Siria e Irán: el gran juego
Lunes 14 de noviembre de 2011 por CEPRID
Alastair Crooke
The Guardian
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
Este verano un alto funcionario de Arabia Saudita dijo a John Hannah , ex jefe de Dick Cheney, que desde el inicio de la revuelta en Siria el rey ha creído que el cambio de régimen sería muy beneficioso para los intereses de Arabia: "El rey sabe que no hay colapso de la República islámica , pero nada puede debilitar a Irán más que perder Siria". Este es hoy el "gran juego": la pérdida de Siria [por Irán]. Y así es como se juega: crear un consejo de transición que se apresure a considerarse como el único representante del pueblo sirio, independientemente de si tiene alguna pierna real dentro de Siria, y se alimente de insurgentes, armados por los estados vecinos; imponer las sanciones que harán daño a las clases medias; montar una campaña mediática para denigrar cualquier esfuerzo sirio en pro de la reforma; tratar de instigar divisiones dentro del ejército y la élite, y en última instancia, la renuncia del presidente Assad, algo en lo que sus promotores [de esta estrategia] insisten.
Europeos, americanos y ciertos estados del Golfo puede ver el “juego” de Siria como el sucesor lógico del juego de Libia, supuestamente exitoso en el objetivo de moldear el moldeo el despertar árabe hacia un paradigma cultural occidental. En términos de política regional, sin embargo, Siria es mucho más valioso estratégicamente, e Irán lo sabe. Irán ha dicho que responderá a cualquier intervención externa en Siria.
Ya no es un "juego", como los muchos muertos por ambos lados dan fe. Los elementos radicales armados están siendo utilizados en Siria como auxiliares para deponer a Assad. Estos grupos también pueden tener una agenda muy sangrienta y antidemocrática propia. Me parece una situación muy parecida a Afganistán en la década del 80: “algunos de los muyahidines afganos tienen raíces reales de la comunidad, dije, pero otros plantean un grave peligro para las personas”. Un político estadounidense amablemente puso su brazo sobre mi hombro y me dijo: “no se preocupe estos son los que van a dar una patada en el culo a la Unión Soviética". Se optó por mirar hacia otro lado porque las patadas a los soviéticos se correspondían bien con las necesidades de EEUU. Hoy Europa mira para otro lado, sin considerar lo que suponen estos combatientes insurgentes de Siria, porque su interés es derrocar a Assad y la confrontación con Irán, especialmente en un momento de dificultad interna.
Afortunadamente, las tácticas en Siria, a pesar de la fuerte inversión, parecen estar fallando. La mayoría de la gente de la región cree que si Siria es empujado aún más al conflicto civil, el resultado será la violencia sectaria en el Líbano, Iraq y también en otros países. La idea de que ese conflicto producirá un país más estable y de estilo occidental, democrático, no sólo es una fantasía sino un acto de la peor crueldad.
Los orígenes de la operación "derribar a Assad" precedieron al despertar árabe: se remontan a la imposibilidad de Israel en su guerra de 2006 de infringir un daño relevante a Hizbulá. La evaluación de EEUU fue que Siria era el talón de Aquiles del eje iraní. Funcionarios de EE.UU. especularon en cuanto a lo que podría hacerse para bloquear este corredor vital, pero fue el príncipe Bandar de Arabia Saudita, el que les sorprendió al decir que la solución radicaba en aprovechar las fuerzas islámicas. Los estadounidenses estaban intrigados, pero no pudieron hacer frente a tales argumentos. Bandar comenzó a hacer el trabajo, trabajando como socio estratégico contra el común enemigo iraní. Lo que era una hipótesis se convirtió en acción concreta con el derrocamiento del presidente Mubarak en Egipto. De repente, Israel parecía vulnerable, y un debilitamiento de Siria, sumida en problemas, había aumentado la atracción estratégica. Al mismo tiempo, Qatar había salido a la palestra. Azmi Bishara, un pan-arabista que dimitió de la Knesset israelí y auto-exiliado en Doha, fue, según algunos informes locales, quien más trabajó para que Al Jazeera cubriese la revolución en el convencimiento que serviría de ejemplo para la región, o al menos eso se creía en Doha, en la estela de los levantamientos de Túnez y Egipto. Qatar, sin embargo, no estaba más que tratando de aprovechar el sufrimiento humano en una intervención internacional aunque también, como en Libia, participando directamente como patrón clave de funcionamiento de la oposición.
Las etapas siguientes fueron para diseñar cómo el presidente de Francia, Sarkozy, se convertía en el promotor del Consejo de Transición de Bengasi y éste en un instrumento de la OTAN para el cambio de régimen. Barack Obama siguió ayudando a persuadir a Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan - ya despertó en lo referente a Assad - para interpretar el papel del Consejo de Transición [libio] en la frontera de Siria, y prestar su legitimidad a la "resistencia". Pero incluso los componentes de esta última, sin embargo, son escépticos sobre la eficacia del modelo del Consejo de Transición y se opusieron a la intervención militar. Incluso la posición del príncipe saudí Bandar no está exenta de desafíos: no tiene el paraguas político del rey, y otros miembro de su familia están jugando otras cartas diferentes de los islamistas. Irán, Iraq y Argelia - y puede que Egipto - cooperan para frustrar las maniobras del Golfo contra Siria en la Liga Árabe. El modelo del Consejo de Transición, que en Libia ha mostrado su debilidad al constituir el gobierno, es más que revelador sobre lo defectuoso que puede ser en Siria. El Consejo de la Oposición de Siria, elaborado por Turquía, Francia y Qatar, está sorprendido por el hecho de que las estructuras de seguridad sirias se han mantenido sólidas como una roca durante estos siete meses –las deserciones han sido insignificantes – y la base de apoyo popular de Assad está intacta. Sólo la intervención externa podría cambiar esa ecuación, pero pedirlo por la oposición sería un suicidio político, y ellos lo saben.
La oposición interna, reunida Estambul hizo una declaración rechazando la intervención externa y la acción armada, pero el Consejo Nacional de Siria anunció su rechazo [a esa petición] incluso antes de que las conversaciones dentro de la oposición hubiesen llegado a ningún acuerdo, tal era la prisa por parte de agentes externos.
La oposición externa sigue con su postura de apoyo a la intervención externa, y con una buena razón: la oposición interna lo rechaza. Esta es la falla en el modelo, puesto que la mayoría en Siria se opone profundamente a la intervención externa, por temor a los conflictos civiles. Por lo tanto, los sirios se enfrentan a un largo periodo destinado a la creación de la insurgencia desde el exterior, al asedio y al desgaste internacional Pero el peligro real, como dijo Hannah, es que los saudíes podrían "una vez más atizar el fuego entre la antigua red yihadista sunita y la dirección general de la chiita Irán", lo que sitúa a Siria en primera línea. De hecho, eso es exactamente lo que está sucediendo, pero Occidente, como antes en Afganistán, prefiere no darse cuenta siempre y cuando el drama juegue bien para el público occidental.
Como Foreing Affairs informó el mes pasado, Arabia Saudita y sus aliados del Golfo están apoyando a los salafistas radicales (suníes fundamentalistas) no sólo para debilitar a Irán sino para bloquear y castrar a los despertares árabes que amenazan a los poderes establecidos. Esto está ocurriendo en Siria, Libia, Líbano, Egipto, Yemen e Iraq.
La opción islamista, con su interpretación literal del Islam, es considerado generalmente no político y flexible, pero la historia está lejos de ser tranquilizadora. Si le dice usted a la gente con la suficiente frecuencia que pueden ser hacedores de reyes y darles montones de dinero, no se sorprenda si se transforman - una vez más - en algo muy político. Puede llevar algunos meses, pero los frutos de este nuevo intento de utilizar las fuerzas radicales para los fines occidentales tendrá, de nuevo, efectos contraproducentes. Michael Scheuer, el ex jefe de la Unidad Bin Laden de la CIA, advirtió recientemente que Hillary Clinton diseñó la respuesta al despertar árabe: implantar los paradigmas occidentales, por la fuerza si es necesario, ante el vacío dejado por los regímenes caídos. Todo ello será visto como una " guerra cultural contra el Islam ", y se sembrarán las semillas de una nueva ronda de radicalización.
Una de las paradojas más tristes es la subvaloración de los sunitas moderados, que ahora se encuentran atrapados entre el muro de ser vistos como un instrumento occidental, y la pared de radicales salafistas sunitas que esperan la oportunidad para desplazar y desmantelar el Estado. ¡Qué extraño mundo! ¡Europa y los EE.UU. piensan que está bien "utilizar" precisamente a los islamistas (como Al Qaeda) que no creen en absoluto en la democracia de estilo occidental con el fin de implantarla.
Alastair Crooke es el fundador y director del Foro de Conflictos y ex asesor de Javier Solana, ex jefe de la política exterior de la UE 1997-2003.
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