«Es importante para nuestra nación cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su nación?
Sería una nación expuesta a presiones internacionales, una nación vulnerable y por eso cuando hablamos de agricultura, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional» George Bush
«Se podría alimentar a una persona durante un año completo con el grano que produce el combustible para un único depósito de un coche deportivo» David Cameron, líder del Partido Conservador británico
Dicen que estamos en el fin de la era petrolera, los combustibles fósiles de fácil acceso se están terminando… sigue quedando mucho por explotar en el subsuelo, pero no en EEUU. El imperio no se puede permitir la dependencia de los países árabes o Venezuela y ya está buscando alternativas. Las empresas de los agronegocios, las petroleras y las automovilísticas se han juntado para potenciar los agrocombustibles. Conocidos como biocombustibles, biodiesel, petróleo verde, etanol…, esta nueva forma de energía fue rebautizada por los movimientos sociales como agrocombustibles… La llamaremos así.
En esta civilización petrolera las principales desgracias, catástrofes climáticas, guerras, hambrunas, desplazamientos forzados y la esclavitud están vinculadas precisamente al control militar del territorio y de la energía fósil. Este proceso global, hegemónico y dialéctico, ha conducido a una crisis ecológica y energética incuestionable. La ideología del desarrollo, elaborada después de la segunda guerra mundial como una manera de extender el colonialismo, oculta la continuidad y profundización de la lógica de saqueo. Alrededor de esta ideología se crearon prácticas, instituciones y estructuras que en nombre del desarrollo, prolongaron y diversificaron las formas de saqueo en el Sur. A finales del siglo XX, el desarrollo se vistió de verde y se acuñó el término desarrollo sostenible, que lo que hace en realidad es sostener la dominación y el abastecimiento colonial.
Y ahora dicen que el balance energético de los agrocombustibles es positivo. La respuesta a esto es la verificación histórica de la devastación ecológica y social generada por la Revolución Verde -petrodependiente- y los efectos imputados a la agricultura industrial, que ha supuesto la pérdida de 75% de la biodiversidad a lo largo del último siglo; además de haber provocado la desarticulación de las agriculturas y mercados locales para imponer el sistema agroalimentario mundial a través de las corporaciones que controlan la cadena productiva con la mayor concentración de poder en el mundo: los agronegocios.
¿Fin de una era?
Los agrocombustibles y toda la generación de energía a través de la biomasa tal como viene siendo promovida por gobiernos, corporaciones, agencias de ayuda, las Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales y demás agentes interesados en su producción a gran escala y en su comercio internacional no cambian, sino que perpetúan el modelo de producción y consumo de la civilización moderna, urbana e industrial.
La reproducción del estado actual de la civilización occidental depredadora, cuya forma es el neoliberalismo globalizado, tiene como base material al petróleo. En el actual paradigma de orientado hacia la integración del mercado y el comercio global, los agrocombustibles son impulsados como substitutos paulatinos del petróleo para mantener patrones ambientalmente insostenibles de producción y consumo del Norte.
Para los países agroexportadores, este nuevo modelo energético profundiza el modelo del agronegocio y de la agricultura industrial, entendida como la suma de monocultivos, biotecnología, agrotóxicos, capital financiero y exportación. Unido a despojo de tierras de comunidades campesinas, indígenas y negras; migraciones, problemas sanitarios y acumulación de pobreza.
Los agronegocios…
El control del sistema agroalimentario mundial constituye uno de los principales componentes de la globalización. Menos de 10 empresas en el mundo controlan las semillas, la producción y el mercado de alimentos; ahora están intentando tener en sus manos la posesión de la tierra y el agua.
El monocultivo y la agricultura industrial, ya sea para agrocombustibles o para cualquier otra producción, están destruyendo la tierra, los bosques, el agua y la biodiversidad. Expulsan de su tierra a las familias campesinas, hombres y mujeres. Se estima que cinco millones de campesinos han sido expulsados de su tierra para crear espacio para monocultivos en Indonesia; cinco millones en Brasil, cuatro en Colombia… Es un proceso de marginación que se inicia en el campo y que agudiza el circuito insostenible de la urbanización acelerada, que da lugar a la crisis de energía, infraestructura, viviendas, alimentación, salud y otros servicios básicos, puestos de trabajo y acceso a los alimentos en las ciudades.
La Vía Campesina[[La Vía Campesina Internacional es el movimiento social donde se reúnen organizaciones campesinas de los cinco continentes, con presencia en más de 70 países.]] define la nueva estrategia del capitalismo como una guerra de despojo contra los pueblos campesinos e indígenas, utilizando pretextos falsos como los argumentos erróneos que plantean que los agrocombustibles son una solución a las crisis climáticas y energéticas, cuando la verdad es todo lo contrario. Las trasnacionales -dice Paul Nichoslon- están ocupando las tierras y desplazando a millones de campesinos para producir agrocombustibles.
No son aceptables las respuestas tecnológicas como las semillas transgénicas, ofrecidas como una solución al hambre, cuando su propósito final es el control de la producción agrícola, la imposición de los derechos de propiedad intelectual, y la mercantilización de la vida y la Naturaleza. Ni los agrocombustibles, promovidos para solucionar una posible crisis energética, o como falsa solución al cambio climático, sin tener en cuenta cuestiones estructurales que han generado grandes conglomerados urbanos que son abastecidos por mercancías transportadas desde distintos lugares del planeta.
La solución tampoco puede ser a través de instrumentos mercantiles como el comercio de carbono, la venta de servicios ambientales, las certificaciones verdes, las mesas redondas , la inserción de las plantaciones de carbono en los proyectos del Mecanismo de
Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto.
Utilizar las tierras agrícolas para la producción de alimento para coches, va a agravar el conflicto por el control de territorio. Cuando apuntan que los agrocombustibles se van a asentar en las llamadas tierras marginales o ridas, de lo que en realidad están hablando es de las tierras más allá de la actual frontera agroindustrial y que son las que justamente alimentan a la gran mayoría de la población pobre y campesina y los pueblos indígenas de África, Asia y América Latina con cultivos no comerciales como varias especies de tubérculos y hortalizas.
Y relacionado a la segunda generación de agrocombustibles a partir de especies no alimenticias (eucalipto, switch grass, miscanthus, entre otros) la ocupación de la tierra a escala creciente y progresiva para ‘reemplazar’ al petróleo, impactará más gravemente en la población rural, generando fuertes flujos migratorios. Sin contar que esta segunda generación viene de la mano de la modificación genética: especies aptas para el consumo humano como el maíz o la remolacha van a ser modificadas para su rentabilidad como combustible; esto puede poner en peligro las variedades comestibles y la alimentación a nivel global.
Estamos en crisis
Ahora el surgimiento de la crisis de alimentos y la crisis financiera hace que todo se agudice. Esta crisis está vinculada a la especulación que hace el capital financiero con los alimentos y la tierra, en detrimento de la gente. Ahora el capital financiero se vuelve mas desesperado, asaltando los erarios públicos para sus rescates, los cuales van a obligar a todavía mayores recortes presupuestarios en los países, y mayor pobreza y sufrimiento.
La declaración de la V Conferencia Internacional de la Vía Campesina recoge estas reflexiones: «Queda claro que las corporaciones transnacionales son los verdaderos enemigos(…)
También queda claro que el régimen mundial de alimentos controlados por las empresas transnacionales, no es capaz de alimentar a la gran masa de personas en este planeta, mientras que la soberanía alimentaria basada en la agricultura campesina local es más necesaria que nunca.» Joao Pedro Stedille, uno de sus representantes, afirma que: . Y asegura que el capitalismo usa la crisis para reinventarse y encontrar nuevas fuentes de ganancias, también los movimientos sociales pueden aprovechar y crear nuevas oportunidades.
Simplemente no hay suficiente tierra en el mundo para generar todo el combustible necesario para una sociedad industrial cuyas necesidades para transportar personas y mercancías están continuamente incrementándose. Incluso Meter Brabeck, presidente de Nestlé declaró que se pretende cubrir el 20% de la demanda petrolera con agrocarburantes, no habrá qué comer.
La promesa de los agrocombustibles crea la ilusión de que podemos continuar consumiendo energía e incluso creciendo a un ritmo cada vez mayor. La única respuesta a la amenaza del cambio climático es reducir el uso de la energía en todo el mundo y redirigir el mercado internacional hacia los mercados locales.
La crisis energética no debería verse como un problema aislado, sino como parte de toda la crisis del actual modelo de desarrollo, donde los beneficios tienen prioridad sobre las personas.
Nueva geopolítica
La geopolítica de los agrocombustibles impone un reordenamiento territorial a nivel global. Este reordenamiento significa, en este primer momento, la desterritorialización de cultivos alimentarios para la producción de materias primas energéticas, con los impactos en cadena sobre toda la economía y los costos, por la obvia competencia de precios con los alimentos.
Los agrocombustibles y la extracción de otras riquezas de los países del sur, además, está acompañada de grandes acuerdos internacionales que contemplan la creación de mega infraestructuras como el Plan Puebla Panamá o el IIRSA en América del sur: carreteras, hidrovías, puertos, infraestructura de procesamiento, almacenamiento y venta de combustibles, tendidos eléctricos, etc.
No se trata, afirma la Vía Campesina, solamente de las trasnacionales de los agronegocios, también de los negocios dedicados al monocultivo de árboles, las mineras, las grandes represas y, en general, todas aquellas que involucran la expansión de muchas industrias contaminantes que están disputando y apropiándose de la tierra y el territorio.
Los nuevos ejes energéticos:
1. El abrazo del Etanol: En esta nueva correlación de fuerzas a nivel mundial el ejemplo más nítido es la alianza Lula-Bush. Brasil y Estados Unidos y el corredor de América Central. En este contexto, Brasil tiene como proyecto político convertirse en el principal proveedor de agrocombustibles y de tecnología para etanol. Brasil es actualmente el mayor productor de agrocombustibles a base de caña de azucar y lleva desarrollando esta tecnología varias décadas.
El saldo hasta ahora no deja lugar a dudas: trabajo esclavo[[No es un eufemismo, los y las trabajadoras en las plantaciones de caña no reciben salario, sino vales para comprar en las tiendas de los propietarios, las condiciones de vivienda y trabajo son infrahumanas y completamente ilegales.]], miles de indígenas y familias campesinas desalojados de sus tierras, desmontes masivos de la Amazonia y otros estados del país, cientos de trabajadores muertos en los cañaverales de Sao Paolo todos los años (por intoxicación de agrotóxicos y extenuación), grandes emisiones de CO2 en la quema de la caña que llevan a declarar las zonas en emergencia por bajar los niveles de humedad hasta el 12%, detenciones y represión hacia los movimientos sociales en lucha por la tierra…
El Plan Nacional de Agroenergía de Brasil estima como área potencial para expansión de cultivos energéticos la cifra de 200 millones de hectáreas, incluyendo la . Para poner en marcha el Plan, se tiene que construir una red de Alcohol-ductos, plantas de acopio, procesamiento, puertos, carreteras e hidrovías, lo que incrementará el uso de hierro proveniente de las minas del Gran Carajás, la destrucción de ecosistemas naturales y del tejido social en esta región de Amazonia. Y ahora quiere abrir sus tentáculos a las ventajas arancelarias que tienen países de Centroamérica y Caribe.
2. La soja transgénica en Argentina y el Cono Sur. En solo 10 años el paisaje del campo argentino se transformó en un monocultivo de 17 millones de hectáreas. Ahora, viendo que los consumidores no aceptan los transgénicos como alimentos, quieren convertir estas plantaciones de soja en alimento para los autos europeos. Argentina busca convertirse en principal proveedor para la demanda europea de biodiesel. Se programa la deforestación de entre 4 y 7 millones más de hectáreas de bosques nativos para avanzar con la frontera sojera, el desplazamiento de montes frutales y de cultivo de hortalizas y los cultivos bajo riego en la Patagonia.
La comunidad rural de Argentina y del resto de paises del Conosur pertenecientes a las vienen experimentando las ventajas de la soja transgénica y de la aplicación de Glifosato en plantaciones cercanas: abortos, malformaciones genéticas, altos índices de cáncer, alergias, intoxicaciones continuas…
3. El aceite de palma. En la actualidad, el 88% del comercio mundial de aceite de palma proviene de Malasia e Indonesia. Se han adjudicado 2,4 millones de hectáreas de bosques para la industria palmícola y de la pulpa y papel.
El aceite de palma se perfila como la principal fuente para la producción de biodiesel a costa de ecosistemas naturales y territorios indígenas también en otros países tropicales, constituyendo el caso más preocupante el de Colombia, donde las plantaciones de palma se extienden de la mano del paramilitarismo, desplazando a poblaciones enteras. Cuatro millones de desplazados ven como sus campos ahora sirven para el cultivo de estas palmeras para la exportación de combustibles.
4. África: en la vía hacia un mayor saqueo. Del colosal número de actores relacionados con la promoción de agrocombustibles en África, el estado brasileño se perfila como el más estratégico y rapaz. Las plantaciones de caña, silenciosas y estériles proliferan en los suelos africanos, otrora dedicados al cultivo de alimentos.
Soberania alimentaria… ¿Quién comería agrocombustibles?
La propuesta política proveniente de movimientos campesinos, indígenas y ambientalistas a nivel global es la , que se expresa en el derecho de los pueblos a decidir y controlar sus políticas de producción, distribución y consumo de alimentos, y la comercialización o no de excedentes, sólo después de haber garantizado las necesidades de la población con los recursos propios de su territorio y en un patrón cultural y ambientalmente adecuado. Esta es una propuesta radical que exige la transformación de las economías agroexporadoras del Sur y el patrón de consumo en el Norte.
En tanto la protección de recursos naturales como la tierra y el agua es inseparable de la práctica de la agricultura, las decisiones sobre su uso y manejo no pueden ser tomadas por productores individuales en función de la propiedad privada de la tierra. Por eso, la Soberanía Alimentaria como principio político propone que la autodeterminación de los pueblos sea garantizada por la decisión colectiva sobre la producción de alimentos, y actividades agrícolas, pastoriles, pesqueras o recolectoras, enfatizándola como principio fundamental.
Cuando la reproducción del capitalismo depende de la incorporación y control, incluso militar, de gigantescas extensiones de territorio, el eje de la resistencia es asegurar la integridad de la soberanía sobre la tierra y el agua, garantizando alimentos y energía local: construyendo la soberanía energética y alimentaria y redefiniendo la soberanía política. Afortunadamente cada vez son más los ejemplos de experiencias de resistencia y reconquista de territorio en el sur. Asimismo las luchas por el control del agua, la no privatización de los bienes y la defensa de las semillas y la vida, se van multiplicando.
El único debate consecuente sobre agrocombustibles debe enmarcarse en un nuevo paradigma de des-desarrollo que incluya una transformación estructural radical de toda la economía y de nuestro estilo de vida y el desmantelamiento del macrosistema energético que sustenta y garantiza el poder global. Para ello colocan varios ejes: des-urbanizar para restituir la existencia de la población a escala humana; des-globalizar el comercio y el transporte de mercancías, sobre todo agrícolas y alimentarias, para atacar la principal fuente de consumo de combustibles líquidos; des-tecnologizar la producción de alimentos, considerando a los sistemas productivos como agroecosistemas biodiversos; des-petrolizar la economía, dejando el petróleo y el gas en el subsuelo; des-centralizar la generación y distribución de energía a través de tecnologías que no recreen la dependencia.
Existen dos modelos en clara disputa: el de las multinacionales del agronegocio, automovilísticas y petroleras por un lado y el de los movimientos sociales y comunidades en lucha del otro. Parece que los pueblos del Sur tienen que decidir si quieren utilizar la tierra, el agua, las semillas, las manos y conocimientos ancestrales para la producción de alimentos; o si deben, una vez más, dedicarlos a las necesidades del Norte, a alimentar los autos de los gringos.
Y desde este lado del mundo… tendremos que decidir cómo contribuimos en todo esto.
Texto elaborado a partir de La política de los Biocombustibles(documento de posición del Sur Global sobre soberanía alimentaria, soberanía energética y la transición hacia una sociedad postpetróleo) y varias declaraciones de La Vía Campesina Internacional.
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