto en la práctica como en el plano simbólico-político todas esas expresiones populares. Una vez alcanzado ese punto se abrirían nuevas posibilidades para seguir concatenando saltos cualitativos en el desarrollo de las capacidades organizativas y de lucha revolucionaria. Establecemos la consecución de ese momento de las Estructuras Populares como objetivo principal, ya que los potenciales desarrollos posteriores quedan demasiado lejos y no tiene sentido profundizar en ellos en el marco de esta propuesta.
2.3. Premisas organizativas
Por último, otra cuestión a tener en cuenta es que, al menos inicialmente, la incorporación al proceso de confluencia no va a ser simétrica. Es decir, que en el proceso de debate participarán agentes que cuentan con distintos grados de desarrollo organizativo y profundidad estratégica. Por ejemplo, Kimua es un espacio organizativo que ya funciona a escala nacional y que cuenta con su propia perspectiva estratégica. Y presumiblemente no será el único, con lo que una pregunta que no podemos eludir es la siguiente: ¿cómo evitar que ese proceso devenga en una lógica masa-partido, en la que, además, diferentes «partidos» pugnan por hacerse con la dirección del proceso? No podemos obviar que tales riesgos existen y en consecuencia identificamos una serie de premisas que entendemos es necesario asumir para evitarlos:
Vanguardia y fagocitación. Ha sido común, y aún sigue siéndolo, que en la lógica masa-partido las organizaciones-partido traten de desarrollar el potencial de ciertas capas de la sociedad con el fin último de poner a disposición de la organización dicho potencial. Si realmente optamos por superar la lógica clásica masa-partido, el objetivo ha de ser el de liberar el potencial revolucionario que existe en la sociedad, no fagocitarlo. De esta manera, la cuestión no consiste en integrar las estructuras populares dentro de Kimua (o de cualquier organización estratégica actualmente existente), ni siquiera de que las estructuras populares se organicen como nosotras proponemos. Al contrario, el objetivo ha de ser que esas estructuras desarrollen las capacidades organizativas y políticas que les permitan cuestionar esa propuesta (y cualquier otra) y construir una propia. Y de esta manera hacer posible que las organizaciones estratégicas que hoy existen fuera de esas estructuras puedan disolverse en ellas. Por lo tanto, si el proceso de confluencia llega a una situación de avance suficiente, toda organización estratégica debiera de estar dispuesta a disolverse en dicho proceso. Kimua, por ejemplo, a día de hoy cobra sentido porque desempeña una serie de funciones cuya ejecución no es posible dentro de las estructuras populares, dado que actualmente carecen de las capacidades políticas y organizativas para llevarlas a cabo. En el momento en el que se superen dichas limitaciones, la existencia de Kimua tal y como se concibe ahora no tendría sentido.
Autonomía del proceso popular. En relación con el punto anterior, a día de hoy nadie posee la «verdad revolucionaria». O lo que es lo mismo, nadie tiene acceso al conjunto de conocimientos teórico-prácticos que permita superar la dominación actual y construir una sociedad libre. Cada una cuenta con una aproximación a dichos conocimientos, que le permiten acceder a ciertas fracciones de lo que en un momento dado pudiera llegar a ser la síntesis revolucionaria. De ahí la necesidad de otorgar autonomía a ese proceso en su conjunto, ya que solo en la medida en que sea popular, es decir, participado por el conjunto de las clases desposeídas, será posible acceder a una síntesis realmente revolucionaria. Por todo ello, cualquier agente u organización que se perfile como participante de dicho proceso debiera de asumir que su propuesta es fragmentaria y estar dispuesta a renunciar a ella en favor de una síntesis superior.
Participación activa en las estructuras populares. Las integrantes de aquellas organizaciones o líneas ideológicas estratégicas que quisieran participar del proceso de confluencia debieran de participar activa y públicamente en las distintas expresiones de organización popular. Pisar el barro y compartir militancia junto con militantes pertenecientes a otras líneas estratégicas, con aquellas que no se adscriben a ninguna línea estratégica y sobre todo con todas aquellas (la mayoría) que a día de hoy ni siquiera saben lo que es una «línea estratégica».
Respeto de los tiempos. Como hemos dicho previamente, el proceso de reconstrucción que planteamos, en esencia, no va a ser un proceso de confluencia de organizaciones de carácter nacional, en el que las ejecutivas de dichas organizaciones pueden reunirse y negociar con relativa rapidez cómo ha de implementarse el proceso. Eso le confiere una lentitud y un ritmo propios que es fundamental respetar si queremos que sea exitoso. Hablamos de un proceso a medio o incluso largo plazo, que deberá ir avanzando paulatinamente, pero que es probable que se alargue años o incluso décadas.
Hasta aquí esta breve introducción a lo que es la perspectiva y la propuesta de Kimua. Invitamos a todas aquellas que tengan interés en ponerse en contacto con nosotras a hacerlo a través de nuestro correo electrónico: (kontaktua@kimua.eus), a visitar nuestra web: (www.kimua.eus), nuestra cuenta de twitter (@KimuaParadigma) y a acudir a las diferentes convocatorias que llevaremos a cabo en adelante.
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