Despues del 92, fastos que en el estado español inauguran el reinado absolutista del capitalismo asistido, una década de movilizacion ha intentado entorpecer el normal discurrir de un sitema que ha jubilado sin traumas a una socialdemocracia ya inepta para el gobierno de lo social.
Una década donde no se han producido grandes hitos y en la que se han desarrollado unas prácticas de alto contenido simbólico, pero que han carecido de la proyección social suficiente como para ser percibidas como signos de un proyecto emancipatorio.
Nacidas en la perplejidad del actuar en un mundo sin referentes ni centro, las iniciativas se han sucedido y en ese caminar, nuevas prácticas y rancios discursos se han implantado como repertorio preferencial de movilización. El necesario análisis de esta década de autoorganización, para seguir adelante en esta, naciente, nos indica estas reflexiones impenitentes:
1)
1.1. Reorganizada ETA Militar tras su infiltración, renunciando a una práctica militar extensiva, reservándose como retaguardia espectacular, dejando la iniciativa a los grupos informales de sabotaje urbano, y simulando la cesión de la gestión de lo político a un frente civil por la negociación (Lizarra), su labor se reduce a la ejecución de golpes armados de efecto espectacular, encaminados al encasillamiento de los frentes nacionales español y vasco. El MLNV se apaga entre su expresión electoral, Euskal Herritarrok (tras su fiasco como pretendida refundación de la izquierda y su práctica institucional anodina, ahora intentándose refundar en una desconocida Batasuna), unas movilizaciones reducidas al campo de la normalización lingüística y al campo antirrepresivo, encaminado éste a la repatriación de los prisioneros, y una siempre postergada campaña de desobediencia civil.
Embebida la izquieda abertzale oficial en construir una nueva legalidad democrática, ésta se empeña en legitimar sus nuevas instituciones a través de la conscripción, la votación, y en la elaboración de una Carta Magna vasca, que recoja las aspiraciones nacionalistas. Recogiendo su idea de legitimidad en el consenso de las agrupaciones políticas, se olvida que la aparición de un nuevo marco legal es siempre el reconocimiento de una nueva relación de fuerzas en el combate social. No será pactando entre élites, ni con la invocación de los mecanismos de creación de las instituciones del Estado-Nación, de donde surja un reordenamiento del mapa social, sino desde la imposición del hecho de una lógica alternativa ya en funcionamiento.
Si bien, la inexistencia de una acción colectiva y pública de marcado caracter antiautoritario ha posibilitado que las campañas pro-presos políticos sean las únicas referencias de movilización, y que a su vez los presos políticos vascos sean un importante factor de agregación, esto no debería retraernos a la hora de aportar críticas e iniciativas en el propio campo antirrepresivo y en el resto.
1.2. Los restos del tardoleninismo (partidos de la izquierda extraparlamentaria), conscientes del fracaso de su proyecto, cuyo último cartucho fue la celebración de un referendum sobre la OTAN (año 86), autodisueltos en la mayor parte del estado español (en Euskal Herria sobreviven bajo las siglas Zutik, salvados de la muerte por inanición al ser absorbidos en la coalición electoral EH), crean revistas y espacios de esparcimiento para consumo y disfrute de su estado social: la clase media intelectualizada terciaria. Algunos de sus estudiantes, por desgracia, se reciclan con lecturas indigestas de los autoproclamados teóricos de la Autonomía italiana, también leninistas, y constituyen una vanguardia intelectual que tendrá su pequeña incidencia en el ambiente autónomo, mientras que otros se integrarán en los nuevos grupos juveniles autónomos, reproduciendo allí, con éxito, sus esquemas campañistas.
1.3 Por otro lado, en el campo autodefinido como libertario, sus agónicos coletazos son todo lo que queda de movimiento. Si éste se define andando, lo libertario anda en definiciones, preocupado en destilar las esencias de la tradición anarquista. Su sector juvenil, que se abandera ahora de las luchas de los presos sociales, tras su radicalismo verbal expone el nihilismo de su falta de proyecto. Encaminados decididamente hacia una acción disruptiva, pero faltos de alianzas con el resto de la izquierda social, navegan en solitario acompañados por el maximalismo ideológico y el voluntarismo mejor intencionado.
2)
2.1 En el transcurso de la década pasada, la debilidad objetiva de las luchas hace que estas se articulen alrededor de la posibilidad de la pertinencia de su planteamiento (el campo del derecho), cuya expresión más evidente es la patética reivindicación de un supuesto derecho de autodeterminación.
Abandonado el ilegalismo de masas; esto es, la imposición de un quebrantamiento público y colectivo del orden simbólico vigente con la intención manifiesta de erigir una legitimidad alternativa, las luchas derivan en la reivindicación de la no punición de las mismas, mostrándolas como actividades en el marco de la ampliación de los derechos ciudadanos de la democracia formal. Las campañas tipo “la ocupación no es un delito”, claman por sus propias deficiencias: incapaces de imponer una práctica social lo suficientemente amplia como para imposibilitar su represión, imploran así la tolerancia represiva del poder formal.
Otra forma en boga de integración espectacular,ha sido la adopción de prácticas antes propias de los llamados “colectivos de fax”: lobbies de management político conocedores de las rutinas periodísticas que sabían, mediante un profuso envío de comunicados y unas acciones hechas a la medida de la llamada “foto-noticia”, aparentar una existencia social que se limitaba a sus apariciones espectaculares.
Estas acciones de los colectivos, cuyo único objetivo es la aparición en los papeles, han crecido hasta incluirse en los primeros puestos del repertorio de acciones. Su espectacularidad, necesariamente creciente como cualquier producto en promoción, raya ya en el ridículo y descalifica a sus autores: ignorando la incomprensión del personal común, se solazan en su perfecta integración en la lógica “comunicativa” de los medios de formación de masas.
Estas representaciones, creadas a la medida de sus mediadores, y no de sus receptores, se complementan con la práctica de la “petición”: envío de cartas, con los datos personales del ciudadano, a la autoridad competente, pidiendo su cambio de actitud ante un hecho bajo su jurisprudencia. Además de reforzar el concepto de autoridad y de mediación, estas prácticas inútiles proporcionan suculentas bases de datos a la policía: sólo con analizar las firmas como serie, pueden deducirse relaciones, tipificación del punto de recogida de la “petición”…
2.2. “¿Se puede pensar libremente a la sombra de la universidad?” era una pregunta de los ochenta. En la actualidad la pregunta sería “¿hay pensamiento libertario fuera de su alargada sombra?”. La falta de un pensamiento en conflicto, que sea la expresión de una acción transgresiva, ha llevado a adoptar como voceros del cambio social a intelectuales orgánicos del Partido del Estado, burócratas que atacan al mercado (Capital) para reforzar al Estado.
Estos funcionarios del pensamiento, que sobreviven gracias a las arcas del estado-nación, han puesto en marcha conceptos como “pensamiento crítico”, modalidad que cuestiona los excesos de la globalización de los mercados, para por el contrario reforzar los mecanismos de control estatales.
Estos últimos defensores del Estado, seducen con su verborrea universitaria a una izquierda radical huérfana de análisis. Inversamente a la procedencia de sus doctrinas, el radicalismo-liberal, estos profesores defienden su puesto de trabajo, con uñas y dientes: sin estado no hay ingresos.
Así, con el acceso de ciertos izquierdistas a los cargos profesorales en la nueva Universidad del País Vasco, a principios de los ochenta, una generación de ex militantes se incorpora al cuerpo funcionarial. Estos individuos son ahora quienes acaparan las exposiciones en las charlas informativas, otra de las rutinas revolucionarias supervivientes, así como los pequeños espacios de opinión en los periódicos y revistas de izquierda. Ante un público joven, escolarizado y en una importante proporción universitario, las prédicas de estos personajes afortunadamente quedan descalificadas por sus cotidianas sumisiones a los mandarinatos de Facultad. Una izquierda con precarias ideas, cae rendida a los pies de estos oradores profesionales, que acostumbrados a dirigirse a un público estabulado, distraen y cumplen con los grises propósitos de sus anfitriones.
2.3. La irrupción en estos años en el mercado político de las ONGs, varadero de tardoleninistas, cristianos y estudiantes arribistas, ha caracterizado su actuación en espejo de su presupuesto subvencionado: con una dependencia absoluta de las arcas del estado, sus intervenciones mutualistas se ejecutan al ritmo bancario de la transferencia: su ejército de asalariados, convierte la razón de su supervivencia en el objetivo de sus campañas.
Con su cantinela culpabilizante como único mensaje, realizan actividades a nivel de sus sponsors: nunca disruptivas, para no cortar el flujo pecuniario y al alcance de todos los bolsillos de la nueva clase media universitaria.
2.4. Con el transcurso de los años noventa irrumpe en el panorama vasco un nuevo contingente social que ejerce como nueva clase. Se trata de las clases medias universitarias, que trabajan mayormente para la administración a la que han accedido en su condición de hijos de la clase media nacionalista, por su escolarización en el idioma del nuevo poder regional, el euskera institucional. Educados posteriormente en las instalaciones universitarias, surgidas en el País Vasco tras el franquismo, en la actualidad poseen un alto poder adquisitivo, enfocado a productos culturales de alto valor añadido.
Novedosa por estos lares, esta nueva clase social es quien está protagonizando los procesos de “gentrificación” y son quienes consumen los artículos de consumo cultural de vanguardia organizados alrededor de los nuevos emblemas del Capital remozado: museos, bibliotecas, salas de exposiciones, y demás integrantes del “pésimo circo” al que nos somete el capitalismo integrado.
Esta clase media, que muestra una cierta “sensibilidad” social y que asistió a los coletazos del Estado-crisis del PSOE, se comporta en el mejor de los casos como un aliado sentimental de algunas luchas, pero se relaciona con ellas como con cualquiera de los productos culturales a los que tiene acceso. Las actividades de corte culturalista, entonces, se convierten ante la presencia de este público, en mercancías de prestigioso consumo.
2.5. La acumulación progresiva a la que el Capital está abocado para su perpetuación, durante esta década se convierte ahora en inmaterial, dedicada a la acumulación de informaciones digitalizadas. Las fronteras físicas se abolen y se instaura una inmediatez planetaria a través de la red Internet. El falso mito de la elaboración de la red por bohemios en los ochenta, unido a un optimismo tecnológico vergonzante durante los noventa, distraen la atención crítica sobre la dependencia cada vez mayor de las tecnologías y su impacto en los hábitos y universos cotidianos.
Si en los ochenta se descartaba el impacto de una revista de corte rupturista en los kioskos, ya que la oferta era tan diversa que cualquier contenido podía ser tolerado, en los noventa el granero mundial de informaciones traga cualquier clase de información, y en su seno todas pierden su capacidad disruptiva.
Dicen que “habrá libertad de expresión mientras lo único que se haga sea hablar”, e Internet se consagra así como la encarnación del dicho: la charla, reducida de este modo a un conjunto de bytes, puede contener igualmente denuncias o spots, la lógica de la herramienta recluye la comunicación a un universo privativo de cada ordenador personal.
Saturadas las comunicaciones por ruido publicitario, por sobreinformación, por la infinita oferta de banalidades, mediada por la imposición de una lectura fragmentaria fruto de la ideología de la eficacia del hipertexto [[Hipertexto: sintaxis propia de Internet, en la que un concepto remite a otro mediante vinculos electronicos. Su uso impone un modo de lectura fragmentario e impide la contextualizacion del discurso.]], esta tecnología ha favorecido la aparición de un debate virtual, en el cual quienes toman parte en este, manifiestan su inversa proporcionalidad en su participación en los imaginarios y luchas de lo social.
Aparece así una comunidad virtual, con sus propias vedettes intelectuales, en la que todo se circunscribe a los límites de sus pantallas. Un debate ficticio, porque no es reflejo de tensiones cotidianas, ni se refleja en la aparición de masa crítica alguna que, impregnada por alguna de sus ideas, contribuya a algún impacto social.
2.6. La falta de un proyecto colectivo de ruptura con el orden social, ha favorecido la aparición de una comunidad que se reconoce como tal en las actividades que han constituido el repertorio de acciones de los noventa.
Conciertos reivindicativos, manifestaciones festivas, concentraciones estivales, marchas en fechas preestablecidas, han ido originando una comunidad de corte juvenil, que impone su lógica reproductiva y frena la acción transgresiva.
Haciendo bandera de la necesaria indivisibilidad de lo público y lo privado, estas gentes, cuya militancia en algún colectivo en alguna época siempre pasada puede llegar a medirse en nanosegundos, nos imponen su estilo de vida como la genuina forma de protesta. Vestidos con el merchandising oficial de la revuelta, utilizan la falta de proyección de los espacios de reproducción social de la comunidad juvenil radical para su propia supervivencia como identidad urbana.
La economía sumergida articulada alrededor de estos espacios, en forma de hostelería, distribución de drogas ilegales, neoartesanía… permite convertir este estilo en un medio de vida. Para sus beneficiari@s, aquell@s que se articulan en acción colectiva son vistos como un peligro para su supervivencia como comunidad, y como tal ésta se defiende utilizando las mejores armas de las sociedades provincianas: rumores, calumnias, desprecios… son herramientas con las que l@s reditari@s de guetto intentan expulsar a aquell@s a l@s que usurpan sus señas de identidad.
“Hay que hacer política de mostrador”, decía uno apropiándose de un dicho francés; lo cierto es que estos individuos hacen de su cátedra de taberna el observatorio donde poder opinar, como en cualquier sociedad provinciana, de los actos de significación política, en los cuales participan, a veces y a disgusto, como obligaciones sociales de su pertenencia a una comunidad.
3)
La inexistencia de una representación simbólica del espacio antiautoritario vasco, ha hecho que las nuevas generaciones de la guerra social miren hacia experiencias autoorganizativas de fuera de su marco de lucha (la madrileña Lucha Autónoma, coordinaciones okupas de Barna…), creándose una identificación que ha reforzado las tendencias ideologizantes o ha magnificado un activismo basado en la elevación del disturbio a la categoría de oportunidad agregativa y de única expresión de una identidad en resistencia.
Airear el cadáver del movimiento asambleario, acuñar una tradición autónoma más libresca que transmitida, no es sino encasillarse en los errores ya cometidos por el anarquismo oficial, pero esto no debe hacernos renunciar a una presencia pública y confinarnos a una resistencia de catacumba.
Las actividades culturalistas, realizadas desde espacios e iniciativas de contrapoder, poseerán ese caracter unívoco que les distanciará de su consumo por parte de la clase media universitaria, al igual que su opuesta, la acción revolucionaria, sin aspiraciones representativas, puede aportar, de nuevo, la sonrisa cómplice: ambos serán ejemplos de guerrilla semiótica.
La comunidad juvenil creada alrededor de las iniciativas surgidas en los noventa, sin arrogarse ningún papel de centro, puede, también, arrojar claves convivenciales y ser el nido de las futuras actividades del foco culturalista, siempre aspirando a crear una cultura revolucionaria de masas.
La crisis del Estado Nación pone ahora en primer plano la cuestión económica y el papel clave del anticapitalismo, desde una crítica radical de la técnica y desde el antiestatismo. Deberemos desechar las promociones mediáticas, expulsar a las vedettes del movimiento y olvidar los espejismos informáticos, pero habrá que utilizar con tacto los altavoces sistémicos.
Lo imprescindible, en la nueva década que atravesamos será, entonces, la voluntad de conflicto con el modo de producción democrático, la búsqueda incesante de la ruptura que impida la recuperación y que prime la disrupción, la creación de incertidumbre desde una práctica libertaria pública y sin complejos.
Un inclemente
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