EN NOMBRE DE LA RAZÓN

El pasado 8 de Febrero, se realizó en la ciudad de Montpellier, el juicio contra tres integrantes de la Confederación Campesina acusados de sabotear instalaciones gubernamentales dedicadas a la manipulación genética. Riesel, un conocido ex situ, Bové, la nueva vedette revolucionaria y un tercer confederado se enfrentaban de nuevo a un proceso judicial pero desde dos perspectivas enfrentadas: “unos querían con el sabotaje extender la crítica de las manipulaciones genéticas hasta alcanzar a su principal promotor, el Estado. Otros, tras haber sepultado bajo los escombros de Millau el sentido de ese desenmascaramiento de la investigación pública, emprendieron una agitación mediática dirigida hacia el consumidor, para que éste reclame la regulación, por el Estado, de los aspectos negativos de la producción agrícola”. Y es que, la acción contra el McDonalds de Millau constituye el comienzo de una época en la que la denuncia de los Organismos Genéticamente Modificados, como metáfora del capitalismo del nuevo milenio, se trueca mediante la representación de pseudo protestas mediáticas, en un nacionalismo culinario a la espera de un estado nación regulador.

En su intervención en el juicio, Riesel comenzaba con un recuerdo para el lúcido y encarcelado Kaczynski, Bové, curtido en el arte del espectáculo, seducía con su verborrea huera a los media.
Pero, por fortuna, a la puerta de los juzgados, los puestos de material político de los demócratas radicales, Attac y otros reformismos, se encontraban vacíos al igual que sus pancartas despobladas en la mani de la tarde. Los asistentes prefirieron engrosar aquel día, las filas de los saboteadores, que anónimos y desconocidos (también para la izquierda de la mímesis antiglobalización, que buscó en esta nueva contracelebración, la perpetuación de sus rutinas revolucionarias) dejaron el rastro de su crítica práctica de la tecnología.

EN NOMBRE DE LA RAZÓN

Los hechos que van a ser juzgados en Montpellier este 8 de febrero del 2001 (el sabotaje de un tipo de arroz transgénico experimental del CIRAD [[Centre International de Recherche Agronomique paur le Développement. (NdT)]], por iniciativa de la “Caravana Intercontinental” [[La Caravana Continental fue una iniciativa de la organización Acción Global de los Pueblos, que trajo a Europa a más de quinientos campesinos de la India, América Latina y África para reivindicar “un mundo en donde las colectividades locales controlarán la economía local, en donde la centralización de los poderes económicos y políticos desaparecerá, en donde el crecimiento económico y el consumo desenfrenado cederán el sitio a perspectivas sociales tales como la igualdad y la calidad de vida, en donde el militarismo y la agresión no serán sino un mal recuerdo” (Manifiesto de la Caravana Intercontinental). (NdT)]] señalaron, en junio de 1999, el punto culminante de la campaña llevada a cabo durante casi dos años contra las aplicaciones agrícolas de la ingeniería genética. El objetivo perseguido era el de “llegar hasta el final de lo que se empezó, pasando de los golpes de mano contra compañías privadas a las primeras ofensivas, necesariamente frontales, contra la investigación pública. No la investigación pública imposible de hallar a la que una virtud sui generis convertiría en santuario exonerándola de cualquier responsabilidad en este mundo tal como va, sino la investigación pública real, cogida con las manos en la masa que ella misma produce” [[René Riesel, texto para la.revista L’Ecologiste, en su número. de otoño del 2000, recogido en la nueva edición aumentada de las Déclarations sur l’agriculture transgénique et ceux qui prétendent s’y opposer, Ediciones de la Encyclopédie des Nuisances, París 2001.]].

La introducción de los “Organismos Genética-mente Modificados agrícolas” que hubiera pasado desapercibida sin esa clase de campaña de información, despertó en general gran indignación y un aura de simpatía envolvió a quienes se opusieron de tal suerte al nuevo umbral de artificialización de la vida. Y es que con una dispersión tal de quimeras genéticas comenzaba a ser aplicado a gran escala el proyecto de someter irreversiblemente el corazón de la vida natural -su reproducción autónoma- a la lógica industrial. Esta esterilización se presentaba en la agricultura como un ataque a todos los antiguos vínculos con la naturaleza que se creían a salvo, y, finalmente reconfortaba pensar que existía entre los más directamente amenazados -los agricultores- una capacidad de reacción desaparecida en cualquier otra parte, que incluso podia tomarse como un detalle para con la seguridad alimentaria de los habitantes de la ciudad. Pero la tentativa de suplantar la naturaleza, de sustituirla por una tecnosfera burocráticamente gestionable, solamente ha comenzado a ser juzgada por lo que es. La expulsión de la naturaleza, su confinamiento en unos cuantos parques multifuncionales protegidos, no sólo significaría el fin de todo el campesinado (en los lugares donde todavía existe) y de todo el saber adquirido en la apropiación razonable del medio, sino también el fin de la propia razón humana, la cual sólo pudo constituirse encontrando, en forma de naturaleza exterior e interior del ser humano, un límite, es decir, algo que se le resistía: “ese afuera que el hombre necesita para no cerrarse consigo mismo, o sea, para no hundirse en el solipsismo, en el delirio lógico de la omnipotencia”. A contrario, ya se puede comprobar con sólo mirar a los niños criados “sin tierra” [[Es decir, sin vínculos con la naturaleza, como esos cultivos hors sol, que ocurren en un medio completamente artificial. (NdT)]], con ordenador, en que consiste la “formación” de un ser que no tiene ante sí sino al universo interactivamente maleable de las representaciones digitalizadas.

En el momento en que la dominación se propone, a base de ciegos experimentos genéticos, encerrar a la humanidad en una prisión tecnológica y después tirar la llave, los días están más contados que nunca. No a causa de la próxima venida de un improbable perfeccionamiento totalitario: no cabe la menor duda de que la tecnosfera funcionan que nos preparar [[Por ejemplo, probando echar limaduras de hierro en el océano austral a fin de estimular la fotosíntesis del plancton, y por consiguiente, aumentar su capacidad de absorción del anhídrido carbónico, con lo cual el incremento de los gases de efecto invernadero dejaría de ser un problema.]] será tan segura como cualquier macrohospital ultramoderno gestionado mediante informática; sino debido a que cuando los hombres sean todavía más dependientes -por no haber salido a tiempo y por propia voluntad del encarcelamiento industrial- quedarán muy pocas cosas en las que la libertad podrá ejercitarse y en consecuencia, sucesivas debacles high tech nos privarán de las comodidades de la vida artificial y nos arrojarán brutalmente a un mundo devastado. Los hombres, asustados por haber sido librados a sí mismos, debilitados, sin me-moria y, por consiguiente, sin imaginación para hacer otra cosa bajo el yugo de la necesidad que no sea reciclar los vestigios de viejas sumisiones, ¿hacia qué nuevos protectores se digirán entonces?

Tras el ejemplo de los sabotajes de quimeras agrícolas, al tiempo que el desastre de un modo de producción se hace tan patente (particularmente con el desarreglo climático, cuyos efectos sobre la vida natural son más directos aún que los de las manipulaciones genéticas), se dan las condiciones para que una oposición antiindustrial surja y se declare como tal. Si no se extiende hasta abarcar al conjunto de todas las constricciones tecnológicas, el terreno de la lucha “anti OGM” permanecerá ocupado; es decir, parasitado, por diversos sucedáneos de crítica, que por otra parte se combinan con suma facilidad en la mantecosa retórica antimundialista: bien la denuncia complaciente al estilo Attac [[La Association por la Transaction des Taxations financières por l’Aide aux citoyens, nacida en 1998 por iniciativa del mensual Le Monde Diplomatique, es la organización “ciudadanista’” por excelencia que cree que con la imposición de la tasa Tobin a los movimientos internacionales de capital se logrará el idilio necesario entre Capital y Estado, base de la “democracia”. (NdT)]] o Le Monde Diplomatique, en donde la indignación se santifica a sí misma como sumum de la conciencia sin que jamás nadie diga nada en contra la vida moderna (bien al contrario todos se quedan boquiabiertos ante los espacios de libertad que abre el cibermilitantismo), y todavía menos en contra del Estado, al cual se remiten para instaurar, puede que algún día, la transparencia y la felicidad humana; bien el consumismo ecológicamente correcto, que reclama “buenos productos”, incluso una “vida sana”, para poder continuar soportando la industrialización total del mundo (hay que ver que ver hasta qué punto el corporativismo apenas disimulado de un Bové, procesado con Riesel en el proceso de Montpellier, contribuye a alimentar el ilusionismo publicitario de la agroindustria etiquetada de producto de la tierra); o bien, finalmente, el izquierdismo prolongado, siempre en busca de causas justas con las que sostener su bluff activista, y que por encima de todo no quiere reflexionar sobre las alternativas reales de la oposición a las necrotecnologías, prefiriendo remojar todo esto en su típica sopa de esléganes “anticapitalistas” (tal izquierdismo “movimentista” [[Mouvementisme, nueva forma del militantismo izquierdista, basada en la explotación político mediática de conflictos relacionados con la marginación social de sectores importantes de la población -precariedad, paro, vivienda, papeles, derechos sociales, etc.- mediante la creación de asociaciones cuasivirtuales que pasan por movimientos sociales. (NdT)]] por otra parte sirve de buen grado como peón manifestante y masa de maniobra de los neoestatistas y “ciudadanistas”, como se ha visto recientemente en Niza). En los diferentes consuelos ofrecidos por la falsa conciencia -pues resulta consolador pensar en un capitalismo que no fuera el mismísimo proceso de la mecanización del mundo, sino sólo su excrecencia mercantil-, encontramos un mismo compromiso ilusorio entre lo que hay que admitir por fuerza y lo que se quiere continuar creyendo.

Por lo tanto, hay que llegar hasta las últimas consecuencias de la crítica si queremos combatir al racionalismo tecnológico en nombre de la razón (y no en el de una de las múltiples ilusiones de evasión individual del mundo industrial que esta sociedad insiste en proporcionar: espiritualidades sintéticas, naturismo sectario, irracionalismo iluminado, cibervida en el campo, etc.). Cuando un biólogo algo menos descerebrado que sus cófrades se da cuenta de que un hombre remendado genéticamente, con un intercambio estándar de sus piezas defectuosas, comprendido el cerebro, perdería “toda identidad, toda conciencia de sí” [[Artículo del New York Times magazine citado en Courier international, 21 diciembre del 2000.]], conviene entender que solamente en la medida en que dicha “conciencia de sí” ya se ha extinguido resulta posible plantear como si de una buena nueva se tratase la dependencia total prometida de las prótesis tecnoIógicas y mangoneos genéticos, sin ni siquiera ver que esta sórdida promesa es además una soberana mentira, como toda la seudomedicina que pretende adaptar el ser humano a un medio mórbido. Por supuesto, las chapuzas de las transgénesis fracasarán en llevarnos a nosotros, miserablemente inmortales, a un país de Jauja cibernética. Pero ¿en qué estado quedará la “conciencia” de los hombres que esperan todo eso, que aceptaron ser los dóciles cobayas de tales experiencias de criogenia in vivo?

Antes de que la presión de la necesidad acabe imponiendo sin más a la naturaleza moribunda los procedimientos de urgencia y de colocación del gota a gota (por ejemplo, de cara a la necesidad de adaptación los cultivos al nuevo régimen climático), todavía se recurre, con el fin de justificar el ensañamiento tecnológico, a la atávica e insaciable curiosidad humana, o incluso al gusto no menos inveterado de hombre por la aventura, la novedad, la variedad, etc. En realidad, un individuo sensato, es decir, cualquiera que no haya renunciado al uso razonado de los sentidos, no hallará nada que satisfaga o cuanto menos despierte su curiosidad en esa empresa de simplificación que no procede nunca sino mediante la desvitalización, la esterilización metódica; nunca salimos del labotorio, que lo abarca todo, y acabamos encontrando por doquier los mismos presupuestos mecanicistas y los mismos procedimientos técnicos ¿Y en esa uniformización lúgubre consiste la anunciada aventura? La aventura y el descubrimiento, consistirían mejor en la liberación de las trabas que imponen nuestras prótesis y nuestras pantallas, en el reencuentro con la vida de las sensaciones directamente experimentadas, sin filtro digital, en el ir a pie hacia el reencuentro con el mundo de las necesidades materiales, de las realidades tangibles sobre las que uno puede actuar por sí mismo, consistirían también en el experimentar de paso las formas de comunidad capaces de escoger conscientemente tanto los útiles técnicos como los modos de asociación y de ayuda mutua pertinentes. Y son también dichas comunidades, libres puesto que restringidas, las que podrían realmente plantar cara a las urgencias que a partir de ahora impone el deterioro de la supervivencia administrada, mucho mejor en cualquier caso que la sociedad de masas apostando por el gigantismo, que no “resuelda” [[En francés, “resuelve” y “resuelda” suenan igual. (NdT)]] los problemas más que amplificándolos.

Una crítica de la sociedad industrial no puede dejar de lado la refutación de todo el sistema de necesidades (recordemos solamente la forma en que las luchas antinucleares se marchitaron y desaparecieron por no haber cuestionado las necesidades que justificaban los excesos energéticos). Lo cual impone primero un claro desmarque de todos les progresismos, cortando en seco las discusiones metafísicas sobre el carácter virtuoso (o no) de la investigación científica, pública o privada: ¿con qué buenas intenciones o qué perspectiva de brillante porvenir podría acreditarse, si todos nos ahogamos bajo sus efectos? En el mundo del monopolio industrial y mercantil las ciencias, las artes y los oficios, nadie es científico inocentemente. Por encima de una elemental solidaridad, el proceso de Montpellier puede ser la ocasión que se presenta para defender las mejores razones del sabotaje de las quimeras de Estado, las que van a tratar de oscurecer las previsibles tiradas sobre la “investigación pública” y su “control ciudadano”. Que cada cual tome sus disposiciones al respecto para que la insignificancia no tenga por esta vez el monopolio de la palabra, y que los que no tengan nada que decir no sean como de costumbre los únicos en expresarse; Sin lo cual la movilización por este proceso tendrá que añadirse a la lista de no acontecimientos fastidiosamente festivos, verbenas a la moda de Millau [[Manifestación de campesinos y ciudadanos ocurrida el 12 de agosto de 1999, en el curso de la cual un McDonalds en construcción sufrió algunos desperfectos. Según los convocantes. Se trataba de una acción simbólica contra el imperialismo económico y en defensa del hecho diferencial de los campesinos productores de queso roquefort: “Los ciudadanos entendieron que meterse con el territorio, la tradición y los productos de calidad con denominación de origen era lo mismo que ir contra la relación entre el ampesino, sus costumbre y el consumidor” (François Dufour, en El Món no és un negoci, Pagès editors, Lérida). (NdT)]] y demás desfiles carnavalescos de buenos sentimientos.

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