CUESTIONADO LA CARCEL

 

GENEALOGÍA DE LA CÁRCEL

Es importante comenzar hablando del origen de la cárcel. Esto es algo es que se omite por lo general, con objeto de crear una imagen interesada, de sacralizar la institución. En este sentido, el primer tópico que hay que desenmascarar es el de que la cárcel es un sistema de castigo que ha existido en toda sociedad y en todo momento histórico.

La cárcel se configura como el sistema punitivo correspondiente a la Modernidad, que no es otra cosa que el asentamiento y consolidación de una clase social en Europa a partir del siglo XVII: la burguesía. Se desarrolla además un modelo de sociedad mercantilista, donde todo tipo de intercambio social, de intercambio comunicativo se hace en términos de mercancía. Esto es lo que sustenta, desde un punto de vista penal aquello que se llama la «teoría retributiva de la pena», es decir, el concepto mercantilista de la pena consiste en pagar un tiempo de condena en relación con el delito cometido o con el daño ocasionado a la sociedad. La cárcel es una institución que administra el tiempo y lo establece como valor de cambio siguiendo la lógica de la tecnología disciplinaria.

Digo esto porque antes de la emergencia y consolidación del Estado moderno existían otros sistemas punitivos, que no tenían como centro a la cárcel. La cárcel era una pena más junto con otro tipo de penas mucho más espectaculares: el escarmiento público, los castigos corporales, la ejecución…
El segundo tópico sería que la cárcel ha existido en toda sociedad. Ha habido muchas sociedades donde el sistema punitivo central no era la cárcel, y hay muchas actualmente. No me refiero a las sociedades organizadas en torno al estado moderno, sino que hay que remitirse a aquellas culturas sin estado, donde ha existido una justicia alternativa. Es decir, modos diferentes de entender la organización social y en consecuencia las formas de respuesta y prevención ante los delitos que se cometen en una sociedad. Precisamente una de las reivindicaciones del movimiento zapatista en México es el de una justicia alternativa. En pleno conflicto bélico, los indígenas pueden encontrarse con el problema de una persona que robe, o algo más grave, que se emborrache y, rompiendo las reglas o leyes zapatistas, vaya donde los oficiales o los seguidores del gobierno (del PRI), y les cuente los planes estratégicos del ejército zapatista, cuestiones que evidentemente pueden ser muy lesivas para la seguridad comunitaria. Lo que se hace en este caso no es meterle en la cárcel, no es matarle siquiera, sino aislarle de todas las actividades de la comunidad y de la vida pública, e imponerle castigos como limpiar letrinas, hasta que la asamblea revise su actitud.

Incluso la reivindicación de la justicia alternativa pasa por el cuestionamiento de la cárcel que corresponde a un sistema mercantilista y de corte capitalista. Esto se omite de forma interesada, porque siempre -también en proyectos que se denominan de izquierda o revolucionarios- se sacraliza la cárcel. En propuestas programáticas de partidos y también alternativas se sigue manteniendo -a la hora de hablar de prevención y lucha contra el delito- el concepto de cárcel como punto central a la hora de entender la punición. Tenemos además la experiencia de muchos países que han hecho el importante esfuerzo de tratar de generar modelos de organización social alternativos al modelo capitalista donde precisamente se reproduce este mismo sistema a través de instancias e instituciones como la cárcel.

¿QUIEN ES DELINCUENTE?

Si algo se construye socialmente es la definición de quién es delincuente y qué es delito, y la cárcel tiene un papel central en este proceso de definición.

Hay unas funciones legislativas de la cárcel y otras reales. Es decir, otra de las trampas de la sociedad burguesa es que ha desarrollado lo que se llama el derecho, que no es otra cosa que un enmascaramiento de la realidad. Muchas veces confundimos legalidad con realidad; y precisamente la hipocresía en términos de civilización judeocristiana y de moral burguesa o victoriana es ésta: se habla de que la realidad es lo que la legalidad dice. Como la legalidad dice que la función de la cárcel es la resocialización, la reinserción, la rehabilitación, etc., nosotr@s creemos que realmente algo funciona o no funciona en relación con esos principios legales.

Por tanto, lo primero que tenemos que hacer, a la vez que dejar de identificar lo natural con lo cultural, es dejar de identificar la legalidad con la realidad: nada más lejos la realidad carcelaria de lo que la legalidad dice.
Por ejemplo, cuando se promulgaron la Ley General Penitenciaria (1978) y el Reglamento Penitenciario (1980) su efectivo cumplimiento suponía la abolición del sistema carcelario, porque la estructura material, real no se correspondía en nada con lo que establecía la legalidad.
Los quince años de la mal llamada Reforma Penitenciaria no han contribuido lo más mínimo al establecimiento de un Estado de Derecho: si hay una legislación y la realidad no coincide con ella la lógica del Sistema debería ser la de conseguir que cada vez más la realidad esté de acuerdo con la legalidad establecida. Sin embargo, se hace patente que la distancia entre la legislación y la realidad es cada vez mayor.

Sólo hay que ver los índices concretos que hay, por ejemplo, de reincidencia. Se supone que si la cárcel está hecha para rehabilitar ahora tendría que haber menores índices de reincidencia, pero la realidad es que la reincidencia y multireincidencia llega hasta un 75% de los casos. Esto demuestra que la cárcel no cumple ninguno de los principios legislativos básicos que la sustentan, como por ejemplo, que las personas presas cumplan sus condenas en los lugares de origen como elemento fundamental para la reinserción; o que tengan el derecho a disponer de celdas individuales y que no exista masificación o hacinamiento. Se han generado, además, mecanismos para que la cárcel desarrolle su actividad tanto al margen de la realidad como de las propias leyes. Es más sencillo que la cárcel funcione en un sistema de impunidad. Ante las violaciones de derechos no se produce una respuesta de la institución y tampoco hay posibilidad jurídica de hacer efectivas las denuncias.

LA CÁRCEL ¿UN FRACASO?

Si la cárcel no cumple las funciones legales ¿qué funciones reales tiene? ¿la cárcel es un fracaso? La ideología resocializadora de la cárcel tiene este discurso: «La cárcel ha fracaso porque no cumple las funciones legislativas, no resocializa, no rehabilita, no reinserta, etc.». Pero la cárcel no es un fracaso, históricamente ha resultado exitosa y además lo va a seguir siendo.

Desde la época de los grandes encarcelamientos que se produjo en el siglo XVII y XVIII (me refiero no sólo al encarcelamiento carcelario, sino también al psiquiátrico, al de los viejos, los indigentes, los niños, etc.) la política de exclusión social fundamentada en el encierro ha sido muy exitosa: ha conseguido sus objetivos reales, que no tienen nada que ver con los legalmente establecidos.
¿Cuáles son, entonces, los objetivos reales de la cárcel? Son objetivos muy concretos, el primero de los cuales es el de definir socialmente quién es el delincuente y qué es el delito en la sociedad.

Hay un indicador que es absolutamente contundente: nosotros, en Salhaketa, hemos tenido un debate profundo sobre la cuestión del abolicionismo, y yo siempre he defendido que, si algo tenemos, es un sistema de justicia criminal, un sistema penal que es absolutamente abolicionista. Yo no defiendo el abolicionismo de la cárcel porque la cárcel ya está abolida. ¿Pero abolida para quién?. Pues para el 98% de los sujetos sociales que de manera sistemática y a lo largo de la historia han violado aquellas normas contenidas en los sistemas penales, y las han podido transgredir porque han desarrollado modelos de violación de las leyes penales que están legitimados o porque han tenido estrategias o mecanismos para conseguir la invisibilización de sus actos, de los hechos sociales que estaban transgrediendo esas normas penales.

Los estudios criminológicos que se han desarrollado en los países occidentales así lo apuntan: el 98% de los delitos, es decir, de los hechos sociales que transgreden las leyes penales (la Ley de Enjuiciamiento Criminal, el Código Penal,…) son hechos delictivos que no están ni siquiera percibidos como delitos y mucho menos perseguidos. Hay un proceso de selección, hay una construcción social de qué es delito y de quién es el delincuente en función de un proceso de aplicación selectiva de la imagen social del delincuente y de los hechos sociales que son delitos.

Tomando como ejemplo los delitos contra la propiedad, se aprecia que el 80% de las personas que están en prisión han cometido delitos menores (en este caso robos y hurtos con o sin intimidación o con violencia de las cosas), y son penas cortas las que están cumpliendo. Esta es la clientela fundamental del sistema carcelario.

Pero la mayoría de los delitos que se cometen contra la propiedad no tienen nada que ver con éstos. De hecho, el 98% de los delitos contra la propiedad consiste en fraudes fiscales, malversación de fondos públicos,… Los que están en la cárcel suelen decir que para robar y que no te pillen hay robar o tener más de 1.000 millones.

Hay un autor, Sutherland, que se dedicó a estudiar lo que el llamaba «idealismo económico». Explicaba cómo el desarrollo del sistema capitalista, por ejemplo, el paso del capitalismo de competencia al capitalismo monopolista se fundamenta en la comisión de delitos socioeconómicos, en la violación de las leyes anti-trust, etc. que tenía establecido el propio sistema económico y el penal, que castigaba el desarrollo de determinadas actividades económicas. Incluso investigó aquello que la criminología norteamericana ha llamado «la postura innovadora», es decir, aquellos sujetos que violan las leyes y contribuyen al desarrollo de la sociedad: utilizan medios no institucionalizados para conseguir los objetivos culturales de obtención del logro, de acumulación, de especulación, de competencia a través de sistemas que socialmente se consideran útiles para el desarrollo social. Es el ilegalismo económico, la violación de las leyes penales, lo que da pie al propio desarrollo del capitalismo. Son estrategias que tienen que ver con la capacidad económica de estos sujetos de imponer mecánicas en procesos de desarrollo social que luego inciden en los cambios legales, y que pueden funcionar al margen o transgrediendo las leyes penales. Esto es lo que Foucault llamaba «la distribución desigual del ilegalismo económico», que es la función central del sistema penal.

Ninguno de los implicados en los pocos procesos de corrupción que han sacado a la luz pública están en prisión, o como mucho han pasado un periodo muy corto en la misma, ya que tienen la posibilidad, dentro de este concepto retributivo, de pagar por su libertad (pagarla legal o ilegalmente, comprando al juez o abonando una fianza a la que tienen derecho por ser «personas de confianza»).

Podemos coger otro tipo de delitos, por ejemplo la violación y cómo se construye socialmente. El 4% de los presos que encarcelados lo están por delitos que se llaman contra la honestidad, y éstos son un tipo de sujetos que cometen los delitos en unas circunstancias muy concretas. O sea, aquellos que se perciben, se persiguen y se penalizan efectivamente son de un tipo muy concreto. Esto no tiene nada que ver con el hecho de la violación en la sociedad. Diariamente se comenten infinidad de violaciones en nuestra sociedad en contextos (al igual que los delitos que se producen en corporaciones, en la Administración…) donde la relación, la casuística de la construcción social de la violación tiene unas coordenadas que no comportan percepción alguna, y en muchos casos ni tan siquiera por parte de la víctima. «Si hay una persona que viola mejor que esté encerrada en la cárcel» se dice, pero la ansiedad sexual que genera la cárcel es el mejor pasaporte para que cuando salga esa persona viole a cinco. Es mucho más racional una sociedad donde se apliquen otras medidas, pero la discusión sobre qué respuesta hay que dar es algo pendiente que no interesa tampoco a «nuestro» sistema mercantilista.

Imaginaos las violaciones que se dan en el contexto de la familia burguesa, del matrimonio. «Primero se secuestro la sexualidad», dice Foucault, en su maravillosa «Historia de la sexualidad», y después se fabricó la imperfección de la violación a partir de una relación en la cual la mujer puede ser violada sistemáticamente y en contra de su voluntad sin que nadie pueda hacer nada, salvo quizás la propia mujer si tiene capacidad de encontrarse con unas redes de apoyo y liberación para romper esta lógica de la violación sistemática.

POLÍTICAS DE ESTADO

Funcionamos, pues, en una sociedad que convive de manera sistemática, de una manera normalizada, con la violación de las leyes penales. Sin embargo, los que van a la cárcel son una minoría, una minoría selecta y seleccionada por las propias definiciones actuales de las políticas de seguridad del espacio policial y penal europeos. En este proceso de percepción, persecución y penalización hay una serie de órganos de control político, de control social, como es el sistema de justicia criminal con sus operarios correspondientes (léase jueces, policías, carceleros) que tienen capacidad y una función social central que es la de definir quién es el delincuente en la sociedad.
Esta definición se construye en base a la fabricación de chivos expiatorios. La función del sistema penal en cualquier estado moderno no es la de defender los derechos y libertades de los ciudadanos, o sea, no es la de defendernos contra el delito (ya he dicho que estamos absolutamente desprotegidos contra él), sino la de defender al Estado.

Los sistemas carcelario, penal, policial y militar serían las cuatro instancias de control formal con la lógica de defender los intereses del Estado, que no tienen por qué coincidir con los de la ciudadanía. Este empeño lo han tenido también estas ideologías de carácter burgués, humanista, curil, que nos han bombardeado constantemente, diciendo que en realidad el Estado es la sociedad civil. Nada más incierto. El Estado pretende ser omnipotente frente a la gente, frente al sujeto. Y cuando hablo de sujeto hablo de sujeto individual, de la persona; y hablo del sujeto local, del grupo primario, del municipio. El Estado ha tratado de apropiarse de esto, y el sistema penal ha hecho lo mismo, ha tratado de particularizar en determinados sujetos la definición de quién es delincuente. Precisamente, toda esta lógica de selección responde a una serie de políticas de Estado.

Pero estas políticas ya no se hacen desde los propios estados y desde su definición política de la realidad. Ahora, tras la crisis de la llamada modernidad (años 60-70), tras la configuración del libre orden económico internacional, son otras instancias de carácter supraestatal y muchas veces ilegítimas las que toman las decisiones, no solamente sobre qué políticas legislativas hay que desarrollar en materia penal y de control social, sino sobre las propias definiciones de quiénes son los sujetos hacia los cuales tienen que ir dirigidas las políticas de seguridad.

SUJETOS DE CRIMINALIZACIÓN

El actual proceso de homologación de las legislaciones penales y policiales conlleva el desarrollo de formas y estrategias de control tendentes a definir los nuevos sujetos de criminalización. Los acuerdos de Schengen y el grupo de Trevi así lo han hecho señalando básicamente tres sujetos hacia los que van dirigidas estas políticas de seguridad: l@s narcotraficantes y aquellos que se denominan «operarios de las redes de distribución de droga»; l@s extranjer@s, entendid@s como ciudadan@s no pertenecientes a la Unión Europea, es decir, l@s inmigrantes ilegales; y los terroristas y su concepto complementario (fundamental dentro del modelo de integración europea, que es dependiente de las políticas de ley y orden de EE.UU.) que es la juventud inadaptada y rebelde, que en nuestro contexto tiene si traducción simultánea en lo que se denomina como microterrorismo. Este concepto engloba a todos aquellos grupos que apoyan las actividades de los sujetos definidos como terroristas. Estarían también temas complementarios como la prostitución y el tráfico de mujeres, pero con un carácter colateral.

Precisamente la definición de estos sujetos de criminalización tiene que ver con la clientela habitual del sistema carcelario ¿Quiénes están en la cárcel? El 70 u 80% son gente joven que está acusada por delitos menores contra la propiedad, y también por el tráfico de drogas. En este caso se trata de jóvenes acusados de delitos menores contra la propiedad o contra la salud pública, cuyo perfil sociológico es absolutamente claro: son personas que tienen dependencia de drogas ilegalizadas, reclutadas de familias socioeconómicamente marginadas, por debajo del umbral de la pobreza (con una media de renta de 10.000 a 15.000 ptas. mensuales por miembro de la familia, según las estimaciones realizadas por la propia administración vasca). En definitiva, son personas reclutadas de las infraclases, de las clases marginadas de la sociedad.

No están grandes narcotraficantes (el narcotráfico mueve el segundo mercado en volumen de inversión y capital del mundo, después del mercado de armas), aunque yo prefiero hablar de empresarios. No hay ninguna diferencia entre un empresario que se dedica a distribuir droga y uno que se dedica a vender automóviles, son absolutamente lo mismo. Unos y otros tienen realmente un poder importante para eludir el efecto de la justicia, y para comprar y vender absolutamente todo en esta lógica de mercado. Los que están en la cárcel son los pequeños distribuidores de droga, de ahí no pasa, porque todas las estructuras del Estado están implicadas en el blanqueo de dinero.

Hay otra clientela que tiene que ver con la definición de terrorismo y con esa ampliación de la definición al concepto de microterrorismo. Antes, hace 20 años, en nuestro contexto quemar un autobús era una actividad revolucionaria, ahora es un delito. Fijaos en el proceso de selección, el contexto donde se define un hecho define también cuando un comportamiento es no solamente no penalizable, sino incluso loable y revolucionario y cuando no lo es.

Esta ampliación de la clientela fundamental del sistema carcelario tiene que ver precisamente con estrategias más globales de las políticas de seguridad. El Estado lucha para defenderse. La cárcel es un elemento más dentro de la cadena de la lucha antiterrorista para tener un espacio de secuestro constitucional a una serie de gente y «luchar» contra este fenómeno («luchar» entre comillas porque yo entiendo que al Estado le interesa mucho que exista el terrorismo, en la medida en que lógicamente no le suponga muchos costos en este sistema mercantil, para generar políticas de control y seguridad extensibles a toda la sociedad).

La cuestión de los inmigrantes también es importante, con una doble cara. Mientras se anuncian reglamentos de extranjería y cauces para la legalización para una pequeña parte del colectivo, se oculta que esta regulación tiene la función latente -que es la más importante- de controlar al resto y facilitar su expulsión dada su condición de ilegalidad.

LEGITIMACIÓN DEL ESTADO

Otra función central de la cárcel es la legitimación del Estado. La cárcel es el elemento disuasorio para que funcionemos respetando las leyes. Es una lógica que está en el sentido común, en ese macabro sentido común que tiene nuestra sociedad. Es algo que también hay que desterrar. De acuerdo que a mí no se me puede permitir como sujeto que atente contra la libertad de otro sujeto, pero de ahí a decir que por eso tiene que existir la cárcel y que la cárcel es un elemento para luchar contra eso hay una distancia abismal. Además habría que redefinir quién coarta la libertad de los demás. Esto es aplicable, por ejemplo, a la cuestión de las drogas. A mí la que más me preocupa (porque es la que más víctimas mortales causa, la que más altera la salud individual, la que tiene más consecuencias en cuanto a una sociedad embrutecida y absolutamente violenta) es el dinero. El dinero es la droga más alucinante, la que genera los procesos fundamentales de drogodependencia que son la especulación, la avaricia o el pasar por encima de todo para conseguirlo. Esto es, sin embargo, es el eje central de nuestra civilización y de nuestra cultura occidental.

Esta redefinición es muy importante porque la cárcel no tiene nada que ver con la prevención y lucha contra el delito. Los ciudadanos normalizados creemos que estamos siendo protegidos frente al delito y al delincuente porque existe la cárcel. Este es el gran error porque, precisamente, la cárcel es la respuesta más inadecuada para prevenir y luchar contra el delito. Si alguna función tiene es la de reproducir los mismos delitos y las mismas actividades delictivas.

La legitimación del Estado se realiza fabricando las imágenes que también los llamados «medios de comunicación» se encargan de generar. Esos tótems, la imagen del asesino de masas u otro tipo de atrocidades son utilizadas muy bien para decir: «como se dan estos hechos, independientemente de las ideologías, nosotros tenemos que intervenir para proteger a la sociedad». Al Estado no le preocupan otros hechos, construye su realidad y da sus respuestas. Logra así convencer a los ciudadanos normales, domesticados, los que nunca van a tener contacto con la policía, ni van a tener capacidad de transgredir la ley, esa maravillosa sensación que les puede llevar a darse cuenta de la perversidad de la lógica dominante.

César Manzanos
(Transcripción de una charla organizada por el colectivo universitario «Akrazia» de la UPV)

¿Le sale caro pagar un trabajador libre?
NO SE PREOCUPE, ¡Contrate A UN PRESO!«54 «fábricas» de mano de obra perfecta para su empresa. ¿Para qué pagar sueldos de miseria en el Tercer Mundo y arriesgarse a que una utópica ONG le denuncie públicamente? ¿Para qué arriesgarse a pagar sueldos míseros a parados desesperados en una ETT, y que un sindicato le denuncie? ¿Para qué tolerar cotizaciones de Seguridad Social, trabajadores con posibilidad de caer enfermos, de hablar en voz alta y mencionar la palabra huelga? ¿Para qué sujetarse a horarios máximos o gastar dinero en adecuar locales dignos? Tenemos la solución a todos estos problemas, ¡Contrate a un preso!»

Esto se afirma el artículo publicado el 15 de Junio de 1997, en el periódico El Mundo, que apenas sin grandes hipocresías y dirigido directamente a los empresarios ambiciosos, anunciaba a voz en grito y sin vergüenza las importantes ventajas de contar con mano de obra presa, y con la exclusiva y total garantía del Ministerio del Interior que especifica una por una las ventajas de su oferta, veámoslas:

– Flexibilidad. Cierto, sin duda alguna. No hay ningún problema en el n° de trabajadores. Lo que nos sobran son presos, tenemos 45.000 en España, y además, cuando necesitemos más, sólo tenemos que seguir llenando las cárceles. No faltan marginados, pobres, inmigrantes, parados, rebeldes… que siempre tendremos a mano para encarcelar.

– Formación. Totalmente especifica, apenas dos días en el talego y cualquier preso, aunque sea esquimal, ya ha aprendido perfectamente cómo y qué hacer: lo que ordena el funcionario, cuando lo ordena el funcionario y como lo ordena el funcionario. Es su única posibilidad de sobrevivir. ¿Se puede imaginar mejor formación especifica para trabajar a destajo?

– Garantía. La mejor del mundo, la del Ministerio del Interior. Nunca quedarán sus expectativas defraudadas. Ningún preso puede quejarse; reclamar, caer enfermo, presentar una demanda, trabajar menos de lo exigido, negarse a un traslado donde usted indique o reclamar un sueldo digno. Si alguno se atreviera a semejante falta de respeto para con el Estado y la Empresa, el Ministerio del Interior tiene la respuesta: chantaje, castigo, perdida de derechos penitenciarios, y no nos cortamos nada en aplicar medidas más rigurosas de «reinserción penitenciaria». Tenemos todo lo necesario: celdas de aislamiento, impunidad en cualquier actuación inhumana, el único control sobre la población presa.

– Esparcimiento. Todos los puntos de España, cuando queremos y donde queremos, no necesitamos nada más que nuestro capricho para trasladar y mover a cualquier preso. Bueno, Cataluña elabora sus propios programas de explotación laboral de presos, que para eso tienen las transferencias penitenciarias, pero recuerde que un empresario es un empresario, y todos somos cómplices en esta explotación.

– Equipamiento. Sin ningún desembolso, ni por su parte ni por la nuestra, los presos ya vienen equipados con dos manos, desesperación, miedo y total necesidad de sobrevivir. Y les tratamos de lujo, tienen alguna bombilla en los talleres, a veces, incluso, una pequeña ventana con barrotes rozando el techo para que no se asfixien que eso cuesta dinero, y en pleno invierno, una estufa cerca del funcionario de seguridad. Y somos tan humanos, que les dejamos comer, poco eso sí, tres veces al día.

– Seguridad. Sin comentarios, se lo decimos claramente están en «recintos con un estricto control de disciplina y limpieza», limpieza laboral y económica queremos decir, por supuesto. Sólo añadimos una ventaja mas a eso, que quizás usted ha pasado por alto, y es cuanto más utilicemos sus contratos con presos, más aumenta nuestro poder de control, de experimentación humana de disciplina y represión, nuestra fuerza como Estado, que no lo olvide, servirá para aplicarla luego al resto de la «insegura sociedad libre».

– Versatilidad. Sí, las cárceles se adaptan al uso que en cada momento deseamos, recuerde que nuestro equipamiento (ver párrafo anterior) es perfecto. Lo mismo nos da coser un huevo que pintar un tornillo, lo que Vd. y nosotros ordenemos.
– Precios competitivos. Siempre, a un precio mucho menor que en el resto del mercado, incluso por mucho que busque posibilidades de mercado barato y explotador.

¿Necesita que enumeremos más ventajas? Disponemos del lenguaje necesario para ello y además, le garantizamos una perfecta decoración de fachada y un adecuado marketing. No nos ruboriza decir que, gracias a este aprendizaje, el preso cuando salga «podrá incorporarse al mercado laboral», no hay más que ver las estadísticas, y sabemos bien que es imposible salir de la cárcel y encontrar un trabajo… Lo inexplicable es que, después de esta experiencia, todavía algunos tengan interés en trabajar, y es que necesitamos incrementar nuestros contratos para que alcancen a más presos, así también conseguiremos acabar con la molesta demanda de trabajo cuando vuelvan a ser ciudadanos.

Ningún sindicato, ningún mediador social podrá acercarse a evaluar nuestro contrato, ningún medio público denunciará su nombre como empresa que abusa de un preso, recuerde que expresamente le ofrecemos discreción, nadie dirá que Eroski utiliza mano de obra encarcelada, que el Corte Inglés abarata su producción de perchas, que cualquier empresario local y ambicioso aumenta su beneficio y nuestro control.
Y lo más importante sin duda, lo que realmente mueve nuestro corazoncito y nuestro interés: el desarrollo personal del preso que contratamos. No sólo obtiene interesantes ventajas en forma de redención-chantaje para poder alcanzar su libertad, o el aprendizaje a trabajar y obedecer sin rechistar, sino que desarrollamos tanto su creatividad como robot, su autoestima como ser explotable sin paliativos y su expresión artística en mil formas de amargura y derrota, que estamos creando seres ideales para nuestra sociedad perfecta.
Colabore con el Ministerio del Interior, contrate a un preso.

Salhaketa
(Bilbo)

Los jueces de la mente (Manipuladores del cerebro)

Art. III. Juntas de Tratamiento y Equipos Técnicos:

«1°.- Las tareas de observación, clasificación y tratamiento penitenciarios las realizarán las Juntas de Tratamiento y sus decisiones serán ejecutadas por los Equipos de Tratamiento, cuya composición y funciones se determinan en este Reglamento» (Extraído del vigente Reglamento Penitenciario)

De tod@s, y con mucho de ventaja, el «espécimen Golo-Golo» (psicólogo, pedagogo, sociólogo, criminólogo,…) es el peor «bicho» al servicio del sistema penitenciario. Su cometido, hábilmente maquillado en el Reglamento Penitenciario para presentárnoslo como escultorde nuevas y mejores personas (rehabilitadores de piezas defectuosas: l@s pres@s), en realidad no es otro que el de demoler personalidades para, después, construir ruinas que encajen en su concepción de entender la vida en sociedad. Inmersos en el rol que desempeñan, terminan por convertirse en jueces de la mente y en verdaderos carceleros del cuerpo: juzgan los hechos sin tener en cuenta qué o quiénes empujaron a cometerlos, y como «jueces» condenan a los pres@s a terapias, actividades o programas que son auténticas condenas a trabajos forzados.
Son ell@s y no otros, los verdaderos carceleros del sistema, pues en sus manos está acortar o alargar nuestra estancia intramuros…. Estas terapias, actividades o programas, están reguladas en el Reglamento, pero todas ellas, sin ningún tipo de excepción, son de carácter voluntario, sin que se pueda obligar a ningún pres@ a participar o someterse a ellos. Sin embargo, los Equipos de Tratamiento (estos demoledores de personalidades), convierten algo de carácter voluntario en obligatorio, por dos razones primordiales que ahora explicaré: chantajean al pres@ con que de lo contrario, no se le dará lo que por derecho le pertenece: en mi basta experiencia penitenciaria, avalada por más de 18 años en prisión, he presenciado estos chantajes: recurriré a un par de ejemplos gráficos: el Reglamento expresa claramente, que para que un pres@ pueda disfrutar de un permiso de salida, solo deberá contar con un cuarta parte de su condena cumplida y no observar mala conducta. Pues bien haciendo un alarde de prepotencia y abuso de autoridad, estos «especímenes» se saltan a la torera las normas y exigen esa cuarta parte cumplida día a día efectiva, obviando que en el computo de esa cuarta parte, entran los días redimidos. Por otra parte, es algo cotidiano y sistemático, ver como se obliga al pres@ a someterse a cualquiera de sus actividades, terapias y programas, so pena de privarles de sus derechos: si no participan, se les deniega el disfrute de permisos u otros derechos convirtiéndolos así en prerrogativas.

Además, estos manipuladores del cerebro, convierten esas terapias, actividades y programas, en poco menos que «feudos» donde imparten «doctrinas» asertivas, despojando a las personas de aquellos rasgos que los dignifican como personas, empujándolos a conductas de sumisión y servilismos.

Son en realidad, también víctimas del sistema, pero víctimas conscientes, pues saben que son utilizadas para un objetivo maquiavélico del Estado: mantener ocupados y al margen de los problemas reales generados por la cárcel al pres@.
¿Cómo lo hacen? atiborran de actividades a las personas, obligándoles a cumplir con ocho o más horas de programas, por lo que prácticamente no les quedan ni un minuto para cuestionarse los verdaderos problemas que padecen.

Terminaré diciendo, que estos cirujanos del cerebro y carceleros del cuerpo, son los que permiten que se someta a l@s pres@s a tratos inhumanos, a regímenes asesinos, como el denominado FIES. Son ell@s los que, con sus conocimientos técnicos autorizan y ordenan que se nos despoje de intimidad, los que nos mantienen separados de nuestras familias y del entorno ecológico natural al que pertenecemos. Son ell@s los que convierten nuestros derechos en prerrogativas, abusando de la ignorancia de much@s, el miedo de otros y la cobardía de más de uno…

Son, sin ir más lejos, el psicólog@, que simplemente alegando que por un problema con la figura paternal, los seres humanos no aceptamos la figura autoridad, el criminólog@, que sin salirse de los hechos pasados, condenan nuestro presente y oscurecen nuestro futuro, el sociólog@, que se empeña en encajarnos en un orden social intramuros que nada tiene que ver con el orden social de la sociedad «libre» (no olvidemos que si nos amoldamos a las normas de la prisión, jamás encajaremos en las normas de extramuros: una clavija cuadrada jamás podrá encajar en un enchufe redondo), la pedagoga, que creyendo tener entre manos un mecano compuesto de piezas humanas, juega a construir figuras deformes perdidas entre pajaritas de papel y clases infantiles impartidas a seres adultos, haciendo perder un tiempo valioso para enriquecerse como seres humanos….

A tod@s ell@s mi enhorabuena: han conseguido convertir las prisiones en inmensos escenarios de dementes que fingen o sienten por adoctrinamiento inoculado, obediencia a las normas impuestas y a quienes las imponen, y lo que es mejor (para el sistema, claro): han apartado de la realidad concienciadora y solidaria a miles de personas que se pudren en el cieno carcelario a los que hacen mendigar lo que por derecho les corresponde.

«Tolerar una injusticia, es iniciar otra».- Cherstenton.
¡¡INSUMISION A L@S MANIPULADORES!! .

(Extraído de «Vis a Vis»- Cornellá )

¡¡REINSERCION!!

«Dar los medios necesarios para adaptarse a la vida social». Este es el significado de la palabra «reinsertar» que consta en el diccionario.

Por supuesto esto en las cárceles no existe, sólo es una palabra, una mentira, y una farsa que os quiero explicar en lo posible.

Un equipo de tratamiento es un grupo de funcionarios, que aunque no vayan de azul, son funcionarios, y que se hacen llamar a ellos mismos profesionales, y que desde el primer momento en el que entras en la cárcel, te empiezan a examinar, y de ellos y de sus decisiones dependerá el que tu salgas antes o después, ellos decidirán si eres apto y si estás preparado para lo que la sociedad quiere de ti, o como ellos dicen, si estas reinsertado.

Este grupo se compone de: un pedagogo, un psicólogo, un asistente social, un criminólogo, el subdirector de tratamiento y el jefe de módulo, aparte de estos especímenes también hay profesores de las diferentes actividades que se realicen, estos últimos son también peligrosos porque hacen informes tuyos que luego entregan a la junta de tratamiento.
El o la pedagoga es sólo un maestro que se las da de psicólogo y que te pedirá que le cuentes tu vida, hay dos opciones: o te curras la del tonto o ni agua, sobre todo que quede claro que no tienes ningún problema con las drogas ni con la sociedad, si a caso es la sociedad la que tiene problemas.

Después tenemos al criminólogo/a especialista en leyes, este espécimen es más bien para consultas, te llamará un día y te explicara cuál es tu delito, cual es tu condena y todo lo referente a burocracia, pero lo mejor es que si tienes alguna duda hables con tu abogado.

El o la asistenta social, una caja de bombas o un arma de doble filo, porque la mayoría de gente cree que está para ayudar y en la mayoría de los casos, por no decir todos, lo único que hace es ponerte las cosas más difíciles. Cuando estás en prisión te entrevistará a fondo, querrá saber todo acerca de tu vida y sobre todo tu estado social. No puedes decir que tienes problemas en la calle de trabajo o de lo que sea, sino en vez de ayudarte, lo que hará será retrasarte la salida de la cárcel. Es muy importante que tu familia o quien sea se haga cargo de ti y estén informados de todo esto, porque lo primero que hace la o el asistente social es ponerse en contacto con ellos para cerciorarse de que lo que dices es verdad.

Una vez hayas logrado salir de permiso, si es que puedes, comprobarán de donde y con quien has pasado los días de permiso, llamarán por teléfono a tu familia y cuando vuelvas te preguntarán con quién has estado, dónde y lo que has hecho, simplemente les dices lo que quieren oír, que has estado en casa con tu familia o novia, mujer etc.
Es importante que consigas una carta de trabajo si quieres salir en condicional, puede ser falsa si tienes algún amigo que tenga algún negocio y te quiera ayudar.

El psicólogo/a, es el poseedor de la verdad o por lo menos eso cree, también te entrevistará a fondo, este espécimen esta convencido de que tienes un problema cualquiera que sea, por eso se llaman «junta de tratamiento», y la palabra tratamiento la usan los médicos para los enfermos y tu no eres ningún enfermo, ni tienes ningún problema, y si lo tienes no son precisamente ellos quienes te lo van a solucionar, por eso no accedes a realizar, ninguno de los programas que se realizan en las cárceles, porque sólo son terapias para idiotas y si accedes a realizar cualquiera de estos programas, estás admitiendo que tienes algún problema.
Y el mayor problema que tienes es estar privado de libertad.

LOS MUROS NO SON PARA EVITAR QUE HUYAS, SINO PARA ESCONDER TODA LA MISERIA Y HUMILLACIÓN QUE SE ENCUENTRAN TRAS ELLOS.

(Extraído de «Vis a Vis» – Cornellá)

FIES. LA CARCEL DENTRO DE LA CARCEL

En 1991 la Administración penitenciaria española comenzó a aplicar un régimen carcelario tan brutal como ilegal, el tristemente conocido como Régimen FIES. Hoy, siete años después, este inhumano régimen no sólo se ha cobrado ya seis vidas, sino que lejos de desaparecer, fue legalizado el año pasado dentro del nuevo Reglamento Penitenciario, un texto con un espíritu similar al del Nuevo Código Penal, que entró en vigor el mismo día. Patxi Zamoro Durán salió el año pasado de la cárcel, donde ha estado 18 años, una buena parte de ellos como preso FIES. Lo que sigue a continuación está elaborado con sus palabras. Un resumen de las charlas que ofreció en Likiniano Elkartea y en el Colegio de Abogados de Bizkaia en enero y febrero de este año.

La cárcel cumple dos funciones básicas. Una, de clara intimidación. Es un revólver con el que apuntan a la sociedad y le dicen: si os salís de las normas que están establecidas, pagáis cárcel. Y una segunda función que es la de castigar. Y lo mismo sucede en la cárcel. Si en la cárcel no aceptas las normas establecidas vas a la cárcel de la cárcel. Como han visto que las cárceles que tenían no cumplían una función intimidatoria total, las han llevado hasta su máxima expresión, conculcando hasta su propio reglamento. Dentro de la cárcel hay submundos. Desde la superficie, que serían los segundos y terceros grados, hasta ese intermedio que son los primeros grados, y ya el cieno, que sería el sótano carcelario, los departamentos de aislamiento, en especial los departamentos FIES.

LA EXCUSA

En el verano de 1991 se produjo una oleada de motines para decir ¡basta ya! a las situaciones límite que se estaban dando dentro de las cárceles. Pero en los medios de comunicación, en vez de aparecer nuestras reivindicaciones, como la excarcelación de enfermos terminales, el cese de las torturas o el cumplimiento de las condenas en el lugar de origen, se intoxicaba hablando de presos asesinos, musculosos, violadores, criminales, que decapitaban y mataban. Así se creó una corriente de opinión alarmada, partidaria de intervenir para controlar todo aquello. Era el momento para que Instituciones Penitenciarias aplicara toda la información que ya desde muchos años antes recopilaba sobre determinados presos que le interesaban especialmente. Datos como: con quién solías pasear por el patio, con qué humor te habías levantado la mañana del día tal, con quién te relacionabas, si consumías droga, qué tipo de actitud tenías con los carceleros, quién te venía a comunicar, quién te escribía, si fumabas, etc, etc. Dividió este fichero en cinco apartados. En el primero incluyó a aquellos presos que cuestionaban la institución, que habían protagonizado algún motín, intentos de evasión, plantes reivindicativos, etc. En el FIES 2 incluyó a los narcotraficantes, pero también metían ahí a cualquiera que estuviera en la cárcel por cuatro porros, así tenían ya cobertura para que esa persona pudiera estar en el fichero FIES. El FIES 3 recogía a miembros de bandas armadas como GRAPO, ETA, etc. El FIES 4 aglutinaba a Fuerzas de Seguridad del Estado y carceleros. Es en el único apartado en el que el fichero sí que cobra una esencia de fichero y a la vez de protección. Es necesario que hagamos un especial seguimiento a estas personas porque corren un especial peligro dentro de la cárcel, además son de los nuestros, ¿no? Están aquí accidentalmente. Sólo han matado a su mujer en un ataque de nervios o han torturado a cuatro maleantes en un kanguro, en un furgón. Y por último, el FIES 5 donde están los insumisos y los presos por delitos con alarma social muy grande.

A los presos asociados a motines, fugas, etc, se nos envió a determinadas cárceles en las que se habían construido departamentos especiales, los departamentos FIES. Allí las puertas eran automáticas, en los corredores las puertas se abrían electrónicamente, sin absolutamente ningún contacto con los carceleros salvo cuando iban a entrar a cachearte o a agredirte. Se referían a nosotros como presos “peligrosos”, pero en realidad lo que teníamos en común era nuestro carácter reivindicativo.

El objetivo del Régimen FIES era ser una herramienta para neutralizar, tratar psicológicamente y destruir a personas que molestasen, bien por razones políticas o por su carácter reivindicativo en la cárcel. Las celdas no tenían ni muebles ni espejos, sólo paredes desnudas o argollas debajo de las camas. Te quitaban la ropa y te daban un mono, intervenían la correspondencia sistemáticamente y los cambios de celda eran continuos, es decir, hoy vas a estar en la 16 y probablemente, si mañana no te llevan a otra, con toda seguridad pasado mañana te van a cambiar. Lo mismo con el cambio de cárcel. Te tienen un mes, dos meses, tres, cuatro, cinco, seis, y te llevarán a otra prisión. Ellos dicen que esto es por razones de seguridad y yo digo que es mentira, y no hay nadie que me lo pueda cuestionar. Dicen que no tienes un espejo por medidas de seguridad, pero el simple plástico transparente de las ventanas o las pantallas de las televisiones que conceden como prerrogativa a aquel que no tiene partes es igual de cortante. Dicen que lo hacen para que uno no se autolesione o no agreda a un carcelero o a otro preso. Lo de agredir a otro preso es absurdo, porque estás las 24 horas del día en aislamiento. Y lo de agredir a un carcelero es imposible, porque la celda tiene una puerta automática que sólo se abre cuando ellos van a entrar, y cuando entran lo hacen 10 ó 12 protegidos con porras y escudos. Lo que subyace detrás de eso es la despersonalización pura y dura. ¿Podéis imaginaros lo que es un año o dos años de vuestra vida sin veros la cara?¿O que el recuerdo que tengáis de vuestro rostro sea el que veis a través del reflejo matizado de un cristal de una ventana? Lo que eso produce en la personalidad… Es algo brutal. Cuando hice noche en la prisión de Torrero porque iba a juicio por el motín de Daroca tuve ocasión de verme la cara en un espejo. LLevaba dos años sin verla. Encontré arrugas que no conocía. Alucinaba con cualquier parte de mi cara. Me habían hecho perder un poco mi identidad. Eso añadido al hecho de que, por medidas de seguridad, te quiten el anillo, una cadena. El reglamento dice que no se pueden tener objetos de valor porque te los puede quitar un preso o puedes trapichear con ellos, pero un preso FIES no tiene esas oportunidades. No puede vender a nadie porque no está con nadie, a menos que sea el carcelero, ni tampoco puede quitárselas a nadie, porque no está con nadie. Se trata de desarraigarte de tu memoria emocional. Si tienes la correspondencia intervenida, te quitan las cuatro fotos que tienes, en las que estás con tu compañera, con tu madre o con tu hija, te quitan el anillo que simboliza tus momentos de unión y te quitan la cadena que es la que te dio tu hermano, lo que te están quitando es tu memoria emocional. Si encima se llevan tu ropa y te dan un buzo como única prenda, es la esencia de la despersonalización.

Pero a todo eso hay que añadir un montón de agresiones continuas. Desde el tratarte con una prepotencia fuera de lo normal, con chulería, hasta lo de las palizas. En prisión se producen las palizas por dos razones: por el desarrollo del papel de carcelero, que es embrutecedor, y también, y cuando hablo de palizas continuas y sistemáticas me refiero en concreto a los departamentos FIES, por la función ya dicha del régimen FIES de destruir. Hay un hecho que pone en evidencia que las palizas son sistemáticas: si leemos cualquier carta, absolutamente cualquier carta de un preso, que no se conocen entre ellos de nada, pero que están viviendo una misma situación, todas dicen lo mismo, palizas, palizas. Todas. Y todas además dicen lo de los espejos, y no son gente organizada, porque precisamente están haciendo con ellos lo que están haciendo porque no están organizados. Pero además hay una prueba para mí evidente, es mi propia experiencia. Yo tengo cinco operaciones de estómago, me he dado puñaladas para reivindicar el cese de torturas, de apaleamientos, tengo mis antebrazos cortados, tengo la cabeza abierta de habérmela golpeado contra la pared, he padecido innumerables huelgas de hambre y de sed, me han dado palizas salvajes, se han pegado entre ellos por pegarme. Sé que unas veces obedece a tensiones que se producen fortuitamente, pero otras veces obedece a un plan establecido desde arriba.
Evidentemente no cargo las tintas en que los carceleros sean muy muy malos, sino en el hecho de que desempeñan un rol que les embrutece. En Estados Unidos se realizó un experimento con estudiantes de psicología en el que se simuló una especie de módulo tipo prisión. Unos estudiantes realizaron el rol de presos y otros el de carceleros. El objetivo era descubrir pautas de comportamiento, roles, liderazgos, etc. A los tres días tuvieron que pararlo. Quien desempeñaba el rol de preso se había vuelto huidizo, temeroso, insolidario, y quien había desarrollado el rol de carcelero se había vuelto perseguidor, torturador, sádico…

Pero, en verdad, pues sí, el que continúa en la cárcel tiene que ser muy malo. Cuando han pasado 4 ó 6 meses en prisión nadie es inocente, nadie desconoce.

LOS MÉDICOS TAMBIÉN SON CARCELEROS

También los médicos, salvo contadas excepciones, realizan una función de tuerca, de engranaje o de connivencia. Los médicos pertenecen al cuerpo de carceleros, son carceleros sólo que ejercen de médicos, pero tienen la misma animadversión hacia el preso. En las huelgas de hambre, en las huelgas de sed, tras cualquier apaleamiento, salvo muy rarísimas excepciones, siempre hay un dictamen favorable al Centro. Aparte, en el día a día, sus compañeros carceleros de uniforme, cuando toman el café o se están cambiando de ropa le están comentando: el cabrón de fulanito y el menganito que me ha hecho esto. Viven eso igual, están en el mismo proceso de embrutecimiento y te lo hacen sentir de una manera descarada, desde no hacer informes cuando han visto que estás claramente apaleado, desde las huelgas de hambre llevarlas con una frialdad increíble o cuando les dices que últimamente se te está cayendo mucho el pelo y te responden: sí, a mí también se me cae el pelo. Si tuviera que hacer un dibujo y describiros qué es la cárcel pondría a dos carceleros con una porra pegándote y a un médico detrás esperando a que acaben para decirte que no tienes nada.

JUZGADOS DE VIGILANCIA PENITENCIARIA

Cuando se crearon los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria en 1979 hubo grandes esperanzas entre los presos. Alguien iba a velar por nuestros derechos, nos iba a proteger de las agresiones de la Administración. Pronto se vio el error. Los Juzgados de Vigilancia obedecieron a ese punto de maquillaje que se hace en prisiones en un momento en que era necesario, por política, maquillar la prisión. Se trataba de pintar las prisiones, de cambiar del sistema de galerías al sistema modular, de cambiar los uniformes que nos recordaban al nazismo, aquellos uniformes verdes, por uniformes azules, se trataba de cambiar el léxico que se utiliza en las prisiones, y que ya lo utilizamos absolutamente todos: cárcel por centro penitenciario, carcelero por funcionario, preso por recluso. Pero la traición fue doble: los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria no sólo nos dejaban igual de indefensos que antes, sino que encima hacían ver a la sociedad que los presos tenían defensa, cuando su labor era de complicidad con la Administración Penitenciaria. Cuántas veces se recurre contra decisiones de la Administración y el Juzgado de Vigilancia Penitenciariadevuelve el recurso recopilando íntegramente lo que acaba de decir ésta. Si los doctores daban una cobertura médica a la cárcel, los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria le daban la cobertura legal.
Un sistema represivo no se corta ni un pelo en conculcar absolutamente sus propias normas en aras de la seguridad y por lo tanto, todo lo que crea a su alrededor, aunque tenga apariencia de defensa, lo único que hace es cumplir esa función. Y si tuviesen que llegar más abajo de lo que es el Régimen FIES, que no me imagino cuál puede ser, porque ya van seis vidas humanas que se han perdido, unas por suicidio, otras por inducción, en cualquier caso son asesinatos claros del Estado. Es la máxima expresión de la tortura que es la cárcel.

Actualmente los presos FIES calculamos que son unos 100, eso sin contar a los presos políticos, porque los presos políticos sólo por ser presos políticos ya son FIES, y aunque no estén en Departamentos FIES, aquellos que estén en primer grado sí que viven la misma situación que un preso FIES, con la diferencia de que viven en módulos, con más gente, pero sí que tienen la correspondencia intervenida, sí que hay el mismo tipo de puteo, la misma represión. Si aglutinamos el colectivo político con el social hablamos de unas 600 ó 700 personas.

Yo tuve ocasión, a través de un carcelero con sentimiento de culpabilidad, de acceder a un documento que hicieron correr por todas las prisiones en el que hablaban del por qué del FIES, la función que había cumplido y la necesidad que había ahora de cambiar un poco. Ese cambiar suponía ampliar el tiempo de patio, salir de dos en dos, de cuatro en cuatro, que tuvieran acceso a un taller, y tal y cual. Una serie de cosas. Pero siempre en ese gueto, en ese mundo, con especiales medidas de seguridad. Evidentemente con el FIES no pueden ya hacerlo, porque ahora hablar de un nuevo programa dentro del FIES suena a tortura, sigue sonando a pasadas, sigue sonando a juicio de Sevilla. Entonces ¿qué hacen? Cambian el nombre poniendo otras siglas que ya están en algún cajón, que son PRIC, Programa de Recuperación de Internos Conflictivos. No se cuánto va a dar de sí todavía el Régimen FIES, pero para nosotros siempre va a estar ahí el Régimen FIES, le llamen como le llamen. Y esa es la estrategia que creemos que debemos llevar a cabo. Si algún día desgastan el FIES y empiezan con el PRIC, continuaremos diciendo “el PRIC es FIES, sólo que con otro nombre”. Pero sin duda alguna dentro de 4, 5 ó 6 años aparecerán las siglas PRIC y lo único que veremos serán transcurrir otros 7, 8 , 9, 10, 12 años de luchas, de denuncias, hasta que agotemos el PRIC y entonces sacarán el PRAC. Es una lucha larga que hay que hacer para arrebatar a un gobierno, a un Estado, una herramienta que le permite neutralizar y exterminar a las personas que le molestan políticamente, o tienen un carácter reivindicativo y cuestionen la institución, o poseen connotaciones de liderazgo o, sencillamente, no sucumben a las presiones de la Administración.

HUYE, HOMBRE, HUYE…

Prisión de Sevilla II, 30 de agosto de 1991
El tema estaba claro. Con la excusa de los últimos acontecimientos acaecidos en las cárceles españolas, Antoni Asunción, entonces recién ascendido al puesto de secretario general de Gestiones Penitenciarias, y su brazo derecho, Gerardo Mínguez Prieto, entonces subdirector general de Inspección Penitenciaria, determinaron de común acuerdo con el ministro de Justicia, de la Cuadra Salcedo, la aplicación de un régimen especial a todos aquellos reclusos conceptuados como muy peligrosos que hubiesen participado en motines, secuestros o evasiones, o que simplemente les resultasen molestos. Así crearon un círculo de cárceles de máxima seguridad dentro de otras cárceles de alta seguridad, auténticos búnkers en los que enterrarnos, más que encerrarnos. Para ello quebrantaron todas las leyes habidas imponiendo las suyas propias, aquellas que proporcionaban al Estado derecho a TODO sobre todas las demás personas. A través del Ministerio de Justicia acallaron todas las voces judiciales y se prometieron ascensos. A los medios de comunicación prostituidos al poder les fue impartida una directriz por la cual debían omitir todo cuanto sucediese a partir de entonces en las cárceles españolas con aquellos presos y crear un ambiente contrario a los mismos, desdibujándonos y mostrándonos como psicópatas, con el fin claro de que la gente aceptase aquellos métodos si éstos llegaban a infiltrarse a la sociedad a través de algún medio honrado con su profesión. Se haría todo lo que fuese necesario, absolutamente TODO, para frenar las quejas de los presos, destruir la asociación APRE(r) y volver a restaurar el orden y la disciplina en las cárceles, a través del terrorismo carcelario. Conocía los métodos, pues ya habían sido utilizados en el pasado con la COPEL. Se trataba de ejercitar la represión para bloquear la mente del recluso a través del miedo y de demoler el espíritu reivindicativo del mismo, su conciencia, bombardeando diariamente, de manera constante, su sistema nervioso hasta lograr su anulación efectiva. Para nosotros se avecinaban tiempos muy difíciles, pero ni aun así imaginábamos cuánto…

Extraído del libro «Huye, hombre, huye. Diario de un preso FIES», escrito por Xosé Tarrío González, donde narra su pesadilla carcelaria desde su ingreso en prisión con 19 años en 1987 hasta 1996.

Tarrío continúa en la cárcel como preso FIES. La obra ha sido editada por Virus (Barcelona, noviembre de 1997).

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