La voluntad podría definirse como la capacidad humana para decidir y orientar conscientemente la propia conducta. La historia de la humanidad está jalonada de esa voluntad individual y colectiva que ha llevado a grandes transformaciones sociales.
La voluntad requiere compromiso y determinación y es una parte consustancial de la propia vida. Busca sobreponerse a las dificultades con esfuerzo, empeño, formación y pasión en busca del objetivo deseado. Es una forma actuación que, aplicada a la lucha política, no sólo ayuda a trazar y fortalecer una estrategia, sino que también puede constituir (si la concebimos dentro de un proceso de cambio social) una forma de enriquecimiento personal y colectivo que nos ayude a perfeccionarnos y desarrollar una ética basada en la experiencia y en el análisis sensible hacia lo que nos rodea.
Sin idealizar el pasado, sí hay elementos de una moral política pretérita que hoy sentimos como casi extinguidos. Frente al embate de los fundamentalismos religiosos y sus formas de autoinmolación, que podemos sentir como irracionales e injustificables, la actual sociedad occidental no concibe, en contraste, prácticamente ninguna razón por la que hoy se podría dar la vida. Los grandes cambios sociales y los valores imperantes de consumo y sumisión en este capitalismo hegemónico hacen que no podamos sustraernos a sus consecuencias a todos los niveles. Miedo, acomodación, corrupción, infelicidad, resignación, seducción, aislamiento, cinismo,… son algunas de las formas en las que se anula nuestra voluntad de cambio, el deseo de ser dueños de nuestro destino
La voluntad ha sido sustituida en buena medida por un ambiente de voluntarismo, que es una forma de compromiso débil, bienintencionado pero superficial y con escaso rigor y entusiasmo (aunque a menudo falto de humildad y autocrítica), que se sitúa a merced de los vaivenes, necesidades e imposiciones de lo existente. Una forma de voluntad alienada, enfangada en los intereses flexibles, inconstantes y pasajeros del individualismo más egocéntrico, en las pequeñas corrupciones de la vida moderna y que busca satisfacción inmediata a sus deseos, aunque ello sea a costa de naturalizar el peso de sus cadenas.
Recuperar la voluntad es retomar el sentido de la propia vida, el ánimo que nos trata de robar un mundo en el que solo se nos da la posibilidad de adoptar diferentes formas de complicidad con lo establecido. En saber lo que queremos, en reconocer lo que descansa en el fondo de nuestro ser y en luchar por ello, está en parte la cura a ese dolor profundo que nos aqueja, al que ponemos muchos nombres y que tratamos de sobrellevar como podemos. Para ello no hay ni una única forma de hacer ni un único camino, lo que hay es una sola vida.
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