CEPRID

Níger, neocolonialismo y la geopolítica militar en África

Jueves 10 de agosto de 2023 por CEPRID

Misión Verdad

Los oficiales al frente del Consejo Nacional por la Salvaguarda de la Patria (CNSP) en Níger alegan que el golpe de Estado contra el presidente Mohamed Bazoum se debió al "continuo deterioro de la situación de seguridad" y la "mala gestión económica y social". Los hechos en el terreno les dan la razón, habiendo una crisis producto de la emergencia de grupos yijadistas en la nación nigerina y en los países vecinos que, juntos, conforman el territorio geográfico del Sahel, rico en minerales, recursos energéticos y estratégicos.

La mayoría de informes y reportes resaltan dicha región, en el costado norte de África, como un epicentro del yijadismo africano. Las actividades de grupos extremistas como Ansar Al-Din (Mali) y Boko Haram (Nigeria) han expandido la inestabilidad gubernamental en esa área, según lo indica el Índice Global de Terrorismo en su edición 2023.

Todos los intentos de potencias foráneas en el continente africano para combatir el terrorismo han estado marcados por los reveses y las frustraciones, pues en donde aquellas organizaciones eran enfrentadas, recrudecía la violencia y el comercio ilícito.

Así, el fracaso de la Coalición por el Sahel, programa liderado por Francia junto con Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger, creado en 2020, ha minado la posición del país europeo en África. Además de despertar un sentimiento generalizado antifrancés en la población otrora colonia, los esfuerzos de guerra contra el terrorismo no han aliviado la situación, lo que ha producido la movilización de las tropas extranjeras en los países mencionados en el punto anterior.

Este debilitamiento ha sido aprovechado por las principales potencias en disputa en el escenario internacional: Estados Unidos, China y Rusia. Los dos últimos se han volcado en establecer relaciones de cooperación en las áreas de diplomacia y relaciones internacionales, economía, finanzas, comercio y seguridad —los asiáticos llevan tres décadas forjándolas—. El primero ha estado involucrado en los campos de inversión financiera en recursos estratégicos y su despliegue militar ha colmado casi todo el continente africano.

Africom (Comando África de Estados Unidos) se ha estado escabullendo sigilosamente ante los ojos del planeta. El periodista Nick Turse tiene más de una década reportando los movimientos del Pentágono en África, donde ha tenido un papel destacado en los principales problemas de desestabilización y caos, aun cuando afirme estar en el negocio de la "prevención de conflictos".

La sede de Africom se encuentra ubicada en Stuttgart, Alemania, porque todos los países africanos se niegan a radicarla.

Creado en 2007 durante la administración de George W. Bush, y en plena operatividad desde 2008, Africom fue fundado para delegar y ampliar las operaciones del Comando Central (Centcom) en el continente, donde ya el ejército estadounidense tenía una presencia importante en la región oriental, en específico Etiopía, Eritrea, Kenia, Somalia, Sudán del Sur y Yibuti. En la actualidad, Estados Unidos tiene operaciones en todos los países menos Egipto, que sigue siendo responsabilidad del Centcom.

Su huella está marcada por crímenes de guerra —por ejemplo, el bombardeo de civiles—, operaciones secretas y encubiertas —Estados Unidos realizó en la década de 2010 al menos 36 operaciones en África, muchas sin consultar al Congreso ni al Senado—, agresiones raciales y sexuales de sus tropas en el terreno y otro montón de denuncias más.

La relación que hace Turse en su libro “Tomorrow’s Blattefield” (2015) entre las guerras secretas de Africom y los múltiples conflictos étnicos, religiosos, económicos y financieros en todas las regiones africanas, incluido el Sahel, confirma que Estados Unidos tiene una agenda de desestabilización. Donde inicia operaciones antiterroristas, nacen nuevas células de grupos extremistas.

Desde que el gobierno de George W. Bush declaró la "guerra contra el terrorismo" en 2001, "el número de grupos terroristas que amenazan a los estadounidenses y sus intereses, según el Departamento de Estado, se ha más que duplicado", explica Turse en un reportaje de enero de 2022.

Estados Unidos hace uso de una ley, la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF, por sus siglas en inglés) de 2001, que ha sido ampliada por cuatro gobiernos sucesivos y autoriza al ejército estadounidense a "entrenar y equipar fuerzas extranjeras en cualquier parte del mundo", así como da luz verde al Pentágono a "brindar apoyo a fuerzas extranjeras, paramilitares y particulares, que a su vez apoyan las operaciones antiterroristas de Estados Unidos", lo que da discreción a la rama ejecutiva para iniciar guerras sin aprobación del Congreso. Los programas incluyen operaciones en Camerún, Egipto, Kenia, Líbano, Libia, Mali, Mauritania, Níger, Nigeria, Somalia, Siria, Túnez, Afganistán, Irak y Yemen, donde han desplegado tropas de forma encubierta y librado guerras secretas usando como justificación la guerra contra el terrorismo.

El periodista Jim Lobe reportó en noviembre de 2022 que "cuatro soldados estadounidenses fueron desplegados en Níger bajo un programa de ’cooperación de seguridad’ conocido como Sección 333, que autoriza al Pentágono para ’entrenar y equipar’ fuerzas extranjeras en cualquier parte del mundo. No obstante, su presencia en el campo fue avalada bajo una orden ejecutiva permanente, o Exord, que permite a las fuerzas estadounidenses participar en combate bajo circunstancias particulares, una autoridad paralela de la cual el Congreso no había sido informado previamente. El incidente sorprendió a los legisladores, quienes desconocían que las tropas de su país estaban operando sobre el terreno de Níger".

La opacidad con que se mueve Africom está siendo develada por el periodismo —realmente— independiente. El mismo Turse ya ha demostrado el nexo de Estados Unidos con el entrenamiento de oficiales que han liderado golpes de Estado exitosos desde 2008: Burkina Faso, Mali, Guinea, Mauritania y Gambia, además de exponer la existencia de bases militares de bajo perfil, operaciones secretas de espionaje y misiones clandestinas. Todo ello ha creado un escenario de constante implosión en diferentes regiones africanas.

Siendo el Sahel uno de los puntos más calientes en cuanto a terrorismo, y teniendo en cuenta que sus operaciones en Burkina Faso, Mali y Níger trajeron como consecuencia una mayor explosión de violencia y caos, se entiende la animosidad de los oficiales que han tomado el poder a la fuerza en sus respectivos países en nombre de la seguridad y la estabilidad, a favor de la expulsión de tropas y bases extranjeras —en Níger está la base estadounidense de drones más grande del continente, así como personal militar francés, alemán e italiano por cantidades de miles— y de la participación china y rusa en términos de seguridad estratégica—pero también economía y finanzas—.

En la reciente cumbre Rusia-África en San Petersburgo, el presidente Vladímir Putin firmó acuerdos de cooperación técnico-militar con más de 40 países africanos para proporcionarles armas y equipos militares. Algunos de estos tratados incluían la prestación de servicios gratuitos —por ejemplo en Burkina Faso— en el marco de la lucha contra el terrorismo promovido por los mismos Estados, sin asistencia de Africom, Francia u otra potencia europea.

Se debe mencionar la participación del Grupo Wagner, la compañía militar privada rusa de Yevgueny Prighozin —ahora residenciado en Bielorrusia tras un motín fallido contra el Ministerio de Defensa ruso—, en Argelia y otros países africanos, pues ha proporcionado ayuda en la estabilización de varios focos de conflicto armado en la región del Sahel. Los contratos de seguridad con los rusos incluyen Wagner como un factor de peso en las operaciones de asistencia militar en el extranjero, como lo vimos en la batalla de Artyomovsk/Bajmut en la guerra en Ucrania.

Por otro lado, China mantiene una relación amplia con el G5 Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) mediante acuerdos de seguridad con el envío de armas, fondos monetarios y de contratistas de seguridad —rusos también—. Si bien la Federación eslava provee un marco amplio de seguridad para los países interesados en la lucha contra el terrorismo bajo otro orden de ideas, visión y estrategias, China alimenta el aspecto infraestructural y digital a la ecuación, de acuerdo con un esquema de inversiones —por el valor de los 2 billones de dólares en los últimos 10 años— en aras de preservar los intereses de Beijing en la región.

La disputa geopolítica y geoeconómica de África, y del Sahel en específico, involucra los elementos de seguridad, economía y finanzas, caros a la hora de pensar en la estabilidad que pregonan los gobiernos que llegaron a través del golpe militar. China y Rusia parecieran estar ganando el pulso de cara a la escena internacional mediante la cooperación del tipo multipolar. Estados Unidos, por su parte, y en vista del debilitamiento de Francia en la región, intenta participar en el tablero africano con la Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global con el objetivo de "movilizar 600 mil millones de dólares para 2027" en toda África, además de continuar con sus operaciones militares a través de Africom, de las cuales un gran porcentaje no son reportadas ni coordinadas con los países donde ocurren.

La clave energética es un variable nodal en este tablero de juego. El choque entre bloques, el atlántico y el euroasiático, ha generado una irrupción de las cadenas de suministro y los proyectos de conectividad relacionados con el flujo de petróleo y gas en Europa y sus adyacencias transfronterizas producto de la guerra de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) contra la Federación de Rusia. Los efectos del conflicto ruso-ucraniano llegan hasta África, con la desestabilización política de la ruta gasífera construida para el gasoducto transahariano, ideado para conectar desde Nigeria hasta Argelia —es decir, cruzando el Sahel—, con salida hacia la UE.

En este despliegue de territorio se encuentra uno de los epicentros geopolíticos y geoeconómicos más importantes del mundo. El foco en Níger está determinado, en parte y geopolíticamente, por las circunstancias aquí presentadas, aquellas que han motivado las acciones de los militares patriotas que están tomando el poder en el Sahel, urgidos de un proyecto integral panafricano con voz propia ante el concierto internacional. Se trata de uno de los episodios geopolíticos más importantes de la presente década.


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