SIN EL APOYO DEL ESTADO ESPAÑOL NADA SERIA IGUAL PARA LOS NAZIS

El Estado español jugó un papel mucho más importante del que se nos cuenta para la continuidad del capitalismo transnacional. Ahí está la transición de finales de los años 70, pero también, y muchas veces olvidada, la otra primera “transición” tras la segunda guerra mundial (años 1945-1952), donde el sistema político del español logró el reconococimiento por parte de poderes hegemónicos como los EE.UU.

Parece un mito oportuno decir que Europa (entendida como desarrollo-cultura-democracia) comienza en los Pirineos. Oportuno porque de esta manera nos metieron un complejo social en la mente para que nos creyésemos que éramos, esperando que la gente acomplejada no preguntase. Y tal vez lo han conseguido. Pues donde no hay preguntas, no habrá respuestas. ¿Cuánto de verdad salió a la luz hace diez años cuando supimos que el Estado español fue muy importante a partir de los años 50 para la OTAN en la creación de su red paramilitar y transnacional GLADIO? ¿Sabemos lo suficiente sobre el “escondite español” del famoso TESORO NAZI que hace 4 años fue denunciado y reclamado por organizaciones judías y a lo que el Gobierno quitó importancia? ¿Conocemos la amplitud de la ola de los FUGITIVOS NAZIS que nos vino encima en la posguerra y la implicación del Estado bajo ambos regímenes en su protección?

En este número arrojamos la primera piedra argumentativa sobre la historia, esperando desmontar de esta manera los falsos mitos.

La implicación del Estado español en el funcionamiento del Tercer Reich fue importante. Por su intenso comercio con el régimen nazi alemán se llegó a acusar al aparato franquista de culpabilidad en la larga duración de la segunda guerra mundial. Como estado “no beligerante” o “neutral”, Franco siempre se definió en “la lucha entre la civilización y el bolchevismo”, por lo cual su aparato se esforzó mucho en estar bien sincronizado con el del III Reich. Unas pocas pinceladas muestran el nivel de relaciones políticas o económicas alcanzado durante el III Reich entre ambos países:
En 1938 se firmó un pacto de colaboración entre la Gestapo (la policía política alemana) y el Servicio de Información de la Policía Militar española (la SIPM), acordando el asesoramiento en la lucha contra el comunismo a agentes españoles por parte de expertos de la SS y de la Gestapo en lo referente a técnicas como la de interrogatorios, torturas, ficheros, campos de internamiento, etc. En bastantes casos de designación de cargos policiales se llegó a aceptar la prioridad de decisión alemana. En Alemania se adiestraron policías españoles. En 1940, Madrid era la sede de las más importantes instalaciones del servicio secreto alemán, cuyo objetivo era el control del mediterráneo occidental, el Atlántico y las actividades del servicio alemán en Latinoamérica. Científicos nazis alemanes tenían acceso a algún campo de concentración en tierra española para su uso como centro experimental. Este fue el caso de San Pedro de Cardeña, en la provincia de Burgos, donde científicos nazis buscaban el “gen rojo”, experimentando con brigadistas hech@s pres@s. La agencia estatal de noticias, EFE, se ocupó de la propaganda nazi en América del Sur. Franco también puso al servicio de los alemanes parte de su infraestructura comercial con los países del sur de América, ofreciéndola a los alemanes como enlace. Las acciones conjuntas de sabotaje contra instalaciones británicas y el envío de los 47.000 soldados de la División Azul, convirtieron a España en el único país neutral que apoyó militarmente el estado nazi en su guerra.

Aunque Hitler no logró asociar completamente a España en la guerra y se gestaron planes (de poca vida) para atentar contra Franco, éste no perdió nunca su puesto de confianza en el conjunto de la planificación nazi. Durante toda la guerra, España fue encargada de transferir bienes nazis a terceros países. La retirada de la División Azul por Franco, en diciembre de 1943, fue motivada más por sus coqueteos y su táctica política con los aliados para garantizar la supervivencia del fascismo español, que por un distanciamiento ideológico. Su posterior explicación a los aliados sería la elevada misión que tiene España de mantener en activo la resistencia anticomunista para todo Europa. Y así fue.

La liquidación controlada del III Reich

La derrota militar nazi trajo una avalancha de refugiados nazis a la península ibérica. Los nazis fueron a donde existían condiciones favorables para su futuro y, sobre todo, a donde ya les esperaba buena parte del botín de guerra para ser utilizado con fines individuales y para mantener vivo al nazismo. Los nazis ya sabían por qué había que dejar una importante infraestructura económica en el territorio del Estado español durante el III Reich. Se estima que acabando la segunda guerra mundial los nazis dejaron aquí valores entre 1 y 2 billones de pesetas del mercado actual, al cual hay que añadir el valor de un racimo de holdings (ej. SOFINDUS, con 16 unidades), empresas de seguros, bancos, industrias químicas y eléctricas, navieras, mineras y agrícolas, etc.

Para algunos empezó a sonar la alarma. Por ejemplo, el diplomático francés Jacques Truelle en Madrid advirtió en abril de 1945 a su Gobierno provisional, que España podría convertirse a corto plazo en uno de los depósitos más importantes para las operaciones financieras nazis en la posguerra. Por ello pidió a los aliados que controlasen bien a la colonia alemana en el Estado español.

Fue en vano. A raíz de algunas débiles reclamaciones de extradición de agentes alemanes o colaboradores nazis por parte de los aliados se entregó a unos pocos. Cuando a las autoridades franquistas en 1945 se le presentó una lista de demanda de expulsión de 750 presuntos agentes nazis, estos no fueron para nada molestados. Al contrario, la ayuda que recibieron creció.

A diferencia de cualquier otro país europeo, en el Estado español fue donde probablemente más se amontonaron jerarcas, dirigentes, asesinos y verdugos nazis, tanto de cuadros intermedios como de alto nivel. Se filtraron aquí por muchos canales. Uno fue la famosa “ruta de las ratas”, organizada en 1946 por los servicios norteamericanos. Armados con reducidos conocimientos del castellano o portugués, recibidos en rápidos cursillos, y con documentación falsa muchas veces proveniente de la Cruz Roja Internacional, los nazis obtuvieron refugio a lo largo de los puertos montañeros entre Austria e Italia, zona en la que se refugió casi la totalidad de la plana mayor de las SS. Todavía en 1951 pudo escapar por esta ruta “El Carnicero de Lion”, Klaus Barbie.

Otro canal fue “el camino de los monasterios”, organizado por El Vaticano, “la organización más potente que colabora en la transmisión ilegal de emigrantes siempre y cuando sean anticomunistas y partidarios de la Iglesia Católica”, según un informe de la inteligencia norteamericana del año 1947. Los nazis pasaron por las manos de sacerdotes y obispos, de monasterio en monasterio. El golpe más espectacular de la iglesia católica se produjo con la ayuda prestada al escape de una compañía entera de 11.000 colaboradores de los nazis del régimen de la ustasha de Croacia.

Por “la ruta de huida norte” los nazis vinieron por mar a Bilbo y Donostia. Un pacto entre la Gestapo (policía secreta del partido nazi) y oficiales daneses les garantizó el embarque desde Copenhague con dirección al Estado español sin molestia alguna. Asimismo, la ayuda danesa les aseguró el transporte de sus objetos de valor desde Alemania a Suecia. Como contrapartida, los daneses obtuvieron la oportunidad de traer armas desde Suecia a Dinamarca para abastecer a grupos de combatientes anticomunistas para que éstos impidiesen la toma de poder de los comunistas en la posguerra.

Lo que los nazis deben al Estado español

El apoyo institucional tenía para los prófugos nazis un valor inestimable. En ningún momento los falangistas cesaron de admitirles, ayudarles, otorgarles la tarjeta de residencia o aceptar su entrada en la Legión. Aquí algunos ejemplos.
Destacable es el trapicheo con los documentos y pasaportes especiales por parte de funcionarios de Franco. Aprovechando la necesidad de tener que repatriar a estos españoles residentes en Alemania que fueron colaboradores del III Reich, diplomáticos franquistas hicieron florecer un buen negocio con los documentos españoles. De este modo, muchos alemanes se convirtieron en “españoles”. Una vez aquí, el ministro de exteriores siempre encontró algún argumento oportuno para protegerles. Contra las demandas de extradición, el ministro resistió, argumentando que había personas “cuyo historial interesa a la economía nacional o que merecen una especial consideración”, por sus posiciones clave en la economía o una cualificación superior de técnico, director o representante de empresas alemanas como Merck, AEG, IG-Farben o Sofindus. Al recriminar los aliados que el ejército permitía la entrada a agentes nazis a la Legión, a pesar de que muchos de ellos figuraban en la lista de repatriación, este respondió que “visto el duro servicio de la Legión, no se podía ser muy exigente respeto al pasado de los soldados”.

Con la fundación del “Patronato de Refugiados Extranjeros Indigentes” por parte de la Presidencia de Gobierno de Madrid se logró que la ayuda al prófugo nazi se diera incluso en el ámbito institucional. El objetivo, ayudar a aquellos extranjeros que “vienen a buscar trabajo, asilo político o posibilidades de salir del país”. Todo fue puro camuflaje, pues sólo en 1949 fueron pagados 104 viajes de alemanes a Latinoamérica y concedido a otros 1.300 el estatus de “libertad vigilada”.

Al final, no se sabe con certeza cuántos nazis se refugiaron en territorio de Franco. Debido al secretismo institucional, incluso hoy en día sólo podemos especular sobre ello. Probablemente fueron cientos de miles. El número más elevado fue denunciado por el embajador soviético ante la ONU. Según él, unos 200.000 nazis encontraron proteción aquí. Fuentes norteamericanas y de los servicios franceses, sin embargo, señalaron que fueron 100.000 los nazis alemanes los que se refugiaron bajo el manto de Franco. El ex senador y presidente del grupo de investigadores sobre “El paradero del oro nazi en España”, Enrique Múgica Herzog, cree que alrededor de 40.000 nazis se refugiaron aquí. Fuese el número que fuese, el régimen de Franco les daba su bienvenida a todos, y nadie fue expulsado por los gobiernos posteriores. Como ancianos mueren uno tras otro en la Costa del Sol.
Pero mucho antes, en noviembre de 1947, los EE.UU dieron por cerrado su programa de repatriación por ser esto “un juego de niños ya que los repatriados alemanes regresan enseguida a España”, como lo expresó su jefe del Departamento Europeo, Culbertson. Interpretar esto como una “tirada de toalla” sería un error. Más bien fue un paso lógico, englobado en la aritmética de las necesidades políticas del Occidente en su estrategia de la Guerra Fría. Ya desde 1943 se produjeron encuentros entre los jefes de los servicios secretos alemanes (la Abwehr), jerarcas nazis y de la OSS, organización anterior de la CIA, buscando fórmulas para el final de la segunda guerra mundial y una orientación común en la lucha contra “el peligro comunista”. Fueron éstas las primeras líneas generales que más tarde, con el presidente norteamericano Truman, se convirtieron en el guión central del imperialismo norteamericano para la época de la Guerra Fría, arrastrando un sinfín de directivas del Consejo de la Seguridad Nacional norteamericano (NSC). La más mortal para los pueblos de este globo fue la llamada NSC 10/2, que introdujo en la política oficial de los EE.UU el asesinato político, el golpismo, la subversión y la intervención psicológica, conocida como Guerra de Baja Intensidad, dando también luz verde a la integración y colaboración de nazis de la S.S. en los planes de la CIA.

La misma suerte que los “viejos nazis” tuvieron después, ultras de todo el mundo. Aquí encontraron acogida extremistas de la Triple A Argentina, italianos de Ordine Nuovo, franceses de la OAS, croatas del HSP, portugueses del ELP. Muchos de ellos fueron los protagonistas de la lucha contra el comunismo y nacionalismo. Los años 70 de plomo, los Guerrilleros de Cristo Rey, el GAL y Gladio también son sus huellas.

LA RUTA DE LAS RATAS

Así se titula el vídeo que distribuye el colectivo CHIGRA de Barcelona. Es un documento de la televisión alemana sobre las rutas de escape de los nazis desde Alemania hasta Latinoamérica pasando por Italia. Los autores consiguieron entrevistar a algunos protagonistas de aquella época, tanto nazis como caza-nazis, y demuestran el grado del apoyo prestado tanto por los políticos como por la iglesia o la Cruz Roja. El documental está doblado al castellano y dura 45 minutos. Es una pena que este documento no diga nada sobre la tierra segura que fue para los nazis el Estado español.

ENTREVISTA CON ACCION ANTIFASCISTA DE BERLIN

Estas son algunas de la preguntas de la entrevista que mantuvo E. Z. en Likiniano Topagunea con Katherine y Tom, militantes de Acción Antifascista de Berlín. Este colectivo alemán realizó una gira por distintos lugares del Estado español del 6 al 20 de noviembre de 1999.

E. Z.: Cuál es vuestra valoración sobre el papel que están jugando los partidos institucionales alemanes en relación a la extensión de mensajes racistas y xenófobos?

A.A.: Los partidos institucionales toman como referencia la ideología de los partidos fascistas. Oficialmente afirman que quieren quitar votos a estos partidos, ya que se trata de pequeñas formaciones que tan sólo alcanzan el 5% de los votos en las elecciones (esto no ocurre en Suiza o Austria, donde los porcentajes son mayores). Este “quitar votos” se traduce en la práctica en que tanto de los socialdemócratas como de los democratacristianos acaban introduciendo dentro de su discurso los mensajes de los grupos nazis. De este modo, antes de las elecciones suelen declarar que esta es la manera en que la democracia debe reducir a estos grupos extremistas y con ello lo que se crea es un consenso racista y antisemita que la población alemana ha acabado por interiorizar.

E. Z.: Estáis hablando de clara connivencia entre las diferentes estructuras del poder en Alemania…

A.A.:
Un hecho clave en la nueva política alemana es mostrar al mundo que Alemania es fuerte y poderosa dentro de esa Europa que quiere cerrar sus fronteras para refugiados y emigrantes que llegan desde las antiguas colonias explotadas por los países europeos. Otro ejemplo es la iniciativa de sectores de las comunidades judía o gitana solicitando que se juzgue las grandes empresas alemanas (como Siemens, Volkswagen o Deutsche Bank) por el apoyo que dieron en los años 30 al Partido Nazi en su ascensión al poder. Sin embargo, el gobierno alemán las protege para que estas empresas no paguen ningún tipo de indemnización.

E. Z.: ¿Cómo influye esta situación en la actitud de la sociedad?

A.A.: Todo este discurso y clima político hace que mucha gente joven y adulta se vea respaldada para realizar ataques fascistas contra emigrantes, cementerios judíos o monumentos en recuerdo a las víctimas del holocausto. La política que se lleva a cabo en el Parlamento, los mensajes de los partidos y las campañas mediáticas crean este caldo de cultivo.

E. Z.: ¿Pensáis que la situación creada en Austria o Suiza con el ascenso de los partidos ultraderechistas se puede extrapolar a Alemania?

A.A.: No creemos que lo ocurrido en Austria o Suiza se vaya a repetir en Alemania, pero es evidente que el clima político racista y xenófobo es el mismo. Lo que ocurre en Alemania es que los partido nazis cuentan con escaso apoyo electoral y además las clases altas y emrpesariales no tienen ningún interés en que un partido fuerte de extrema derecha pueda obstaculizar la expansión del capital alemán dentro del marco de la globalización.

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