China tiene razón en no ceder al orden global impuesto por Estados Unidos después de la II Guerra Mundial
Lunes 19 de abril de 2021 por CEPRID
KEN MOAK
Asia Times
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
Estados Unidos acusa a China de amenazar la democracia al no ajustarse al orden global posterior a la II Guerra Mundial. Pero, ¿por qué debería hacerlo? Ese sistema estaba destinado a mantener el dominio global de EEUU y reprimir el desarrollo económico, tecnológico y militar de los países en desarrollo, incluido el de China, después de todo.
Sí, algunos países asiáticos, Japón, Corea del Sur y algunos otros, lograron alcanzar el estatus de economía desarrollada, pero solo porque se sometieron a la hegemonía estadounidense. Pero si algún país creyera que está en condiciones de desafiar a Estados Unidos, enfrentaría y enfrentaba la ira de Washington.
Un ejemplo de ello es Japón. Su notable ascenso económico de las cenizas de la II Guerra Mundial, en gran parte, se detuvo en 1985 cuando EEUU lo obligó a firmar el Acuerdo Plaza, que culminó en décadas de deflación y debilitó su estatura tecnológica y manufacturera. Probablemente pasará mucho tiempo, si es que alguna vez, antes de que Japón pueda recuperar sus pasadas glorias económicas y tecnológicas.
De vuelta al orden mundial impuesto por EEUU en la posguerra
Cerca del final de la II Guerra Mundial, era una conclusión inevitable que las Potencias Aliadas lideradas por EEUU ganarían el conflicto contra las Potencias del Eje que consistían en Alemania, Japón e Italia. Eso llevó a los Aliados, que pronto saldrían victoriosos, a convocar la Conferencia de Bretton Woods en 1944 para trazar un orden global de postguerra.
Se hizo evidente que el mundo de la posguerra estaría dominado por EEUU, que escribiría las reglas y regulaciones sobre economía, ideología financiera y otros temas.
El representante de EEUU en la conferencia, rechazó el bancor [moneda supranacional sugerida por Keynes para cuando la II Guerra Mundial hubiese finalizado, NT] propuesto por el Reino Unido como moneda mundial para el comercio internacional y otras transacciones financieras. Eso finalmente llevó a que el dólar estadounidense se convirtiera en la moneda de reserva mundial en gran parte debido a la presión estadounidense.
EEUU, por supuesto, fue también el país acreedor y comercial más grande del mundo, lo que le otorgó una influencia considerable sobre los asuntos económicos y financieros mundiales. EEUU también prometió comprar cualquier cantidad de oro a un precio fijo, lo que ayudó porque, en un período en el que el mundo estaba bajo el patrón oro, el dólar se consideraba "tan bueno como el oro".
El estatus de moneda mundial otorgó poder extraterritorial a Estados Unidos, permitiéndole interferir en los asuntos internos de otros países negándoles el acceso al dólar mediante sanciones. Dado que el dólar estadounidense es el medio internacional de intercambio y liquidación de deudas, las naciones sancionadas enfrentaron trastornos económicos, lo que provocó considerables dificultades en la vida de las personas, como pueden atestiguar países como Venezuela e Irán.
Estados Unidos nunca tuvo reparos en utilizar la extraterritorialidad, sancionando a varios países, incluidos funcionarios y corporaciones chinas, por "mala conducta" o por no seguir la línea del Tío Sam.
Las sanciones estaban destinadas a negar a los gobiernos o funcionarios individuales el acceso al dólar, congelar sus activos, etc., cuyo propósito era incitar a la disensión interna o la revuelta. La incapacidad para hacer negocios o comerciar interrumpiría el crecimiento económico, lo que conduciría a la pobreza y la miseria, por lo que se esperaba que la gente se levantara contra su gobierno o forzara un cambio de régimen.
Si bien las sanciones funcionaron en naciones más pequeñas, resultaron contraproducentes con respecto a China. El país asiático es simplemente demasiado grande y el yuan chino se acepta cada vez más para liquidar transacciones comerciales y de inversión, lo que diluye la efectividad de las sanciones estadounidenses. Además, las economías de EEUU y China están profundamente entrelazadas.
De hecho, las sanciones del expresidente estadounidense Donald Trump contra Huawei y otras empresas tecnológicas chinas perjudican tanto a Estados Unidos como a China. Si bien las sanciones desaceleraron el avance tecnológico de China, pusieron a las empresas de tecnología estadounidenses en un caos financiero y arriesgaron que empresas como Apple fueran bloqueadas en el enorme mercado chino, que aporta una gran parte de los ingresos de las empresas estadounidenses.
EEUU endureció aún más su dominio global con la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) en Bretton Woods. EEUU se convirtió en el accionista mayoritario de las instituciones financieras internacionales recientemente establecidas, con más del 16,5% de las acciones y los derechos de voto. Al exigir una mayoría del 85% para convertir las propuestas en políticas, EEUU podría en efecto dictar las políticas operativas y crediticias de las instituciones.
Un ejemplo de ello es el declive económico de Argentina a fines de la década de 1990. El casi colapso económico obligó a Argentina a acudir al FMI en busca de ayuda, recibiendo un préstamo de 7.200 millones de dólares condicionado a que el gobierno se adhiriera a la austeridad fiscal. Pero esas condiciones solo exacerbaron el malestar económico del país, aumentando el endeudamiento y la carga financiera de Argentina.
La condicionalidad crediticia del “Consenso de Washington” impuesta a Argentina resultó ser una “trampa de la deuda”. Pero Argentina no estaba sola; de hecho, otras naciones en desarrollo se vieron obligadas regularmente a obtener más préstamos sólo para atender los anteriores, endeudándolos para siempre con Estados Unidos y otros países occidentales en virtud de su control del FMI y el BM.
Sin embargo, los propios Estados Unidos recurrieron habitualmente al financiamiento del déficit para revertir las recesiones económicas. A raíz de la crisis financiera de 2008, Estados Unidos recurrió a la flexibilización cuantitativa (FC), el proceso de la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, que imprime dinero para comprar deuda soberana y bonos.
Las ganancias recaudadas a través de la FC se gastaron en rescatar empresas y bancos considerados demasiado grandes para quebrar, lo que les permitió continuar operando. En este sentido, Estados Unidos no estaba practicando lo que predicaba, reforzando el argumento de que había colocado “trampas de deuda” como una forma de evitar que las economías en desarrollo se desarrollaran.
Un ejemplo es el de Estados Unidos que prohíbe a sus empresas de tecnología vender chips avanzados a China, citando razones de seguridad nacional. El motivo real, sin embargo, era ralentizar, si no matar, el progreso tecnológico chino. Ningún país se había quejado nunca de que los productos chinos representaran una amenaza para la seguridad nacional hasta que Trump decidió hacerlo, basándose únicamente en evidencia no probada o especulativa.
Dicho y hecho, China tiene razón al no seguir el orden mundial de posguerra impuesto por Estados Unidos. De hecho, incluso se podría argumentar que el país comunista se convirtió en lo que es hoy porque China desafió las reglas y valores al estilo de Estados Unidos. Por esta razón, es probable que China continúe adhiriéndose al “socialismo con características chinas” como su desarrollo económico y arquitectura ideológica.
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