Después de haber recibido una invitación de EZ para elaborar un artículo sobre lo que ha dado de sí “la capital europea de la cultura” de Lille 2004, después de haber pasado fugazmente por Donosti justo cuando se encontraba en ella el director de “Lille 2004”, y después de haber visto que se han puesto en marcha exactamente el mismo dispositivo y la misma propaganda, parece que diez años después de “Lille 2004” sigue habiendo interés por volver a este “no evento” que ha, sin embargo, transformado ampliamente nuestra ciudad. Interés más compartido si cabe desde el momento en el que las dos ciudades están siendo gestionadas por la izquierda del Capital y se las considera la vanguardia de la restructuración capitalista.
Hace más de doscientos años que el Estado y el Capital se alían para ahogar los lazos y culturas populares y regionales. Las metrópolis han llegado a tal nivel de uniformización que sus propias culturas se desarrollan a través de lo folklórico. Hoy en día, en los restaurantes elegantes de Lille se pueden leer los menús en el “habla” local. La capacidad de convertir en “folklórico” cualquier rastro de historia, “aprehenderlo estéticamente”, es inmensa. Integrado en la sociedad de la mercancía, el “folklore” regional se ha vuelto extraño para los habitantes de la ciudad pero apreciado por los turistas. Las “antiguas” culturas regionales y populares son ahora una baza para la “marca Lille” en la competencia entre ciudades uniformizadas.
Fortalecida por esta usurpación a la policía le basta y sobra con civilizar un poco la calle, y al Ayuntamiento con reparar el asfalto y lanzar su superproyecto de rehabilitación-museización para agrandar el nuevo barrio enrollado de la ciudad con sus bares alternativos, sus jornadas de puertas abiertas de los talleres de artistas y otras animaciones siniestras. En cuestión de unos pocos años los alquileres han aumentado para que la nueva población de ciudadanos bobo[[Bobo= «bourgeois, bohême», es el acrónimo de burgués bohemio. En Francia se llama así a personas que son de alto nivel social y que defienden ciertas ideas extendidas en la izquierda (igualdad sexual, libertad de opción sexual, desarrollo sostenible, etc.)]] se instalen en masa.
¿Qué pasó en Lille en el 2004?
Como decíamos hace diez años, cuando la primera línea de CRS (policías antidisturbios) se empleaba a fondo contra la multitud, la mayoría sabía como reaccionar: Se montaban barricadas provisionales para entorpecer su marcha, se recogían algunos adoquines, botellas, y se echaba a correr. Pero cuando nos estalló en los morros Lille 2004-capital-europea-de-la-cultura, bien podría ser también un Forum-universal-de-las-culturas-Barcelona 2004 o Donostia-Kultura-2016, nadie sabía muy bien como reaccionar. Todo el mundo intuía que se preparaba una jugada sucia y que había que inventar algún show, pero ¿cual?, y contra ¿qué? Todavía no nos era familiar la idea de que el Capital ya no avanza a cañonazos sino precedido por una milicia ruidosa, alegre y multicolor de artistas disfrazados de enrollados. Cuando oíamos la palabra «cultura», todavía no pensábamos echar mano del revolver.
Lille 2004 era una ofensiva. Todo el mundo lo sabía. “Pienso en Génova, Barcelona, Lille como algo, por otra parte, interesante. En la nueva vida de estas ciudades se pone en práctica un urbanismo del evento, del pretexto unido a una visión programática”. (François Barré, ministerio de cultura). Por una parte, la metrópolis parece totalmente un museo, por otra parte, parece un taller. El museo y el taller componen las dos caras de una misma imposibilidad para usar y habitar el espacio. La “vida nueva” de Lille no es más que la agitación en suspenso (stand by) del conjunto de los mecanismos con los que se anima “hoy en día” la metrópolis mundial.
Decimos la metrópolis porque a escala mundial, no hay más que una única metrópolis expandida en una serie de polos regionales de los cuales forman obviamente parte el conjunto de dispositivos logísticos-estaciones, autopistas, aeropuertos, transportes de mercancías. Los rótulos que se podían leer en los años 60 en algunas raras tiendas de lujo “Paris-Tokyo-Londres-New York” anunciaban ya el programa de adaptación a la conformación de dichas ciudades como un continuo único metropolitano.
Eso no quiere decir en sí mismo que cada una de esas ciudades se convirtiera en una metrópolis, sino que son fragmentos de la metrópolis imperial como barrios olvidados de Nueva York, Londres o Tokyo. Desde estos centros, el Capital lanzaría después su ofensiva hacia el resto del territorio. La utopía en práctica es una ciudad mundial donde la mercancía se convierte de hecho en una segunda naturaleza. Así, la etiqueta “Capital europea de la cultura” es el caballo de Troya de la normalización.
Lille 2004 llegó con el tren
Europa decididamente no es la Unión Europea sino un amplio mercado que necesita una red logística para asegurar la comunicación entre sus sedes urbanas. Frente a la congestión de las carreteras y el espacio aéreo, el tren de alta velocidad se convierte en la infraestructura principal. La prueba sería la importancia de la financiación que la Unión Europea ha dedicado a este transporte. El TAV representa la garantía de que la ciudad que se encuentre sobre su trazado y que acoja una estación se situará en el seno de la mundialización mercantil. Se trata de implementar nuevas infraestructuras que faciliten el transporte de mercancías y garanticen la movilidad de las élites dirigentes y su cohorte de ejecutivos.
El Ayuntamiento se empleó a fondo para que el TAV entrara en el corazón de Lille durante la mitad de los años 90 para acercarla a Paris, Londres y Bruselas. Para evitar que la ciudad quedara en la periferia fueron invertidos unos 136 millones de francos. El alcalde de la época había entendido que la entrada del TAV en la ciudad constituiría un enorme polo de atracción porque la reducción de las distancias facilita el establecimiento de una población acomodada y porque los transportes lógicamente ayudan a la renovación de la ciudad.
Una estación nueva de TAV en el centro era el gran chollo para crear un barrio totalmente nuevo, un islote de hormigón surgido de la nada con centro comercial y financiero. Este nuevo barrio financiero simplemente acompañó “la limpieza” ya antes iniciada de la ciudad. Con el pretexto de “renovar” el importante barrio popular del centro histórico, se mataron dos pájaros de un tiro al compaginar limpieza de fachadas con la expulsión de los habitantes, lo que de hecho puso en bandeja a la burguesía y a los negocios de lujo la posibilidad de colonizar el casco histórico, tenido en ese momento por insalubre, pero bien situado entre el centro y la estación. Fue el momento de despejarlo literalmente de viejecitos, inmigrantes y todo lo que pudiera ensuciar el nuevo y glamuroso barrio. En consecuencia, en menos de los diez años precedentes de la llegada del TAV, el casco histórico perdió el 21% de su población durante su “restauración”. Un cambio ejemplar al servicio de las clases poderosas (gentrificación). Un periódico de barrio escribía en aquel momento: “El Casco Histórico se ha convertido en un barrio bonito, la piedra antigua está de moda y el pueblo que en él vive ha sido invitado a irse a otra parte. El dinero de las inmobiliarias y del comercio “centro-ciudad” no aguanta al popular Viejo Lille y lo sangra!”.
Después del desahucio de los pobres que habitaban en el casco viejo y la llegada del TAV al corazón de la ciudad, Lille podía ya vender su nueva imagen dispuesta a convertirse en un producto deseable para los turistas y emprendedores. Sólo había que romper la imagen de vieja ciudad industrial gangrenada por el paro. Poco después de la llegada del TAV, el Ayuntamiento y una asociación de “gran” patronal local se postularon para acoger los Juegos Olímpicos de 2004. Pero la empresa-Lille no fue lo suficientemente competitiva en esta feroz competencia para hacerse un hueco y unirse a las grandes metrópolis olímpicas. La marca Lille nació finalmente de un proyecto menos brillante: el de una media capital europea de la cultura, compartida con Génova.
Desde la perspectiva materialista más banal en Lille durante el 2004 no pasó nada: un simple baile inicial a “la gloria del ferrocarril”, algunas exposiciones y otros shows, decoración estúpida y veladas imbéciles; en fin, la minucia del no evento contemporáneo. La paradoja de Lille 2004 consiste en que no pasó nada pero que ya nada es lo mismo. Materialmente, todo se ha quedado igual a si mismo pero se ha creado un ambiente; de nada servía perderse en el programa de festejos o preguntarse si había gustado tal o cual evento. No, la cuestión era otra.
Se vende ciudad
“Como cualquier gran metrópolis competimos con las demás metrópolis europeas. Con respecto a ello tengo la sensación de que las ciudades que actualmente cuentan y se desarrollan son las que se inscriben en un proceso de metropolización […]. También tengo la convicción de que es la calidad de vida de la ciudad lo que constituye su atractivo económico, y no al revés. Esto es el arte de vivir juntos, que atrae a los inversores financieros y económicos y crea desarrollo. Imaginar y construir juntos el nuevo arte de la ciudad como nueva forma de vida. Esta es pues la ambición colectiva del proyecto urbano de Lille que les propongo descubrir.”
Martine Aubry, alcaldesa de Lille.
La operación Lille 2004 ha simplemente hecho oficial la expropiación de sus habitantes. ¿Para qué sino podría servir la operación “Capital europea de la cultura”? Pues para nada. No es más que la publicidad para vender la ciudad a los inversores y turistas. Cuando hablamos de turistas no solo hablamos de gente de paso. La población de ejecutivos y “bobos” (los nuevos ricos pseudo progresistas) que se están instalando en masa aquí desde hace diez años, atraídos por la nueva imagen que el ayuntamiento les ha vendido como consumidores embobados por las lentejuelas que ocupan los escaparates de Navidad, es también una población de turistas para quienes la gentrificación entra de lleno en vigor. Si esta nueva población aprecia un toque de folklore local, la uniformización policial de las metrópolis la tranquiliza y favorece la transformación de los antiguos lazos y usos de la ciudad en arcaísmos que hay que civilizar. “Lille 2004 va a funcionar como un amante estable, atraído no solo por los turistas, sino también por jóvenes ejecutivos parisinos que favorecen el relanzamiento de la economía”, manifestaba Martine Aubry.
Les esperaba un éxito financiero. Con seis euros recaudados por cada euro invertido, Lille quedará durante largo tiempo como ejemplo. Por lo menos hasta el año pasado, con “Marsella 2013-Capital-europea-de-la-cultura”. Más allá de esta fecha 2004 lo importante es haber sabido vender una nueva imagen de la ciudad. Después del éxito de esta Capital-europea-de-la-cultura, el Ayuntamiento inauguró un nuevo ciclo llamado Lille 3000, que cada dos años, proponía eventos comparables a los del 2004. Los programas ya no revisten ninguna importancia, lo importante no es más que crear el evento: “Después de 2004, todo estará en su sitio durante largo tiempo” (Didier Fusillé, director de Lille 2004 ).
Imagen de marca y participación
Lille 2004 fue presentada como una ciudad modelo pero que pretendía ir más allá y ser un modelo social, una especie de “alternativa estable” en el corazón de la globalización liberal. Este proyecto soñaba con conciliar desarrollo económico y cohesión social, multiculturalismo y caza a los sin papeles, acuerdo de barrio y expulsión de okupas. En su prolongación, Lille 3000 se presenta como una ciudad preocupada por la opinión de sus ciudadanos, como una metrópolis policialmente ordenada aunque predispuesta al diálogo. Para ello la ciudad-empresa necesita una participación activa de sus “extras” (figurantes). “Las ciudades en su totalidad se comprometen con las nuevas dinámicas”, afirma nuestro alcalde. Para ello la figura resaltada del artista refleja perfectamente la mano de obra deseada por el capital: susceptible siempre de ser movilizada, asumiendo siempre las leyes de la autovalorización convirtiéndose así en su propia pequeña empresa.
De alguna manera Lille 2004 ha sido la referencia de un nuevo discurso del Ayuntamiento. De un discurso obrerista, la ciudad ha pasado a un discurso ciudadanista e interclasista, tan querido por la izquierda. De Lille 2004 a Donostia 2016, fluye la misma propaganda. Nada distinto se vende en la página Web de Donostia-Kultura-2016© “olas de energía ciudadana” resume “el espíritu” de la candidatura “San Sebastián 2016”.
Estas llamadas a la participación ciudadana no son más que una provocación. En esencia, para adecuar la imagen de la metrópoli a la realidad corresponderá en última instancia a la policía acabar el trabajo que la fiesta de la cultura ha iniciado. Estos gestores, de verdad ya no saben como gestionar el desastre causado por sus desastrosas relaciones con el mundo; ¿tendríamos ahora que implicarnos nosotros en la gestión de nuestra propia explotación? Este sistema no tiene gran cosa que proponernos y el momento de diálogo hace mucho que pasó. Ahora toca la ruptura; y las revueltas que se interpelan no entienden de nada más, desde Túnez a Estados Unidos, desde el Cairo a México, de Brasil a Grecia… La pregunta que nos ocupa es cómo organizarse más allá de los dirigentes nacionales, contra los mecanismos del poder por festivos que sea
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