ENTREVISTA A LAUDELINO IGLESIAS

«Llevo un año fuera y todavía sueño con la cárcel»

Laudelino Iglesias, a sus 44 años, ha pasado más tiempo en la cárcel que fuera de ella. Ya en la adolescencia no se resignó a su pobreza y no tuvo problemas en recurrir a la «delincuencia» para intentar salir de ella. Una vez en prisión, con una condena de nueve años, tampoco se resignó a su nueva situación e intentó fugas y también participó en motines para pedir mejoras en las cárceles. No se lo perdonaron y prologaron su secuestro legal hasta los 23 años y diez meses, trece de los cuales los ha pasado en aislamiento como FIES. Desde agosto de 2004 está en la calle, que no en libertad, como él dice «porque fuera de la cárcel tampoco hay realmente libertad».

A continuación os ofrecemos extractos de una entrevista que el colectivo Salhaketa le realizó en septiembre de 2005.

DE PRESO POLÍTICO, PORQUE TODOS LOS SON, A PRESO POLITIZADO

Laudelino: Cuando yo era un criajo había tirado muchas piedras a la policía, pero porque era la policía nada más, eran los malos. Yo también robaba y cuando ellos me detenían, me apaleaban, me torturaban y me hacían perrerías.Entonces claro, si yo veía que había una manifestación contra los maderos, me apuntaba a tirarles piedras, a tirarles lo que fuera, pero porque eran maderos, ¿entiendes? Entonces yo era un crío, no tenía mucha conciencia de cómo funcionaba el sistema. Luego caí preso y seguía sin tener mucha conciencia. Ni sabía cuáles eran mis derechos. Y encima fue en el 80, con todo el rollo de los motines de la COPEL, estaban todas las cárceles destrozadas prácticamente. Yo estaba allí flipando. Entonces con el paso del tiempo fui interesándome por mis derechos, empecé a coger el Código, lo primero aprendí a hacer instancias para pedir cosas a la institución, luego a enterarme de qué articulado tenía que meter en esas instancias, pues si no las fundamentabas con artículos te las tiraban al final. Y poco a poco me fui leyendo el Reglamento Penitenciario, la legislación penitenciaria, el Código penal, la Constitución y todo. Y yo flipando, ¡joder!, ¿y todos estos derechos tenemos? ¡Ostias, si esto no se está cumpliendo nada! Eso ya el primer impacto. Luego te juntas con gente que lleva más tiempo que tú en la cárcel. Te llegan publicaciones, lees, en fin vas adquiriendo conciencia de preso, de preso del sistema; yo ya me empezaba a sentir un secuestrado del sistema, no ya por lo que había hecho, sino por lo que estaba haciendo dentro de la cárcel. Es por lo que más te castigan, por tu actitud. Pero al fin y al cabo, ¿qué has hecho? ¡Nada! Si hay cuatro que están haciendo mucho más y no están pagando nada. Ellos consideran que tu actitud es contra el sistema y contra ellos, un crímen en suma, si defiendes los derechos humanos dentro de la cárcel, Pero eso ¿qué delito es? Por esa razón en vez de 9 años me han hecho pagar casi 25. Y bueno, pues entonces ahora sé lo que es el estado, sé lo que es la represión, sé porqué ejerce la represión. Ahora tengo mis ideas.

SURGE EL FIES

L: Pensábamos que como nuestras denuncias iban a la basura y los jueces de vigilancia no nos hacían ni caso, nuestra única forma de llamar la atención era amotinarnos. Por eso se formó el GAPEL (Grupo Armado de Presos en Lucha), paralelamente al APRE (Asociación de Presos en Régimen Especial). Los del GAPEL lo que hacíamos era intentar fugarnos, lo principal era la libertad. ¿Qué no se conseguía?, pues nos atrincherábamos con rehenes y negociábamos. Y uno de los puntos principales era, primero, que no hubiera represalias físicas y, segundo, que se abordaran todos los temas de la legislación penitenciaria que se estaban incumpliendo y que se cumpliesen. Se produjeron tantos secuestros y motines que parece que eso preocupó mucho al sistema y en el 91 nos concentraron en tres cárceles. Como no escuchábamos ninguna noticia, llegamos a pensar que había podido haber un golpe de estado y a saber lo que querían hacer con nosotros. ¡Joder, nos estaban tratando muy mal! A lo mínimo nos daban una paliza, todos los días desnudos integrales, todos los días cacheos de celda, cambio de celda, no te sacaban al patio, o sea, los pocos derechos que te dan en una vida normal, te los quitaban todos. Te obligaban a ponerte un mono y entonces, como nosotros nos negábamos a ponernoslo, pues en pelotas. Lo único que nos dejaban tener en la celda era un colchón de espuma, pero sin espuma ni nada, en el suelo, porque no había cama y un cepillo de dientes al que le cortaban el mango, una pasta dentífrica de estas talegueras que daba la institución, una cuchara de plástico y una bandeja de plástico. Y en esas condiciones nos tuvieron incomunicados, porque no nos dejaban comunicar tampoco.

S: Ni siquiera con los abogados.

L: Ni con los abogados, ni con familiares, con nadie. Unos tres meses. Ya empezamos a comunicar poquito a poco con la familia nada más. Siempre nos sacaban esposados atrás, con muchos carceleros todos armados.

S: En zapatos o en chancletas, ¿no?

L: Nosotros íbamos en ese momento sin nada, con los pies desnudos. Luego ya empezamos a protestar, conseguimos que nos dieran nuestras ropas, que nos dieran nuestro aparatos de radio, y poquito a poco fuimos consiguiendo nuestras pertenencias, que nos tenían retenidas. Incluso el lápiz y el papel, que ni eso nos daban para poder denunciar. Así nos tenían completamente incomunicados para que fuera no se supiera nada.

Entonces no lo sabíamos, pero era el principio del nuevo régimen FIES y estábamos en esas tres cárceles a la espera de que terminaran de construir los nuevos módulos FIES. Estos eran pequeños, totalmente automatizados, puertas automáticas, cámaras de vigilancia y micrófonos por todos lados, ¡no puedes tener ningún contacto físico con los carceleros! Todo es a través de rejas, a través de cristales de seguridad. Eso les ha costado un pastón y no la van a destruir así de la noche a la mañana, siempre lo tendrán ahí. En esta fase, en el 90, fuimos nosotros, en el 2000 fueron otros y en el 2010 serán otros. Los muros FIES son para mí microcárceles de máxima seguridad dentro de las macrocárceles de máxima seguridad.
PROTESTAS

S: ¿Y cómo está la situación de lucha dentro de las cárceles hoy en día? Después si quieres hablamos un poco de la huelga de hambre del año 2000 de presos en aislamiento como última experiencia colectiva en ese sentido.

L: Esa huelga de hambre la comenzamos 200 personas y la terminamos unas 50. Yo lo pase muy mal y luego, a fin de cuentas, no conseguimos prácticamente nada, porque no hubo ningún cambio en el régimen. No se sacó nada más que represalias. Si fuera hubiera habido una coordinación más real y más numerosa, entonces los carceleros se hubieran cortado un poco a la hora de reprimirnos. Pero claro, como saben que fuera el apoyo que había en esos momentos era algo más bien simbólico, salvo las cuatro o cinco personas de siempre, lo demás más bien era como una pequeña moda en ese momento. Y todo eso los carceleros lo sabían.

S: No se asustaban los carceleros…

L: No, para nada. No estaban asustados para nada, es más, cada vez que nos poníamos en huelga de hambre, en ésta y en anteriores, los carceleros se reían de nosotros.

S: De hecho a ti una vez te dieron una paliza entre cinco carceleros.

L: Sí, entre cinco carceleros. Llevaba 18 días sin comer y en un cambio de celda empezaron a golpearme por la espalda, me tiraron al suelo, me patearon la cabeza, me esposaron, me hicieron varias brechas en la cabeza y luego me esposaron de pies y manos a una cama, me cosieron sin anestesia, o sea una pasada. Fue la primera vez que lo hicieron de forma tan cobarde, engañándome, pues otras veces tuve un cacheo integral, conoces la tensión, sabes que si no te quitas los gayumbos pues que te van a apalear, te preparas, pero bueno, sabes que te van a dar en ese momento. Pero esa vez me engañaron. «¡Cambio de celda!» Pues un cambio de celda normal, porque me están cambiando cada dos por tres. Iban andando detrás mío por el pasillo de la galería y sin más me empiezan a golpear por la espalda. Y yo me di la vuelta, al darme la vuelta ya me golpearon fuerte, me tiraron al suelo, me patearon la cabeza, bueno una paliza tremenda. Y eso que en ese momento yo tenía el apoyo de Amaitu.

S: La asociación de tu pueblo.

L: Sí, y les daba exactamente lo mismo.

FUGAS

S: ¿Cuántas veces te has fugado?

L: Pues yo solamente una vez.

S: ¿Las vueltas de las fugas?

L : Lo malo de las fugas… Está muy castigado. Las fugas es lo que está peor mirado. Lo bueno es que mientras las estas planificando pasas el rato, pero lo malo es que si te sale mal, te dan unas palizas tremendas. Te aíslan, torturas, esposado a la cama de pies y manos, te insultan, te dicen de todo y luego las sanciones, claro. Te meten mazo de sanciones, o sea, que hasta que vuelves a intentarlo igual ha pasado un año o más, hasta que pagues todas las sanciones, te recuperes del trauma y te lleven a un sitio en el que más o menos veas posibilidades y empieces a fantasear un poco. Pero bueno esta bien, ¿qué vas a hacer ahí dentro?

LA DROGA

L: La primera función de la droga es conseguir que los presos no den problemas. Como la cárcel es muy dura, la gente la usa y así, estando drogado, no se entera y según ellos dicen, le roban días al juez. Además, sobre todo con las drogas legales como la metadona, los psicofármacos o los tranquimacines, les tienen a su merced. Si un carcelero le dice a un preso, «cierra esa puerta», va el preso y la cierra, si le dice «vete por ahí diciendo este bulo de este preso», lo hace, y le puede llegar a decir «coge un cuchillo y mata a este tío que te voy a dar doble ración de metadona» o cualquier cosa. De hecho a nosotros, a gente que estábamos secuestrando en ese momento para salir en libertad, nos propusieron formar un GAL carcelero.

EL GAL CARCELARIO

A nosotros nos llegaron a decir que querían quitar de en medio a ciertos presos vascos sobre todo; bueno, a mí no me lo plantearon porque soy vasco, pero a colegas les dijeron los carceleros: «Vosotros, si sois listos, la libertad la podéis conseguir en seis meses y todo de forma legal, solamente tenéis que hacer lo que os digamos. Como ya os conocen que estáis haciendo secuestros cada dos por tres, nosotros nos dejamos secuestrar y os llevamos a un sitio concreto para eliminar a una persona. En ese sitio nos atáis muy bien, a esa persona la elimináis y en cuanto hagáis eso, vosotros os rendís, nadie os va a tocar, porque todo está apalabrado. Luego en seis meses – para que no sea sospechoso, porque la legalidad dice que como mínimo son seis meses de 1er grado para pasar al 2º- tú nos dices la cárcel donde quieres ir y te llevamos allí ya con 2º grado, y a los tres meses ya estas en 3er grado, ya estas pillando permisos, ya estás en la calle». Y eso es lo que nos propusieron, cargarnos compañeros, eso es el GAL carcelario que querían formar dentro, pero nosotros pasamos, pero nos lo propusieron.

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