Ya antes de los sucesos del 19 y 20 de diciembre, y ante el deterioro cada vez más pronunciado de la situación económica e institucional, en algunos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, los vecinos comenzaron a juntarse, casi espontáneamente, en algunas esquinas para compartir inquietudes e instrumentar efectivas formas de protesta. En las dos semanas posteriores a la caída de Fernando De la Rua el fenómeno se multiplicó, surgiendo así alrededor de una veintena de asambleas barriales y una asamblea interbarrial, de reunión semanal, en la cual se coordinan las propuestas de las asambleas barriales y en la que participan una media de 3000 asambleístas autoconvocados de todos los barrios de la ciudad. Hoy, ya hay más de cincuenta asambleas funcionando tan solo en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en el Gran Buenos Aires (cordón urbano que rodea la ciudad, en donde se encuentra la mayor concentración demográfica del país) como en el resto del país, comienzan a darse los primeros pasos en este sentido.
Ante este fenómeno de incipiente democracia directa, inédito en la historia de este país, nos es preciso formular algunas consideraciones que surgen tanto de la participación como de la observación de dicho movimiento:
• La población mayoritaria de la ciudad de Buenos Aires, cuna del fenómeno en cuestión, pertenece a la clase media.
• Los movimientos de protesta y resistencia al actual modelo económico llevan varios años de gestación. La clase media, sin embargo, se mantuvo en general ajena a los mismos, adoptando una posición de acatamiento pasivo a las directivas emanadas de los poderes financieros, aceptando acríticamente el consenso creado por los medios masivos de comunicación en torno a la marginalidad de dichos movimientos de protesta, y aprovechando, en la medida de sus posibilidades, las “ventajas” que este modelo parecía brindarles.
• El motivo inicial de estos primeros “encuentros” entre vecinos fue el rechazo unánime al denominado “corralito financiero”, dispuesto por el entonces ministro de economía Domingo Cavallo. A grandes rasgos, dicho corralito consiste en la expropiación en favor de los bancos (y de grandes empresas, muchas veces asociadas a estos) de una parte sustancial del capital de cientos de miles de pequeños y medianos ahorristas, en un intento por salvar la caída de algunas instituciones bancarias. Estas medidas no solo significaron un golpe directo a la empobrecida clase media, en su momento principal sostén del gobierno de la alianza, sino que tuvieron además un efecto devastador sobre el consumo interno, profundizando una recesión de más de cuatro años de la economía local. Fue esta situación la que condujo a una clase media que se sentía decepcionada y utilizada por quienes se valieron de ella para llegar al poder, a reunirse en asambleas, materializando así un creciente descreimiento y rechazo para con las tradicionales formas de participación que las instituciones de la democracia representativa le ofrecían.
• Con el transcurso del tiempo (del poquísimo tiempo que lleva esto), las preocupaciones fundamentales de las asambleas se desplazaron del tema específico del “corralito” hacia cuestionamientos más globales del modelo económico y del sistema político. Al mismo tiempo comienza a insinuarse una suerte de acercamiento entre el movimiento de asambleas y el movimiento piquetero, éste último, de otra extracción socioeconómica, y con más años de lucha y resistencia al modelo neoliberal, ya que no al capitalismo en su globalidad. Consideramos este punto, la unión en la lucha entre asambleístas y piqueteros, como uno de los aspectos más interesantes y positivos de este proceso. Recordamos también que en la asamblea interbarrial se ha resuelto incluir delegados tanto de los piqueteros como de los trabajadores en lucha con la patronal o el estado, y librados a la suerte por los sindicalistas burócratas, como son los casos de los textiles de Bruckman o los ceramistas de Zanón, quienes en ambos casos han tomado las fábricas ante el cierre de las mismas por parte de sus respectivas empresas.
• Todo este movimiento asambleario es muy incipiente y recién está comenzando a caminar. En él coexisten vecinos sin ninguna experiencia de participación política junto a “experimentados militantes” de todo el espectro de la izquierda e, incluso, algunos mal camuflados “punteros” de los desprestigiados partidos tradicionales.
• Las asambleas funcionan, en general, en forma horizontal, con coordinadores rotativos, tiempos para hablar, etc. Los vecinos en ellas se expresan bastante libremente, pudiéndose escuchar intervenciones de todo tipo: la del vecino ingenuo que repite el discurso alienante de los medios masivos, la del ”militante abnegado” que repite el discurso alienante del partido, la del facho consecuente extasiado ante la bandera y el himno, algún discurso libertario y un amplísimo etcétera. Predomina, sin embargo, la voz del ”sentido común” y se percibe una marcada desconfianza y rechazo a todo lo que huela a instituciones, liderazgos o partidos políticos.
• Cada asamblea es autónoma del resto de las asambleas. Ninguna asamblea habla o decide más que por sí misma. Esta autonomía se refleja en la asamblea coordinadora interbarrial, donde de una forma tanto más cercana al federalismo que al centralismo, aunque con los lógicos defectos de todo naciente movimiento, todas las asambleas suelen tener las mismas oportunidades a la hora de exponer sus propuestas al resto.
• Otro rasgo que sería importante destacar, en este caso de la asamblea interbarrial, es que la coordinación de ésta es rotativa, es decir, todas las semanas rotan dos asambleas barriales en la función de coordinadores u organizadores de la interbarrial.
• Como último punto, cabe alertar sobre la fragilidad que pesa sobre estas asambleas; fragilidad sobre la cual remarcan constantemente los grupos que no se ven beneficiados con un ejercicio de democracia directa y popular para intentar minar un movimiento que, de llegar a arraigarse, haría temblar los cimientos putrefactos de muchas estructuras de poder. Esta fragilidad se percibe en aspectos tales como la falta de paciencia ante ciertas dificultades que surgen de una escasa práctica horizontalista, particularmente en momentos de tomar o votar resoluciones, sintiendo muchos que esta pérdida de tiempo es a su vez una pérdida de fuerzas; también en torno a la capacidad de poner en práctica dichas resoluciones, no logrando muchas veces el impacto deseado en las acciones.
Las resoluciones
Quizás un análisis de las resoluciones que tanto de las asambleas barriales como de la interbarrial surgen y se votan, ayudará a comprender mas acerca de este fenómeno novísimo a escala local, que se extiende con gran rapidez.
El hecho de que existan resoluciones contradictorias entre sí, creemos, refleja fielmente el carácter heterogéneo del movimiento asambleario, además de su comprensible inmadurez. Tomando como ejemplo la cuarta asamblea interbarrial, vemos cómo son votadas, al mismo tiempo, propuestas de carácter radical como es el caso de: “Que el pueblo gobierne a través de sus asambleas” o el caso de ”Anular el artículo 22 de la constitución, que impide al pueblo autogobernarse, pudiendo hacerlo sólo a través de sus representantes” con propuestas de carácter moderadas como “Quitarle los poderes extraordinarios al Jefe de gobierno de la Ciudad, Aníbal Ibarra”, o una anteriormente votada que exigía “Representación de las asambleas barriales en las cámaras legislativas con voz y voto”.
También se puede entrever a través de algunas propuestas cómo ciertos grupos, en especial la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores, en la coalición Izquierda Unida) y el P.O (Partido Obrero), intentan “dirigir” al movimiento asambleístico por sus cauces. Un ejemplo claro (y patético) de esto es cuando en la quinta asamblea interbarrial se votó afirmativamente por una propuesta que consistía en rodear al Congreso Nacional el 13/02, día en que se discutía si se aprobaba el presupuesto del ejecutivo para el año 2002, y cuando las asambleas se volcaron al Congreso vieron cómo previamente había sido montado un escenario desde el cual hablaron dirigentes de la CTA. Otros ejemplos salen rápidamente a la luz al revisar las propuestas a votar, notándose como algunas de estas son textuales “reivindicaciones partidarias”, como la convocatoria “a una Asamblea Constituyente, libre y soberana”, reivindicación del, a esta altura asfixiante, Partido Obrero.
Sin embargo, cabe destacar como algo importante y positivo, que las propuestas que a nuestro entender gozan de más frescura y originalidad surgen casi en su totalidad de los asambleístas no encuadrados en estructuras partidarias o sindicales, o al menos, no “lavados” por dichas estructuras y sus discursos moldeados. Mas no hay que dejar de remarcar el carácter ingenuo de muchas resoluciones, como aquella que propone “que el ocultar información por parte de un medio masivo de comunicación, sea sancionado por el código penal”, obviando la esencia misma de formadores del consenso que estos conglomerados y multimedios representan.
En cuanto al papel que el movimiento libertario o anarquista en general juega en estas asambleas, sería difícil marcar una línea de acción generalizada; creemos que incluso, sería innecesario. Muchos de los miembros de estas agrupaciones participan en estas asambleas, y desde algunos grupos, inmediatamente luego de los sucesos del 19 y 20 de diciembre, se intentó positivamente difundir e incentivar la creación de las asambleas barriales, aún cuando estas eran un fenómeno minúsculo y aislado. Días antes de la caída del presidente De la Rua, se le preguntó en un programa radial a Osvaldo Bayer, un reconocido escritor libertario, sobre quién debería liderar un inminente cambio en la situación política y económica del país. Bayer respondió que “las asambleas deben hacerlo, las asambleas de todos”, y esto suscitó un silencio casi burlón y atónito de parte de quien le había hecho la pregunta. Por aquellos días, pocos imaginaban que un movimiento de estas características podría surgir y propagarse con la espontaneidad y la fuerza con la que hoy lo está haciendo. Creemos que como anarquistas debemos defender y enriquecer un recurso y un espacio tan valioso como lo son estas asambleas, para a su vez enriquecernos nosotros con ellas, siempre que se mantengan sus características de horizontalidad, solidaridad, libertad de expresión, respeto por las otras asambleas, autonomía y coordinación en las distintas luchas. Casi sin saberlo, y a veces a pesar de nosotros mismos, estas asambleas levantan desde su inicio, si bien no de palabra, sí de hecho, históricas banderas libertarias como lo son el federalismo, la autonomía y la construcción de una alternativa desde abajo hacia arriba. Creemos que es nuestra tarea el impedir que estos principios se pierdan, se distorsionen, o, en el peor de los casos, sean sólo eso, principios, y no prácticas concretas.
Queda, por suerte, mucho por aprender, mucho por realizar, por mejorar y mucho por caminar.
Compañer@s de la Biblioteca Popular José Ingenieros
Ciudad de Buenos Aires, 22/02/2002
biblioteca_pji(at)yahoo.com.ar
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