NEORRURALISMO Y OKUPACIÓN RURAL

Introducción. Motivaciones

Próximo a la entrada en el siglo XXI el ser humano no ha podido, no ha sabido o no ha querido forjar un planeta libre, equilibrado y justo. Es más, no sólo no ha llegado a estos parámetros sino que se ha aproximado progresivamente a los opuestos. La crisis económica, política, social, ecológica se ha presentado, o se lleva presentando al individuo como algo insoportable, pero que aún puede tirar. El sistema económico e integral capitalista se demuestra a todas luces no sólo obsoleto sino aterrador, mediante sus dos vías de dominación y explotación: la de la mano de obra y la de los recursos energéticos. Esta última se torna en auténtica destrucción medioambiental y, por tanto, vital, desertización, contaminación del agua, del aire, del suelo, desfertilización, erosión, deforestación, atentados a la biomasa… gracias a lo cual «trabaja» buena parte de la Humanidad -cuyas tres cuartas partes viven en la miseria, dicho sea de paso-.

En su momento, se afirmaba esa frase de «el aire de la ciudad hace libre a quien lo respira»; hoy día sabemos que hace tiempo que dejó de ser así si es que realmente lo era. Los efectos futuros de la evolución capitalista y, concretamente, de su relación con el medio, son impredecibles. En términos energéticos la agricultura moderna ha resultado gastar más energía en el proceso productivo que la que obtiene neta de fertilizantes químicos, pesticidas, maquinaria y combustible, eso sin contar con la disminución de la fertilidad del suelo, la contaminación ambiental y las nuevas relaciones que se han establecido entre la tierra y el ser humano. De 14 millones de toneladas de abono químico que se emplearon en 1950 se ha pasado a 125 millones en 1984, duplicando coyunturalmente los rendimientos medios por hectárea (lo cual no ha servido para combatir el hambre en el llamado Tercer Mundo, del cual, por otra parte, proceden la mayoría de los recursos agroalimentarios, administrados por las grandes multinacionales y auspiciados sus planes por las arbitrarias medidas del Banco Mundial y el FMI). Sin embargo, este hecho no representa un eslabón aislado; la cadena de presión que ejercen los mercados y el régimen de propiedad ha efectuado un penúltimo envite al pequeño/a agricultor/a, que se ha visto abocado/a a explotar del mismo modo sus tierras para poder hacer frente a la competencia o bien al abandono del medio rural. El hecho es fácilmente constatable: en el Estado Español el número de pueblos abandonados se sitúa por encima de los 1.500, cifra posiblemente anticuada (sólo en Soria se estiman unos 300 y en el Pirineo oscense 270 aproximadamente).

La cosa no queda ahí. A la acumulación de tierras (medios de producción) y capitales y el flagrante deterioro del planeta se une un sistema de relaciones humanas basado en el sometimiento, el individualismo, el material-consumismo y la desespiritualización epicuro-hedonista, recreando un cuadro bien conocido que sobrepasa los límites de cualquier pintura negra. Nadie debería tener ante esta situación la arrogancia de despreciar o pasar por alto ningún tipo de propuesta de cambio.

Pero frente a la ¿ética? autocomplaciente, la desesperanza y el inconformismo, consideramos que la única manera de conseguir una sociedad distinta es transformando radicalmente (es decir, desde la raíz) la actual. Las formas son muchas, pero nos centraremos en una sola de ellas: echarse al monte.
La vuelta al campo hoy día significa recuperar la esencia de la tierra, volver la mirada a los ancestros, acercarnos a nuestro pasado y tender una mano al futuro. Significa adoptar nuevas formas de vida y nuevos planteamientos, quizá alejados del trabajo alienante, de los esquemas sociales autoritarios y sexistas, de un sistema, en fin, abiertamente represivo (en lo físico, en lo psíquico, en lo emocional, insolidario y en-sí-mismado). Significa salir al paso de la sectorialización de la producción (primario, secundario, terciario), de la división artificial del trabajo (intelectual, manual), de los arquetipos rural y urbano para entrar en una dinámica de rotación de las funciones y de desarrollo integral de la persona. Significa, incluso, subvertir la ordenación territorial del sistema dominante y organizar funcionalmente el espacio desde abajo, romper la dicotomía pueblo/ciudad, urbanizar el campo, ruralizar la urbe.

La práctica de la okupación rural o la variante neorruralista plantean la búsqueda de nuevos modos de producción, de relación y consumo tolerables por el planeta y con la comunidad. Se hace necesaria la creación de espacios libres de explotación dotados de un carácter comunitario en los que el uso colectivo se imponga sobre la apropiación privada. De espacios que fomenten la creatividad, la autosuficiencia, la participación, la experimentación, la relación respetuosa con el entorno, el continuo aprendizaje, la salud integral…; que rompan las relaciones de dependencia con el consumo, el trabajo y el sistema de mercado, en favor de la reapropiación de nuestro tiempo, de nuestro trabajo y de nuestra vida.
No pretendemos idealizar el campo ni la naturaleza, pero sí seguimos creyendo en su capacidad de dar vida. Por ello, buscamos la formación de espacios, fuerzas y estructuras capaces a su vez de organizarse y proponer una alternativa real al conjunto social. Del mismo modo, apostamos por el autogobierno y la descentralización, pues cada cual responde responsablemente de sí mism* y de l*s demás y como tal ha de decidir conjuntamente acerca de sus deseos y necesidades. Sólo podrán conocerse las capacidades de un entorno determinado si se vive en él y sólo se podrá obtener de la tierra en función de lo que ésta pueda dar y de lo que a ella se dé.

Esta atomización del poder y de las formas de producción no pretende funcionar aisladamente. El marco de reestructuración socio-vivencial no pretende alejarse de la convivencia, sino acercarse a ella de tal manera que sean l*s propi*s interesad*s los que fragüen sus formas de interacción, tanto en lo económico como en lo vivencial, estableciendo vínculos libres de coordinación basados en la Solidari-dad.
La actividad productiva humanizada, la práctica económica tradicional (agropecuaria, artesanal…), el autoabastecimiento, la simbiosis con el medio, son objetivos de la práctica de okupación rural y del movimiento neorruralista. Pero también lo son, y no en menor medida, el trabar intercambios con la ciudad, establecer federaciones comarcales y regionales, comercial extralocalmente, apostar por una vía política precisa, servir de cuña para la transformación global y desarrollar una tipo de economía y de producción que no busquen la ganancia continua.
Se trata, en suma, de crear nuevas formas de recuperar, de producir y de vivir en la búsqueda del contacto con la naturaleza y la vuelta a planteamientos simbióticos y no depredatorios, de una manera sencilla y sana y que, quizá como algun*s han dicho, pueda ser una sociedad no boyante en lo material pero rica en lo emocional, lo cultural, lo artístico, lo ecológico… sin que ello signifique que haya que volver al pasado o renunciar al progreso tecnológico.

Estrategias

La primera de las cuestiones será la elección del lugar en que se quiere realizar el proyecto. Las intenciones y características de l*s interesad*s hacen que dilucidar este aspecto sea baldío, cada cual se adaptará al medio que crea oportuno según clima, disposición, motivaciones, etc. Las formas de asentamiento son, en definitiva, variables.
El movimiento okupacional responde a proyectos de reapropiación usufructuaria y colectiva de espacios e instrumentos frente al beneficio individual que plantea la propiedad privada; de este modo, la esencia se sitúa en la órbita de la «ilegalidad», entendida ésta como el mantenimiento al margen del sistema de propiedad privada ( que penaliza el hecho de la reapropiación colectiva pero no penaliza ni rectifica la previa desamortización de bienes comunales, que a su vez usurpó). Las experiencias se multiplican: desde la compra de pueblos e inmuebles hasta la petición de cesión o arrendamiento en calidad de usufructuari*s. La diversidad se extiende a las formas de autogobierno, partiendo del asamblearismo: ayuntamiento, recuperación del concejo o, prioritariamente, democracia directa.

Actividades y medios

El principal pilar en que se sustenta la práctica de la colectividad y okupación rural es la convivencia y la reconciliación medioambiental. La aplicación de las fórmulas de agroecología y de máximo respeto al ecosistema constituye la primera de las manifestaciones, siempre acompañadas de las formas tradicionales de labor en el campo conjuntadas con la innovación técnica. La aplicación de estas fórmulas va desde lo más pequeño hasta las iniciativas cooperativas a mayor escala. La práctica se concibe desde la propia naturaleza, es decir, del nulo o mínimo perjuicio a la tierra y de la utilización de productos que la misma naturaleza produce: ciemo, compost, guano… desarrollando pautas interactivas entre ganadería y agricultura: forrajeras, estiércol, animales de tiro, pastizales…. y potenciando la recolección y los productos autóctonas y de temporada. Se busca el uso mínimo de maquinaria movida por derivados del petróleo, lo que en unos casos se traduce en empleo del trabajo humano y animal y en otros en el de energías renovables (eólica, solar, hidráulica) que en su aplicación se traduce en molinos que producen la electricidad indispensable o placas solares para mantener la línea telefónica. Los progresos de la investigación científica en estos tipos de energías tendrían en estos ámbitos su mejor punta de lanzamiento y su aplicación a la iniciativa neorrural supondría un elevado incremento de posibilidades.

Agroecología o agricultura ecológica significa una alternativa a la agricultura depredadora y supone el intento de rescatar y de poner en práctica la forma de manejar tradicionalmente los recursos naturales e introducir en ellos la aplicación de nuevas tecnologías acordes a nuestro tiempo y, presentar proyectos de vida o de producción alternativos vinculados a mercados alternativos. Además, la agroecología es un fenómeno contrastado en regiones corno Chiapas, sin olvidar que es el tipo de producción mayoritariamente extendida entre todas las comunidades indígenas del mundo (aun teniendo en cuenta las posibles matizaciones). En el caso español podemos encontrar ejemplos en las cooperativas jornaleras andaluzas (actualmente doce, ligadas al Sindicato de Obreros del Campo), a nivel de asociaciones de productor*s y consumidor*s, o en cualquier colectividad a un nivel autogestionario, sin ir más lejos. En el ejemplo de las cooperativas andaluzas nos encontramos ante un extraordinario caso de ruptura de las relaciones de producción y consumo convencionales, pues resulta que existe un perfecto ajuste entre la oferta y la demanda, al hacerse ésta con antelación. Sin embargo, una de las dificultades mayores que presenta la agroecología a este nivel es el de la moda que se está produciendo por el consumo sano (que jamás habría de convertirse en una moda) y la progresiva explotación que productor*s a gran escala están realizando de esta actividad, con dos efectos fundamentales: presentar una dura competencia a el/la pequeño/a productor/a, sin poderla hacer frente (una forma más de dumping) y no procurar unas relaciones productivas justas y verdaderamente ecológicas, tanto por el carácter coyuntural, como por el sistema económico paralelo que rodea la explotación a gran escala.
La ganadería ecológica no difiere substancialmente de la labor agrícola. Se basa simplemente en el respeto a los animales como seres vivos que son y a su desarrollo natural, bien en trashumancia o estabulación, pero con productos del mismo entorno.

Otra de las actividades más extendidas es la artesanía, generalmente con el objeto de comercializarla en núcleos urbanos. Busca también la recuperación de técnicas tradicionales antes de su pérdida definitiva: cuero, forja, carpintería, cestería… Los productos suelen ser puestos en venta o intercambio en círculos próximos a los de la propia colectividad, ya sea por trueque o por venta, o bien se acercan a lugares propicios para su comercialización y suplir con ese dinero algunas de las necesidades del colectivo o iniciar una nueva inversión.

Las diversas formas de desarrollo y fines de las actividades las veremos más adelante. Aunque aprovecharemos ahora para incluir algunos de los factores a tener en cuenta antes de comenzar: clima, agua, bosques próximos, carreteras, torretas de alta tensión, conocimientos médicos (actuales, alternativos, tradicionales), canalizaciones, etc.
Un aspecto realmente importante y conflictivo es el de la educación. Las diversas formas de afrontar el problema dan cuenta de las propias preocupaciones de l*s implicad*s. El tema será más ilustrativo con los modelos encontrados: integración en la escuela del pueblo más cercano, constitución de una escuela propia, aprovechamiento de la presencia de un/a maestro/a para impartir clase, petición de un/a docente (difícil ahora con la ESO), hacer viable un proyecto escolar y oficializarlo, integrar a l*s niñ*s en una dinámica educativa alternativa, constitución de una cooperativa de enseñanza (pueblo-escuela)…

DIFICULTADES

La convivencia de pequeños o grandes grupos humanos presenta siempre, a corto o largo plazo, multitud de problemas. Evidentemente éstos se asumen con una mayor o menor dificultad.

Por una parte, las dificultades convivenciales pueden llegar a aumentarse debido al estado de continuo debate acerca de las estrategias, de las formas de gobierno, de gestión, de objetivos, de implicaciones, de filosofías… Los debates comúnmente aumentan dada la intercomunicación entre grupos, no siempre afines ideológicamente.

No obstante, ese mismo debate sirve para limar asperezas, para trabar amistades, para comprender posturas, respetar actitudes y, aún más, para elaborar otra concepción de las relaciones humanas y personales: más afectuosas, más dialogadas, más sinceras, más humanas. El mismo debate que en un momento dado puede desembocar en un problema de difícil solución igualmente puede convertirse en fruto de continuo enriquecimiento. En cualquier caso, la convergencia o afinidad con unos u otros sectores políticos facilitará o empañará el desarrollo del discurso interno.

Señalaremos algunos de los temas que han supuesto, desde el número de experiencias que hemos podido conocer, algún tipo de dificultad en uno u otro sitio:

– La forma de vida es obviamente el de mayor complejidad. La vida en el campo se hace muy dura, a lo que se suma el hecho de tener que romper drásticamente con las formas de vida anteriores y a la vez reconvertir los hábitos de vida.

– La educación y el crecimiento de l*s niñ*s plantea serios problemas. Si no se quieren cerrar futuras oportunidades a l*s pequeñ*s, muchas veces hay que desentenderse un tanto de los principios y aceptar tácitamente las formas de educación oficiales. La experimentación pedagógica supone un alto riesgo al que quizá no se tenga derecho.

– El aspecto económico puede resultar un obstáculo importante, especialmente al principio, a la hora de poner en marcha el proyecto (inversiones previas, simiente, parcelas, herramientas, animales, casas…) o bien una vez ha comenzado (gastos similares, gastos extraordinarios).

– Externalidades, presiones de los vecinos y de los cuerpos de seguridad del Estado, inicial rechazo de l*s vecin*s de los pueblos colindantes (desconfianza, pintas, etc.), proyectos de reestructuración ambiental…

Echando la vista atrás

Reconociendo una amplia tradición colectivista, señalaremos, empero, uno de los hechos que marcaron el proceso histórico revolucionario contemporáneo y otras iniciativas posteriores.
El primero de los hechos es el de la Revolución Española durante la guerra civil protagonizada por el movimiento libertario. Durante el periodo de confrontación las células anarquistas y anarcosindicalistas españolas, no dispuestas a renunciar a sus principios a pesar de las múltiples concesiones que hicieron, promovieron y construyeron una verdadera acción colectivizadora allí donde fueron mayoría, en numerosas ocasiones conjuntamente con la UGT. Aplicando sus fundamentos morales y sus planteamientos políticos (autogestión, asamblearismo, democracia directa, delegación mínima, acción conjunta, apoyo mútuo) y partiendo del individuo Social proyectado a la comuna y ésta a la libre federación, el ideario ácrata consiguió plasmar en práctica lo que venía siendo vertido desde mucho antes en la teoría libertaria y que en última instancia se plasmó en las resoluciones adoptadas en el Congreso Confederal de la CNT de mayo de 1936 (Zaragoza). El Comunismo Libertario encontró su máxima expresión en la propuesta del Congreso redactada por Isaac Puente. El levantamiento franquista no tardó en hacer que se pusiera en marcha a partir del 19 de julio en las formas de apropiación colectivas de latifundios y pequeñas y medias propiedades, de campos y fábricas, de teatros, de hospitales, de transportes públicos…

En segundo lugar, cabría señalar las experiencias colectivistas neorrurales más recientes en nuestra inmediata historia. Así, en la década de los 70-80 se desarrolló el Movimiento Alternativo Rural (MAR) que podríamos calificar de tintes ecopacifistas y que nació a modo de coordinadora a partir de un encuentro de pueblos rehabilitados. El MAR no fructificó, aunque sirvió para poner en contacto a gentes y proyectos y ver que no estaban sol*s ni aislad*s y que, paralelamente, el trabajo cotidiano no tenía por qué contraponerse a aspiraciones más ambiciosas. Posteriormente, en 1990 nacería la Federación Anarquista de Colectividades del Campo (FACC) que apenas duraría tres años. La iniciativa surgió como medio para organizar el apoyo mútuo en el campo y servir como factor de cambio en el medio rural. A la FACC pertenecieron Las Adelfas (Extremadura), Bikunieta (Gipuzkoa), Los Arenalejos (Málaga), etc. En la actualidad se mantiene la coordinación entre diferentes grupos de todo el Estado.

Situación actual

Hemos podido notar que las experiencias comunitarias son de la más diversa índole: familiares, colectivas, escuelas-pueblo, agroturismo, estables, irregulares, más o menos ideologizadas… la variedad aumenta si analizamos los casos internacionales a los que haremos una mínima referencia.

Quizá las experiencias más significativas, en la línea que venimos exponiendo las encontramos en dos focos: América Latina y Europa Occidental. En Latinoamérica llama extraordinariamente la atención la ocupación de tierras en toda Centroamérica y el sur de México (Estados de Oaxaca, Guerrero, Chiapas…) en gran parte canalizadas por movimientos político-sociales que lindan con las proclamas teóricas zapatistas, o bien comunidades, como los seringueiros o la más conocida del Movimiento de los Sin Tierra, ambos en Brasil. Estos casos están siempre protagonizados por estratos socialmente depauperados y en regiones en las que se ha llevado un estilo de explotación tradicional de la tierra paralela a unas formas diversas de reivindicación política que chocan abiertamente abiertamente con las formas caciquiles y reaccionarias de los grandes detentadores latifundistas.

En el ámbito europeo destaca especialmente el movimiento traveller, ubicado principalmente en las islas británicas y ligado a un cierto carácter neohippista, y el movimiento de los wagenburgs alemán más próximo al movimiento autónomo de la escena berlinesa. Tanto en uno como en otro las situaciones al día de hoy son dobles: por un lado la extensión de los movimiento y la alternativa al sistema imperante que representan; por otro, los obstáculos con que los respectivos gobiernos están dotando a sus sistemas legales (legislaciones prohibitivo-restrictivas) o por medio de la violencia estatal.

Luis Emilio Herrero Martínez
(Madrid)

NOTA: Por razones de espacio no hemos incluido, algunos apartados y las notas, que pueden matizar o explicar ciertas afirmaciones.

Algunas ocupaciones en la actualidad

Pontevedra: La Cavada, La Fraga-Baños
León: A Noitiña-Sobredo (El Bierzo, miembro de la FACC) / Mataveneros (en la línea del movimiento Rainbow; escuela libre) / Poibueno
Gipuzkoa: Bikunieta / Minas de Arditurri-Oiartzun
Nafarroa: Lakabe (diecisiete años de duración, doce adultos y catorce niñ*s, uno de los símbolos del movimiento) / Arizkuren
Huesca. Aineto / Artosilla / Ibort (Arrendados los tres por la dirección General de Aragón) / Sasé / Campol / Mipanas / Bergua / Morielo de San Pietro
Girona: funcionan gran número de comunidades y masías, como por ejemplo, Mas Molar o Monars. Existe además una cierta coordinación entre las casas de cuatro comarcas gerundenses desde hace algún tiempo fiestas, intercambio, apoyo mutuo…
Soria: Manzanares-Montejo de Tiermes / Abioncillo (pueblo-escuela)
Guadalajara: Matallana
Alacant: La Mariola-Alcoi
Badajoz: Las Adelfas, Villanueva de la Vera
Huelva: El Calabacino / Los Molinos
Málaga: Los Arenalejos-Alozaina
Tenerife: El Cabrito (La Gomera, explotación turística de un núcleo rural abandonado)

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