CEPRID

Votar por Palestina para aislar a Irán: el juego saudita en el mundo árabe

Martes 11 de octubre de 2011 por CEPRID

Alberto Cruz

CEPRID

La iniciativa palestina de solicitar a la ONU el reconocimiento de la estatidad no debe ser vista sólo como un movimiento que pone nerviosos a los occidentales, sea EEUU y sus satélites europeos, sino a los nuevos actores regionales que han comenzado a actuar con una política exterior propia aprovechando el declive en que se encuentra EEUU en Oriente Próximo. Es difícil imaginar que tal iniciativa, que en realidad no es más que el reconocimiento de un estado virtual, sin recursos y sin contigüidad territorial, se haya planteado sin una negociación previa con estos actores regionales, en especial con Arabia Saudita. La muy dependiente “Autoridad Palestina” de la “ayuda” exterior occidental no podría sobrevivir ni un minuto sin un sustituto financiero si, como han dicho EEUU y la UE, aplican sanciones por haber presentado dicha solicitud y ese no es otro que los saudíes quienes, por si fuese poco, están enemistados con Hamás a quien consideran poco menos que un peón de Irán.

Desde que se anunció la iniciativa palestina, antes del verano, se han sucedido los acontecimientos siguiendo la estela marcada por los sauditas de forma especial la aceleración de la ofensiva militar de la OTAN contra Gadafi, lo que ha permitido el rápido reconocimiento de los llamados “rebeldes” a todos los niveles, incluyendo la entrega del asiento de Libia en la ONU. La aceleración de la guerra, después de seis meses de infructuosos bombardeos, tenía como finalidad evitar la imagen de un Occidente inútil e ineficaz ante su principal patrocinador: Arabia Saudita. Hay que recordar que fue este país quien en una irregular reunión de la Liga Árabe dio luz verde a la resolución de la ONU y a la presencia de la OTAN en Libia. El objetivo de la aceleración de la guerra era llegar a septiembre sin Gadafi y dar tiempo a Occidente, en especial a EEUU, para presionar a palestinos e israelíes para volver a una mesa de negociación que evitase, o descafeinase, la anunciada iniciativa palestina en la ONU. La famosa propuesta “negociadora” del llamado Cuarteto va en esta línea.

El primer objetivo: derrocar a Gadafi

El caso libio merece un breve repaso a la historia de los enfrentamientos inter-árabes. Todo lo que se ha escrito sobre la guerra, con la sorprendente toma de posición de unos cuantos intelectuales a favor de la resolución de la ONU que ha dado pie a la intervención de la OTAN, no ha tenido en cuenta este factor. Y en el caso de alguno de esos intelectuales, perfecto conocedor de la realidad del mundo árabe, no se puede achacar a la ignorancia o a la distancia, un hecho que por sí solo debería haber servido para poner en cuarentena sus argumentos sobre el pretendido levantamiento “popular” contra Gadafi.

No es la primera vez que pasa, ya antes había ocurrido un suceso similar con respecto a Irak, donde estos intelectuales se obsesionaron con el Baaz sin tener en cuenta el surgimiento de los nuevos actores post-invasión, como era y es Muqtada Al-Sadr. Entonces ejercieron la censura sobre este tipo de cuestiones, en las páginas electrónicas que controlan, simplemente porque no encajaban con sus análisis. Plantear una hipótesis diferente de la suya era una herejía. Resulta curioso ver como unos años más tarde han tenido que reconocer esa realidad en Irak, aunque nunca se retractaron de lo que habían hecho. Es improbable que ahora, con el tema libio, hagan una simple autocrítica. No forma parte de su estilo. Quienes consideraron Faluya como un ejemplo de resistencia del pueblo iraquí frente a los designios imperiales, al menos deberían plantearse algo parecido con Sirte, aunque sólo fuese por decencia intelectual.

Libia venía manteniendo desde 2003 un muy fuerte enfrentamiento con Arabia Saudita en el marco de la Liga Árabe. No es que Libia hubiese hecho muchas propuestas sensatas en este organismo –en 2005 llegó a decir que era una tontería plantear el reconocimiento de Palestina como estado, que lo que había que hacer era reconocer uno que se debía llamar “Isratina”, es decir, un estado para dos pueblos- ni que hubiese tenido una actitud de vanguardia en este tema. La postura de Libia siempre fue más bien irrelevante. Pero sí tenía claro que cuando EEUU se embarcaba en la guerra de invasión y ocupación neocolonial de Irak el plantear como hacía Arabia Saudita un plan de paz con Israel era hacer el juego al enemigo. Esa iniciativa, conocida como Plan de Paz de la Liga Árabe 2002, ha dormido el sueño de los justos hasta el año 2006, cuando fue desempolvada de nuevo para ponerla encima de la mesa tras la victoria de Hizbulá en la guerra contra Israel. Luego, al menos en este caso, Gadafi tenía razón y dicho plan de paz no era más que una tabla de salvación para Israel y, de rebote, para los propios regímenes árabes que habían visto el despertar de las calles al calor de una guerra que perdió Israel, algo que no habían sido capaces de lograr los ejércitos árabes anteriormente. Por ejemplo, aunque no estaba inicialmente entre las reivindicaciones de los manifestantes en Egipto, el tema palestino ha ido poco a poco calando en ellos hasta el extremo de haberse saboteado el oleoducto que nutre de gas a Israel en cinco ocasiones desde el mes de febrero y haber asaltado la embajada sionista en pasado mes de septiembre.

Volviendo al tema de la reunión mencionada, hubo un fortísimo intercambio de palabras entre Gadafi y el rey saudita, Abdulá, que llegó a tales extremos que la televisión egipcia, que lo retransmitía en directo, cortó la emisión de forma brusca. ¿Qué había pasado? Gadafi acusó al rey saudita de ponerse al servicio del colonialismo al plantear dicho plan de paz con Israel y éste le amenazó con la muerte. “La tumba te está esperando”, dijo el rey saudita textualmente.

El enfrentamiento entre ambos volvió a repetirse en otra cumbre árabe, en 2009, y casi con los mismos argumentos. Entonces el rey saudita amenazó con derrocar a Gadafi, y lo ha hecho. La intervención de la OTAN no se hubiera producido sin el aval de la Liga Árabe y ésta se reunió de forma irregular bajo la presión saudita y casi sin asistentes al margen de los países del Golfo. ¿Alguien se cree de veras que los qataríes están colaborando con la OTAN en la agresión a Libia por decisión propia? ¿Y alguien cree que cuando los qataríes armaron a los llamados “rebeldes” lo hacían por convicción democrática? ¿Y qué decir cuando Qatar fue el primer gobierno en reconocer al llamado CNT, mucho antes que los europeos o EEUU? ¿Y de la “cobertura” que ofrece Al Jazeera, con una manipulación que deja en pañales las habituales prácticas de la CNN? En todo ello seguían órdenes sauditas. Lo mismo la OTAN, que no es más que la fuerza corsaria de los autócratas sauditas. Actúa con su patente legal y tiene derecho a disfrutar del botín libio; como los corsarios, quien más ha combatido, mayor ganancia (es el caso de los corsarios Francia y Gran Bretaña). Aquí el tan aclamado “pueblo libio luchando por sus derechos” –como dicen algunos de esos intelectuales- tiene muy poco que decir, si es que alguna vez lo tuvo.

El segundo objetivo: debilitar el eje Siria-Hizbulá-Irán

Y no sólo está el caso de Libia. La presión occidental y saudita se ha ido haciendo más intensa sobre Siria a medida que se acercaba la fecha prevista para la Asamblea General de la ONU. Siria es el eje de la resistencia en Oriente Próximo, acoge a la mayoría de organizaciones palestinas y un aliado estratégico de Irán y la organización libanesa Hizbulá. Siria había adquirido un papel determinante en la zona no hace mucho tiempo, hasta el surgimiento de las revueltas árabes. Había logrado un reforzamiento de sus lazos con Turquía y un tímido acercamiento a Arabia Saudita, aceptado a regañadientes por éstos.

Todo eso ha saltado por los aires. Turquía aparece ahora como el abanderado de la causa palestina tras el asalto israelí a la flotilla solidaria a Gaza en 2010 y ha comenzado a romper con el gobierno sirio acogiendo reuniones de una oposición que pide de forma abierta la intervención militar en Siria para el derrocamiento del gobierno de Bashar al-Assad. Los sauditas, golpeados en Líbano al ver la incapacidad de sus aliados del clan Hariri por debilitar a Hizbulá y asustados por las protestas democráticas en Bahrein (un país de mayoría shií, aunque gobernado por los sunníes) vieron la oportunidad de saldar cuentas con sus dos grandes enemigos: por una parte, asestar un golpe mortal a Hizbulá y, por otra, un duro golpe a Irán. Para ello está atizando el enfrentamiento sectario en Siria, un país de mayoría sunní gobernado por la minoría alauí, una rama del Islam cercana a los shiíes con quienes comparte muchas prácticas y creencias.

Es en Siria donde se están poniendo al descubierto las contradicciones en la política de Oriente Próximo. Aquí, de nuevo, la Liga Árabe bajo presión saudita está jugando un importante papel de deslegitimación del gobierno sirio y ha pedido de forma abierta “un cambio de régimen” (1). La Liga Árabe, al igual que en Libia, ha tomado partido y ha presentado un plan de 13 puntos entre los que destacan al menos tres que se podrían aplicar a Bahrein, Yemen o cualquier otro protectorado saudita: fin inmediato de todos los actos de violencia contra los civiles, la retirada de las fuerzas militares de las ciudades sirias y las reformas democráticas. Pero lo que vale para los sirios no vale para los otros. Incluyendo los propios sauditas que si por algo se caracterizan no es precisamente por aplicar reformas democráticas. También se pide “un diálogo nacional que garantice la participación activa de todas las fuerzas de la oposición para generar un proceso de cambio y la deseada reforma política". En Bahrein hay tropas sauditas, se han implicado en la represión y se ha condenado hasta a 15 años de cárcel a los médicos que han atendido a los heridos que han protestado contra el régimen monárquico tutelado por Arabia Saudita.

El régimen autocrático saudita busca a toda costa el cambio de régimen en Siria para debilitar a Irán mientras actúa como principal factor contrarrevolucionario en el mundo árabe: ha intervenido militarmente en Bahrein e impide el proceso democrático en Yemen, se ofrece a “comprar” la deuda de Túnez y Egipto con miles de millones de dólares para controlar los cambios y quiere fortalecer su posición como potencia regional emergente invitando a Marruecos y Jordania a formar parte del Consejo de Cooperación del Golfo (2). Los sauditas ven la situación en Oriente Próximo exclusivamente a través del prisma iraní, y aquí entra tanto el debilitamiento de Siria, con el cambio de régimen si es posible, como el reconocimiento de Palestina.

El tercer objetivo: Palestina por Irán

Tras el asalto a la embajada israelí en El Cairo del pasado mes de septiembre, aparecen tres factores como los adalides de la causa palestina: Turquía, los shiíes –significados en Irán- y un sector cada vez más amplio de la calle árabe. Los sauditas no aparecen entre estos actores, con lo que corren el riesgo de verse fuera de juego y perder su influencia regional porque ninguno de estos actores asume su agenda sectaria de enfrentamiento sunní-shií, al menos por el momento y con la excepción de un sector de la calle en Líbano y Siria. Esta es la razón por la que Arabia Saudita está presionando a EEUU y a Occidente para que reconsideren su postura en la ONU sobre Palestina.

No es casual que haya sido el hijo del anterior rey saudita, Turki al-Faisal, quien ha escrito un demoledor artículo (3) en el que amenaza con un cambio sustancial de las relaciones entre Arabia Saudita y EEUU si se materializa el veto estadounidense al estado palestino. “Los líderes de Arabia Saudita se verían obligados, por las presiones internas y regionales, a adoptar una política exterior mucho más independiente y agresiva”, dice. ¿Qué tipo de cambios? Menciona al menos dos: negativa a abrir una embajada en Irak y separarse de la política estadounidense en Afganistán.

La referencia a dos puntos sensibles de la política exterior estadounidense muestra la preocupación saudita por la imagen de sus “aliados” en la zona y, consiguientemente, con el previsible fin de su estrategia sectaria al visualizarse que EEUU veta el reconocimiento de Palestina y Occidente es remiso a ese Estado mientras ellos se ven obligados a votar en favor del mismo junto a Irán o Siria.

Turki al-Faisal no es un cualquiera. Es el anterior responsable del Servicio de Inteligencia de Arabia Saudita y ex embajador en EEUU. Además, es hermano del jefe de la diplomacia saudita, por lo que su artículo está lejos de ser una simple opinión personal. Y la obsesión iraní es clara: “Estados Unidos debe apoyar la solicitud palestina para el reconocimiento de la independencia, de lo contrario se arriesga a perder la ya poca credibilidad que tiene en el mundo árabe. Si no lo hace, EEUU debilitará todavía más su influencia en la región, minará la seguridad de Israel, y dará más poder a Irán, lo que aumenta las posibilidades de una nueva guerra en la región. (…) En caso de que se produzca el veto, Arabia Saudita no podrá cooperar con Estados Unidos de la misma manera que lo ha hecho históricamente. Con la mayoría del mundo árabe convulsionado, la ’relación especial’ entre Arabia Saudita y Estados Unidos se vería como tóxica por la vasta mayoría de los árabes y musulmanes, que piden justicia para el pueblo palestino…”.

Al-Faisal está diciendo expresamente a EEUU que Palestina es la moneda de cambio, que se deje de historias y que se centre en lo fundamental: Irán. ¿Hay dudas que esto es así? Obsérvese la intervención del ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudita en la ONU (4), en la que prácticamente exigió el reconocimiento de Palestina como estado independiente por parte de Occidente y mezcló el tema con los movimientos árabes en Egipto “y el norte de África” –para no mencionar la guerra de Libia- al tiempo que realizaba una condena a la situación en Siria y llamaba al diálogo en Yemen. Es decir, todo lo que se mueve en el mundo árabe (con la notoria excepción de Bahrein) para tener las manos libres en lo que realmente le interesa: Irán. La intervención militar saudita en Bahrein fue interpretada como “una derrota de Irán” por la autocracia wahabita y la espoleta para envalentonar a los sauditas en su juego sectario.

En este juego Libia era una molestia y lo es ahora Palestina con su apuesta por la estatidad. Por eso toda la prensa de obediencia saudita lleva días publicando artículos que reclaman a los palestinos una “reconsideración” de su postura y que no continúen intentando conseguir los nueve avales necesarios en el Consejo de Seguridad para que la propuesta sea tomada en consideración. Les aconsejan “dar tiempo” a los mediadores y que vayan a la Asamblea General de la ONU para evitar el veto de EEUU: “Abbas tiene que considerar cuidadosamente si es de interés de los palestinos que EEUU pierda peso en su lucha por hacer realidad la visión de los dos estados y para poner fin a la ocupación israelí de los territorios de 1967” (5).

Por esta razón, la OLP considera ahora que la propuesta del llamado Cuarteto –que, por ejemplo, no pide la congelación de los asentamientos de colonos y no recoge expresamente las demandas palestinas, limitándose a pedir el reinicio de la conversaciones de la AP con Israel “sin condiciones previas”, es decir, sin que Israel se comprometa a respetar las fronteras de 1967- “contiene elementos alentadores” (6), que no se especifican, y acepta que la petición de estatidad sea “congelada” para dar tiempo al llamado Cuarteto (EEUU, UE, ONU y Rusia) para que ponga de acuerdo a palestinos e israelíes para volver a negociar. Todo menos la imagen de un Occidente plegado a los deseos israelíes, que sería letal para los intereses saudíes de aislar a Irán.

Y otro dato: sería bastante sorprendente que la ONU tome cualquier decisión sobre la petición palestina antes de las elecciones que se tienen que celebrarán en noviembre en Egipto. Con el antecedente del asalto a la embajada israelí, una decisión de ese calado haría saltar por los aires el acuerdo de paz Egipto-Israel, con lo que el eje del conflicto en Oriente Próximo volvería a estar aquí y desaparecería la imagen de Irán como “amenaza”.

¿Aún escépticos sobre lo aquí apuntado? Añadamos otro dato: el pasado 16 de septiembre, justo unos pocos días antes de la petición palestina en la ONU, los países árabes en bloque decidieron retirar su propuesta de resolución de condena del programa nuclear de Israel en la sesión anual del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Los países árabes dieron este paso para “establecer una atmósfera de confianza con Israel” (7) en previsión de una conferencia de desnuclearización internacional que tendría lugar en el año 2012. Y eso en unos momentos en los que el OIEA se presta a publicar un duro informe sobre el programa nuclear iraní, previsto para finales de octubre. Para los países árabes hay que crear un clima de confianza con Israel, no con Irán.

En política internacional no hay casualidades, ni cuestiones separadas. Libia, Siria o Palestina no son casos aislados. Hay que verles en un contexto geopolítico y ahí quien lleva la voz cantante es Arabia Saudita, no Occidente. Sin perder de vista a Turquía.

Notas:

(1) Al-Quds Al-Arabi, 13 de septiembre de 2011.

(2) Alberto Cruz, “EEUU en declive en Oriente Próximo: potencias medias ponen en duda su supremacía (II)” http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1151

(3) The New York Times, 12 de septiembre de 2011.

(4) Reuters, 27 de septiembre de 2011.

(5) Al-Hayat, 25 de septiembre de 2011.

(6) Haaretz, 29 de septiembre de 2011.

(7) Ria Novosti, 16 de septiembre de 2011.

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su último libro, actualmente en imprenta, es “La violencia política en la India. Más allá del mito de Gandhi””, editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a libros@lacaida.info o bien a ceprid@nodo50.org

albercruz@eresmas.com


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