CEPRID

¿Un movimiento sísmico en Oriente Medio? Los secretos del acuerdo histórico USA-Irán

Domingo 29 de diciembre de 2013 por CEPRID

Marc Vandepitte

www.michelcollon.info

Traducido al castellano por Red Roja de la traducción francesa del holandés de Anne Meert para Investig’Action

De enemigos declarados a aliados

El 24 de noviembre último, Estados Unidos e Irán concluían un acuerdo histórico. A cambio de una reducción de las sanciones, Irán recortaría y pondría bajo control su programa nuclear. El simple hecho de que los ministros de Asuntos exteriores de ambos países hayan querido encontrarse abiertamente era impensable hace unos meses y menos aun al principio de la república islámica.

Los últimos sesenta años, las relaciones entre ambos países han sido especialmente tumultuosas. En 1953, para hacerse con el control de las riquezas petroleras iraníes, Estados Unidos y Gran Bretaña colaboraron en el derrocamiento del gobierno elegido de Mossadegh. El Sha gobernó con mano de hierro con el apoyo de EE UU. Finalmente en 1979 tuvo que ceder el poder a la revolución islámica. Después de esta revolución, EE UU sufrió el asalto de su embajada y la toma como rehenes de su personal.

Desde entonces Irán y EE UU son enemigos jurados. Al principio de los 80, cuando Iraq atacó con gas tóxico a centenares de miles de iraníes, sobre todo originarios de EEUU, la Casa Blanca miró para otro lado. En 1983 el ejército de EE UU fue expulsado del Líbano mediante un atentado bomba homicida que mató a 241 marines. Detrás del atentado estaba Hezbollah, el aliado más cercano de Irán en el Líbano. En 1986 el presidente Reagan quedó en muy mal lugar a causa del escándalo de Irangate. Desde el 11 de septiembre, Irán está en la lista del “Eje del Mal” (1).

En 2003 la invasión de Iraq redistribuyó las cartas en la región. Sadam Hussein, principal adversario de Irán fue eliminado y los chiitas llegaron al poder. Iraq dejó de ser un enemigo hereditario y pasó a ser un aliado. En ese momento Irán ya tenía mucha influencia en Siria, en el Líbano (Hezbollah) y en Palestina (Hamas). Y al revés, EEUU perdía gradualmente su influencia en Iraq. La hegemonía regional se inclinaba hacia Teherán.

No es casualidad que la controversia a propósito del programa nuclear iraní comenzara por entonces. La cuestión nuclear era por excelencia la palanca de Washington para restringir la influencia creciente de Irán y poner al país de rodillas.

Irán nunca tuvo ni tiene la intención de fabricar una bomba atómica a corto plazo (2). Llegar a tener un arma nuclear no es un objetivo esencial para las autoridades iraníes. Por otro lado, el país no está en disposición de lograrlo inmediatamente. Ni tiene suficiente uranio empobrecido, ni misiles fiables de un alcance significativo, como tampoco una fuerza aérea suficientemente equipada para alcanzar Israel. Si no fuera así, hace tiempo que Israel hubiera bombardeado sus instalaciones nucleares (3).

La primera resolución de Naciones Unidas relativa al programa nuclear iraní data de julio de 2006. Desde entonces, Washington ha hecho todo por aislar al país y arruinarlo. En 2003 y después en 2009, Irán había presentado propuestas tendentes a llegar a un acuerdo con EE UU, pero Washington las rechazó en ambos casos (4). Al final, después de todo, llegaron a ello…

No es la primera vez que Washington concluye un pacto con “el diablo”. Roosevelt colaboró (por un tiempo) con Stalin para derrotar a la Alemania nazi, y Nixon, después de la derrota de Vietnam, se puso de acuerdo con Mao para debilitar a la Unión Soviética.

En geopolítica, los principios o la ideología no juegan un papel muy importante; se trata de interés puro y duro. Y éste es el caso, una vez más. Echemos un ojo sobre estos intereses y sobre la cuestión de saber por qué las dos partes dieron tamaño giro y por qué ahora. Veremos también las ventajas que ambos países esperan obtener de este acuerdo.

Razones de Estados Unidos

Comencemos por EE UU. Cinco factores por lo menos explican por qué Washington buscaba un acuerdo y una colaboración con Teherán.

Sobreexplotación

El primer gobierno de Bush era un auténtico gabinete de guerra (5). Quería hacer plegarse a los países indisciplinados del Medio Oriente y de África. Desde el 11 de septiembre el objetivo de los cinco próximos años era, después de la conquista de Afganistán, “destruir” otros siete gobiernos: Iraq, Siria, el Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. Pero Iraq y Afganistán desembocaron en un fracaso militar. Además de una catástrofe económica. Ambas acciones le costaron más del doble de la guerra contra Vietnam (6).

La guerra contra el terrorismo resultó palmariamente para EE UU un puente demasiado largo. La desilusión fue inmensa y Obama salió elegido con la promesa de retirarse de Iraq y de Afganistán. En el mismo contexto, un ataque militar contra Siria fue finalmente anulado (7).

Menor interés por el Medio Oriente

Hasta hace muy poco tiempo, el Medio Oriente tenía una importancia vital para el aprovisionamiento petrolero de EE UU. Pero cada vez lo es menos, gracias al desarrollo propio del gas de esquistos y de arenas bituminosas, así como a la explotación de grandes yacimientos en Canadá. Estados Unidos actualmente es el productor de gas y petróleo con el mayor crecimiento a nivel mundial. La importación de petróleo del Medio Oriente irá disminuyendo en casi un 40% de 2011 a 2017. Hacia 2020 EE UU llegará a ser exportador de gas natural (8).

El foco sobre China

En 1992, un año después de la caída de la Unión Soviética, el Pentágono declaraba: “Nuestro primer objetivo es impedir que un nuevo rival surja en la escena mundial. Debemos desviar a los potenciales concurrentes incluso simplemente a los que pretendan jugar un papel más importante a nivel regional o mundial”. Es la doctrina mantenida por no importa quién sea el presidente (9).

Esto hoy hace pensar en primer lugar en China. Para Hillary Clinton, la atención estratégica de EE UU debía centrarse en Océano Pacífico: “El futuro de la política se decidirá en Asia, no en Afganistán o en Iraq. Y Estados Unidos estará exactamente en el centro de la acción”. En un debate televisado con Romney, Obama, más explícito, calificaba a China de adversario (10).

Y no son sólo palabras. Todo alrededor de China EE UU tiene tropas, bases militares, puntos de apoyo o centros de entrenamiento en 17 países o zonas marítimas: Tayikistán, Kirguistán, Afganistán, Pakistán, Mar de Arabia, Océano Índico, Estrecho de Malaca, Australia, Filipinas, Océano Pacífico, Taiwán, Corea del Sur, India, Bangladesh, Sri Lanka, Nepal y Malasia. Están previstas nuevas bases en Tailandia, en Vietnam y en Filipinas. Tiene colaboración militar con Mongolia, Uzbekistán, Indonesia y recientemente con Birmania. De aquí a 2020 el 60% de la flota americana estará estacionada en la región. Si miramos un mapa, no exageramos si decimos que China está militarmente cercada (11).

Una radicalización amenazante

Un cuarto factor es la radicalización de los yihadistas sunitas en la región. En Siria, milicias extremistas han metido mano y EE UU no puede controlarlas (12). En Iraq, 5000 personas han sido asesinadas por Al-Qaida sólo en los seis primeros meses del año. En el Líbano, igualmente, la situación está apunto de ser incontrolable (13)

En el pasado, con mucha frecuencia el Pentágono ha colaborado estrechamente con grupos islámicos extremistas. Fue el caso de Afganistán en los años 80, en Bosnia en los 90, poco más tarde en Kosovo y recientemente en Libia y hoy en Siria. Pero a condición de que Washington llevara ventaja en ello. Washington está dispuesto a ayudar a hacer caer el gobierno pro-iraní en Líbano y en Siria, pero no para reforzar a los yihadistas trasnacionales, y menos aun para dejarse coger los dedos en los emiratos fundamentalistas. Jordania seguiría rápidamente con lo que Israel quedaría rodeado por regímenes extremistas. Es un escenario de pesadilla (14). A los ojos de Washington, los extremistas sunitas han llegado a ser un factor demasiado poco controlado y por ende un riesgo para la región.

Aliados regionales

Un quinto factor concierne a los aliados regionales de EE UU . Después de la “primavera árabe”, un cierto número de regímenes autocráticos de la región se han vuelto socios dudosos o débiles. Es el caso en primer lugar de Egipto, pero también del Yemen, de Jordania, de Bahréin y de Túnez. Y esto vale también para Arabia Saudita que además se encuentra en un delicado proceso de cambio de generación (15).

Washington había esperado que Pakistán fuera un apoyo importante para controlar la situación en Afganistán después de la salida de las tropas. Pero la guerra ha fuertemente debilitado a Pakistán y el país está enfrentado a una desestabilización interna a causa de los yihadistas (16).

Vienen detrás Afganistán e Iraq. En estos dos países, fueron instalados en el poder regímenes socios de EE UU. Pero parece que no están siendo tan dóciles como era de esperar. Cada vez más siguen sus propias iniciativas independientemente de la Casa Blanca y muchas veces en abierta contradicción. En este sentido Iraq, por ejemplo, rechazó abrir su espacio aéreo a EE UU para bombardear a Siria mientras que los iraníes pueden usarlo tranquilamente para asistir al ejército sirio (17)

Ventajas para Estados Unidos

Es la conjunción de estos cinco factores la que explica por qué EE UU venía buscando un acercamiento a Irán. Ya no está en condiciones de dominar unilateralmente el mundo entero ni de elegir y controlar a sus aliados a la carta. Dosificar y equilibrar, ése es el mensaje. Zbigniew Brzezinski, super-consejero de varios presidentes de EE UU y jefe de orquesta de la política exterior de Washington en estos momentos, lo expresa así: “La nueva realidad es que ninguna de las grandes potencias está en condiciones de “dominar” Eurasia y por tanto, de “gobernar” el mundo. El papel de América, sobre todo después de haber perdido veinte años, debe ser ahora más sutil y jugar sobre todo en las nuevas relaciones de fuerza en Eurasia” (18)

Gracias al acuerdo con Irán, Washington obtiene mayor holgura (militar) para concentrarse en otras regiones, en particular en la región del Océano Pacífico (19). No es que EE UU vaya a retirarse de la zona, sino que no quiere mantener una fuerte presencia militar que además de inútil, le impediría alcanzar otros objetivos prioritarios (20).

Una colaboración con Irán le permitirá manejar mejor la situación en Siria, sobre todo la amenaza yihadista. Y lo mismo la situación en Afganistán para después de la retirada de una buena parte de sus soldados en 2014 (21). El apoyo de Teherán le es igualmente indispensable para mejorar la situación en Iraq, en el Líbano y en Palestina (22). Finalmente, la colaboración con Irán hará disminuir la influencia de Rusia en la región después del 11 de septiembre. Es todo lo que va ganando Washington (23).

No es la primera vez que Teherán y Washington colaboran para contrarrestar a los yihadistas extremistas. Ocurrió ya en Iraq y en Afganistán respectivamente contra Al-Qaida y los Talibanes. Pero se trataba en cada ocasión de una colaboración táctica que no cambiaba nada la actitud globalmente hostil entre ambos y no tenía impacto alguno en las alianzas de EE UU en la región. Esta vez estamos ante una colaboración estratégica que redistribuye las cartas en el Medio Oriente (24)

Con este acercamiento EE UU busca un equilibrio estratégico entre chiitas y sunitas. Ninguno de estos dos campos debe llegar a ser demasiado poderoso para prevalecer sobre el otro. Un Islam dividido cuyos polos aseguren el equilibrio y se neutralicen mutuamente juega el papel perfecto para el juego de Israel y EE UU. Es la estrategia del “divide y vencerás”, que tan buenos resultados siempre ha dado (25).

Ventajas para Irán

La invasión de Iraq no sólo fue una derrota para EE UU, sino que hizo bascular las relaciones de fuerza regionales a favor de Teherán. Iraq, el principal país chiita después de Irán, cayó en la esfera de influencia de Teherán. Siria y el Líbano ya estaban en esta esfera, y en Gaza también Teherán hacía valer su influencia vía Hamás. El país se ha desarrollado como gran potencia regional. El presidente Ahmadinejad (2005-20013) llevó a cabo una política exterior radical y segura (26).

Tres factores zapan esta posición reforzada: la guerra de Siria, la situación en Iraq y las sanciones económicas.

La guerra en Siria

Siria es la línea del frente en la lucha suno-chiita dentro del Islam con, a grandes rasgos, Irán de un lado y del otro, los sunitas de los países árabes y de Turquía. En este sentido es evidente que Irán hace todo lo posible por sostener a Assad. Pero esta guerra le está costando cara a un país sometido como lo está Irán a un embargo económico, con un coste evaluado en unos 9 mil millones de dólares al año (27).

Además, la guerra civil de Siria está evolucionando de una manera lamentable. Tolerados o apoyados por los estados del Golfo y Turquía, los yihadistas radicales tomaron rápidamente ventaja en el seno de las milicias. Siria se ha convertido en un vivero de combatientes islámicos sunitas ultra-radicales, bien entrenados y bien organizados. Esto es extremadamente alarmante para Teherán, tanto más cuanto que este foco extremista amenaza con extenderse al Líbano (28).

El caos en Iraq

En Iraq la situación evoluciona favorablemente para Teherán. Lenta pero inexorablemente, el país se cae en pedazos y el primer ministro chiita Maliki ya no lo controla. En el norte, el Kurdistán es semiindependiente. En muchas ciudades del centro del país el ejército se ha retirado y los sunitas radicales dictan la ley. En su lucha contra Al-Qaida, Maliki firmó una alianza con los jefes de los clanes más sunitas, pero éstos acaban de abandonar esta alianza. El gobierno central no tiene soberanía total más que en el sur chiita (29).

La esfera de influencia fuerte sobre la que Teherán había apostado no se ha conseguido. Con la guerra en Siria y la subida de yihadistas radicales en Iraq, Irán está hoy a la defensiva. Desde 2003 el país está cercado por las tropas USA o los yihadistas radicales.

Las sanciones económicas

Desde 2006, EE UU y la Unión Europea vienen apretando poco a poco el embargo contra Irán. Este embargo afecta no sólo al comercio sino también a las inversiones extranjeras, a lo que se suman los intentos de Estados Unidos para excluir a Irán del sistema bancario internacional (31).

Las repercusiones son catastróficas. Las sanciones cada vez son más dolorosas, sobre todo en estos dos últimos años. La inflación es del 40% sobre una base anual y el paro juvenil se eleva al 28%. Desde 2005 la pobreza ha pasado del 22 al 40%. En estos momentos, los ingresos del petróleo son inferiores al 60% de lo que eran en 2005. El valor del rial ha disminuido en un 70% y sólo en 2012 las reservas exteriores pasaban de 110 a 70 mil millones de dólares. En 2012 el PIB bajó en un 5,4 % (32).

En última instancia la situación es insostenible además de zapar la estabilidad política. La insatisfacción de la población está en aumento. Según un sondeo de finales de 2012, 48% de las personas afirmaban que las sanciones afectaban seriamente a su vida personal, aunque para el 35% no era el caso (33).

Son sobre todo los ingresos medios (34), es decir, la mitad de la población que está harta dela debilidad de la economía y del monopolio del poder por parte de las clerecía conservadora. En Egipto, en Turquía y en Brasil, fue la revuelta de los ingresos medios la que hizo temblar los cimientos del establishment político. Esta situación no ha pasado inadvertida para las autoridades iraníes (35).

Después de las elecciones de 2009 ha habido varias oleadas de protesta. Es lo que se ha querido evitar en las elecciones de junio últimas. El hecho de que el 51% de la población haya votado por Ruhani, aun cuando no era el candidato preferido del ayatolá Jameney, la más alta autoridad religiosa, es muy significativo. La dirección del país entendió la señal y dio luz verde a las conversaciones con EE UU (36)

Salvar los muebles

Retomemos punto por punto los elementos iraníes. Después de la invasión de Iraq, las relaciones de fuerza regionales eran favorables para el país. Pero la combinación de la guerra en Siria, la situación inestable de Iraq y las sanciones económicas agravadas, lo pusieron en peligro. Teherán se dio cuenta de que no era demasiado fuerte, en las actuales circunstancias, para asumir el papel de gran potencia regional. Era pues tiempo de abandonar una política exterior radical y de sentarse a la mesa de negociaciones; tanto más cuanto que EE UU también quería reducir su presencia militar en la región (37).

A principios de septiembre, Obama quería bombardear Siria. Su intención no era eliminar al presidente Bachar Al Assad sino debilitar y frenar la ofensiva del ejército sirio. Al concluir un acuerdo con EE UU, Teherán pudo evitar este escenario nada ventajoso para él (38).

Gracias al acuerdo, Teherán puede consolidar su posición en Iraq y la posición de su aliado sirio sale reforzada. Irán queda de hecho reconocido como la gran potencia regional legítima y refuerza su posición ante Rusia y Turquía (39).

La mejora de relaciones con Occidente va a revivificar su economía. Nuevas inversiones extranjeras, urgentes para modernizar el sistema productivo, van a llegar rápidamente. La disminución de las sanciones pronto será visible en el bolsillo de los iraníes, lo que dará mayor legitimidad al gobierno (40).

Conclusión

El acuerdo que ambos países concluyen es provisional y tiene un alcance limitado. Pero si los dos respetan las cláusulas, este acuerdo desembocará en los seis primeros meses, en un gran acuerdo de cooperación. Lo cual podría ciertamente suponer para todo el Medio Oriente todo un seísmo.


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