CEPRID

¿Podemos detener una guerra civil en Siria?

Domingo 8 de julio de 2012 por CEPRID

Phyllis Bennis

Information Clearing House

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

Siria está cerca de una guerra civil. Si el conflicto se intensifica aún más, como señala el ex Secretario General y actual enviado de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, "Siria no es Libia, no va a implosionar, sino que va a explotar más allá de sus fronteras".

El costo humano de este conflicto es incalculablemente alto. No es de extrañar que la reacción humana normal sea "¡tenemos que hacer algo!". Pero lo que se necesita es una diplomacia seria. No un ejército o la acción de la fuerza aérea EEUU/OTAN, una intervención militar que no llevó ni estabilidad ni democracia a Libia y, desde luego, no va a hacerlo en Siria.

A pesar de la historia de su gobierno de represión brutal, Bashar al-Assad todavía goza del apoyo de parte de las elites empresariales de Siria, especialmente en Damasco y Alepo, y en las comunidades de minorías (cristianos, chiitas y otros) que el régimen había cultivado mucho tiempo. La oposición se dividió desde el principio acerca de si la reforma masiva o el fin del régimen era su objetivo. Se ha dividido aún más cuando parte de la oposición se alzó en armas y comenzó a pedir la intervención militar internacional. El movimiento de oposición no violenta por la libertad y la democracia, que aún rechaza las llamadas para una intervención militar, sobrevive, pero bajo amenazas extraordinarias.

Kofi Annan, ha propuesto nuevas negociaciones, incluyendo a los partidarios del régimen sirio, Irán y Rusia, así como los gobiernos occidentales, árabes y regionales que respaldan la oposición armada. Hasta ahora, EEUU ha rechazado la propuesta, por lo menos con respecto a Irán, con la secretaria de Estado Hillary Clinton diciendo que Teherán es parte del problema en Siria y por lo tanto no puede ser parte de la solución. El actual secretario de la ONU, Ban ki-Moon, que a menudo refleja los intereses de Washington, además de socavar el potencial de la propuesta de su propio enviado, dice que Assad ha "perdido toda legitimidad", un código diplomático para decir "no tenemos que hablar con él".

Ciertamente, el régimen ha cometido brutales atrocidades contra la población civil, incluyendo posiblemente crímenes de guerra. La oposición armada también es responsable de ataques que llevan a la muerte de civiles. Cada vez es más difícil de confirmar quién puede ser responsable de cada ataque. Los observadores de la ONU se han retirado del campo. El régimen ha permitido que unos cuantos periodistas más extranjeros entren en Siria, pero las restricciones se mantienen y los combates en muchas áreas significan que son a menudo incapaces de obtener información confiable. El régimen es claramente responsable de más ataques con armas pesadas, incluidos tanques y artillería, pero también es claro que a las fuerzas anti-gubernamentales se les está suministrando armas cada vez más pesadas, pagadas por Qatar y Arabia Saudita y coordinado todo por parte de Turquía y de la CIA. Todo indica que estas fuerzas armadas son terroristas foráneos que operan en Siria.

Hay que pedir la rendición de cuentas por las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de guerra en todos los lados, ya sea en jurisdicciones nacionales o internacionales; eso es crucial, pero también detener la actual escalada de la violencia y evitar una guerra y esto tiene que ser lo primero.

SECTARISMO EN ALZA

Siria está en erupción en una región que aún hierve en las postrimerías de la guerra de EEUU en Irak. La mayoría de las tropas estadounidenses y sus mercenarios han salido de Irak, pero el legado de la guerra de destrucción y la inestabilidad durará por generaciones. Ese legado incluye la división sectaria de la invasión de EEUU y la ocupación impuesta en Irak y se extiende en toda la región; esta amenaza sectaria es creciente en Siria. Aunque el régimen de Assad –desde que el padre, Hafez, llegó al poder en 1970 hasta su hijo lo hizo en el 2000- ha sido siempre laico, Siria se está convirtiendo en un país de violencia sectaria. El clan Assad es alawitas (una forma de Islam relacionada con el chiismo) y gobierna un país con una gran mayoría suní. A su lado, están chocando intereses globales en forma de guerra suní-chií entre Arabia Saudita / Qatar e Irán, cada uno apoyando a un lado opuesto de las fuerzas sirias.

AMENAZAS DE INTERVENCIÓN

Irán es la razón más importante para los intereses de EEUU y otros países occidentales en Siria. De larga data de Damasco tiene lazos económicos, políticos y militares con Teherán, lo que significa que los esfuerzos por debilitar a Siria son ampliamente conocidos al menos en parte, como destinados a socavar a Irán, tal vez el factor más influyente por el que EEUU presiona hacia una mayor acción contra Siria. Ciertamente EEUU, la UE y los gobiernos árabes del Golfo preferirían una postura más pro-occidental (es decir, más anti-iraní) de Siria y una menor resistencia puesto que limita con los principales aliados de Estados Unidos como Israel, Irak, Líbano, Turquía. También preferirían un gobierno menos represivo, ya que trae los manifestantes a las calles, amenazando con la inestabilidad [regional].

Sin embargo, es poco probable en estos momentos un ataque militar al estilo de Libia por parte de EEUU/OTAN, a pesar de la participación de Washington en armar a los rebeldes.

Los EE.UU. y sus aliados son muy conscientes de los peligros para sus propios intereses de una participación militar directa en Siria. Una versión siria de la Libia post-Gadafi significa una mayor inestabilidad estratégica en el Medio Oriente, ampliar el sectarismo regional, fronteras caóticas adyacentes a Israel, Irak y Turquía; extremistas del islamismo ganando terreno en Siria, y el descarrilamiento de un acuerdo potencial diplomático con Irán.

Todo eso hace que sea poco probable que el gobierno de Obama corra el riesgo de un ataque contra Siria sin respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU. China y Rusia han indicado que se oponen a cualquier uso de la fuerza contra Siria, y hasta ahora los dos se han opuesto a las sanciones adicionales también.

La oposición de Rusia en Siria va más allá de su resistencia habitual a la aprobación del Consejo de Seguridad de la intervención. Va al corazón de los intereses estratégicos de Rusia, incluyendo su capacidad militar y su competencia con poder occidental, los mercados y la influencia. La relación de Rusia con Siria es un poco paralela a la relación de EEUU con Bahréin: Damasco es un importante socio comercial de Rusia, especialmente para los equipos militares, y lo más importante, sólo cuenta con una base naval en el Mediterráneo, en Tartus, en la costa sur de Siria.

Ciertamente, no hay garantías de nada. El riesgo de un ataque de EEUU/OTAN en Siria sigue existiendo. El "factor CNN"puede crear realidades políticas que influyen en la toma de decisiones en Washington, Londres, París, Ankara y más allá. Los medios de comunicación occidentales y los políticos que antes abrazaban a los rebeldes armados ha disminuido un poco su apoyo [a éstos] a medida que aumentan los informes de los ataques de la oposición y las víctimas civiles. Pero la propaganda anti-Assad sigue siendo dominante. Y en Washington hay elecciones. Mientras la violencia se intensifica en Siria, a medida que más personas civiles, especialmente niños, mueren, aumentan también las peticiones de intervención militar. Las llamadas provienen de los medios de comunicación, de los think tanks derechistas y del Congreso, incluidos los de los neoconservadores que nunca se rindieron en sus planes para el cambio de régimen en todo el mundo árabe, y de los liberales intervencionistas de la línea dura que ven en la fuerza militar la solución a cada problema de derechos humanos.

También hay destacados opositores de la fuerza militar en el interior de la Casa Blanca y el Pentágono, que reconocen los problemas de la guerra que crean para los intereses de Estados Unidos (incluso si no se preocupan mucho por el impacto sobre los civiles sirios). Pero que puedan hacer frente a las presiones de un año electoral aún no está claro. El poder de la por sociedad civil que dice no a la intervención militar, mientras se niega a aceptar las afirmaciones falsas de que el régimen sirio es de alguna manera un bastión fraternal de legitimidad anti-imperialista, será fundamental.

SIRIA Y RESISTENCIA

Siria se encuentra en el centro del Medio Oriente. Eso significa que le afectan las divisiones sectarias en la guerra de Irak, el precario equilibrio multi-confesional del Líbano y más allá, la competencia de gran potencia EEUU/OTAN contra Rusia, el conflicto árabe-israelí, las funciones controvertidas de la no-árabe Turquía e Irán. Hay una divergencia fundamental entre el papel que el régimen de Assad ha desempeñado en el país y su posición regional. Como el co-editor de Jadaliyya, Bassan Haddad, ha escrito "la mayoría de los habitantes de la región se oponen a la conducta interna del régimen sirio durante las últimas décadas, pero no se oponen a su papel regional. El problema es la represión interna del régimen sirio no, su política exterior”. Esa opinión podría describir la visión de muchos sirios también. El objetivo original de las protestas no violentas no era un dictador apoyado por Estados Unidos, sino un líder brutal, aunque algo popular del arco de la región, por la resistencia anti-occidental. Esa contradicción llevó a algunos activistas a apoyar al gobierno sirio como un bastión de la lucha contra el imperialismo y por lo tanto, condenar a todas las fuerzas de la oposición como lacayos de Washington. Por supuesto, incluso si Assad había desempeñado un constante papel anti-imperialista en la región, los sirios que tienen todo el derecho y la razón para desafiar a la brutalidad de su régimen y la negación de los derechos humanos.

Pero, de hecho, la realidad es muy diferente. Sobre la base de su alianza con Irán (y en cierto modo por su apoyo a Hezbolá en el Líbano), los EEUU claramente ven a Siria como un irritante enemigo. Pero Damasco nunca ha sido un opositor constante de los intereses estadounidenses. En 1976 apoyó un ataque asesino de la derecha y otras milicias falangistas cristianas contra el campamento de refugiados palestinos de Tel al-Zataar durante la guerra civil del Líbano. En 1991, Assad padre envió aviones de guerra para unirse al ataque de EEUU contra Irak en la Operación Tormenta del Desierto. Después del 9/11 EEUU envió al detenido inocente Maher Arar a siria para ser interrogado y torturado.

También se dice que Israel ha estado inusualmente silencioso con respecto al levantamiento de Siria. Una esperaría que Tel Aviv estuviese a la vanguardia de las convocatorias de la intervención militar y el cambio de régimen en Siria. Sin embargo, Israel ha estado en gran medida en silencio porque, a pesar del antagonismo retórico y diplomático entre los dos, Siria ha sido un vecino en general, confiable y predecible. La frontera de vez en cuando ha entrado en erupción o en pequeños choques y a pequeña escala pero Assad ha mantenido la frontera, incluyendo las estratégicas y ricas en agua Alturas del Golán, ocupadas ilegalmente por Israel desde 1967, en gran parte tranquilas. En fecha tan tardía como 2009 Assad estaba ofreciendo negociaciones a Israel "sin condiciones previas" sobre los Altos del Golán. Y, además, Assad es una personalidad conocida, a pesar de los estrechos lazos de Siria con Irán. Israel tiene poco interés en una Siria post-Assad como la Libia de hoy, con fronteras sin control, las milicias que no rinden cuentas, las armas fluyendo dentro y fuera, el aumento de la influencia islamista y la debilidad de un gobierno ilegítimo y corrupto en última instancia; todo ello no puede dar seguridad al país. Para Israel, el "anti-imperialista" Assad es todavía bastante bueno.

ORÍGENES, IMPACTOS Y CONSECUENCIAS

El levantamiento de Siria, que comenzó a principios de 2011, formó parte del levantamiento regional más amplio que se conoció como la primavera árabe. Al igual que sus homólogos, manifestantes no violentos salieron a las calles con demandas políticas/democráticas que rompieron una cultura de generaciones de miedo y parálisis. Al principio ninguno llamó a la militarización de la lucha o a la intervención militar internacional.

Al igual que en Libia, fueron desertores militares quienes primero tomaron las armas en respuesta a la brutal represión del régimen de las inicialmente protestas no violentas. Ese uso defensivo de las armas pronto se transformó en una red de milicias y combatientes, que en su mayoría no rinden cuentas y no están coordinadas, que empezaron a llevar a cabo ataques contra las fuerzas de seguridad y a solicitar ayuda militar.

Para algunos en los EEUU y otros partidarios occidentales de la intervención militar en Siria, el asalto del año pasado a Libia proporciona el modelo como forma de responder. Pero se equivocaron al ver la intervención de Libia como una "victoria de los derechos humanos" entonces. Un año más tarde, tras la muerte de miles de libios, el país ahora está dividido, en lucha con unas milicias fuera de control, con miles de prisioneros, la tortura, la escalada de violencia, los constantes ataques contra los subsaharianos y otros extranjeros; un gobierno virtualmente impotente más legítimo en el oeste que en el país, y una infraestructura destrozada nacional, social y física.

El impacto de un ataque militar en Siria podría ser aún peor. Para los sirios comunes, que luchan por sobrevivir en medio de intensificación de los combates, con escaso acceso a la electricidad, agua o atención médica en las ciudades, la única esperanza empieza en poner fin a los combates. Lo mejor que se puede hacer es pasar inmediatamente a la nueva diplomacia seria, en la que los partidarios del régimen y la oposición armada participen, con el objetivo de imponer un alto el fuego inmediato. El llamamiento de Kofi Annan por sólo una opción diplomática podría ser el comienzo, si Washington es presionado para aceptarla. Sólo con el fin de la guerra, los promotores de las protestas originales tienen la oportunidad de volver a movilizar el apoyo público a su movimiento interno, la protesta no violenta para el cambio real, la recuperación de los movimientos sociales por la propia versión de Siria de la libertad y la democracia, y reafirmar el lugar de Siria en la primavera árabe.

Phyllis Bennis es miembro del ’Transnational Institute’ y del ’Insitute for Policy Studies de Washington’ DC. Especialista en Oriente Próximo.


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