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La vida pirata es la vida mejor… menos en Somalia

Martes 13 de octubre de 2009 por CEPRID

Agustín Velloso

CEPRID

¡Ah, los piratas!

Qué bien suena esta palabra y qué recuerdos nos traen de la niñez. Seres despiadados, sin escrúpulos, taimados y hoy en día con armas de repetición. Estamos deseando ver a los que -gracias a Garzón ¿quién si no?- nos harán una visita esposados dentro de poco.

Que se quiten los corsarios de la especulación urbanística y financiera, que se callen los filibusteros de las finanzas de los partidos políticos, que se ahoguen en el Mar Caribe los bandoleros de las SICAV, ya es hora de conocer a verdaderos piratas.

A diferencia de los primeros que, aunque salen en la televisión y son conocidos por todos, siguen en libertad, no parece que estos desconocidos se les vayan a escapar a los valientes jueces nacionales. Como se dice vulgarmente, tienen todas las papeletas: son negros, están a la cuarta pregunta, son musulmanes y se han atrevido a atacar a españoles.

Bien pensado, quizá los detenidos no estén tan apesadumbrados como podría parecer. En primer lugar, por fin comerán caliente tres veces al día y verán a un médico, probablemente por primera vez en su vida. Además, estarán a salvo de los misiles que lanza de vez en cuando Estados Unidos sobre su país y también de las balas que disparan etíopes y algunos compatriotas a sueldo del imperialismo.

Aunque les pese a los que ganan dinero y posición con el envío de barcos y aviones de guerra hacia las costas de Somalia, la realidad no es que ese país esté infestado de piratas que quieren sacar tajada de los pesqueros españoles que faenan en sus aguas y cercanías, sino más bien al contrario.

Quizá los pescadores españoles podrían perdonar a los somalíes el que no sepan diferenciar entre los que llegan a sus mares sin aviso ni permiso, si son pescadores de Bermeo para llevarse su riqueza, marineros de Estados Unidos en misión militar o trabajadores italianos para verter residuos nucleares.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los pescadores somalíes viven en uno de los países más empobrecidos del mundo, cuyos habitantes tiene una esperanza de vida al nacer de alrededor de 48 años, con más del 60 por ciento de analfabetismo y sin ley de escolarización obligatoria, con un 36 por ciento de niños menores de 5 años que no tienen el peso normal para esa edad, con medio millón de refugiados y uno de desplazados internos, con cientos de miles de personas en condiciones de vida similares a las de los anteriores… y con tanta carencia de todo, especialmente de sus derechos humanos.

La página web de Unicef dice que “las probabilidades de que un niño somalí sobreviva hasta la edad adulta están entre las más bajas del mundo. A esto se añade que las probabilidades de que la madre muera durante el embarazo y el parto están entre las más altas del planeta (debido a) enfermedades, deshidratación, malnutrición y carencia de agua potable. Sólo un 37 por ciento de la población tiene acceso a condiciones higiénicas adecuadas, mientras que abunda el cólera y la tuberculosis.”

Quizá los somalíes podrían perdonar a los pescadores españoles el que no sepan la diferencia entre pescar ilegítimamente en las costas de Somalia y en las de Noruega y que cada país tenga formas diferentes de defender lo que es suyo.

En el año 2005 la marina Noruega apresó un barco de arrastre gallego por pescar ilegalmente fletán azul en sus aguas. El comunicado noruego dice: “Durante la inspección descubrimos que el pesquero de arrastre español tenía grandes cantidades de fletán azul pescado ilegalmente y escondido a bordo. También descubrimos que la embarcación arrojaba pescado por la borda, explicó Steve Olsen, comandante-capitán y jefe del escuadrón norte de la guardia costera noruega, en un comunicado. En declaraciones a la edición digital del diario Aften Posten, Olsen llega incluso a calificar al pesquero de arrastre de... pirata.”

Y sigue: “El barco de la guardia costera Cabo Norte apresó al Monte Meixuerio y le mandó poner rumbo hacia la ciudad de Tromso, en el noroeste de Noruega; órdenes que, al parecer, desobedecieron los pescadores españoles.”

Quizá se podría perdonar a los noruegos el que sean tan pesados, ya que al día siguiente de ese apresamiento, 20 de noviembre de 2005, “la marina noruega apresa al segundo pesquero gallego en dos días. Es acusado de haber pescado más de cien toneladas de fletán azul al igual que el arrastrero vigués Monte Meixueiro detenido ayer.”

“El pesquero de arrastre Garoya Segundo es sospechoso de haber pescado fletán azul, señaló la marina noruega. El comunicado continúa diciendo que el capitán ha sido denunciado por proporcionar información incorrecta sobre las capturas al Directorio de Pesca-organismo responsable en Bergen- y por manipulación del diario de capturas”.

Tal vez se podría perdonar a los medios de comunicación españoles el que omitan durante estos días la historia de los barcos españoles apresados hasta la fecha, la cual se desarrolla en los siete mares, ya que lo han sido a mano de patrulleras de Noruega, Marruecos, Irlanda, Canadá, Sudáfrica, Reino Unido, etc.

Es algo irónico que los británicos se dediquen hoy a perseguir a piratas españoles, pero se les podría perdonar, porque Sir Francis Drake inspiró a Lope de Vega, a García Márquez y a algún que otro creador de los videojuegos que tanto entretienen a nuestros hijos.

En Somalia no hay gobierno digno de tal nombre desde comienzos de los años noventa, casualmente la época en que el dueño de los mares (y de la tierra y el espacio), el pirata más grande de todos los tiempos, el presidente de Estados Unidos, ordenó realizar una intervención militar en el país, con la que logró quebrar definitivamente su médula espinal.

El presidente de Somalia, Siad Barre, fue cliente de los soviéticos en los años setenta, lo que no fue impedimento para que Estados Unidos lo apoyase en los años ochenta. Cuando la Casa Blanca decidió dar su apoyo a los señores de la guerra en la década del 2000 para luchar contra los islamistas, tampoco tuvo ningún problema.

Se podría perdonar a los occidentales el que únicamente recuerden la muerte de 19 marines que participaron en la operación militar de Mogadiscio –gracias desde luego a que Hollywood hizo una película sobre los hechos-, pero los somalíes no han olvidado que unos 1000 compatriotas suyos fueron abatidos por soldados de Estados Unidos.

A pesar de dirigir una dictadura sangrienta, Barre contó durante años con la ayuda internacional al desarrollo estadounidense, lo cual significa principalmente armas para que se maten los beneficiarios entre sí y apoyo político para justificar las muertes según la amenaza en boga en cada momento: comunismo, tráfico de drogas, extremismo islamista, luchas tribales, etc.

A esta actividad típicamente estadounidense, se añade la inundación del mercado alimentario somalí con cereales subvencionados y otras intervenciones por intereses petroleros y geopolíticos, lo que da como resultado una nación destrozada física y moralmente, en la que sólo florece la lucha por la supervivencia, que lógicamente gana el más fuerte.

Los mares somalíes tampoco se han librado de la intervención extranjera. Como señala a principios de 2009 Johann Hari en The Independent, con su artículo “Le están mintiendo sobre los piratas”, varios países occidentales han aprovechado la ausencia de Estado en Somalia para verter residuos nucleares en las profundidades oceánicas. Las consecuencias para la población son como las de las guerras que sufren en tierra, aunque de más larga duración.

Para colmo de desgracias, los pescadores somalíes han de observar desde la costa a enormes barcos-factoría con banderas extranjeras que se llevan toneladas de pescado, cuando ellos apenas consiguen arrancar al mar, con sus chalupas, unos kilos para ir tirando. Quizá podrían ser perdonados por no querer que sus hijos se mueran ante sus ojos por no poder disponer de los recursos que otros se llevan para los suyos.

Los españoles que pescan en aguas de Somalia y sus alrededores y los que se comen esa pesca en España podrían ser perdonados por querer algo tan sencillo y tan razonable como faenar en paz y comer proteínas respectivamente. También se les podría perdonar el que voten a políticos que les garanticen a cualquier precio, la vida otros incluida, el trabajo y la comida.

También se podría perdonar a esos dirigentes nacionales por aliarse con sus vecinos con el fin de enviar varios buques de guerra apoyados por aviones de combate a disputarles la comida a los desharrapados somalíes, en lugar de pagar antes los derechos de pesca o incluso las multas después si se hacen trampas, como ha sucedido en muchas ocasiones con barcos españoles.

Lo que resulta imposible de perdonar es que, sabiendo cómo se machaca de forma inmisericorde a los somalíes, se les culpe y persiga cuando lo que hacen es defenderse de los verdaderos piratas. Los piratas han sido tradicionalmente bien considerados por el pueblo, las películas y las novelas; desde que copan el gobierno, el parlamento y las multinacionales, dan asco.

Gracias a Ignacio Gutiérrez de Terán, autor de "Somalia, el abismo insondable", por sus sugerencias.

Agustín Velloso es profesor de Ciencias de la Educación de la UNED en Madrid avelloso (arroba) edu.uned.es


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