CEPRID

Prematura celebración de Israel: los ciudadanos de Gaza han cruzado la frontera del miedo

Jueves 24 de mayo de 2018 por CEPRID

Ramzy Baroud

MEMO

El 15 de mayo 60 palestinos fueron asesinados en Gaza tan sólo por manifestarse y exigir su derecho al retorno garantizado por el derecho internacional.

Otros 50 han sido asesinados desde el 30 de marzo, cuando comenzó la ‘Gran Marcha del Retorno’, que marca el Día de la Tierra.

Cerca de 10.000 han resultado heridos y mutilados entre estas dos fechas.

‘Israel tiene derecho a defenderse’ declararon oficiales de la Casa Blanca, sin prestar atención a la ridiculez de estas palabras dentro del contexto actual de una lucha desigual.

Los manifestantes pacíficos no amenazaban la existencia de Israel; los niños que tiraban piedras no iban a abrumar a los cientos de francotiradores israelíes que dispararon, asesinaron e hirieron a los jóvenes de Gaza sin ningún límite legal o moral.

Laila al-Ghandour, de 8 meses, fue una de las 60 personas asesinadas el 15 de mayo. Se asfixió debido al gas lacrimógeno israelí. Muchos como ella resultaron heridos o fueron asesinados a cierta distancia de la frontera.

Algunos fueron asesinados simplemente por andar cerca, o por ser palestinos.

Mientras tanto, Ivanka Trump, la hija del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, marcaba el comienzo de una nueva era de las relaciones internacionales cuando ella y sus acompañantes inauguraron la nueva embajada estadounidense en Jerusalén.

Ella era todo sonrisas mientras que, en ese mismo momento, cientos de habitantes de Gaza eran abatidos en la frontera. Los hospitales, ya en ruinas, no tienen espacio para la mayoría de los heridos. Se desangraron en los pasillos mientras esperaban atención médica.

Ivanka nunca ha estado en Gaza – y es poco probable que llegue a visitarla y que sea bienvenida allí. Los ciudadanos de Gaza no están registrados en su consciencia moral, si tiene alguna más allá de sus intereses inmediatos, como personas que merecen derechos, libertad y dignidad.

En la frontera, muchos niños de Gaza se han pintado el cuerpo de azul y se han hecho disfraces caseros que imitan a los personajes de la película de Hollywood ‘Avatar’. Esperaban que ocultando su piel morena el mundo se identificara más con su lucha y su sufrimiento.

Pero cuando les dispararon, su sangre les delató. Aún eran humanos, aún eran de Gaza.

La comunidad internacional ya ha condenado la decisión de Trump de desplazar la embajada de su país a Jerusalén, y ha declarado como ‘nulo y vacío’ su reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, pero, ¿irá todo esto más allá de meras palabras?

¿Se quedará la comunidad internacional atrapada entre comunicados vacíos y falta de acción? ¿Llegará realmente a reconocer la humanidad de Laila al-Ghandour y de todos los demás niños, hombres y mujeres que perecen bajo los cielos sitiados de Gaza? ¿Alguna vez le importará tanto como para hacer algo?

La situación de los palestinos se ve agravada con la carga de tener un ‘gobierno’ inútil. El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, últimamente ha estado ocupado exigiendo la lealtad de los palestinos ocupados de Cisjordania. Se han desplegado enormes carteles y pancartas por todas partes, en las que familias, asociaciones profesionales, sindicatos y empresas han anunciado con grandes letras la “Renovación de la Lealdad y el Apoyo al Presidente Mahmoud Abbas”.

‘¿Renovación?’ El mandato de Abbas expiró en 2009. Además, ¿es esto lo que Abbas y su partido, Fatah, consideran el problema más importante, mientras su pueblo es masacrado?

Abbas teme que Hamas esté usando la sangre de las víctimas de Gaza para impulsar su popularidad. Irónicamente, es una preocupación que comparte con los líderes israelíes, como el portavoz del ejército israelí, el teniente coronel Jonathan Conricus. Este último afirmó que Hamas ha ganado la guerra de relaciones públicas en la frontera de Gaza con creces.

Esta propaganda es tan falsa como racista; sin embargo, ha persistido durante demasiado tiempo. Propone que los palestinos y los árabes carecen de agencia humana. Son incapaces de movilizar y organizar sus acciones colectivas para exigir sus derechos. Sólo son peones, marionetas en manos de las facciones, que se sacrifican en el altar de las relaciones públicas.

A Conricus no se le ocurrió mencionar que, quizás, su ejército perdió la ‘guerra de relaciones públicas’ porque disparó brutalmente a miles de civiles desarmados que no hicieron nada más que reunirse en la frontera y exigir el fin de su asedio perpetuo; o que, tan sólo quizás, la guerra de relaciones públicas se perdió porque los altos cargos de Israel anunciaron orgullosamente que la masacre de los ciudadanos de Gaza es juego limpio, ya que, según el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, “no hay inocentes en Gaza”.

Ivanka pasará a la historia de Israel como una heroína. Pero la Resistencia Palestina no la impulsa ni la domina Ivanka, sino los sacrificios de los propios palestinos, y con la sangre de Laila al-Ghandour, que ni siquiera pudo disfrutar de la celebración de su primer cumpleaños en la tierra sitiada de Dios.

El gobierno de EEUU se ha pasado descaradamente al lado equivocado de la historia. Mientras sus oficiales atendían a fiestas, galas y celebraciones por el traslado de la embajada, ya fuera en Washington o en cualquier otra parte, los palestinos cavaban otras 60 tumbas y asistían a otros 60 funerales.

El mundo lo vislumbró con horror, y ni siquiera los medios occidentales pudieron ocultarles a sus lectores la fea verdad. Los dos actos – el de las fiestas fastuosas y el de los entierros desgarradores – se transmitieron por todo el mundo, y la reputación ya defectuosa de Estados Unidos se hundió más y más.

Puede que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, piense que ha ganado. Apoyado por su gobierno y sociedad de derechas por un lado y por Trump y por Nikki Haley, su secuaz en la ONU, por el otro, se siente invulnerable.

Pero debería replantearse su lógica impulsada por el poder. Cuando los jóvenes de Gaza llegaron a la valla fronteriza con el torso desnudo, cayendo uno tras otro, cruzaron la frontera del miedo, una frontera que no había cruzado ninguna generación de palestinos. Y cuando el pueblo no tiene miedo, no puede ser sometido.


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