El comité invisible

No se puede subestimar el frenesí del apocalipsis, la sed de Armagedón de la cual está atravesada la época. La pornografía existencial que le es propia es la de ver ciertos documentales de anticipación que muestran, en imágenes generadas por ordenador, las nubes de langostas que vendrán a lanzarse sobre los viñedos de Burdeos en 2075 y las hordas de «migrantes climáticos» que tomarán por asalto las costas del sur de Europa; las mismas que Frontex ya se encarga de diezmar como si fuera su deber. Nada es más viejo que el fin del mundo. La pasión apocalíptica no ha dejado de obtener, desde tiempos muy remotos, el favor de los impotentes. La novedad está en que vivimos una época donde la apocalíptica ha sido íntegramente absorbida por el capital, y puesta a su servicio. El horizonte de la catástrofe es aquello a partir de lo cual somos gobernados actualmente. Ahora bien, si hay una cosa condenada a permanecer incumplida, esta es la profecía apocalíptica, ya sea económica, climática, terrorista o nuclear. Esta sólo es anunciada para exigir los medios que puedan conjurarla, es decir en la mayoría de los casos, la necesidad de gobierno. Ninguna organización ni política ni religiosa, se ha reconocido nunca derrotada porque los hechos desmintieran sus profecías. Pues la meta de la profecía nunca es tener razón sobre el futuro, sino operar sobre el presente: Imponer aquí y ahora la espera, la pasividad, la sumisión.  

El Comité Invisible (2014)

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